Nafta súper

La sociedad civil derechizada, obstáculo para que la economía crezca estable

 

El tema del faltante de nafta por unos días, además de síntoma político doméstico, cuando se lo encuadra en los escenarios que se prefiguran en las “Perspectivas de los mercados de materias primas” —el informe dado a conocer esta semana que edita anualmente el Banco Mundial—, se lo contrasta con el comportamiento opositor, y no se pierde de vista que poco más del 50 % del electorado votó por opciones de derecha que, aunque subjetivamente lo alivien, objetivamente lo perjudican, resulta difícil no sospechar lo mucho que va a tener que remar un gobierno que responda a los intereses bien entendidos de las mayorías nacionales para estabilizar la economía argentina y ponerla en el sendero de crecimiento a largo plazo sostenido. La banda encabezada por Nafta Súper va a tener que batallar fuerte para no ser abatida por la Kryptonita del desorden político y el desmadre económico.

Hasta el más pintado siempre tiene cosas para aprender. Una importante para los que gobiernan o aspiran a gobernar es que una cosa es la amistad con los hombres de negocios y otra —muy diferente— es lo que define el comportamiento de los burgueses. Si el fato de los surtidores obedeció a que al ministro de Economía y candidato presidencial del oficialismo, Sergio Tomás Massa, se le escapó la tortuga por mirar el corazón y no el bolsillo es materia de especulación.

Lo cierto es que luego de un par de días en los que costaba mucho o era imposible conseguir combustible para los automotores, los surtidores en las estaciones de servicio volvieron a funcionar. Haya sido gambeteado o no por el quelonio huidizo, Massa logró una razonable solución de compromiso con las barracudas, pirañas y tiburones del sector petrolero en el que fue llevado a buen puerto el interés de la ciudadanía. Aumentaron los precios en torno al 10 % porque el Estado resignó impuestos. No es una práctica inédita. Hace unos años se viene haciendo para que, dada la importante incidencia del precio del combustible en los costos, las petroleras no dejen de destilar y, a su vez, no se le eche más leña al fuego de la inflación.

Hubo voces críticas enancadas en que el gobierno argentino es titular del 51 % de las acciones de YPF y entonces podía apretar más las clavijas. Sí, claro, pero el otro 49 % está en manos privadas. Los que le reprochan al gobierno no haber ido más a fondo con la petrolera estatal olvidan ese pequeño detalle que lo obliga a hacer equilibrio, en vista de los diversos y contradictorios intereses en presencia.

La oposición de La Libertad Atropella que después del entongue de Acassuso para a ser La Libertad Bajo Palabra (de Macri), no se privó de cargarle completamente la romana al gobierno, vociferar “Venezuela”, y los otros grandes atavismos que caracterizan al comportamiento tan racional y refinado de estos gorilas guarangos. La Libertad Bajo Palabra hizo suyo el objetivo de máxima de los petroleros, conforme fue expuesto en declaración a los medios por el ex ministro de Energía de Mauricio Macri y ex presidente de Shell Argentina, Juan José Aranguren. Aranguren, tras recontar que “en lo que va del año, los precios de los combustibles aumentaron un 60 %, cuando la inflación superó el 120 %”, señaló que “históricamente en la Argentina, la nafta súper se vendió a un dólar por litro. Al tipo de cambio libre (el CCL), debería valer $850 por litro. Pero eso depende de las circunstancias y depende de las características del mercado. En la Argentina, el principal problema que tenemos aparte de la inflación galopante es que hay una total destrucción de precios relativos”. En consecuencia, los 350 pesos que el gobierno fijó para el litro de nafta —mango más, mango menos—, los opositores quisieran que fuera de 850. Viva el atropello, ¡caramba!

 

 

El informe del Banco Mundial

El último informe “Perspectivas de los mercados de materias primas” del Banco Mundial, dado a conocer el lunes pasado, sostiene que las consecuencias del conflicto de la Franja de Gaza pueden sumarse a las que ya trajo aparejadas el de Rusia-Ucrania para redundar en un aumento del precio de la energía que podría intensificar la inseguridad alimentaria.

El informe lleva a cabo una evaluación preliminar de las posibles implicaciones a corto plazo del conflicto para los mercados de las materias primas. Considera que los efectos deberían ser limitados si el conflicto de la Franja de Gaza no escala. De momento, los precios del crudo apenas se han movido y los de las otras materias primas no acusaron el golpe. Según el pronóstico de referencia del Banco Mundial, se espera que los precios del petróleo promedien 90 dólares por barril en el trimestre actual, antes de descender a un promedio de 81 dólares por barril el próximo año a medida que se desacelere el crecimiento económico mundial. Se prevé que los precios generales de las materias primas caigan un 4,1 % el próximo año. Se espera que los precios de los productos agrícolas bajen el próximo año a medida que aumente la oferta. También se prevé que los precios de los metales básicos caigan un 5 % en 2024. Se espera que los precios de las materias primas se estabilicen en 2025.

Ahora bien, si el conflicto de Israel-Palestina en lugar de encauzarse se profundiza, el grado en que lo haga lleva al Banco Mundial a plantear tres escenarios conforme la experiencia recogida desde la década de 1970. Los tres escenarios de riesgo toman como eje la producción global de petróleo. El consumo de petróleo en lo que va de 2023 de 102,5 millones de barriles diarios superó al del pico histórico de 2019 por poco. Por ahora no hay signos de que el consumo de petróleo caiga en los próximos cinco años. Por el contrario, se prevé que en el lustro por venir la demanda se amesete luego de crecer entre un 4 o un 5 %. Para los analistas de estos mercados, esto es independiente de lo que suceda con los automóviles eléctricos. 

 

 

En un escenario de “pequeña perturbación”, la producción mundial de petróleo se reduciría entre 500.000 y 2 millones de barriles por día, aproximadamente el equivalente a la reducción observada durante la guerra civil libia en 2011. En este escenario, el precio del petróleo aumentaría inicialmente entre un 3 % y un 13 % en relación con el promedio del trimestre actual, hasta un rango de 93 dólares a $102 dólares por barril.

En un escenario de “interrupción media” (aproximadamente equivalente a la guerra de Irak en 2003), la extracción mundial de petróleo bajaría entre 3 y 5 millones de barriles por día. Eso elevaría los precios del petróleo entre un 21 % y un 35 % , inicialmente, a entre 109 y 121 dólares el barril. En un escenario de “gran perturbación” —comparable al embargo petrolero árabe de 1973—, la producción mundial de petróleo declinaría, y se reduciría entre 6 y 8 millones de barriles por día. Eso elevaría los precios entre un 56 % y un 75 % inicialmente, a entre 140 y 157 dólares el barril.

Para Ayhan Kose, economista jefe adjunto del Banco Mundial y director del Grupo de Perspectivas, “los precios más altos del petróleo, si se mantienen, significarán inevitablemente precios más altos de los alimentos”, por lo que “si se materializa un shock grave en los precios del petróleo, aumentaría la inflación de los precios de los alimentos, que ya ha sido elevada en muchos países en desarrollo. A finales de 2022, más de 700 millones de personas (casi una décima parte de la población mundial) estaban desnutridas. Una escalada del último conflicto intensificaría la inseguridad alimentaria, no sólo dentro de la región, sino también en todo el mundo”.

El impacto morigerado hasta ahora del precio del barril es muy factible que se deba a que, de acuerdo al Informe del Banco Mundial desde la crisis energética de la década de 1970, los países han reforzado sus defensas contra tales shocks alivianando su dependencia del petróleo. Conforme los cálculos del propio Banco Mundial, la cantidad de petróleo necesaria para generar un dólar del PIB se ha reducido a más de la mitad desde 1970.

No obstante, en el informe del Banco Mundial se hace hincapié en que el precio del oro ha aumentado alrededor de un 8 % desde el inicio del conflicto, significando una desconfianza de los inversores que se agarran del lingote cuando ya tienen perdida la fe. En vista del riesgo de una mayor inseguridad alimentaria, el Banco Mundial recomienda que los gobiernos eviten restricciones comerciales como la prohibición de exportar alimentos y fertilizantes. En estos días eso ha hecho la India, el primer exportador mundial de arroz, prohibiendo exportar el grano. Hay una crisis alimentaria en marcha en Asia, donde se produce el 90 % de arroz que se cosecha en el mundo y donde cada ser humano localizado ahí consume 77 kilos de arroz por año.

 

 

Estabilidad política

Inseguridad alimentaria y grandes despelotes políticos son una misma cosa. La Primavera Árabe detonó por el alto precio del trigo y el pollo de fines de la primera década de este siglo, correlato de la crisis financiera de 2008. Las clases dirigentes parecen nunca curarse del todo de ese espanto, pero toman sus recaudos. Según trascendió a los medios, es lo que está haciendo ahora la Unión europea (UE) con Egipto. Negocia darle apoyo económico y grandes cantidades de granos y fertilizante sin cargo, a cambio de que le frenen a los inmigrantes africanos e incluso a los potenciales que puede generar (en rigor, va a generar) el conflicto de Gaza. Unos meses atrás, la UE llegó a un entendimiento con Túnez, similar al que propugnan ahora con Egipto.

Y esto no solo es un problema de la periferia. En la economía más poderosa del planeta, la que más calorías por habitante consume y que padece una epidemia de obesidad, el número de estadounidenses que padecían inseguridad alimentaria (lo que significa que no podían permitirse comprar lo suficiente para comer) se disparó el año pasado, a partir de nuevos datos gubernamentales. 

 

 

 

La proporción de hogares que no podían permitirse suficientes alimentos de manera confiable aumentó al 12,8 % en 2022 desde el 10,2 % en 2021, según datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Entre los hogares con niños, el 17,3 % padecía inseguridad alimentaria en 2022, casi cinco puntos porcentuales más que en 2021. El año pasado, unos 4,1 millones más de niños vivían en hogares con inseguridad alimentaria que en 2021. Si se observa la trayectoria de la curva, es factible identificar cuál fue uno de los factores que impulso el ascenso de Donald Trump.

En la Argentina, casi para la misma época, sucedió lo contrario, al punto de que Cristina fue distinguida por la FAO (Oficina de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) en 2015 por cumplir uno de los objetivos del milenio, que tenía como meta la reducción del hambre a la mitad. Y ascendió a la presidencia la derecha dura, rancia y gorila. De manera que eso alerta muy bien el gran trabajo político que hay que hacer, con el tercer escenario como supuesto prudente, para que la sociedad civil y el tinglado político que expresa los afanes derechistas irracionales que van contra sus propios intereses no se conviertan en el principal obstáculo para la estabilidad y el desarrollo si todo, como suele suceder, resulta peor de lo muy malo ya esperado.

 

 

 

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