Negadores de humanidad

Los crímenes de Estado son demasiado graves para tolerar que el mismo Estado los niegue

 

“¿Soy yo, acaso, guardián de mi hermano?”

(Génesis, 4)

 

El domingo de Ramos, los cristianos conmemoramos la llegada de Jesús a Jerusalén. Allí será proclamado rey con mantos y ramos a modo de alfombra, pero también allí empieza a desarrollarse el drama de su negación, tortura y, finalmente, asesinato. Todos sabemos que “la pasión también sucede hoy”. Miles de crucificados nos desafían; pero frente a ellas y ellos encontramos:

  • Negadores del cambio climático, que hemos padecido en estos días;
  • Negadores de la justicia social, que atormenta a la enorme mayoría de nuestra población;
  • Negadores de la sencilla humanidad exhibiendo una crueldad aterradora;
  • y también negadores de la historia de terror estatal, torturas y crímenes de lesa humanidad que marcaron a sangre y fuego nuestra historia reciente.

Asistimos a grotescas presentaciones de sujetos ignotos a los que se muestra como supuestos héroes en Malvinas, a periodistas de la dictadura y a las inhumanas aberraciones de negar la emblemática cifra de víctimas del genocidio pretendiendo que debieran exhibir el número justo aquellos a quienes se los han ocultado, negado, desaparecido; se muestran fotos obscenas de crueldad y negación, se amenaza a los que quieren hacer memoria, e incluso se atenta contra la integridad y la vida de una compañera de H.I.J.O.S.

No ignoramos que en determinados ambientes existen negacionistas, pero no estábamos habituados a que esto se promoviera desde el mismo Estado. Los crímenes de Estado, el terrorismo de Estado, los delitos de lesa humanidad son demasiado graves en nuestra historia y en nuestro presente como para tolerar que sea el mismo Estado el que los niegue, los justifique y hasta se burle de las víctimas.

Lamentablemente, el gobierno nacional nos va habituando con cada vez más ostentación a su exhibición obscena de inhumanidad. Inhumana economía, inhumana acción social, inhumana mirada del pasado. Sabemos que los crímenes de lesa humanidad no pueden ser objeto de amnistía, indulto ni conmutación de penas, y que intentarlo sólo sería una teatral venta de humo, por ser de nulidad absoluta, pero no ignoramos que negar, o simular, o disfrazar el pasado sólo prepara caminos para la reiteración de situaciones que creíamos olvidadas.

Tampoco ignoramos que el modelo económico actual es un calco del mismo de la dictadura cívico-militar con bendición eclesiástica, y que necesita represión para sostenerlo, y negación para diluir las resistencias, pero tampoco ignoramos que muchos habitantes de nuestro sangrado suelo seguimos negándonos al olvido, a la injusticia, a la mentira.

Memoria – Verdad – Justicia. ¡Son 30.000!

 

 

 

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