NOS UNE LA PATRIA

Las diferencias en el seno de nuestra coalición no deben transformarse en una ruptura

 

El pueblo argentino dejó atrás, con madurez y en paz, el fallido gobierno del Presidente Mauricio Macri. 99 días más tarde, ese mismo pueblo desplegó un enorme esfuerzo, patriótico, para atravesar uno de los mayores y más duros desafíos en generaciones, la pandemia de coronavirus. Sin haber superado del todo esa escena, aunque ya con la posibilidad de circular con cierto grado de normalidad como consecuencia del extensivo y efectivo proceso de vacunación, nuestro país enfrenta —como el mundo todo— los múltiples efectos, todos ellos negativos, de una guerra en Europa.

El Presidente Alberto Fernández y la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner optaron, en cada uno de esos momentos, por priorizar los intereses del pueblo argentino. En conjunto impulsaron la unidad política para derrotar la experiencia neoliberal macrista, dispusieron luego las medidas de cuidado de la salud y de los ingresos que protegieran a todos y cada uno de los habitantes y a las empresas, evitando el colapso del sistema de salud. En las nuevas circunstancias que la guerra nos presenta, la coalición de gobierno avanza adoptando las acciones necesarias para que el impacto del aumento de los precios internacionales (en la energía y los alimentos, fundamentalmente), y la disrupción de la logística de las mercancías, no afecten la potente recuperación de la producción y el trabajo que se observa en la Argentina.

Nuestra región atraviesa ya desde hace unos cuantos años, un periodo de bajo crecimiento, baja inversión, aumento en las brechas de productividad, desaceleración de las exportaciones, aumento en los niveles de endeudamiento (tanto del sector público como de las empresas) y falta de reacción fiscal para atemperar esta dinámica. Esta realidad económica que ha caracterizado a la región en el periodo pre pandemia ha tenido un explicable correlato en tensiones, rupturas y renovadas e intensas demandas populares. La pandemia agudizó las dificultades. Los Estados se ven desafiados en sus capacidades para identificar y resolver esas demandas a través de políticas públicas que, al mismo tiempo, deberían ser novedosas, transformadoras pero efectivas en términos del apoyo popular necesario para su diseño y real implementación.

En la Argentina, con su derrotero particular, el proceso de endeudamiento, producto del modelo de valorización financiera llevado adelante por el gobierno de Cambiemos, desembocó en una crisis de balanza de pagos y un retorno al Fondo Monetario Internacional (FMI). A nuestro gobierno le tocó hacerse cargo de esa realidad. Con 54% de inflación y 35% de pobreza, una caída del PIB per cápita en torno al 7% y una retracción notoria del consumo y la inversión. Deuda doméstica “reperfilada”, deuda con bonistas extranjeros impagable y el préstamo más grande de la historia, no solo de la Argentina, sino del FMI.

El acuerdo con el FMI que esta semana se trató en el Congreso de la Nación tiene la intención de generar un tiempo, un impasse en el cronograma de pagos, para que la Argentina crezca y avance con la política industrial que ya ha dado buenos resultados pero que, sin dudas, debemos profundizar para ir aflojando el estrangulamiento de nuestro sector externo y, al mismo tiempo, dar cuenta de todo lo que falta para que todas las familias puedan vivir dignamente en nuestro país. Se trata de un acuerdo con el FMI, nada para festejar como hemos dicho en múltiples ocasiones. Pero se trata también de un acuerdo que contiene algunas novedades importantes respecto del diagnóstico sobre los problemas de la economía argentina y de las políticas para su solución.

Ignorar que el Frente de Todos hoy atraviesa un momento político crítico sería necio. Claro está, hubiese sido mucho mejor que nuestro espacio político votara unido. Sin embargo, estas diferencias en el seno de nuestra coalición bajo ningún aspecto deben transformarse en una ruptura del espacio político. Las transformaciones que necesitamos para modificar la realidad productiva, laboral y social de nuestro país requieren de la unidad de la coalición, del trabajo y las ideas de todas y todos los compañeros que constituimos este espacio político. Esto ya era válido antes de la guerra y sus efectos y lo es aún más, a la luz de la dolorosa realidad que se nos presenta en esta coyuntura tan delicada a nivel internacional.

El quiebre de nuestra coalición también implicaría un divorcio muy grande de nuestra fuerza política (el peronismo) con la realidad que hoy viven las y los habitantes de nuestro país. Cuando más se necesita la unidad, cuando empezamos a ver los resultados concretos en materia de recuperación económica y del empleo en todos los indicadores disponibles, cuando atravesamos el desafío de un shock de precios internacionales sobre una inflación ya muy elevada y sabiendo todo lo que falta para que el vivir cotidiano deje de ser un padecimiento para muchos compatriotas, el peronismo no puede darse por vencido en la representación y protección de los intereses, de las conquistas y de los derechos del campo nacional y popular.

Hoy es necesario que, con la misma inteligencia, inventiva y decisión política que tuvieron quienes nos conducen a la hora de constituir en 2019 este espacio político, toda nuestra dirigencia busque los mecanismos para retomar el diálogo y la iniciativa para superar esta crisis y reordenar el Frente de Todos, redoblando los esfuerzos para seguir peleando por lo que es nuestra gran coincidencia: una Argentina más justa, más productiva, con más trabajo y con más derechos. Se trata de una demanda muy clara de nuestras bases militantes, de los y las simpatizantes y de todos aquellos que depositaron expectativas y esperanzas en la reunificación del campo nacional y popular.

Un momento histórico y global como el que mencioné no puede ver al peronismo con sus energías puestas en la interna. Necesitamos esas energías para avanzar con la agenda de la transformación. Atravesar este presente de tensiones internas y externas implica mirar a los ojos a la sociedad, abandonando los reclamos que unos tengamos sobre otros. Quienes abrazamos el movimiento político más importante de la Argentina, e incluso de América Latina, nos sentimos interpelados por la adversidad y su impacto material y cotidiano sobre el pueblo argentino.

Como uno más de los cientos de miles de militantes peronistas de nuestro país, considero que se trata de que no olvidemos, en medio de condiciones muy desafiantes y del ruido amplificado mediáticamente, que primero está la Patria. Siempre.

 

 

 

 

 

 

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