MUERTE Y TRANSFIGURACIÓN EN EL BAROLO

Un policial centrado en el edificio dedicado al Dante marca el debut literario de Mirtha Amores

 

Del salvado de la aguas –Moisés– al del pié hinchado –Edipo-, pasando por la deificada Beatrice del Dante —y siguen las firmas—, los nombres propios portan peso específico en leyendas, mitos, coplas, novelas, cuentos y, por qué no, algún chamuyo. Salvador, Octavio, Pacífico, Basilio, Octavio, Honorato, transportan a comienzos del siglo XX, mientras Ariel, Martín, Mabel o Clara trasladan a la segunda mitad de la pasada centuria, para esta parte. Más connotados, menos temporales, Rosa Mística satura la atmósfera de esoterismo y Lucana yergue cierto erotismo misterioso, polisémico. Cuando los personajes circulan en tiempos de celulares y uno sólo disca el teléfono u otro enciende el pucho con fósforos, todos juntos, sumados, señalan una temporalidad que no es ésta, sin dejar de serlo. Realismo estricto desvanecido, aquellos sustantivos propios operan al modo de coordenadas destinadas a situar las acciones en un sitio, al mismo tiempo, conocido, cotidiano y ajeno: el que la ficción literaria comparte con el mito.

 

 

 

 

La trama policial, por su parte, instala la  muerte en primer plano para todos y cada uno; desplaza cualquier ilusión de invulnerabilidad. Condimentos de una magia prescindente de mago, si se excluye el mudo birlibiloque de quien lo pergeña: el autor. Autora, en este caso, Mirtha Amores (Posadas, 1953), destacada médica neuróloga debutante en la novela con Crimen en el Palacio Barolo, título que lo anuncia todo y todo lo deja por delante, en las alturas, en los recovecos, en el inframundo subterráneo, en ese edificio inconfundible de Avenida de Mayo 1370, barrio de Monserrat, a un pasito de Plaza Lorea, ahí nomás del Congreso de la Nación. Escenario magnífico, desde su origen destinado a oficinas, arquitectura y ornamentación honran La Divina Comedia del Dante, salpica signos masones, corona erotismo hindú y en este caso planta un cadáver tieso, despatarrado, congelado en una sonrisa desafiante, aferrado a una carta del tarot.

 

 

La autora, Mirtha Amores.

 

 

Un comisario de modales desagradables, carente de toda consideración hacia el prójimo, perseguido por todo perrito caniche que se le cruza, es escoltado por un auxiliar ventajero, borrachín, cuya principal destreza es semblantear eficacia ante el jefe. Dos adolescentes condenados de antemano al metejón, transitan la confusión de la etapa entre el diagnóstico psiquiátrico y dotes sensibles del todo ajenas a la órbita adulta. Un médico que pastillea a todo aquel que atraviesa la puerta de su consultorio, un detective privado mediocrón que no puede consigo mismo, una pitonisa oscilante entre lo brujeril y la iluminación; un anarquista utópico, encargado de edificio vecino, hace de cicerone por los vericuetos callejeros y subterráneos. Omnipresente, el Barolo empapa de señales y misterios en su condición de personaje inmenso, sombrío y silencioso a una escritura de alta precisión, donde ninguna palabra se desliza al azar.

“Una cosa que hay que saber es que el Palacio Barolo, que presenta un estilo arquitectónico único, mezcla de neorromántico y neogótico con reminiscencias de la India, fue construido entre 1919 y 1923 por el arquitecto Mario Palanti”, simplifica como corresponde el guía ante turistas más interesados en los chismes del crimen que en las beldades de la construcción. Colado en el contingente, el portero vecino traduce como un manifiesto ácrata la frase del Dante inscripta en la bóveda: Sic vos, non vobis mellificatis apes, “Así trabajáis vosotras, abejas, para otros, no para llenaros de miel”. Sentencia colada también, considera, en la magna obra que caracteriza sin contradicción “un manifiesto fascista”. Lecturas superpuestas, paralelas, intersectas, van de uno a otro personaje y aún dentro de si mismos, en la deriva transparente de la escritura, permitiéndole a la autora saltar de escenario y protagonista de un párrafo a otro sin pisarse ni engalletar la trama donde la paradoja es reina.

 

 

 

 

“Todos los 4 de junio, exactamente de 19:45 a 20:00, la Cruz del Sur por la que preguntaba el amigo queda alineada con el faro del Palacio Barolo y el Palacio Salvo, el edificio gemelo que construyó en Montevideo. La tradición esotérica dice que el faro es como un pasaje al Paraíso, sea el Paraíso lo que sea, y que se abre en ese intervalo de tiempo como si fuera un vórtice, un eje de ascensión para las almas. Los investigadores oficiales, por supuesto, se ríen de eso”, sigue el guía turístico. La explicación rebasa lo verosímil pese a ser verídica, tanto en lo científico como en el dogma arcano, merced a una puntillosa investigación encarada por Amores a fin de sostener un relato de registro variable. Descubre en el juego de contrastes un pasadizo concreto, ubicado lejos de las alturas divinas o mortales, en los túneles subterráneos serpenteantes bajo el casco histórico porteño, a su vez reflejos de las distintas instancias que van atravesando los diversos personajes.

Cunde la violencia de los cuerpos; hay piñas, otras muertes, degradaciones, desencuentros indispensables para arribar a las coincidencias. Las lógicas detectivescas quedan desplazadas por la arbitrariedad de los actos que sólo responden al impulso íntimo de sus actores singulares. La madeja se va desenredando poco a poco, de forma feliz para unos, desdichada para otros, para todos los convencidos que han llegado donde querían, ignorando por siempre que el resultado ha sido y es al lector al que se le revela el beneficio final, con la lectura misma. Nadie, por dentro o por fuera de las páginas, vuelve a ser como era al principio de la historia. Por fortuna. Complicidad devoradora para una novela debutante, con el doble mérito de haber evitado las tentaciones características de (casi) toda obra inaugural, y proponer una lectura cuya velocidad es preciso reprimir ante la expectativa constante de participar en lo que sigue. Policial hecho y derecho, Crimen en el Palacio Barolo descubre a Mirtha Amores en un estilo augural que le es propio y se suma a la tan contagiosa como entrañable aventura de instalar la ficción en un plano donde la realidad cotidiana se fortalece al transfigurarse*.

 

 

 

FICHA TÉCNICA

Crimen en el Palacio Barolo

Mirtha Amores

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Buenos Aires 2022

235 páginas

 

 

* A diferencia de la propuesta del Piloto de este Cohete, que muestra la música escuchada durante la escritura de su nota de tapa; aquí, esta vez se sugiere la música que bien puede servir de banda de sonido a la la lectura de la presente reseña.

 

 

 

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