Operación México

Crónica de la cinematográfica salida de Bolivia de Evo y García Linera

 

El Grupo de Puebla realizó su II Cumbre en la Ciudad de Buenos Aires. El movimiento internacional —impulsado por el chileno Marco Enríquez-Ominami, el Presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, y el ministro brasileño y fundador del PT, Aloizio Mercadante— reúne a líderes políticos de centroizquierda de América Latina y de Europa. La cena del viernes 8 de noviembre en el Café Las Palabras fue el inicio de un encuentro que no sólo se configuró como un espacio de debate, formulación y articulación política, sino que en su ambición se asentó como un ámbito de acción en el que se producen hechos políticos. Esto se vio materializado el día martes en la máxima operación que logró el asilo del Presidente Evo Morales en Ciudad de México, luego de que se produjera el golpe de Estado en Bolivia que forjó su renuncia y la del Vicepresidente Álvaro García Linera.

El Hotel Emperador recibió el sábado a la ex Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff; a Alberto Fernández; al ex Presidente de Colombia, Eduardo Samper; al ex Presidente de Panamá, Martín Torrijos; al ex Presidente de Paraguay, Fernando Lugo; al ex Senador de Brasil, Aloizio Mercadante Oliva; a Marco Enríquez-Ominami; al diputado Felipe Carlos Solá; al ex Canciller de Ecuador, Guillaume Long; al Director General de Organismos y Mecanismos Regionales Americanos de la cancillería mexicana, Efraín Guadarrama; entre otras y otros dirigentes políticos. La apertura incluyó un video enviado por Luiz Inácio “Lula” Da Silva, grabado la noche anterior ya en libertad. “Yo les quiero decir a ustedes que finalmente estoy libre, que estoy con mucho deseo de luchar. Tengo un objetivo en la vida de constituir una integración regional latinoamericana muy fuerte (...) Estoy convencido que es importante que tengamos coraje y enfrentarlos porque la elite latinoamericana es muy conservadora y no acepta la idea de un pueblo pobre, subido a la escalera de las conquistas sociales. Kirchner, Cristina, Lula, Evo Morales, Pepe Mujica, Tabaré, Chávez, nosotros probamos que es posible. Entonces le agradezco a Fernández haber ganado la elección, fue como si yo hubiera ganado aquí en Brasil. Tal fue la alegría que tuve, tanto cariño le tengo al pueblo argentino”, expresó con alivio desde la pantalla. A continuación se reunieron las sesiones de trabajo.

En la mañana del domingo, integrantes del Grupo de Puebla tuvieron una videoconferencia con Adriana Salvatierra, la Presidenta del Senado boliviano y parlamentaria del Movimiento al Socialismo, a la que este miércoles la policía le impidió el ingreso al Parlamento ya que por sucesión constitucional debía asumir la Presidencia de Bolivia. La comunicación con Bolivia sucedió antes de que se conociera el video en donde Evo Morales anuncia su renuncia. La II Cumbre parecía estar llegando a su cierre y algunos de sus miembros se reunieron para redactar el documento final, pero lo que no sabían era que recién estaba por comenzar una jornada en la que iban a tener que trabajar arduamente para salvaguardar la vida del Presidente del país vecino. Al mediodía las y los líderes se encontraron para almorzar en un restaurante en el barrio de Palermo. Los celulares comenzaban a sonar. El primer llamado que se recibió provenía de la Embajada de Venezuela en Bolivia, pedían asilo político anticipándose a lo que sucedería en los próximos minutos. El segundo llamado lo recibió un observador del Grupo de Puebla que participaba de la reunión en Buenos Aires: era Álvaro García Linera, adelantando la necesidad del rescate de Morales. El golpe de Estado se había consumado. Evo Morales difunde un video en el que se anuncia su renuncia y la del Vicepresidente. “¿Por qué decidí esta renuncia? Para que Mesa y Camacho no sigan persiguiendo a mis hermanos, a los dirigentes sindicales. Para que no sigan quemando las casas de asambleístas, de concejales, para que Mesa y Camacho no sigan secuestrando y maltratando a los familiares de nuestros dirigentes sindicales. (...) Lamento mucho este golpe cívico y de algún sector de la policía para atentar contra la democracia, contra la paz social, con violencia. Quiero decirles, la lucha no termina acá. Los humildes, los pobres, los sectores sociales, vamos a continuar por esta lucha por la igualdad, por la paz. Es mi obligación como Presidente indígena y Presidente de todos los bolivianos, buscar esta pacificación”, expresaba Evo mientras los dirigentes ya habían empezado a planear la estrategia que lo sacaría del país. En el almuerzo estaban presentes dos funcionarios de la Cancillería de México: el Subsecretario para América Latina y el Caribe, Maximiliano Reyes Zúñiga, y Efraín Guadarrama, Director General de Organismos y Mecanismos Regionales Americanos. Ellos recibían llamados de Ministros Bolivianos que solicitaban asilo en la Embajada de México en La Paz. Inmersos en un clima de alta tensión, comenzaron a llegar informaciones sobre una turba que pretendía incendiar la Embajada de México, a la vez que les habían comunicado que habían dinamitado la puerta y que un grupo de encapuchados tomaron y vandalizaron la Embajada de Venezuela. 

En tiempo de descuento, se aceleró un llamado al Secretario General de las Naciones Unidas, António Manuel de Oliveira Guterres. El pedido se basó en que se respete la Convención de Viena, y la plena aplicación de inviolabilidad y protección a las casas diplomáticas. En no más de veinte minutos, la ONU ya había vertido su comunicado donde instó “a todos los actores relevantes a abstenerse de la violencia, reducir la tensión y ejercer la máxima moderación”. Y advirtió a las autoridades bolivianas que garanticen “la seguridad de todos los ciudadanos, funcionarios gubernamentales y nacionales extranjeros y a respetar las instituciones tanto estatales como locales, así como la inviolabilidad de las misiones diplomáticas”. La turba nunca llegó a la Embajada de México ya que, según explican, era muy complejo el acceso a la zona.

El reloj marcaba las 21, y hasta un rato antes Evo Morales comunicaba que quería quedarse en su país. Pero su vida, la de sus funcionarios y sus familias corrían riesgo. Morales sólo aceptaba ir a México, nunca barajó la opción de ir a otro país —ni siquiera a la Argentina—, por lo que se inició la Operación México. Diego Pary Rodríguez, el Canciller boliviano, solicitó la protección del gobierno que conduce López Obrador. La petición se la transmitió a Maximiliano Reyes, y este a Marcelo Ebrard, Secretario de Relaciones Exteriores de México, quien habló directamente con el Presidente mexicano que sin dudar aceptó el pedido de asilo. Alberto Fernández llamó a distintos Presidentes de la región, e incluso habló con Mauricio Macri. Mario Abdo Benítez, Presidente de Paraguay, ofreció total disposición y por decisión de Cancillería y Presidencia de México se decidió enviar el avión. Los encargados de las Relaciones Exteriores de México y Alberto Fernández se comunicaron con el Presidente del Perú, Martín Vizcarra. Debían pedirle autorización para sobrevolar el espacio aéreo y para la carga de combustible en el país que gobierna. Vizcarra autorizó el procedimiento y a media noche del lunes el avión de las Fuerzas Armadas inició su recorrido México-Lima. 

Según lo acordado, la aeronave iba a sobrevolar el Pacífico, haría una escala en Perú para la carga de combustible y desde ese punto volaría a Chimoré, en Cochabamba. Allí se subirían Morales, García Linera con su familia, la ministra de Salud Gabriela Montaño y Froylán Gámez, un funcionario de Cancillería que decidieron incluir para garantizar la seguridad. El avión arribó a Lima y cuando iban por la carga de combustible nadie en Perú estaba dispuesto a venderlo y el único proveedor que aceptó exigía el pago de cinco mil dólares en efectivo. Como pudo, el embajador mexicano en Perú, Víctor Hugo Morales, consiguió el dinero, pero para ese momento el combustible ya no estaba disponible. La delegación tenía que tomar una decisión, el tiempo corría y la integridad del Presidente boliviano también. Partieron rumbo a Bolivia, pero las Fuerzas Armadas les negaron el acceso al espacio aéreo ya que les requerían una autorización del Congreso para ingresar al país. El avión volvió a Perú, algo que estaba previsto pero luego suscitaron amenazas sobre las consecuencias del despegue. Recién a las 18 del lunes el avión pudo llegar a Chimoré, donde recogió a Morales y a quienes lo acompañaron en el vuelo. El momento de mayor peligro, intranquilidad y preocupación era este. Con Morales y Linera arriba del avión, el gobierno de Vizcarra se negó a que aterricen nuevamente en tierras peruanas. El Presidente del Ecuador, Lenin Moreno, no se quedó atrás, y en un acto de completa indiferencia negó el permiso para que realicen lo propio en su país. Los funcionarios de Cancillería de México operaban desde la Ciudad de Buenos Aires y decidieron que la única parada posible era en Asunción, Paraguay. La desesperación por conseguir combustible, los llevó a que la delegación aterrizara allí. El único pedido de Morales en ese momento, fue no volver a atravesar Bolivia, por el peligro que conllevaba. Sorprendentemente, la embajadora mexicana en La Paz, María Teresa Mercado, obtuvo la autorización por parte del gobierno de Brasil para atravesar el territorio. Perú permitió el sobrevuelo, Ecuador no y con esa ruta el avión logró salir al Océano Pacífico y arribar a México. 

Evo Morales respira, está a salvo. La operación internacional del Grupo de Puebla desde la Argentina había funcionado. Operativo finalizado. Eran las once de la mañana en Ciudad de México. Se abrió la puerta del avión de la Fuerza Aérea Mexicana, Juan Evo Morales Ayma sonrió y saludó, “el Presidente de México me salvó la vida”.

 

 

 

 

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