Oídos necios

Una carta escrita por 68 premios Nobel advierte sobre el peligro de la ciencia en la Argentina

 

Es un hecho inédito en América Latina y en el mundo en desarrollo que 68 premios Nobel de ciencias —química, medicina, física, uno de economía— decidan enviar una carta al Presidente Milei, a su jefe de Gabinete y al presidente del CONICET, para expresarles: “El sistema argentino de ciencia y tecnología se acerca a un peligroso precipicio y nos desesperamos ante las consecuencias que esta situación podría tener tanto para el pueblo argentino como para el mundo”.

El documento sostiene que “la Argentina es el único país de la región que ha desarrollado su propia vacuna contra el Covid-19, construido y lanzado satélites de comunicaciones y diseñado y construido reactores nucleares de próxima generación que no sólo han sido exportados, sino que también generarán un suministro interno de radioisótopos cruciales para uso médico”. La lista de logros es bastante más extensa, incluye a la ciencia básica, pero no se limita a un recuento de logros nacionales, que son impresionantes y que vale la pena leer.

El texto también explica el sentido y las consecuencias de “la dramática devaluación de los presupuestos del CONICET y las Universidades Nacionales”, que significa “una devaluación del pueblo argentino y del futuro de la Argentina”. Los 68 premios Nobel le preguntan al Presidente: “¿Dónde estaría la Argentina —y el mundo— sin esta rica e importante historia?”.

 

 

En una entrevista radial, Alberto Kornblihtt, referente internacional de primera línea en biología molecular y militante del campo popular, explica que “no fue una iniciativa de los científicos argentinos, que golpearon la puerta de los premios Nobel, sino que fue iniciativa de los premios Nobel, porque lamentablemente las tropelías de Milei se conocen en todo el mundo”. Y agrega: “Obviamente que la ciencia y la técnica están sufriendo, pero esto forma parte del sufrimiento del pueblo argentino (…). Este gobierno está atacando directamente a los trabajadores, a los jubilados, a los estatales de una manera nunca vista antes. Hay que ponerlo en contexto también, la ciencia sola no se puede salvar”.

Kornblihtt explica que el programa de este gobierno “es la destrucción del Estado, es considerar al Estado y a los trabajadores del Estado como masa sobrante de la población”, y que en esto “se asimila a posiciones fascistas, porque el fascismo justamente lo que siempre ha hecho es decretar que una parte de la población es prescindible”.

El mamífero parlante Adorni respondió al documento de los 68 premios Nobel sin mostrar el más mínimo atisbo de comprender la complejidad de lo que habla. En el mundo existen programas de posgrado en las principales universidades, trayectorias profesionales, bibliotecas y revistas académicas especializadas en la evolución política, económica, cultural, institucional y epistémica de la ciencia y la tecnología, desde Galileo y Kepler, pasando por la Revolución Industrial, con caudales de textos sobre cómo desarrollan sus sistemas científicos y gestionan el cambio tecnológico los países de industrialización tardía como Corea del Sur, Taiwán y China. La respuesta de Adorni remite a una realidad paralela de club de bochas.

 

 

 

Desguace institucional

El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación fue creado en noviembre de 2007, descendido a Secretaría por el macrismo, devuelto a Ministerio en diciembre de 2019, y enviado nuevamente al descenso por lxs hermanxs Milei, esta vez como Subsecretaría de Ciencia y Tecnología, lo que retrotrae el estatus del organismo más importante del sector de Ciencia y Tecnología al período 1981-1983.

En paralelo, hubo despidos de personal y reducción drástica de becas en CONICET, y a tres meses de gobierno libertario, la Agencia de I+D+I, principal organismo de financiamiento, no tiene titular a cargo. Además, el presupuesto nacional 2024 replica (en términos nominales) el de 2023, lo que significa (en términos reales) que el presupuesto para este año es menor al 50% del presupuesto del año anterior.

Hace tres semanas, en la reunión de la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (RAICYT), varios directores de institutos de CONICET manifestaron que están empezando a tener problemas para pagar gastos básicos como la luz y el mantenimiento de instalaciones. Este panorama supone la inviabilidad del sector de Ciencia y Tecnología y de las universidades. El precipicio del que habla el documento de los 68 premios Nobel.

Apuntando el pulgar al sol, cerrando un ojo y alineando el ojo abierto con su pulgar y el sol, el presidente de CONICET, Daniel Salamone, declaró para la revista británica Nature que las acciones del gobierno no indican una falta de apoyo a la ciencia: “Dimos aumentos y mantenemos a todo el plantel de investigadores y profesionales de apoyo del CONICET”, dice Salamone.

 

 

 

Luego de la devastación macrista, durante el período 2019-2023 hubo varios hitos legislativos que apuntaron a darle estabilidad al sector de Ciencia y Tecnología y previsibilidad a la inversión pública. A fines de febrero de 2021, el Congreso sancionó por unanimidad la Ley 27.614 de Financiamiento del Sistema Nacional de CTI. Esta ley determina que para el 2024 la inversión pública en Ciencia y Tecnología debe ser del 0,39 del PBI. En 2023, el Congreso sancionó la Ley 27.738 del Plan Nacional de CTI 2030, donde se logra dar un paso importante en la definición de agendas territoriales.

Todo indica que se están ignorando ambas leyes. Tanto Adorni como Salamone parecen creer que pueden justificar el incumplimiento de estas leyes con el mismo mantra que usó el macrismo sobre “la utilidad” de la investigación, que iguala la complejidad del entramado de políticas públicas, prospectivas, instituciones, universidades y empresas a un conjunto de individuos que, como artesanos, deben salir a vender sus productos en plaza Francia.

Con respecto a esta misma cuestión de “la utilidad”, igual que en el macrismo, no sale una palabra de la boca de los funcionarixs libertarixs sobre el eslabón ausente, que es la inversión privada en I+D de las grandes empresas con altos niveles de facturación y culturas cortoplacistas, rentísticas, predatorias y de aversión al riesgo, que fugan sus utilidades al ritmo del endeudamiento, en lugar de invertir en capacidades organizacionales, en innovación y en I+D.

Exaspera este nivel de negación y desconexión de estxs funcionarixs, que puede sumarse al silencio de la subsecretaria de Ciencia y Tecnología, que hace dudar de su existencia.

En este contexto, no debe olvidarse que el DNU 70/2023 dio luz verde al desguace de la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos, entre muchas otras consecuencias.

 

 

Ciencia y tecnología para un proyecto nacional

El proceso que lleva de Martínez de Hoz y Menem hasta Macri y Milei muestra que los ataques a la Ciencia y Tecnología se intensifican en escala y velocidad. En la misma proporción que se aceleran e intensifican los ciclos de financierización, endeudamiento, fuga y extranjerización, se aceleran e intensifican los ataques a los entornos institucionales-empresariales donde la otra Argentina busca acumular capacidades organizacionales y de I+D con crecientes grados de autonomía.

Como contrapunto a estos ciclos, el período 2003-2015 fue el de mayor evolución del sector de Ciencia y Tecnología en la historia de nuestro país, solo equiparable a la evolución del sector entre 1946-1955, más allá de las marcadas diferencias obvias de contexto histórico. Lo que tienen en común ambos períodos es el enraizamiento de la inversión pública y las políticas de CyT en un proyecto de país para beneficio de las mayorías.

En 2015, el salario mínimo en la Argentina era el más alto de América Latina; en términos de redistribución, se alcanzó el “50 y 50”, con saldo a favor del trabajo (51,8%); el desempleo era menor al 6%. También se reestatizaron el sistema jubilatorio, consolidado con el Fondo de Garantía de Sustentabilidad, Aerolíneas Argentinas y el paquete mayoritario de YPF, además de darle batalla a los fondos buitre.

 

En esta misma línea, a comienzos de 2016, el propio macrismo explicaba en el documento Argentina: Land of Opportunities, que el país estaba primero en los índices de desarrollo humano y educación, que presentaba “el coeficiente Gini más bajo de la región” y el mayor PBI per cápita. El documento alude también al proceso inédito de desendeudamiento, al remarcar la “baja relación deuda/PBI, del 13%”. Finalmente, CFK mostró hace pocos días el vertiginoso desendeudamiento de las provincias durante su segundo período presidencial.

Es fundamental comprender que es en este contexto en el que la Argentina logra un desempeño inédito del sector de Ciencia y Tecnología. Es decir, que la evolución de un proyecto de país con industria, redistribución e inclusión produce un efecto ordenador del sector. Las agendas de I+D se expanden y diversifican por demanda de la expansión y diversificación de la economía. La evolución de esta dinámica a lo largo de doce años hizo posible comenzar a superar el sesgo ofertista de la ciencia argentina, rasgo crónico de dependencia cultural y económica. No fue perfecto, hubo claroscuros, pero el período 2003-2015 fue superador con creces de todo lo hecho hasta ahora.

En el siguiente gráfico puede verse un rasgo cuantitativo de estas oscilaciones entre un proyecto de mayorías y un plan para pocos. Los rasgos cualitativos de políticas, instrumentos, institucionalidad y cultura, como vemos, son la ballena blanca que los radares de lxs funcionarixs libertarixs no parecen detectar.

 

Fuente: Secretaría de Estudios y Prospectivas del ex MINCyT. Recorte cuantitativo a las oscilaciones del péndulo.

 

Mientras recibimos evidencias estentóreas desde las economías centrales y emergentes de un acelerado proceso de revalorización de las políticas industriales y del rol del Estado, donde la ciencia y la tecnología son los factores decisivos, en la Argentina lxs trabajadorxs del sector de Ciencia y Tecnología se organizan y se movilizan para resistir el dominó de destrucciones anunciadas.

La definición de un proyecto nacional con horizonte en el largo plazo debería ser una meta perentoria. La ciencia y la tecnología podrían definir su identidad y sus agendas en este contexto. El Plan Nacional de CTI 2030 (Ley 27.738) puede ser considerado un aporte en esta dirección.

Entre los lineamientos básicos de un proyecto nacional hoy ausente se deben considerar la definición de sectores estratégicos, la formación de cuadros políticos y técnicos para un Estado inteligente y eficaz para impulsar políticas de industrialización, generadoras de empleo digno, con culturas empresariales productivistas e innovadoras, que asocien sus intereses a las metas de la democracia, y finalmente el retorno de la ciencia y la tecnología a la primera línea del discurso político y económico. Los economistas heterodoxos del campo popular deberían incorporar y/o darle mayor visibilidad al problema del cambio tecnológico como dimensión macroeconómica.

Al final de la carta, los 68 premios Nobel le explican al Presidente: “Sin una infraestructura para la ciencia, un país cae en el desamparo y la vulnerabilidad, sin desarrollar su propia tecnología para avanzar, ni capacitar a las personas, ni desarrollar la infraestructura necesaria para aplicar el conocimiento científico y tecnológico de otros a los problemas regionales, nacionales y locales”.

 

 

 

 

 

 

 

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí