Hace un par de semanas publicamos el álbum que el saxofonista Pharoah Sanders grabó con el joven músico electrónico Flashing Points y recordamos cuando él era un chiquilín que llamó la atención de John Coltrane. El domingo pasado vimos un par de cortos de Gardel, restaurados con inteligencia natural y artificial. A diferencia de Sanders, que ya pasó de los 80, Coltrane y Gardel murieron jóvenes: a los 40 el saxofonista, entre los 45 y los 48 Gardel, según la fecha de su nacimiento a la que se dé crédito.
Pero aún esto es longevidad, en comparación con los 36 años que vivió Eric Dolphy, y ni hablar de los 25 de Clifford Brown. Sus muertes fueron estúpidas (al diabético Dolphy lo confundieron con un drogón y lo dejaron sin asistencia esperando que se le pasara, y Brown se estrelló con su auto en la ruta) y frustraron carreras fantásticas. Dolphy fue el quinto hombre en el cuarteto canónico de Coltrane.
El dibujo de la portada del disco muestra a un saxofonista y un flautista, que se parecen a Fats Waller y Pee Wee Russell y no a Coltrane ni a Dolphy, quien también grabó varios álbumes con Charles Mingus, tocando saxo, flauta y clarinete bajo.
Y su última grabación, en Holanda, un mes antes de su muerte, con el trío de Misha Mengelberg, que tituló premonitoriamente Last Date.
Brown grabó con Lionel Hampton, Max Roach y Art Blakey y con su conjunto acompañó a dos de las más extraordinarias cantantes, Sarah Vaughan y Dina Washington.
Cuánto placer y qué tristeza pensar en todo lo que no llegaron a ver ni hacer.
Termino de escribir estas líneas distraídas y recién me doy cuenta, con un latigazo de dolor en el cuello, de que esta es mi manera de maldecir la pérdida de Juan Forn, que se fue a los 61, absurdamente joven.
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