Nadie es perfecto (Ja)

Orwell se quedó corto

 

La ciudad de Buenos Aires gasta más en cambio de veredas que en mejorar la infraestructura de las escuelas. Si Miguel de Cervantes Saavedra viviera podría reformular una de las frases que lo instaló en la memoria eterna: Cosas veredas, Larreta. Pero a no pensar que dejan de ocuparse de los temas importantes. El gobierno porteño y (¡oh!) los legisladores de la ciudad, a través del Ministerio de Ambiente y Espacio Público, acordaron la crucial decisión de de prohibir totalmente el uso de sorbetes plásticos. Basta de pajitas, decretaron. De ahora en adelante, los que quieran tomar algo que se cuelguen del envase o que la chupen.

La profesora Ivonne Bordelois reveló en un artículo la existencia de eufemismos apoyados en la corrección política: no decir sirvienta ni por equivocación, porque empleada suena mejor, o jamás llamar viejo a alguien de edad avanzada y reemplazar por persona mayor. En algún lugar del nomenclador estatal se produjo un desplazamiento. La Dirección Nacional de Movilidad en bicicleta, pasó a denominarse Dirección de Proyectos de Transporte no motorizado. Cosa de charlatanes, de lenguaraces que la tracción a sangre (ajena) que prefieren usar, por la bicisenda de la hipocresía, es la bicicleta financiera.

El posmodernismo y la globalización parecen eximir de proyectos a los partidos políticos. No es necesario cautivar con programas de gobierno consistentes y diferenciadores: los reemplazan mapas de sentimiento. La coalición gobernante, que ni siquiera se llama ya como se llamaba, cuenta en su usina de inteligencia a un experto en felicidad. Como con el Producto Bruto Interno no les va nada bien, se plantean establecer el Índice de Felicidad Bruta. Y para alcanzar su cometido cuentan con la graciosa contribución de medios poderosos. Al nuevo auge del trueque (producto de que no hay miseria que no se note) el diario La Nación lo presenta como “la reconversión de las ferias americanas”. Y no solo: para disimular el tema de la malaria aluden al “Efecto Marie Kondo”, la japonesa que se volvió famosa como voz autorizada en ordenar espacios domésticos. Pero un país no se parece en nada a un armario o a una alacena. Tiempo de vuelos low cost y viditas low happiness. El gobierno que prometió pobreza cero también tiene en cero a la felicidad. Habrá que decidir qué rinde más: si la felicidad o al odio. El principal asesor de imagen y encono gubernamental, un ecuatoriano llamado Durán Barba, lo asume diciendo: “Acosar al enemigo hasta quitarle las ganas de vivir”.

Felicidad u odio, conceptos de rendimiento difícil, en especial cuando casi todo está a la baja. ¿No es sintomático, incluso simbólico, que los dos equipos de fútbol que llevan el nombre de San Martín (el de San Juan y el de Tucumán) y Belgrano, de Córdoba se hayan ido al descenso y hasta que Sarmiento no haya podido cumplir su sueño de subir de categoría? País a la B, equipos con nombres de próceres sin proezas.

La ministra Bullrich, desesperada por demostrar que vivimos en una situación de inseguridad insoportable, confundió hace poco una instalación artística con un atentado. ¿Falta de roce cultural? ¿Carencia de sentido común? Eso, y seguramente algo más, la llevó a confabular con sus subordinados que una pareja de performers chilenos eran dos peligrosos unabombers. En semejante estado de confusión, llama la atención, y duele, que hayamos naturalizado las denuncias sobre un probable fraude electrónico en las elecciones de octubre. Algo parecido a cuando a los timberos la publicidad les advierte Jugar compulsivamente es perjudicial para la salud o cuando a los fumadores las cajetillas les gritan en la cara que ese producto provoca cáncer. Sin embargo, en ningún lado se advierte sobre los inmensos riesgos de volver a votar a Cambiemos.

En la célebre y clásica novela 1984, que George Orwell escribió en 1948, cuatro ministerios de ese universo imaginario y nada estimulante reescriben la realidad. El Ministerio de la Paz se ocupa de las guerras; el del Amor trata sobre aprietes y represalias; el de la Verdad aborda las mentiras y al de la Abundancia le toca gestionar el hambre y la escasez. Algo de eso pasa en nuestra vida actual. Como clara continuación del Estamos mal, pero vamos bien de la década menemista, hoy nos insisten con que lo peor ya pasó, que este es el único camino para no volver al pasado. La política parece consistir, únicamente, en modificar aviesamente los sucesos hasta acomodarlos a las conveniencias del momento.

Ya dentro del segundo semestre, la frase del año sigue siendo la de Gustavo Lopetegui que después del alevoso apagón del 16 de junio dijo: No sabemos las causas del apagón pero, seguro, no se volverá a repetir. Posteriormente no abrió la boca por más de quince días hasta esta semana en que reapareció en el Congreso. Como a estos muchachos el lenguaje que más entienden es el de la guita, todo parece que se arregla y justifica con una mega multa a una empresa, para la que, seguramente, esa cifra será un vueltito. Al día siguiente del último paro general los medios pro oficialistas lanzaron una estimación crítica de la inactividad: se perdieron 20.000 millones de pesos. En ninguno de esos medios se publicó la pérdida de dinero que provocó el apagón ocurrido en el día que se festejaba a los padres. Vaya distinta vara. Mejor hagámonos los giles, dijeron los que creen que nos tienen de hijos.

Pichetto, representante genuino de eso que el círculo rojo llama en un hallazgo de fina ironía, el peronismo perdonable y ya en condición de candidato, manifestó que no era alguien que se emocionara fácilmente. Dicho como si ese trascendente sentimiento humano fuera un disvalor, o una vergüenza. Algunos lo ven como una réplica de Frank Underwood, protagonista de la serie House of Cards. Que este profesional de la política, al que según él nada lo conmueve, no termine siendo el Frank…estein de la Casa Rosada.

 

 

 

 

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