MODO FACTORÍA

Segun la RAE una factoría es un “establecimiento de comercio, especialmente el situado en país colonial”

 

El país está a punto de entrar en un proceso que va a transformar su estructura económica de manera trascendental. De igual manera que sucedió en los '90 con las privatizaciones. Cambios que suelen venir para quedarse. Es lo que ocurre desde hace ya un tiempo con la tendencia a conformar un modelo de exportación de los recursos naturales para responder a la demanda internacional de commodities. Esta inclinación se ha acelerado en los últimos tiempos. El final de laetapa aguda de la pandemia y el estallido de la guerra han contribuido a movilizar a funcionarios y empresarios en pos de esta cruzada con la que se pretende salvar la crisis que enfrentamos.

Esta convicción de importantes sectores del país está influenciada por una imperiosa necesidad de obtener divisas, dólares, para los requerimientos de la economía. Nadie puede oponerse razonablemente a ello, ya sea para solventar los insumos necesarios para el desarrollo, ya sea para ir devolviendo el endeudamiento con el FMI.

En ese contexto toda política para obtener divisas se ha convertido en prioridad absoluta. Los esfuerzos para obtener inversiones que permitan la extracción de recursos naturales de rápida transformación en exportaciones es hoy la constante de despachos oficiales y del empresariado.

Nada mejor para nuestro país que esa tendencia termine consolidando un paulatino y creciente ingreso de dólares por esos bienes. Para lo cual el sistema económico tiene que establecer reglas, condiciones y estímulos que lo permitan. Es decir conformar un modelo de producción que obtenga los resultados buscados.

No se trata aquí de discutir qué variante de capitalismo implica ese u otro modelo económico de los que se debaten actualmente. Se trata de optimizar las exportaciones de los commodities que permitirán ingresar divisas de acuerdo con las condiciones económicas y sociales del país, su infraestructura, su capacidad tecnológica y financiera.

El modelo que se viene ejecutando y promoviendo con naturalidad con ese objetivo es el que denomino “modo factoría”.

Tiene sus antecedentes aquí y en el mundo: es el que predominó durante varios siglos a través del accionar de los países de la Europa dominante en la etapa pre y post Revolución Industrial en relación con la búsqueda de riquezas en sus dominios coloniales.

En ese modo de producción, o de saqueo dependiendo de las características, los países o empresas autorizadas por ellos obtenían, allende los mares, importantes bienes para su desarrollo. Las factorías en los primeros tiempos se dedicaban a bienes de los océanos en islas y costas, como la captura de la ballena y las pieles de lobos marinos y otra fauna. También en la obtención de especias, y alimentos como el café, el cacao y el azúcar. En otros continentes el té y el opio, la sal y las maderas.

Pasada la primera etapa colonial el modelo consistió, como en el período anterior, en dominar el territorio correspondiente, a su población, y con la fuerza y el terror a veces, extraer un bien específico del lugar y transportarlo a los centros europeos de consumo. Riquezas en alimentos, recordar la United Fruit Company en Centro América; en minerales valiosos, la búsqueda de oro y otros metales en Bolivia; en madera, la Forestal en nuestro país; y otras variadas experiencias latinoamericanas y en otros continentes, que superan la capacidad de estas líneas, pero todos conocen porque forman parte de la historia mundial.

La factoría representaba un modo de producción que centraba el esfuerzo en un solo producto al que se le extraía el máximo beneficio, hasta que finalizaba esa posibilidad. Quedaba entonces casi siempre tierra arrasada, es decir pobreza en la población y a menudo la depredación del territorio explotado.

También es cierto que el modo factoría fue evolucionando ya que las economías de la etapa posterior a la época colonial exigieron ordenar ese modelo, modernizándolo y otorgándole estabilidad en los territorios ocupados. Para ello se amplió la producción a varios productos por territorio y a tecnologías de maximización de los resultados de los diversos recursos. Los países del sur de los tres continentes asistieron entonces al desarrollo de la explotación moderna de sus recursos naturales.

El modo factoría de aquella primera etapa parecía entonces como algo del pasado, quedando sus resabios, en pequeñas escalas,  en algunos países más vulnerables.

Según el diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, la segunda acepción de Factoría es “establecimiento de comercio, especialmente el situado en país colonial”.

Hasta que vuelve a reaparecer ahora, como ocurre con muchas cosas, con motivo de las necesidades crecientes de los bienes que ofrecen los recursos naturales. La globalización del modo de vida post-moderno, centrado en las comunicaciones y en la facilidad para acceder a la energía como base y motor de la economía, renueva exigencias de aquellos recursos.

Vuelve entonces la mirada hacia los alimentos, el acaparamiento de tierras de grandes países y corporaciones en África, Asia y América Latina para sustentar a sus poblaciones. La factoría ahora implica la producción de determinados y específicos alimentos en tierras lejanas aptas para ello, con ocupación de sus territorios más o menos consensuada con los respectivos gobiernos.

Se repite el modo factoría para la adquisición de algunos minerales necesarios para las industrias y para las baterías de acumulación de electricidad. Se practica en estos tiempos con inversiones importantes para extraer un mineral específico en diversos territorios, suscitando conflictos con la población por sus efectos contaminantes. Las corporaciones se llevan el mineral en bruto lo transportan hasta sus centros de consumo para procesarlo, obteniendo así la mayor renta de ese bien, dejan poco valor en origen, pero mucha contaminación.

De la misma manera el modo factoría se reitera en la producción de hidrocarburos, gas y/o petróleo, extrayéndolo por grandes corporaciones multinacionales en países pobres o con regímenes autoritarios. Se llevan esa materia prima en bruto y la usan o procesan en sus países de origen, dejando algunos beneficios en los territorios, en la medida del grado de corrupción de sus gobiernos. En países más desarrollados se negocia la renta que queda en el territorio, pero la mayor parte del beneficio la obtiene el productor, siempre.

La generalización de esta modalidad del sistema capitalista se advierte también de alguna manera en nuestro país en el momento actual.

Las particularidades de este modo en nuestro territorio están dadas por cierta participación minoritaria de capitales locales o estatales en el proceso de producción de los recursos. También en una gran flexibilidad para la transferencia de ganancias al exterior, considerada un estímulo imprescindible para atraer inversiones, especialmente internacionales.

La novedad es cierta avidez desatada para aprovechar a como dé lugar las ventajas relativas de nuestros recursos por su carácter y ubicación geopolítica. Son ofrecidos públicamente a la demanda internacional por dichos atributos, con auspicios oficiales.

Somos partidarios de aprovechar las oportunidades que nos ofrecen las circunstancias para incrementar la producción de recursos primarios en la medida que nos otorguen las divisas correspondientes. Las necesitamos en cualquier caso.

Con la única condición de evitar el “modo factoría”. Esta modalidad antigua, actualizada, impondría mucho daño a una sociedad harto perjudicada por diversos motivos. Podría ocurrir que se repitiera el modelo menemista por ejemplo, en el sentido de constituir una estructura con permanencia en el tiempo como la que nos dejó la privatización de los servicios públicos e industrias estratégicas, aún vigente.

Ese modo evolucionaría aceleradamente a la concentración de capitales de las corporaciones multinacionales, aún mayor que la actual, con sus efectos económicos, pero también políticos.

Ese patrón de producción consolidaría también un nuevo proceso de destrucción de la industria nacional, y sus dos consecuencias directas: la baja de empleo local y de tecnología nacional.

Pero el peor perjuicio que puede adjudicarse a esta alternativa es perder la oportunidad de un inteligente acuerdo con los sectores productivos para obtener una renta nacional digna y adecuada a la pertenencia local de los recursos, sin haber realizado antes una negociación que condicione las inversiones a la maximización de la porción de renta y divisas a retener en poder de las arcas nacionales.

La ansiedad de los funcionarios y la codicia de los empresarios impide por ahora acuerdos de este tipo. Se ha naturalizado que la oportunidad implica ceder derechos y ventajas razonables y abandonarse a un proceso que no asegura ni siquiera su propósito declarado: importantes divisas. Por lo menos acordes con los bienes y valores puestos en juego.

Por otra parte, la implementación de esta política de producción exige una especial atención y el tiempo que sea necesario para la obtención de resultados. En las condiciones actuales de crisis inflacionaria y necesidades populares urgentes, precipitarse puede implicar en algún momento la prosecución de los objetivos de otras fuerzas políticas, que le darían otros fines a la misma modalidad.

Frente a ello, la propuesta sería evitar esa desnudez ante los reclamos de potencias en situaciones críticas en alimentos y energía, o la pretensión ingenua de acelerar los tiempos para solucionar la escasez de divisas, y negociar entonces con aquella demanda internacional condiciones razonables de tratamiento de las inversiones.

Las principales condiciones:

  • asegurar un rango fijo del valor agregado local del producido de cada materia prima, que impida la consolidación de un modelo de primarización;
  • participación estipulada de la industria nacional en los procesos de producción y de elaboración del agregado local;
  • contribución creciente de tecnología nacional en el sistema productivo;
  • establecimiento de porcentuales de la concurrencia nacional (aparte de las regalías provinciales, cuando correspondan) en la exportación de los recursos naturales, que garanticen el ingreso de parte de la renta en divisas;
  • tratamiento razonable y equitativo de la disposición de esas divisas por los exportadores;
  • cumplimiento estricto de las normas ambientales, con participación de las comunidades afectadas.

Estas serían las mínimas condiciones de una política de exportación de los recursos naturales, como ha ocurrido ya en varios países, que permitirían el cumplimiento del objetivo prioritario nacional y al mismo tiempo la colaboración con las demandas globales.

 

 

 

 

 

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