Organizar la oposición

Es hora de dar vida a un Movimiento Nacional y Popular con un programa que entusiasme

 

Las últimas medidas aprobadas por el Congreso Nacional, aún en su media sanción, son prueba suficiente de la decisión de una parte importante de la casta política argentina de someter al país a un daño de características retrógradas no imaginables hasta ahora. Las calificaciones a este proceso inédito son numerosas, pero las sintetizaría en el crescendo que implican: de colonia a factoría, y de factoría a enclave. Esto último por cuanto se supone un país de uso por las potencias del norte.

Que eso sea consecuencia de anteriores gobiernos y de evoluciones del humor social que han permitido esta conducta suicida es tema para analistas y politólogos, pero ya es un hecho. No tiene sentido abundar al respecto. Aunque sea necesario y respetable que se hagan todas las elucubraciones por esa circunstancia.

Lo que nos toca ahora a los que amamos esta Patria es trabajar y organizarnos para evitar la prolongación de ese descalabro en el tiempo. Lo que implica, en primer lugar, lograr una identidad opositora a este desatino, un conjunto de ideas y un programa mínimo acordado que sea convocante para el pueblo todo, que entusiasme como propuesta de futuro. Para ello, sin desandar los grandes ideales que forjaron a lo largo del tiempo las luchas populares, adaptarlos al momento actual es el gran desafío.

En lo referente a la identidad, debemos reconocer la dificultad de discernir lo que significa hoy el peronismo como un conjunto de ideas y prácticas habitualmente adjudicado a este universo histórico. Entre otras cosas, porque sus experiencias de gobierno u oposición han significado diferentes variantes ideológicas, que hoy también conviven en sus diversas manifestaciones dentro de esa denominación genérica.

Por lo cual es preferible evitar una definición actual del peronismo, como tarea política, y es conveniente dejarla para especialistas e historiadores. No ayuda a reunir identidades ni otorgársela al conjunto de voluntades que intenta oponerse a la desintegración nacional. De igual manera el PJ como instancia formal para las etapas electorales tampoco sirve para aquel fin: una de sus autoridades provinciales hoy procura que sus senadores voten la Ley Bases.

Por lo cual ya he propuesto anteriormente (ver Contra el daño y la maldad) denominar al conjunto político que debiera asumir la oposición real al actual gobierno y proponer una salida de futuro como Movimiento Nacional y Popular, a secas.

Ello tiene muchas ventajas porque permite una identidad arraigada en la historia nacional, sumamente oportuna para enfrentar la coyuntura actual, y al mismo tiempo supone un conjunto de ideas y proyectos de suficiente claridad para las adhesiones y convocatorias, quedando también delimitado el camino para quienes no se sientan partícipes de este movimiento.

Esto implica algunas consideraciones sobre qué sentido contiene pertenecer al movimiento nac&pop, algunas bases generales pero definitorias para evitar confusiones a quienes lo integramos y convocamos.

En primer lugar, la defensa a ultranza de lo nacional, que hoy se sostiene en poner el eje en la consideración de todas las soberanías: la territorial; la económica; la de seguridad y defensa; la que pretendemos sobre los recursos naturales; la energética; la de política exterior; la alimentaria y de salud; la industrial y tecnológica; la científica y de educación pública, en definitiva la construcción de una nación políticamente soberana.

Un análisis más detallado supondría dejar en claro que lo nacional no significa asumir un nacionalismo conservador sino, por el contrario, aquel que hoy nos demanda la realidad de un mundo multipolar en el cual debemos defender con inteligencia nuestra participación, resguardando nuestros intereses. Por eso, aquellos que propugnan nuestra pertenencia al eje de las potencias occidentales no pertenecen al nac&pop, aparte de contradecir la doctrina de Perón y su tercera posición.

También la calificación de nacional implica representar hoy los intereses provinciales, de acuerdo con nuestra historia, y sus facultades constitucionales en la vida institucional argentina. Intentando superar viejas antinomias entre nación y provincias. Evitando un protagonismo excesivo del centro porteño y al mismo tiempo algunas tendencias aisladas de conformación de identidades provinciales o regionales que pretenden sobrevivir por encima de su pertenencia a la comunidad nacional.

Encuadrada la idea general de lo nacional –que podría desarrollarse ampliamente, aunque ello supere el objetivo de estas líneas–, entremos a considerar qué implica lo popular, descartando desde ya la imputación de populismo como signo negativo que enarbolan las derechas nacionales e internacionales, las que aún discrepan en su sentido y alcances, motivo por el cual obviamos entrar en esa polémica, ajena a nuestras costumbres políticas.

Lo popular está vinculado estrechamente con la defensa de los sectores del trabajo, formalizados o no, de los humildes sin trabajo, de lo que luchan por tener un techo para su familia, por una vida con dignidad, por la inclusión de todos los grupos sociales en la solidaridad de una comunidad que se integra como nación. Es una idea que está íntimamente ligada a un sentido de pertenencia al territorio y a la patria. Es una concepción que se basa en el eje de la distribución de las riquezas nacionales, a través del ejercicio de la justicia social.

Tanto lo nacional como lo popular también definen límites de adhesión o rechazo con relación a políticas determinadas que se han sucedido en los últimos años, con sus virtudes y errores. Supone el rechazo de experiencias neoliberales en sus diversas manifestaciones, y la adhesión a las experiencias nac&pop acaecidas en los últimos años.

Pero todo ello no implica desestimar ni desconocer la fortaleza del peronismo en cuanto tal como sentimiento popular, consolidado en lo que fuera su gobierno original y sus líderes, parte indisoluble de la historia nacional y popular. Y como experiencia social de vida comunitaria y solidaria.

Ese sentimiento existe, está difundido en todo el territorio y en todas las capas sociales. Para un amplio campo popular, el peronismo es asumido como un espacio de pertenencia, participación y dignidad, inconfundible en tanto tal, que no está referenciado especialmente con un grupo determinado de la actual coyuntura política argentina, sólo con algunas de las últimas experiencias. Por lo tanto es representativo de grandes mayorías populares aunque no implique su adhesión actual a tal o cual persona o grupo. Su principal identidad está dada, lamentablemente, por el odio o rechazo que provoca en importantes sectores de la sociedad, que por lo tanto tampoco logran identificarlo con personas o grupos determinados sino como un conjunto que provoca rechazo, y del que abominan como un algo difuso y general imposible de precisar.

¿A qué vienen entonces estos intentos de aclarar doctrinas y pertenencias?

Surgen de cierto consenso sobre la ausencia de oposición política al actual gobierno y de la necesidad de construirla.

En primer lugar, afirmada así, sin aclaraciones, es necesario relativizar esa premisa. Un sinnúmero de hechos políticos y sociales, de documentos y manifestaciones públicas de diverso tipo, muestran una activa oposición a las políticas de este gobierno nacional. Las últimas manifestaciones masivas y el paro general así lo atestiguan.

Lo que sí puede advertirse es que la oposición institucional es dispersa para nuestros hábitos tradicionales, en cuanto se origina en los más diversos grupos o actores de la vida pública, fragmentada. No hay unidad en el enfrentamiento a aquellas políticas, y se carece de liderazgo, un requerimiento también tradicional del campo político argentino, con mayor o menor intensidad.

Esa actitud cautelosa, que en su exageración puede expresar también desconcierto y cierta prevención temerosa o calculadora de la evolución del humor social, es considerada por cierta prensa o medios como una ausencia perniciosa para el desarrollo democrático.

Más allá de esas consideraciones, creo que responde también a la reconfiguración de los principales grupos políticos que han quedado fuera del gobierno, casi todos los tradicionales. Ese conjunto ha ido girando hacia un apoyo cómplice del gobierno y sus medidas. Salvo algunos “independientes”, legisladores sueltos que prefieren unirse para rasguñar porciones de poder.

Ese magma de cierta oposición ambigua, inconstante, voluble, mayormente amigable, contiene sin embargo un conjunto de individualidades que puede incrementar su participación u oposición según evolucionen las cosas.

Uno de los ámbitos en que se visualiza la oposición concreta a la aventura oficialista es el conformado por el bloque de Unión por la Patria, el más grande de todos y el más unido hasta ahora para enfrentar políticamente la avanzada oficialista. Junto a ellos, la determinación de la clase obrera organizada y los movimientos sociales, al frente de marchas y actividades de defensa de los derechos conquistados.

Pero varios analistas perciben la ausencia de una oposición referenciada, es decir un núcleo de cierta magnitud y algún liderazgo que contienda con un gobierno que avanza peligrosamente hacia un cambio sustancial del país como ha sido conocido hasta ahora, dejando a su paso retazos de lo que era la Argentina.

Esta especial época de proyectos disruptivos, fundacionales, alejados de las necesidades reales de las grandes mayorías y de una concepción nacional de la sociedad y la vida institucional, es la hora del Movimiento Nacional y Popular.

Hacerlo vida, construyendo el arco de voluntades sociales y políticas que lo encarnen, adaptado a esta nueva etapa histórica, es el gran desafío. Es el momento de la faz arquitectónica, de ir sumando ladrillo a ladrillo, conciencia a conciencia, valor a valor, para que todo aquel que tiene un grado, por pequeño que sea, de estima por la causa nacional, sea parte de esa epopeya.

Lo está esperando gran parte de la sociedad, y por eso reprocha esa ausencia, y los que lo han representado de alguna manera en los últimos gobiernos deben hacer su parte sin especulación.

Por supuesto que el peronismo, eso que definimos como tan difuso en su identidad, deber ser parte principal de esa tarea. Pero asumiendo esa fragilidad conceptual debe asumir la generosidad de una amplia convocatoria, sin exclusiones, de todas las fuerzas con conciencia nacional y vocación popular.

En esa tarea de sumatorias, la descalificación de compañeros de cualquier matiz debería ser considerada como un atentado irresponsable para esa construcción: no es que la unidad sea por sí misma el principal valor del Movimiento, pero es la condición necesaria para el avance de una alternativa política de magnitud. La tarea para oponerse al desastre exige generosidad y conducta, evitando rencillas que ofrecen claramente una oportunidad al avance del gobierno. En tal sentido, toda alternativa que se postule dentro de este amplio campo conceptual será valiosa, en la medida que respete a otras y que participen ellas, todas, de la necesidad de reunirse para enfrentar esta coyuntura vital para nuestro futuro. El valor esencial es el acuerdo con todo lo que implica lo nacional, la defensa y promoción de las diferentes soberanías, y de lo popular, las políticas de inclusión, de trabajo y empleo, de industria y tecnología, de salario digno, de justicia social. Todo lo contrario de lo que predica y destruye el actual gobierno.

Para todo lo cual, el Movimiento debe crear con urgencia una referencia política que implique una esperanza. Aunque sea interina, provisoria. Una referencia basada en personalidades de distinto origen y de probada lealtad, sin pretensiones electorales, pero de trayectoria de lucha y que represente todas las variantes actuales del nac&pop, sin lo cual no hay esperanzas de crecimiento de una oposición nacional. Una conducción amplia en su espectro, pero de pocos militantes y dirigentes, que tenga como misión definir las características de la oposición a la entrega del país, por una parte; y por la otra el avance en la creación de las condiciones para que los diversos conglomerados del Movimiento Nacional y Popular, los principales grupos que compondrán esa gran fuerza política, compitan en su conducción y articulen entre todos grandes políticas de futuro y una nueva manera de vincularse con la sociedad.

 

 

 

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