Odio en la calle, odio en las redes

Los discursos de odio erosionan la legitimidad ciudadana del otro y limitan su libertad

 

Choriplaneros, negros, vagos, extranjeros, mugrientos. Los discursos de odio forman parte de nuestra sociedad y las redes sociales constituyen un territorio en el que se actualizan y propagan bajo la lógica polarizada, jerárquica e intensa de los algoritmos. Analizamos más de 100.000 tweets como un primer acercamiento hacia la construcción sistematizada de información sobre la circulación de este tipo de discursos sociales.

En la historia política argentina se pueden reconocer diversos modos de denominar al otro social y al adversario político: desde el salvaje unitario, el aluvión zoológico o los cabecitas negras hasta el choriplanero, o directamente los negros, la dinámica de nombrar la otredad ha tenido una fase constituida por discursos que han tenido en los últimos cuatro años un capítulo destacado

Ya desde los modos de nombrar al otro podemos identificar algunos elementos que caracterizan a los discursos de odio: la deshumanización del otro y la deshistorización de su identidad. Los estudios realizados por ejemplo por el Grupo de Estudios Críticos sobre Ideología y Democracia (GECID) exponen los modos en los que esos nombres se articulan en discursos culpabilizantes de ese otro en tanto responsable de las dificultades de un nosotros que se dibuja como contrafigura (“planeros vagos que viven del Estado”, “extranjeros que nos sacan el trabajo”). En ese sentido, las consecuencias de nombrar al otro de esta manera no son “simplemente discursivas” sino que esos nombres constituyen un índice sobre el estado de la esfera pública democrática.  

Los discursos de odio no sólo erosionan la legitimidad ciudadana del otro sino que usualmente limitan la libertad de expresión de aquellos que son objeto de estos discursos y presentan obstáculos para el ejercicio de sus derechos. También, y fundamentalmente, son claves en la construcción de la legitimidad necesaria para la ejecución de actos de violencia. En términos de Alejandro Kaufman, los discursos de odio son la pre-condición dóxica necesaria para el ejercicio de distintos tipos de violencia que dañan la posibilidad de la convivencia democrática.

Es por esto que resulta relevante el estudio de la circulación de este tipo de discursos, la construcción de herramientas de análisis y la generación de políticas públicas que permitan proteger a la esfera pública democrática de sus efectos corrosivos.

Las redes sociales se han convertido en el último tiempo en un núcleo ineludible para quienes estudiamos la estructura y los modos de reproducción de los discursos sociales en los que se articula la ideología en la actualidad. Los análisis de redes tienen un atractivo doble para las ciencias sociales: en esos canales se exponen públicamente los núcleos discursivos con mayor capacidad de interpelación y al mismo tiempo ellos se ofrecen como una herramienta que permite cuantificar los modos en los que esos núcleos circularon y se fueron amplificando.

Sin embargo, hay múltiples sesgos que limitan un estudio que sólo se concentre en el análisis de corpus obtenidos de redes, pretendiendo extraer de allí los contenidos y la sintaxis de las ideologías. No hay que perder de vista que lo que se está estudiando es el modo en el que los discursos circulan por el interior de una ingeniería comunicacional construida por y para el mercado, un medio en el que los algoritmos producen un ordenamiento de la atención y una distribución desigual del alcance de cada mensaje. Lo que se nos ofrece allí no es tanto una ventana transparente que nos deja ver de modo directo los discursos que se articulan en el sentido común, sino más bien un prisma ideológico que hay que interpretar poniéndolo en relación, por ejemplo, con discursos que tienen otros modos de circulación y que pueden registrarse a través de otras herramientas de análisis.

En este caso analizamos un conjunto de tweets a partir de una serie de palabras clave surgidas de los estudios que desde 2011 viene realizando el GECID con la intención de  articular el trabajo de investigación cualitativa y cuantitativa sobre las ideologías antidemocráticas con el análisis de la circulación de algunos fragmentos discursivos en la red social Twitter. Para eso, elegimos palabras identificadas como articuladoras de discursos que condensan agresividad y prejuicios hacia un otro con distintos nombres: “planeros, negros, chorros, extranjeros, travestis, paraguayos, políticos”. Analizamos la circulación de esos nombres durante un  evento excepcional como fue la asunción de Alberto Fernández el último 10 de diciembre y a través de herramientas automatizadas y manuales identificamos la utilización de discursos de odio en torno a la asunción presidencial, siguiendo la definición de este tipo de discursos utilizada por UNESCO  y trabajada en el documento “Los discursos de odio como amenaza a los derechos humanos” de Torres y Taricco.

Como resultado de esta tarea obtuvimos un total de 110.446 tweets, de los cuales 17.941 son tweets originales, y el resto retweets. Participaron 98.451 usuarios, de los cuales sólo produjeron tweets originales 9.852. Esto último es algo corriente en redes con el nivel de concentración y jerarquización de Twitter.

 

 

 

Fórmulas de odio

Aunque efectivamente algunas palabras pueden interpretarse en sí mismas como fragmentos de un discurso de odio, lo cierto es que la mayoría de los términos requieren de algunos componentes adicionales para ser clasificados como tales. Por eso aquí abordamos el material desde dos ángulos: el primero se trata de las palabras claves que utilizan tanto para denominar al otro como a sus acciones y las características que se le atribuyen. El segundo es una vinculación entre usuarios: en el análisis de redes podemos ver que quienes utilizan esas palabras claves para expresar discursos de odio están agrupados en una comunidad de usuarios que sostiene relaciones de interacción intensa entre sí; además se trata de usuarios que expresan, en distintos niveles, discursos discriminatorios, xenófobos, antisemitas, homo y transfóbicos y misóginos.

 

 

Palabras de odio

En el gráfico vemos la cantidad de tweets en los que aparecen cada uno de los términos más utilizados. Allí destaca el uso de “negros”, “chorros” y “planeros” para referirse a los seguidores del gobierno de Alberto Fernández. El 36% de los tweets que relevamos utilizó “negros”, el 32% “chorros” y el 9% “planeros”.

 

Si bien todas las palabras son utilizadas bajo diversas modalidades, algunas son casi exclusivamente utilizadas para expresar odio y agresividad. Es el caso de “chorros”, “planeros”, “vagos”, “negros de mierda”, “kukas”, “choriplanero”.

En las fórmulas de odio las apelaciones son siempre a colectivos. Los únicos tres casos de apelativos a una persona particular están conjugados en femenino y utilizados exclusivamente en referencia a Cristina Fernández de Kirchner (“puta”, “conchuda”, “asesina”).

Un detalle llamativo del análisis de este corpus es que las referencias a la sexualidad a través de significantes como “puto”, “puta” y “trolos” se utilizan en secuencia con otros insultos que están siempre vinculados a la identidad política peronista. Pero cuando el significante “travesti/s” aparece lo hace en la enorme mayoría de los casos no como insulto sino como referencias a un colectivo de disidencias sexuales. Sobre 99 menciones a la palabra 15 tweets la utilizan como insulto y otros 5 hacen referencia al ejercicio de la prostitución.

 

 

 

 

“Negros” sin embargo, aparece utilizado casi en la misma proporción bajo dos modalidades antagónicas: un uso agresivo y explícito para nombrar al otro-político y un uso irónico o en el que la palabra “negro” es utilizada para referirse al propio colectivo, mostrando orgullo por aquello que el otro señalaba de negativo en uno a través de ese término.

A diferencia de lo que pasa en Estados Unidos, donde los grupos antisemitas tienen una organización para codificar o disfrazar el racismo en las redes, en Argentina no parece haber semejante esfuerzo. El discurso de odio en Argentina está diseñado para que todos lo comprendan, no se trata de un código interno, ni se ven intentos sistemáticos de burlar las flacas reglas de la plataforma.

Esto se explica por tres factores fundamentales: el primero es que la utilización de “negros” para referirse a un otro, tanto por su condición de clase o por la adhesión política al peronismo, está socialmente habilitada para un conjunto de ciudadanos, en base a una distinción ad-hoc respecto del uso racista del término. Las formulaciones como “no digo negros de piel, digo negros de alma” pretenden desmarcarse del racismo y por lo tanto habilitar su uso, mientras que no hacen más que confirmar la profundidad de un racismo que se imprime no sólo en la piel sino en el alma de los sujetos-objetos del odio. 

En segundo lugar, la dinámica de consumo de mensajes dispuesta por el algoritmo de Twitter, en el que cada usuario termina leyendo cada vez con mayor nivel de exclusividad mensajes de aquellos usuarios que pertenecen a su misma burbuja (es decir que comparten posicionamientos ideológicos, gustos, intereses), contribuye a generar certeza sobre la validez social de nombrar a otros de esta manera.

En tercer lugar, y como principal factor, la coyuntura política reciente explica la publicidad de los discursos del odio en la Argentina. Dada la validación de enunciados de odio que desde lugares de poder efectuaron diversos funcionarios con responsabilidades políticas altas (expresandolas ellos mismos), no habría necesidad de ocultar este tipo de formulaciones.

Estos tres factores constituyen un espacio público, por momentos ampliamente compartido, por momentos hipersegmentado, en el que se torna decible el odio al otro.

 

 

Lo que vemos aquí son las palabras más utilizadas considerando todo el corpus. Si bien no encontramos una codificación que intente burlar la sanción de la plataforma, la utilización de estos términos se hace de manera sistemática y condensada en algunos nombres elegidos para los otros: negros, planeros, chorros, vagos. Y cuando aparecen lo hacen en conjunto y en secuencia, nunca de a uno. 

La estructura del odio utiliza además un mundo de elementos y prácticas que está vinculado a estos sujetos, y que en el caso de nuestro análisis no presenta variantes a pesar de ser convocado por diversos usuarios: chori, tetra, marcha, fuente. Junto con sentimientos y deseos que son expresados de manera explícita: asco, indignación, bronca, matar.

 

 

 

 

Estos lugares comunes activan narrativas ya presentes en otras materialidades frente a eventos como la asunción presidencial. Pero esos mismos lugares comunes, esos mismos significantes son territorio de disputa. Las patas, la fuente, el canto, el chori, aparecen en el discurso de usuarios con posiciones político identitarias antagónicas, utilizados para definir tanto su identidad como la del otro y construyendo cadenas de equivalencias hacia una valoración positiva o negativa de estos emblemas.

En función de esto es necesario integrar otros componentes para poder distinguir usos de odio de otro tipo de usos.

 

 

Comunidades de Odio

Twitter, como la mayoría de las redes sociales en la actualidad, organiza lo que vemos a través de un algoritmo que prioriza mostrarnos aquello con lo que estima vamos a mostrar mayor acuerdo, mayor consonancia cognitiva. Esto genera una dinámica de burbujas de usuarios que coinciden, que construyen un mundo común de sentido relativamente aislado de otros conjuntos de usuarios. La manera de estudiar esas organizaciones es vinculando a usuarios a través de los retweets, que definimos como el nivel de interacción que supone mayor nivel de concordancia ideológica entre dos usuarios. Esas burbujas en Twitter argentina están muy consolidadas, sus características son la polarización, la jerarquización interna y la intensidad. Cada conjunto de usuarios que pertenece a una burbuja, lee, interactúa y escribe para esos usuarios.

Al analizar las palabras claves que presentan usos polisémicos, encontramos que estos diversos usos están diferenciados dependiendo de la burbuja a la que pertenece cada usuario. Vemos en esta imagen las comunidades en Twitter en las que se utilizaron estas palabras claves. El grupo de usuarios en color violeta es el grupo de usuarios que utiliza estas palabras en discursos de odio y está constituido por usuarios fuertemente ligados a las líneas discursivas de Juntos por el Cambio. En las demás comunidades aparece la utilización de estas mismas palabras pero bajo lógicas distintas: son usadas de manera irónica o, como podría decir Reguillo Cruz, transformado el estigma en emblema. 

 

 

 

 

La comunidad que utilizó estos términos en el marco de lo que denominamos discurso de odio está constituida por 4.956 usuarios, y como toda comunidad en Twitter está profundamente jerarquizada. Hay dos datos que llaman la atención respecto de otros estudios que hemos hecho. El primero es que al construir un corpus a través de palabras claves que pueden ser explícitamente parte de discursos discriminatorios o de odio, y por lo tanto más fáciles de detectar por la plataforma, las autoridades que tradicionalmente lideran la conversación al interior de la burbuja de Juntos por el Cambio no aparecen. Usuarios como @atlanticsurff o @elcoya1977 suelen ser autoridades en esta comunidad y por eso mismo manejan un nivel de sutileza que les hace evitar este tipo de palabras claves. Esto se ve en el tweet de la imagen. Si bien puede calificarse como un discurso que incita al odio por cuestiones políticas, no es explícitamente un discurso de odio. Aunque lo propicie en otros usuarios menos sutiles, como quien le responde.

 

 

 

Por otro lado y en esta misma línea, identificamos en esta conversación un nivel de bots mucho más bajo que en cualquiera de las conversaciones que se propician por parte de esta misma comunidad (10% en esta conversación vs. 20% de bots en los hashtags de Juntos por el Cambio durante la campaña). 

Estos dos elementos permiten señalar que el discurso de odio aparece muy fuertemente en usuarios reales más que en usuarios trolls y bots, que si bien juegan roles centrales en la creación de tendencias y en la definición de líneas discursivas a seguir, no utilizan fórmulas de discurso de odio que puedan ser rápidamente detectadas por Twitter, evitando así exponerse a la suspensión de la cuenta. En este caso, los trolls funcionan como activadores de una conversación que ya se sabe ahí, la discriminatoria, la del odio explícito, que es finalmente ejecutada por usuarios reales.

 

 

Los contradiscursos

Por otro lado, es de destacar que así como la comunidad de usuarios que utilizó estos términos para expresar discursos de odio es la más compacta, cohesionada y de mayor tamaño; tenemos por otro lado un conjunto de pequeñas comunidades que expresaron posturas contrarias.

Las comunidades naranja, verde y rosa están articuladas en torno al rechazo de la utilización de este tipo de términos para denominar a un conjunto de ciudadanos. Allí los términos utilizados son prácticamente los mismos, pero no se observa ni la secuencia y acumulación de términos, ni la vinculación con prácticas valoradas negativamente. Lo que si se observa es que las conversaciones con mayor nivel de interacciones son aquellas que juegan con la dinámica propia de las redes: uso de meme, uso de un fragmento discursivo que es dado vuelta, al que se le cambian las reglas, al que se lo yuxtapone a otros fragmentos para decir otra cosa. 

 

 

 

 

La construcción de climas en los que los discursos de negación de la ciudadanía de un otro son considerados legítimos constituye el campo de emergencia de acciones que van desde la negación del ejercicio de derechos a un conjunto de ciudadanos hasta la aceptación del ejercicio de distintos tipos de violencia física sobre ellos.

Tras el final del gobierno que hizo un uso policíaco-securitario del monitoreo sobre Twitter, se abre la posibilidad de construir herramientas que permitan analizar los mensajes producidos en la red a favor de la democracia y su profundización. La identificación de discursos de odio previene situaciones de violencia, pero sobre todo puede permitir trabajar por un espacio público que consolide y amplíe la democracia en sus casi cuatro décadas de existencia.

 

 

 

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