¿Orden o romper todo?

¿Los seguidores de Milei se identifican con el emperador Augusto o con Billy Bond?

 

Se describe a Javier Milei (JM) como un referente (populista liberal) de derecha, y razones no faltan para atribuirle esa ideología. Una de las características de la derecha en la Argentina es la exacerbación del orden, una virtud inherente a toda organización política pero que para ese sector deviene en un fin en sí mismo.

Sobre la importancia del orden, se atribuye al historiador romano Tácito describir con ironía el modo en que Augusto consolidó su poder luego de la guerra civil que puso fin a la República romana. Cuenta que el futuro emperador arregló a los soldados con regalos, al pueblo con cereal “y a todos, con las delicias del orden”. Un ideal de la derecha.

Por otro lado, la mitología del rock argentino atribuye al músico Billy Bond –aunque éste lo niega– haber alentado la rebeldía juvenil en un Luna Park colmado, con dos palabras: “Rompan todo”.

Esta nota no pretende decir que JM busca ser Augusto o Billy Bond, sino invitar a reflexionar sobre qué ven en él sus votantes.

 

Contradicciones

Algunos análisis se detienen en qué pretende ser JM o cuál es su plan. Es dudoso que ese plan exista porque, más allá de alguna fantasía, ni él se debe haber imaginado hasta conocer el resultado de las PASO la posibilidad cierta de ser Presidente. Si ni él pensaba antes de las PASO sobre qué hacer en un hipotético mandato, ¿qué pudieron haber imaginado sus votantes?

Aunque no es exclusivo del libertario, sus expresiones y conductas exhiben contradicción y confusión.

Dice renegar de quienes viven del Estado y de las estructuras empresarias y profesionales que constituyen el statu quo desde el retorno de la democracia, pero hizo carrera profesional y política de la mano del grupo Eurnekián, que es un paradigma de habilidad para moverse en mercados regulados y crecer mediante negocios con el Estado. Desde los Aeropuertos hasta las compañías concesionarias de hidrocarburos u obra pública, en todo está la relación privilegiada con los diferentes gobiernos. También JM vivió del Estado, indirectamente si se quiere.

Esa vinculación no es un hecho lejano, pues lo que parece ser su equipo político también se nutre de ese grupo empresario que de ideario anárquico tiene poco.

Su ministro del Interior in pectore, Guillermo Francos, vivía hasta hace unos días del Estado, gracias al generoso gobierno peronista que designó cuadros del grupo en puestos relevantes. Según JM, “el Estado es la base de todos los problemas que tenemos”. Su hipotético ministro no coincide. Según Wikipedia, vive del Estado desde el lejano 1970 casi sin interrupciones, ya sea en gobiernos de facto o constitucionales, salvo cuando trabajó para Eurnekián.

Francos renunció en 2000 a la banca de diputado que ocupaba por el partido de Domingo Cavallo por “cansancio moral” e ingresó al grupo Eurnekián. En 2007, habiendo descansado, volvió al Estado para presidir el Banco Provincia, designado por el peronismo. Ahora pasó sin escalas de (se supone) defender el interés nacional y representar al oficialismo en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), con rango diplomático en Washington, a ser el armador político de quien dice venir a subvertir el orden burocrático establecido.

Es notable la generosidad –o la estupidez– del peronismo por la confianza que deposita en cuadros de la derecha y de grupos empresarios que no dudan un momento en traicionar a su gobierno para sumarse a la oposición más frontal. Lo escandaloso conduce a pensar si es sólo oportunismo o, antes en el BID y ahora con JM, representó a un mismo interés, que no es el del gobierno popular.

Es triste que los dirigentes nacionales se deslumbren por personajes que hacen un culto de la deslealtad. Ojalá no haya más sorpresas con “peronistas eurnekianos”.

 

Devolución de la cachetada

Según la gráfica descripción de un talentoso político patagónico, el voto a Milei fue la devolución de la cachetada a una clase política que no da solución a las necesidades de bienestar económico, educación, seguridad y salud y que, sin embargo, se auto-elogia como meritoria, enunciando éxitos que la masa, a la luz de las elecciones de los últimos años, no advierte.

Algunos votantes sienten una realidad que los agrede, la política no da respuesta, y con el voto devuelve la cachetada. Esa cachetada para la cual JM fue hoy el instrumento, pudo ser un político de izquierda troskista (Boric en Chile).

¿Ese votante pide nuevo orden económico o el gobierno de los cuadros de Eurnekián? ¿Renovación judicial o la entronización de los operadores de Comodoro Py? ¿Nuevo régimen monetario o la ortodoxia de los ‘90 de Cavallo y Roque Fernández, que terminó en el desastre del 2001?

Por otro lado, ¿cómo compatibilizar el voto del interior con la eliminación de la coparticipación que beneficiaría a la ciudad y la provincia de Buenos Aires, justamente donde JM menos votos sacó? ¿Cómo explicar desde sus eslóganes el voto en Tierra del Fuego, que pondría fin a la industria del ensamblado (absurdamente) subvencionada? ¿Cómo conciliar una reivindicación del ideario celeste con la agresión a la figura del Papa?

¿Ese votante pide orden o “rompan todo”?

 

¿Heterogeneidad o nuevo sujeto social?

Se ha dicho que existe un nuevo actor social que expresa JM. Se llegó a compararlo con el nacimiento del peronismo. No coincido: interpretar como algo fundante el resultado de una sola elección es prematuro. De Narváez en 2009, Massa en 2013 o Vidal en 2015 fueron fenómenos electorales recientes e inesperados, que como procesos políticos duraron poco y nada. Massa debió regresar al peronismo para ser competitivo. De Narváez se retiró y Vidal es hoy irrelevante electoralmente.

Milei obtuvo, al igual que Unión por la Patria y Juntos por el Cambio, aproximadamente siete millones de votos, el 20 % del padrón electoral, que asciende a 35 millones de electores. El 80 % del padrón no lo votó.

Quienes analizan la composición de ese 20 % señalan que es transversal, con mayor componente masculino y juvenil. Es decir, que toma un poco de cada clase social. Si esto es así, ¿puede hablarse de un nuevo sujeto social?

La explicación de los fenómenos de masas supone aceptar categorías de análisis previas para aplicar a los hechos. Sin entrar en discusiones epistemológicas, es ciencia social, no física, lo que conlleva un componente de interpretación. Si suponemos que la gente actúa conforme a sus intereses y que existen las clases sociales como concepto que permite agrupar y entender las conductas de conjuntos de personas por esos intereses que les son comunes, resulta difícil explicar el voto a los libertarios como nuevo sujeto social, porque supondría la contradicción de intereses dentro de la misma clase social, lo que obviamente puede darse, pero –al menos conforme a la teorías más aceptadas– no constituiría un nuevo sujeto social, sino una confluencia no habitual y tal vez solo temporal. De suyo, no es la única forma de analizar la sociedad. Los libertarios tienden a considerar que cada sujeto actúa de modo absolutamente independiente. Otros niegan las clases sociales. En cualquier caso, para identificar un nuevo sujeto social es necesario algo más que un resultado electoral inesperado.

Veamos la (disparatada) analogía con el nacimiento del peronismo. El movimiento irrumpió como una alianza de clases en base a ideas, instituciones y construcciones sociales desarrolladas en las décadas precedentes, y merced a una conducción política que supo leer el momento regional y mundial, aprovechó el empuje del desarrollo generalizado de la segunda posguerra para, en un marco social de producción industrial, proveer prosperidad. En lo electoral, había homogeneidad. Las clases trabajadoras y postergadas se beneficiaban y apoyaban el proyecto. Similares análisis podríamos realizar de todos los movimientos políticos. Por ahora, el libertarismo argentino no se asemeja en nada.

 

¿Y el otro 80%?

La inmensa mayoría de los votantes quiere ser libre, repudiar a los que no dan respuestas y prosperar económicamente, lo que vulgarmente puede identificarse con cobrar en dólares, especialmente si la moneda extranjera es el modo de ahorrar conservando valor. Pero de ahí a ver la constitución de un nuevo sujeto social en base a esas aspiraciones tan generales y obvias es cuanto menos prematuro. Por ahora parece más una reacción a los que no dan respuestas que la construcción de nuevos valores, diferentes de lo que identificamos como convivencia democrática.

No creo que exista una gran diferencia entre el 20% del padrón que votó al libertario y el que no lo votó. El votante es, salvo sectores casi patológicos, bien intencionado. La mayoría quiere vivir de su trabajo, con cierta prosperidad, estabilidad, en familia, con seguridad y acceso a servicios dignos de salud y educación, y pretende para el Estado una burocracia eficiente y honesta, razonablemente remunerada. Si los dirigentes son millonarios o no pueden explicar sus fortunas, la indignación ante las carencias no solo es explicable, sino plausible. ¿Puede alguien decir que la mayoría no quiere vivir en un país donde “los únicos privilegiados sean los niños”?

El voto debe ser analizado para aprender de esa expresión masiva y popular. Casi siempre hay racionalidad o puede ser explicado racionalmente. ¿Sería racional que ante el estado de la economía y las prestaciones sociales no hubiera votos cachetada?

Si entonces, en esta hipótesis, JM es, por ahora, un vehículo para devolver la cachetada donde cada votante proyecta sus aspiraciones y no hay una adhesión a un programa, aun difuso (si es que existe), el problema está en el sistema que es interpelado por esa expresión del 20% del padrón, que representó un tercio de los votantes en las PASO.

La interpelación hacia el peronismo o el movimiento popular a su candidato Sergio Massa y a los dirigentes del partido es directa: “Hagan algo”. Algo serio y profesional. Como campaña electoral y como programa de gobierno.

El candidato no puede limitarse a mostrarse como un bombero eficiente que apaga incendios. Debe prometer un futuro mejor y mostrar que tiene el músculo político y la inteligencia técnica para hacerlo.

El consejo de Lula a Massa, si es que es cierto, fue sabio: “Deja de buscar dólares y dedícate a buscar votos”. Es dudoso que haya votos en la Argentina si no hay dólares, pero el mensaje parece ser que si Massa sigue siendo un burócrata (eficiente o esforzado) y no un político, va costar mucho ganar.

Si el resto del peronismo cree la estupidez de que mejor perder porque volveremos reivindicados, o que si gana JM será débil y lo condicionarán los gobernadores, mejor sería hacer primero una reflexión moral. Es inmoral preferir el sufrimiento del pueblo para que “escarmiente” por votar a la oposición. La construcción política de un movimiento popular solo puede hacerse con grandeza y buena fe. Ningún pícaro hizo historia. Luego, cabe una reflexión egoísta: no fueron tan buenos los últimos años peronistas como para que, si no gana Massa y la gestión de la actual oposición es peor aún, la gente recuerde con nostalgia el tiempo pasado.

La única construcción política sana es la que se hace con lealtad y diciendo la verdad. Estudiando los problemas y planteando soluciones razonables, de buena fe. Programas. Se puede errar, pero no hay chances si no hay estudios y programación.

Otra cosa es subestimar al pueblo. No hay votantes ignorantes. No los hubo cuando nos votaron, tampoco cuando nos exigen más porque los resultados de la gestión fueron malos.

 

 

 

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