Morderse la lengua

El típico cepo bergogliano aplicado al Peluca

 

El Presidente dijo que no lo podía creer, cuando vio acercarse la silla de ruedas que conducía al Papa Francisco luego de la ceremonia de santificación de una monja argentina del siglo XVIII. Empujado por uno de sus custodios, casi lo embiste. Javier Milei le preguntó si podía abrazarlo y prácticamente se le echó encima. Esa escena grotesca fue interpretada por los exégetas del gobierno como una victoria política. Al día siguiente volvieron a verse, en audiencia privada, la más extensa que Bergoglio concedió a unPresidente argentino que lo visitaba por primera vez. Intercambiaron regalos y Milei se disculpó por los insultos que le había dedicado en los últimos dos años. Paternal, el prelado le respondió que todos cometemos pecados de juventud.

 

 

Tal vez para un hombre de 87 años, los 53 del economista libertario cuando entre otras linduras lo acusó de defender "la mierda de la Justicia social" sean exabruptos adolescentes. Pero ¿qué decir de la advertencia que Bergoglio hizo hace apenas un año, cuando comparó al entonces candidato con Hitler?

 

 

Estas son de todos modos anécdotas. Tan graciosas como la pregunta a Milei sobre si se había cortado el pelo o la presentación del locutor oficial de Vatican News, que nombró a Karina Milei como la esposa del Presidente. El pedido posterior de disculpas no hizo más que viralizar el presunto error. Ya en franco cachondeo el Papa le dijo: "Vos, que sos medio judío". Tampoco es una frase ingenua: el Secretario de Estado Pietro Parolin provocó una protesta formal de Israel, por afirmar que la respuesta de su gobierno a los atentados terroristas de Hamás era "desproporcionada", ya que "se dispara sobre civiles inermes, incluso en el complejo parroquial de la Santa Familia, donde no hay terroristas, sino familias, niños, enfermos, discapacitados y monjas". Milei venía de cantar y bailar con rabinos extremistas junto al Muro de los Lamentos.

 

 

 

El Vaticano también desmintió la afirmación presidencial de que habían hablado de la situación social y que el Papa "manifestó su aprobación del programa económico". Lo hizo a través de una de sus exégetas más fieles, la corresponsal de La Nación en Roma, Elisabetta Piqué, quien además es autora de una de sus biografías autorizadas, "Vida y Revolución". Según Piqué, "fuentes del Vaticano" que consultó "se mostraron perplejas" por la frase presidencial y dijeron: “Un Pontífice no suele darle el visto bueno a acciones concretas y técnicas de gobierno, no es el estilo”. Todos saben que la fuente principal de Piqué en el Vaticano es il capo de tutti gli capi.

La Doctrina Social

Ahora el gobierno quiere coronar su éxito acelerando la visita pontificia a su país, primera desde que fue elegido, hace ya 11 años. Tal vez sea ese el momento que Bergoglio elija para hacerse escuchar sobre cuestiones de fondo. No sería ni por capricho ni por posición personal: hace casi un siglo y medio que la Iglesia Católica Apostólica Romana difunde lo que llama su Doctrina Social. Comenzó en 1891, con la Encíclica De Rerum Novarum, en la que el Papa León XIII proclamó los derechos del capital y de los trabajadores, que debían cooperar y no enfrentarse. Así intentó sacar a la Iglesia de su mentalidad de asedio y enfrentar en forma más realista los problemas del inminente siglo XX, consecuencia de la revolución industrial y de la sociedad de masas. Ratificó la inviolabilidad de la propiedad privada y rechazó la lucha de clases pero declaró la necesaria intervención del Estado en defensa de los trabajadores, cuyo derecho a organizarse reconoció. También definió la existencia de un salario justo, no inferior al costo de mantenimiento del obrero y su familia, contracara de la doctrina marxista del salario, el precio y la ganancia.

Cuatro décadas más tarde y en el apogeo del fascismo, el Papa Pío XI retomó en Quadragesimo Anno las enseñanzas de León XIII sobre los derechos de los trabajadores. Retomar la acción social era un consuelo para la forzada veda política impuesta por Mussolini. Quadragesimo Anno expuso el doble carácter de la propiedad, individual y social. Su explícito rechazo al liberalismo y al marxismo afirmaba una tercera posición, de cooperación de capital y trabajo para el bien común, y un concepto de justicia social, al que el peronismo daría existencia real en la Argentina. El propietario no es señor absoluto y omnímodo de sus bienes, con indiferencia por el bien común.

En marzo de 1937, el mismo Pío XI firmó con cinco días de diferencia dos Encíclicas, una con tenues objeciones al nazismo (Mit brennender Sorge), al que sólo le reclamaba respeto por las obras eclesiásticas, y otra fulminante contra el comunismo (Divini Redemptoris). La segunda gozó de amplia difusión por parte del Episcopado argentino. En unas jornadas realizadas a ese efecto, el arzobispo de Rosario, Antonio Caggiano, dijo: "Muchos liberales, muchos hombres de negocios que palpan las asperezas sociales, quisieran que la religión pusiera paz y orden y creen que es buena para eso; pero sin entrar a fondo en las cuestiones de justicia, sin que hablemos de derechos obreros, del carácter sagrado de la personalidad humana y del trabajo, del trabajo justo y del salario familiar; en fin, quisieran como que completáramos la acción de una fuerza pública que deja  que las cosas queden en su lugar, sin que nadie se queje ni reclame nada. Dios nos guarde de alentar con nuestra conducta semejante aberración”. Por el contrario, lo que hacía falta era restablecer el orden de la justicia y de la equidad, realizar el horario humano de trabajo y su justa retribución mediante la legislación social y la vivienda familiar obrera y campesina. Caggiano describió incluso las casas “miserables, antihigiénicas” en las que vivían los arrendatarios rurales y donde no era posible la vida de hogar ni la educación de los hijos. Por amor a Dios pero también a la paz social, sus ricos propietarios, “a veces poseedores de inmensas fortunas”, debían dar el ejemplo cristiano de levantar “hermosas y modestas viviendas obreras para esas familias que viviendo en la miseria están amasando su riqueza”.

El presbítero Francisco Núñez, asesor de la Acción Católica rosarina, destacó en su lección los párrafos de la Encíclica Divini Redemptoris que exhortaban a los sacerdotes a concentrar su esfuerzo evangelizador en los obreros y los pobres. El problema “es religioso y económico y no se soluciona sino con pan y Evangelio”. Ante el “gravísimo peligro del comunismo” el sacerdote debe predicar pero también promover soluciones prácticas en el terreno social, a la manera de Cristo “que daba de comer a su auditorio en el desierto”.

En 1961, el Papa Juan XXIII actualizó con la encíclica Mater et Magistra aquella doctrina social. Escrita durante el periodo de crecimiento económico más largo en la historia moderna ratificó el derecho de propiedad pero desarrolló el concepto de “socialización”, que daría lugar a incontables polémicas y confusiones. El vocablo evocaba la socialización de los medios de producción planteada por el marxismo. Pero el Pontífice lo definía como un mejoramiento del nivel de vida, la convivencia y la institucionalidad jurídica, derivado del progreso científico-técnico y de la mayor eficiencia productiva, que se reflejaba en la intervención de los poderes públicos en favor de la salud y la educación de las nuevas generaciones. La Iglesia Católica es madre y maestra en el uso del doble lenguaje, que permite entender lo que cada uno quiere.

En 1967, Pablo VI firmó la Encíclica desarrollista Populorum Progressio, que por primera vez relegó el eje Este-Oeste y se refirió a la contradicción entre el Norte opulento y el Sur subdesarrollado como efecto de la injusticia causada por una larga dependencia y sometimiento económicos. El Wall Street Journal no vaciló en llamar comunista al Papa Montini por afirmar que ante una evidente tiranía, era lícita la rebelión violenta.

En plena pugna con el gobierno comunista de Polonia, el Papa Karol Wojtyla sostuvo en la Encíclica Laborem Exercens, de 1981, que el trabajo tenía prioridad sobre el capital, que los obreros debían participar en las ganancias de las empresas y democratizarse los lugares de trabajo. El arzobispo argentino Vicente Zazpe llamó la atención sobre el grave problema de la desocupación. "¿Qué ocurre en Inglaterra con la presencia de casi 3.000.000 de desocupados? La violencia destructiva en los días anteriores al matrimonio de Carlos y Diana es un signo premonitorio. ¿Qué puede pasar con un padre de familia desocupado?”

Hasta el Papa Ratzinger hizo un módico aporte a la Doctrina Social, con su Encíclica de 2009, Caritas in Veritate. Allí afirma que en una sociedad en vías de globalización el desarrollo requiere de la justicia y tener en cuenta el bien común.

Como es bien sabido, nada le produce mayor placer al padre Jorge que alzar el dedo admonitorio en las narices de un gobernante electo por la voluntad popular, ese dato menor. Quienes celebraron la presunta reconciliación con Milei, pueden ir mordiéndose la lengua.

 

 

 

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