No se salva ni el trotskismo

Los efectos de la crisis política sobre todos los partidos

 

Las fichas políticas caen en un casillero y duran poco tiempo pues pronto se mueven a otro, buscando premios. La unidad exhibida con grandes sonrisas, es lo que falta en los partidos argentinos. Lo que prevalece es la lucha descarnada, no sólo entre opuestos —sería comprensible, sobre todo en elecciones— sino al interior de cada agrupación.
Hay muchos datos de esas peleas. No sólo por el cierre de listas que dejó tantos heridos, sino como algo muy naturalizado.

Por ejemplo, Roberto Lavagna, de Consenso 2030, ha vetado ante el juzgado de la eterna Servini de Cubría a una lista que pretendía participar de su interna porteña. La nómina vetada la habían armado dos supuestamente enfrentados, como Luis Debemos dejar de robar dos años Barrionuevo y la denunciante serial Margarita Stolbizer. Esta última había sido dejada de lado en Buenos Aires como candidata a gobernadora primero y como cabeza de lista en Diputados después. Sonó raro que el casi inexistente GEN se acoplara a Barrionuevo, teniendo en cuenta que su esposa, Graciela Camaño, fue quien la primereó en la lista de Consenso 2030 para diputados por Buenos Aires. ¿Será que el matrimonio Barrionuevo-Camaño no existe más o bien que quiere meter baza en Buenos Aires y Capital por dos lados distintos?

Ese ejemplo del grupo de Lavagna, de escasas posibilidades de terciar en octubre, demuestra que las zancadillas están en todas partes. También en los partidos o frentes chicos, como el del ex ministro de Economía.

 

También en los grandes

En el oficialismo también se cuecen habas. En la previa se discutía si la candidata a Presidente no debía ser María Eugenia Vidal; el círculo rojo de Techint y Clarín evaluaba las malas calificaciones que traía Mauricio Macri en su boletín.

En ese campo y también en el peronista, los gobernadores de la mayoría de las provincias no querían quedar pegados con Macri ni con Cristina Fernández de Kirchner y decidieron adelantar los comicios. Otro rasgo de la crisis política y los temores de los gobernantes, en este caso locales, de ser devorados por aquella.

El macrismo inventó a Miguel Pichetto como su candidato a vice, suponiendo que así engordaba sus intenciones de voto. Pero hubo otros peronistas destratados como Emilio Monzó, titular de Diputados, quien era ministro de Agricultura del gobernador Daniel Scioli en Buenos Aires hasta el choque con el lock out sojero de 2008.

O sea que el Presidente sumó a un senador peronista a su fórmula, pero perdió a otros dirigentes de esa marca. Además, el haber armado listas según las cuales una gorila de pura cepa como Elisa Carrió puede tener un bloque propio de 15 diputados nacionales  contradice esa ampliación de la alianza PRO en dirección peronista de derecha, que es lo que expresa el senador xenófobo rionegrino. Puede ser una suma que da cero.

En el Frente de Todos todavía dura la luna de miel del rejunte de quienes en los últimos diez años venían enfrentados en temas importantes de política nacional e internacional. La citación del juez Claudio Bonadío a Alberto Fernández para que declare como testigo en la causa del Memorando de Entendimiento con Irán es una jugada electoral. Quiere que los medios macristas tengan la foto del candidato yendo a Tribunales, como si fuera un delincuente. Y lo otro, no menos importante, es tratar de reabrir la herida entre los Fernández, pues Alberto fue un acérrimo enemigo de firmar aquel tratado, al que descalificó como un entendimiento con los asesinos de 85 argentinos en la AMIA, cosa que por supuesto no era.

Más allá de esa luna de miel, que suele durar unos días salvo en matrimonios muy bien avenidos, en el Frente de Todos se remarca que es una «coalición de partidos». O sea, la unidad de los diferentes. Y quien más insiste en esa definición es Sergio Massa, aferrado al perfil propio del Frente Renovador. Fernández, que lo visitó en reunión del FR, también avaló esa condición como líder de otro partido con sus propias aspiraciones, incluso presidenciales. «Sergio es joven, ya va a tener su oportunidad», le dijo en medio de mimos en dicha reunión con 70 massistas. Allí no estaban Graciela Camaño, Marcos Lavagna y varios diputados y dirigentes que habían emigrado hacia Consenso 2030.

Al interior del kirchnerismo hay muchos heridos por las roscas. Si las historias no salen a la superficie no es por decoro ni centralismo democrático sino porque los afectados aguardan resarcimiento en caso que esta fuerza gane. En una nueva administración no sólo se puede ser diputado, hay muchos cargos rentados.

Domingo Peppo y Jorge Capitanich se sacan los ojos en Chaco. Igual que los hermanos Rodríguez Saá en San Luis, desafiando las advertencias del Martín Fierro.

 

Hasta ellos

Las peleas han estallado también en el FIT, trotskista, compuesto por tres partidos. El agregado del MST no compensaría la grieta en el socio principal de la cooperativa electoral, el PO. La actual conducción, encabezada por Néstor Pitrola, acusó al histórico Jorge Altamira de haber organizado una fracción que viola el centralismo democrático y afecta la campaña con actos y programas fuera del XXVI Congreso partidario. Altamira acusa a los otros de haber manipulado ese Congreso impidiendo el debate de las mociones y documentos de todos. Les enrostra la enfermedad del electoralismo y parlamentarismo, de adecuarse a la crisis con «propuestas democratizantes», resignando la «Asamblea Constituyente soberana» y el «gobierno de los trabajadores». El PO imputa a Altamira querer hacer campaña con el «Fuera Macri», que le haría el juego al kirchnerismo.

El ambiente es de ruptura. El viejo dirigente denunció a la dirección por haber practicado espionaje sobre los correos de Marcelo Ramal y pidió una comisión investigadora con otros partidos de la IV Internacional como el PT de Uruguay.

Estas realidades de diversos partidos muestran que hay muchas apetencias políticas y de aparatos. Esa es una parte de la verdad. La otra es que esas cosas suceden porque hay una crisis monumental, política y económica, cultural y social, y esos partidos no tienen una propuesta unificada de solución. Se vive en un default disimulado, como dijo Fernández. En un país que puede estallar, aquellas dirigencias no saben bien adónde ir.

 

 

* Publicado en La Arena.
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