No está bien, está muy bien

El libro de Alberto Kornblihtt incentiva la curiosidad, llena la cabeza de preguntas e invita a pensar

 

En el año 2018, el doctor Alberto Kornblihtt sumó contenido científico y masa crítica en dos audiencias públicas realizadas en Diputados y Senadores en el marco del proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. En esa ocasión, unas frases suyas (“No. No está bien. Está mal”), en respuesta a un comentario erróneo de la senadora macrista Silvia Elías de Pérez, alcanzó condición viral, para posteriormente, y para su profunda sorpresa, convertirse en consigna política, remeras y memes, adoptada por la comunidad científica en sus reclamos. Hace muy poco, la frase se convirtió en el título de un libro atrapante que pone en acción las pasiones de Kornblihtt: la ciencia, la cultura, la política, el cine, la música, el idioma, los vínculos personales y familiares y algo tan personal como la costumbre de elaborar listas.

Kornblihtt es biólogo molecular, docente, investigador, y sus doctorados, especialidades y maestrías en la Argentina y en la Universidad de Oxford lo colocan en el merecido peldaño de la eminencia. Por su apreciada cátedra de Introducción a la Biología, en la Facultad de Ciencias Exactas, se calcula que ya pasaron más de 12.000 alumnos, que coinciden en que sus exposiciones son un acontecimiento magistral. Hace algún tiempo Adrián Paenza metaforizó su figura con un analogía futbolística: “Es el Lionel Messi de la ciencia”. Él no quedó satisfecho con la comparación y, mucho menos, cuando en una entrevista un reportero inoportuno le planteó qué le parecería que a Messi lo identificaran como “el Kornblihtt del fútbol”. En declaraciones recientes, Paenza sostuvo: “El libro de Alberto es una verdadera delicia: muy valiente e híper fundamentado. Es una de las personas más ricas en cultura que conozco”. No se trata de una exageración de la amistad que los une como colegas científicos. Efectivamente, se trata de un libro que incentiva la curiosidad, que llena la cabeza de preguntas y que invita a pensar.

“La realidad mundial evoluciona a velocidades que atentan contra un libro de ensayos”, afirma, y se lamenta diciendo que “la actualidad se vuelve cada día más estrecha y efímera”. Tales aclaraciones son el preámbulo para referirse a la pandemia. “Se ha puesto en evidencia quiénes privilegian las libertades individuales a toda costa y por encima del beneficio comunitario. Estos van desde quienes hablan de cuidarse, pero omiten el cuidar a los otros, pasando por quienes promueven que se infecten todos y que mueran los que tengan que morir, llegando hasta quienes directamente desconocen la existencia del virus afirmando que es un invento de la ciencia. Muchos de estos grupos se identifican con pensamientos de derecha y algunos con movimientos anti vacunas”.

Uno de los apegos simpáticos del prestigioso hombre de ciencias es su afición a elaborar listas. Lleva un Excel en el que volcó la lista de películas que vio en su vida (que ya son 2.200) y desde allí parte una sub lista de 900 que revela aquellas que más le gustaron. Otras listas: los 38 países que conoció y los 410 pueblos y ciudades del mundo en los que estuvo. En cada ocasión en que aborda temas científicos (sobre el aborto, el coronavirus, el conflicto entre evolucionismo y creacionismo) toma como punto de partida una película: Hannah y sus hermanas, La tregua y Heredarás el viento. Y así como elabora listas, también fue un cuidadoso planificador de su destino. Quiso que su escuela media fuera el Nacional Buenos Aires y allí se recibió, con buenas calificaciones y un bonus notable, porque en alguna aula conoció a Etel Novacovsky, que es su esposa. Luego cumplió el deseo de ingresar a Ciencias Exactas y ya recibido de biólogo entró a trabajar en el equipo del doctor Luis Leloir. Finalmente hizo una especialización en Inglaterra, de donde volvió porque su lugar en el mundo es “acá”.

 

La génesis del título, hecho historieta por Ro Ferrer.

 

 

Un libro juguetón

Conocedor del latín, juega con la etimología de las palabras; da a conocer cartas dirigidas a María Elena Walsh, a Chico Buarque y a Ernesto, su papá. El capítulo titulado “La novela familiar” es un impecable retrato de época y un valiente ejercicio de memoria. Cuenta allí que es “un argentino de varias generaciones”, “de origen judío”, pero no observante ni religioso, crecido en “una típica familia de clase media, militante del Partido Comunista”, pero “no gorila o antipueblo”. Para redondear la idea parafrasea una canción del cubano Carlos Puebla que dice: “Anticomunista yo jamás seré”. “Puedo decir lo mismo: antiperonista yo jamás seré”, una convicción que durante las etapas del kirchnerismo en el poder creció en sentido.

La parte 5 del libro se llama “Escritos rebeldes”. En ella homenajea a Roma, ciudad abierta, de Roberto Rossellini, su película de cabecera, y se despacha con otros textos explícitamente políticos. En “Tres comunistas” arregla cuentas con un tal Bolita, el mismo que en su adolescencia, en una pizzería, le hizo firmar la boleta de afiliación al PC y que “terminó siendo funcionario de medios de un gobierno de derecha”. El segundo es un empresario tempranamente fallecido que, como fue el caso de varios, “hacían plata para el Partido, lo que a la vez les permitía hacer plata para ellos”. El tercero es él mismo, alejado del PC después del golpe de 1976, “cuando fue imposible hacer la vista gorda a la dictadura de Videla que proponía el Partido”. En aquel tiempo, evoca, dejó de ser “un comunista orgánico para pasar a ser, como dice José Saramago, un comunista visceral”. En “Un visitante furtivo” recuerda cuando el 8 de julio de 2019 el Presidente Macri visitó las obras de la Ciudad Universitaria, conocidas como Edificio Cero + Infinito. Ese día era feriado, la facultad estaba vacía de autoridades, profesores y estudiantes que, de haber estado, “habrían incomodado al ilustre visitante con sus reclamos por las políticas de ajuste a ciencia, educación y salud… Es decir, la máxima autoridad de la Nación hizo una visita furtiva, adjetivo que el diccionario define para aquello que se hace a escondidas o de manera disimulada”. Pero no fue lo peor. También el ahora ex Presidente intentó llevarse la gloria de unas obras decididas y presupuestadas desde el año 2006.

También de música está hecho este libro. Su autor elige temas e intérpretes con autoridad y conocimiento. Turandot, de Puccini, All That Jazz, Daniel Viglietti, Víctor Jara, Yupanqui, Mercedes Sosa, Violeta Parra y hasta Les Luthiers y Serrat “reciclados”, grandes artistas a los que reúne en el capítulo “Aguacero”. Los celebra tanto como a Rosa Guaglianone, su profesora de Botánica en 4º año del Buenos Aires, que le enseñó a hacer preguntas antes que a definir.

 

 

Mucho más que un sí

En un momento el autor arroja, como botellas al mar, una afirmación crucial (“Yo no amo la política, sino lo político”) y tres preguntas muy especiales. Esas cuestiones son: ¿se puede ser kirchnerista sin ser peronista?; ¿Se puede ser comunista y apoyar al kirchnerismo?; ¿Se puede ser kirchnerista sin ser obsecuente? A esas tres preguntas, en el libro, Kornblihtt responde que “Sí”. Quien esto firma le reenvió esas mismas con la esperanza de que el escueto “Sí” creciera en explicaciones. Eso es lo que sucedió y esta fue su respuesta:

“Estoy convencido de que, además del análisis objetivo de las medidas económicas y sociales que lleva adelante un gobierno, existe la subjetividad en cuanto a la adhesión a un movimiento. En esa subjetividad entra, por ejemplo, quiénes se le oponen y con qué argumentos. La oposición más evidente al kirchnerismo viene del establishment, de los sectores del poder real que verían peligrar sus intereses; de la derecha recalcitrante que apela al ‘no queremos ser Cuba o Venezuela’; que demoniza al populismo, que en realidad es demonizar a todo lo popular. Y podría seguir. En otras palabras: dime quién te rechaza y te diré de qué lado estoy. Pero estar de un lado no significa haber perdido la capacidad crítica, porque los procesos no son lineales, ni blancos o negros. Yo no habría cedido en mi posición en relación al aborto en los tiempos en que Cristina se oponía a él. Más bien, saludo su cambio de postura, que la hace más coherente con otras posturas que ya me resultaban buenísimas antes”.

 

 

 

 

 

 

 

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