No hay derecho

Suprimir la Ley de Teatro sería un golpe mortal para el teatro independiente

 

A fines de 1930 nació lo que aún se llama Teatro Independiente, fundado por Leónidas Barletta. Fue el primer grupo teatral con sala propia, una lechería en el bajo porteño del que hasta Roberto Arlt se burló en una de sus Aguafuertes. Arlt fue después el autor más estrenado por Barletta. El teatro independiente empezó a tener una presencia cada vez más importante en Buenos Aires: nacieron otros grupos, también con sala propia, y con mayor convocatoria que el original.

Una de las características del movimiento fue el carácter militante de los que integraban los grupos: nadie cobraba un peso, los actores hacían las tareas de la limpieza, etcétera. El vínculo con el Estado y el teatro comercial fue una verdadera grieta. Se despreciaban mutuamente; el teatro comercial consideraba inexistente y “vocacional” a los grupos independientes, que a su vez despreciaban al teatro comercial porque lo consideraban chabacano, destinado únicamente a producir dinero. Ningún actor del teatro independiente podía participar de un espectáculo comercial sin ser considerado un traidor. Se cuenta que Héctor Alterio rechazó una invitación para trabajar en una obra cuyo elenco encabezaba Lola Membrives.

Con el tiempo, el teatro independiente fue avanzando hasta que allá por la década del ’60 se fundaron las cooperativas, es decir que los actores empezaron a repartirse el dinero que se recaudaba por las entradas. Nadie se hizo millonario de esa aventura, pero el movimiento creció.

Bajo la presidencia de Menem los oficiantes del teatro provocaron un hecho importante: la sanción de la Ley de Teatro, después de varias décadas de reclamarla. Menem la aceptó pero les quitó toda posibilidad de recaudar dinero. Desde ya, un papel en blanco. Los hombres y mujeres del teatro insistimos, y la ley se aprobó. Desde ese momento, el crecimiento del teatro independiente fue fenomenal. Creció notoriamente la aparición de salas, a veces simples espacios para hacer teatro. La calidad de los espectáculos mejoró notablemente, el impulso llegó también a muchas ciudades de la provincia.

Hoy el teatro independiente de Buenos Aires es un fenómeno cultural único en el mundo, se hacen por año unos 500 espectáculos y hay días que suben a escena hasta 300, la mayoría dispersa por los barrios. Los hombres y mujeres de teatro extranjeros que pasan por Buenos Aires quedan sorprendidos por el fenómeno. El nivel profesional es excelente, aparecieron cantidad de autores y autoras, jóvenes actores de notable talento.

Se dice que en el DNU de Milei hay leyes para cada hombre del poder de la Argentina. Ejemplo: la privatización de los clubes de fútbol, un viejo reclamo de Mauricio Macri. ¿Será que la abolición de la Ley de Teatro la pidió un empresario ligado a Milei? No lo sé, pero a la cabeza de los empresarios está Carlos Rottemberg, un hombre que rompió las barreras de la grieta de las décadas pasadas.

El teatro independiente es un fenómeno cultural que debe enorgullecer a los porteños y a los argentinos en general. Suprimir la Ley de Teatro es un golpe mortal. Tampoco hay razones económicas que lo justifiquen: los fondos del Instituto Nacional no superan al costo de los arreglos que se están haciendo en la residencia de Olivos.

 

 

 

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