MISERABLES MANIPULACIONES

La movilización desestabilizadora del lunes 17 es un signo de debilidad como manotazo de ahogado

 

El pasado  lunes 17 de agosto tuvo lugar una movilización que intentó juntar al General San Martín con “el cuestionamiento a la reforma judicial, a la inflación, a la caída de la economía,  al aumento de la inseguridad y a la extensión de la cuarentena” que, según informaba el diario La Nación de ese mismo día, eran los asuntos concretos que invocaba la convocatoria. Azorado me pregunté, sin dar por buena la lista de arriba, ¿qué cuernos tiene que ver eso con el Santo de la Espada? La Biblia y el calefón, barrunté, pues se trataba de un cambalache de motivos que procuraban sustentar una performance opositora convocada y/o consentida por el ex Presidente que acaba de terminar sus vacaciones entre Saint Tropez y Ramatuelle para instalarse en Ginebra; por la presidenta del PRO, Patricia Bullrich –aquella que estuvo más preocupada por “no tirar gendarmes por la ventana” que por la búsqueda de Santiago Maldonado— y por el actor Luis Brandoni entre otros/as.

Con un descaro de proporciones se editó un video de invitación a esa movilización titulado “Hagamos la Patria que quería San Martín”, que expuso una asombrosa colección de necedades y falsedades que es difícil asociar con el Padre de la Patria. En rigor, los convocantes procuraron groseramente adueñarse de su nombre para colocarlo como sostén de sus tonterías; algo así como intentar afiliarlo a Juntos por el Cambio y convertirlo en su vocero.

Pero lo más notorio no fue esto, que no es poco, sino la manera de autoeximirse de responsabilidades por la vía de fingir demencia, como dicen los mexicanos. ¿Quiénes sino Cambiemos y Macri llevaron a nuestro país a un desempeño económico que ha sido por lejos, el peor desde el retorno de la democracia desde 1983? Repárese en lo que sigue: en tres de los cuatro años de gobierno de Macri hubo un crecimiento negativo del PBI: -2,080% en 2016; 2,669 en 2017; - 2,482 en 2018 y -2,163 en 2019. Como consecuencia, el comportamiento porcentual promedio del PBI, medido a precios constantes, entre 2016 y 2019 fue de -1,014%. Concomitantemente, el crecimiento porcentual promedio del PBI per cápita, medido a precios constantes, en el mismo período fue de -2,025%. (Datos tomados del World Econommic Outlook Database, de abril de 2020, del FMI.) En pocas palabras: todo mal.

Pero además, la cuenta capital del Banco Central se mantuvo completamente abierta durante esos cuatro nefastos años, lo que permitió una enorme salida de dólares hacia el exterior —la famosa formación de activos externos—, ¡que fue absoluta y ridículamente legal!  Y claro, bajo estas extremas condiciones negativas, el entonces Presidente tomó deuda a rolete y terminó acudiendo, exangüe, a un nuevo préstamo del Fondo Monetario Internacional que resultó impagable.

¿Esta es la Patria que quería San Martín? Da la impresión de que son muchos los dirigentes del PRO que ni el Billiken han leído cuando eran chicos.

Esos dirigentes, encabezados por el ex Presidente hoy itinerante procuran, apañados  por los medios que los respaldan, enjaretarle al actual oficialismo la culpa por la inflación y por la caída de la economía. Así como “la pobreza y la indigencia”, cuya responsabilidad el antedicho video le adjudica, de lo más campante, directamente al Presidente Alberto Fernández. En fin, el típico “yo no fui, fue Teté” del que también hace uso la cultura popular mexicana. Que, en este caso, implica una incalificable manipulación basada en un quid pro quo, en el que el mismísimo Libertador termina colocado como mascarón de proa.

Estos miserables comportamientos fueron acompañados, en la fase previa, por varias/os dirigentes. Bullrich tiraba la piedra y escondía la mano tomándonos a todos por sonsos. En público dijo que la protesta era “contra la cuarentena, la inseguridad y la reforma judicial” y aclaró, con cara de cemento, que ella no la había convocado. Lilita Carrió, por su parte, se despachó a piacere: calificó de fascista al Presidente Fernández, describió a la situación actual como estado de sitio y amenazó con promover acciones judiciales contra la restricción de reuniones derivada de las sucesivas cuarentenas. El radicalismo, en cambio, meramente acompañó: jugó un ya degradado papel de partiquino.

La concentración central  en el Obelisco mostró una amplia movilización de automóviles ocupados e incluso manejados  por gorilas y una moderada presencia de gente de a pie, que levantó pancartas variopintas y, a veces, incompatibles: “No a la vacuna inglesa” (¿sí a las otras?); “Anticuarentena”; “No a la reforma judicial”; “Pisotean la Constitución”, entre muchas más.

Al irrespetuoso e indigno manipuleo del General San Martín se sumó, también como rasgo definitorio, el menosprecio por el cuidado, por el distanciamiento y por el contagio: una repudiable actitud en tiempos de pandemia. Este accionar exhibe un desprecio por la vida propia y por la ajena, que se sustenta en un desestimable reclamo de libertad individual.  Perece mentira tener que aclarar que esos irresponsables no tienen derecho a contagiar, así como tampoco a conducirse desaprensivamente respecto de su propia salud, tomando el riesgo de sumarse, enfermos, a un sistema sanitario que ha funcionado hasta ahora muy bien pero no es de fierro. Ni la disponibilidad de camas, ni la capacidad de trabajo de quienes abnegadamente están cumpliendo una extraordinaria labor es infinita. En breve: en este caso, la tilinguería es una lacra que no merece ser anudada a la libertad individual. Esto vale también para las colectividades políticas y para los medios que, tras bambalinas, han promovido esos comportamientos.

Pero hay todavía más y peor: la fracción que encabezan el ex Presidente, ex veraneante y presunto dirigente de la FIFA y Patricia Bullrich promueve y agita la anticuarentena. El éxito alcanzado por Alberto Fernández y el ministro Martín  Guzmán en la renegociación de la deuda externa privada, así como el buen relacionamiento adquirido por el oficialismo con los gobernadores de Juntos por el Cambio (incluido Rodríguez Larreta) los ha dejado escasos de munición para defender sus arteras intenciones. Para colmo, la lawfare mediático-judicial lanzada durante el período Macri ha mermado y en cambio, ahora, es el ex Presidente el que tiene que vérselas con el desarrollo de procesos judiciales que lo tienen a mal traer.

Carecen de pruritos y de vergüenza: con el cuchillo bajo el poncho Macri y Bullrich impulsan la salida del aislamiento en el período más tórrido de nuestra pandemia, en procura de una debacle sanitaria que merme la base de sustentación del Presidente Fernández.  Sin miramientos ni reparos éticos cuestionan prácticamente todo lo que hace o anuncia el oficialismo poniendo énfasis, en este momento, en lo que les resulta más conveniente en la inmediata coyuntura: un des-aislamiento que sería muy gravoso, sobre cuyas probables consecuencias negativas podrían machacar insistentemente con el apoyo de las cadenas mediáticas que los protegen.

Esa manera de actuar, hermana del “Viva el cáncer” que se pintó tras la muerte de Evita, parece la rediviva de un añejo y brutal odio al peronismo y a los sectores populares. Y es, asimismo, una jugada desestabilizadora. Pero bien miradas las cosas, se percibe también que es una muestra de debilidad. De hecho, el espacio político del dúo Macri-Bullrich se va achicando de a poco dentro de la coalición opositora, lo que parece ser directamente proporcional a los éxitos que empieza a cosechar el oficialismo. Por eso han apelado a un recurso deleznable que, en el fondo, se parece bastante a un manotazo de ahogado.

 

 

 

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