Organizarse garpa

Pobladores del Delta unidos en defensa de su interés colectivo

El aislamiento no impidió que antiguos y nuevos pobladores se unieran para exigir derechos.

 

La población del Delta del Paraná es escasa, se distribuye por el extenso territorio de forma muy dispar (concentrada en las zonas más cercanas a las orillas del continente), por lo cual no hay lugares donde los isleños puedan conocerse, socializar entre sí (el principal espacio para ello es, por lejos, la lancha colectiva de transporte que circula con muy contados servicios diarios o semanales, y en segundo lugar el puerto fluvial), de manera que las condiciones geográficas de vida ya inducen a los isleños a ser personas solitarias.

Hasta hace 30 años la electrificación en el Delta casi no existía (las pocas líneas eléctricas surcaban a lo largo de un par de ríos cercanos a la ciudad de Tigre, alcanzando a muy pocos hogares) hasta que se privatizó Segba, la empresa estatal, cuando se impuso como condición del pliego licitatorio que quien resultare adjudicatario del servicio eléctrico debía ocuparse de electrificar el Delta del Paraná. La nueva empresa concesionaria, Edenor, de capitales privados, se puso a hacerlo sin siquiera un estudio previo de la zona, como si el Delta fuera una extensión del continente, sin tener en cuenta su carácter de humedal.

Esta falta de adecuación del servicio a la región del Delta hace que el mismo tenga a 30 años de instalado innumerables problemas técnicos insalvables por aquel pecado de origen: obstáculos e interrupciones que no sólo dejan a los pobladores sin luz, también afectan la vida cotidiana (arruinando heladeras, acondicionadores frío y calor, alarmas, televisores, bombas de agua) e imposibilitan la provisión de agua del río mediante bombas eléctricas para cargar los tanques de almacenamiento y purificación. Sin agua, la higiene del hogar isleño se hace muy problemática, mientras la vida cotidiana se transforma en pesadilla.

En la actualidad, especialmente a partir de la pandemia por Covid-19, casi toda la población procuró y logró acceder a comunicaciones celulares, ya que las circunstancias sanitarias en aislamiento la obligaban a ello, y desde entonces los isleños mantienen esa comunicación (en los lugares adonde llegan señales de telefonía digital, no en todo el Delta). Esto es un avance muy importante y para casos de emergencia ni qué hablar; ¡siempre y cuando haya señal! Porque a su vez la señal depende de antenas retransmisoras localizadas en las islas, que cuando se interrumpe el servicio eléctrico dejan de funcionar.

Por otra parte, desde el inicio de la pandemia y en especial por motivos de sanidad una cantidad de personas/familias se mudaron al Delta (principalmente a la 1ª Sección, la más cercana al puerto de Tigre) y se establecieron allí. Buena parte de esa población es gente de ciertos recursos, varios poseen lancha propia, con la cual van al continente alguna vez por semana por trabajo y para conseguir provisiones. Son personas que trabajan mediante Internet, por lo cual pueden permanecer en las islas en tanto tengan energía eléctrica y señal para conectarse virtualmente.

La afluencia de nuevos pobladores con mayor poder económico, personas abruptamente insertas en el Delta trayendo hábitos de vida distintos, conservando relaciones de trabajo informales aunque sostenidas con organizaciones del continente (públicas y privadas), está modificando relativamente el paisaje humano en las islas y –ya en algo se observa también– las relaciones con los demás pobladores.

Un caso del mayor interés para los nuevos isleros es el de la energía eléctrica, ya que de ésta depende que haya o no señales de celular y conexiones a Internet, que utilizan para trabajar. Alguno que otro que necesitaba una conexión continuamente estable de altas prestaciones recurrió al servicio satelital, aunque es mucho más caro que los convencionales y ante cortes de energía requiere alguna otra fuente para hacer funcionar las computadoras. Varios nuevos pobladores han recurrido a ese tipo de conexión, quedando muchos otros sin hacerlo, pendientes del funcionamiento del servicio eléctrico. Por ello, el grupo de pobladores isleños relacionados a través de un grupo virtual ad-hoc para gestionar ante la concesionaria eléctrica los reclamos por cortes y las mejoras del servicio para que no sufra tantas interrupciones tuvo el agregado de los nuevos isleros más activos al respecto, ya que vienen de costumbres electro-dependientes y porque –aunque en menor medida que quienes adoptaron conexión satelital– ellos también precisan conexión a redes telefónicas y de Internet que funcionen; y para ello, como condición previa, tiene que normalizarse el sistema eléctrico en las islas.

De allí que desde entonces las protestas y reclamos por mejor servicio eléctrico se hayan potenciado y al grupo existente se le sumó un nuevo grupo virtual, actuando ambos de manera independiente. Es interesante destacar que el más numeroso y antiguo, el denominado Control Ciudadano Delta (CCD), se inició con algunos pocos integrantes en 2015. Es un grupo autogestionado, cuyo funcionamiento es virtual y llega ahora a más de 500 cuentas/hogares conectados, localizados en las tres secciones del Delta más próximas a Tigre y San Fernando continentales, los municipios donde viven.

Desde su creación, el CCD se concentró en fomentar los reclamos por cortes de energía (prolongados y repetidos) y fallas técnicas (baja o alta tensión, micro cortes, cables cortados o con ramas encima), que son muy frecuentes y a veces llegan a durar varios días seguidos; recepcionar esos reclamos y gestionarlos agrupadamente ante la distribuidora para de esa manera tener más poder de representación de los isleños y hacer de interlocutor ante la problemática técnica especial, por ser el delta un ecosistema relativamente reciente (en tiempos geológicos) de suelos poco estables, donde la erosión del agua resulta un factor de importancia a la hora de fijar estructuras que deben permanecer inmóviles, las mareas altas sacuden todo lo que se encuentra fijado a las islas, la abundante, frondosa y alta vegetación suele perder algunos árboles (enteros o partes grandes) durante las tormentas de viento, y otras particularidades necesarias a tener en cuenta para que el servicio eléctrico pueda funcionar adecuadamente en las condiciones normales estipuladas por el contrato de concesión firmado entre el Estado y la empresa.

Para ello, los coordinadores del grupo entendieron que debían ayudar a la mayoría de los pobladores a entender cómo reclamar (llegaron a hacer instructivos mediante videos explicativos) y a entender la importancia de que realicen el seguimiento de los respectivos reclamos ante la empresa (y eventualmente ante el ente regulador) de manera que cada reclamo llegue a obtener la respuesta apropiada y merecida (yendo los técnicos de la empresa a subsanar árboles caídos sobre las líneas eléctricas, postes de luz caídos, cables y transformadores en mal estado), y cuando correspondiera tuvieran la respectiva compensación monetaria, contemplada por la normativa específica.

Asimismo, con el correr del tiempo y la incorporación al CCD de más gente procedente de distintas islas se designaron responsables por zonas que tuvieran problemáticas similares (por ejemplo, un transformador defectuoso que afectaba a muchos usuarios, el cruce del río de un cable de media tensión que al no estar en buenas condiciones afectaba a una isla entera). Cabe destacar que semejante organización con responsables generales o zonales se fue dando casi espontáneamente a medida que se iban incorporando más pobladores y se daban cuenta de lo importante que resulta el CCD para ayudar a detectar y resolver los problemas para que volviera más rápidamente la electricidad. Para ello también se cuenta con la colaboración de los vecinos afectados, que son los mejores conocedores de la zona de isla donde viven. Muchas veces ellos mismos despejan las picadas por donde pasan las líneas de media tensión en procura de allanarle el acceso a los técnicos de la empresa.

Toda la organización del CCD se ha ido dando por voluntarios que espontáneamente se responsabilizan por las diferentes funciones absolutamente ad-honorem, sin recibir un peso, como trabajo solidario con los isleños (incluyéndose a sí mismos) y para el bienestar general del Delta, ya que con un servicio eléctrico tan deficiente se inhibe la mayoría de los desarrollos productivos y por ende se dificulta que la población (especialmente las generaciones nuevas) quiera quedarse en las islas, despoblándose el Delta, tal como viene ocurriendo desde hace décadas.

Entre las gestiones realizadas, los administradores del grupo CCD procuraron y lograron reuniones especiales con los funcionarios reguladores (del ENRE), a quienes –además de llevarles una estadística detallada de interrupciones del servicio en las islas, junto a una comparación con otras zonas del continente, para reclamar que el ente tenga mejor registro (focalizado) de lo que sucede en el Delta– explicaron las implicancias especiales de los cortes de servicio en las islas y la necesidad de invertir en un sistema alternativo de provisión energética, por ejemplo mediante energía solar, sobre el cual aportaron un estudio de prefactibilidad, para que en el Delta la población pueda vivir sin tantos problemas eléctricos y daños emergentes (heladeras, acondicionadores de aire, computadores, televisores afectados por los cortes).

A partir de la organización del CCD, en algunos arroyos de la zona más poblada (1ª. Sección) se reprodujo espontáneamente y a los efectos prácticos una organización al nivel local (del arroyo) responsable de las mismas funciones relacionadas con los cortes eléctricos que, a su vez retransmite los reclamos locales al CCD y facilita mediante información y conocimiento a los pobladores locales para la realización de los correspondientes reclamos.

Notablemente, esta organización local (cuyo único vínculo es un grupo voluntario virtual) fue creciendo a partir de la pandemia, cuando llegaron los nuevos pobladores, y actualmente desde la misma se ha llegado a gestionar la solución a otro problema local como es la conexión física (intraisla, a pie), habitualmente interrumpida por canales de agua que la dificultan o imposibilitan. Esto ha ocurrido en más de una oportunidad cuando un vecino plantea la existencia del obstáculo, propone al grupo gestionar la construcción o mejoramiento de un puente o/y pasarela, pedir presupuesto, solicitar contribuciones voluntarias, ocuparse de recepcionar el dinero, arreglar con quien se ocupará de realizar el trabajo y de la implementación efectiva de la solución. Actualmente, el mismo grupo local gestiona la compra entre varios vecinos de plantas frutales y otras para abaratar costos de flete.

A lo largo de la nota se pudo ver cómo a partir de la necesidad de un subgrupo de pobladores recién llegados se dinamizó sin mayores conflictos a la población establecida y entre todos potenciaron la defensa del derecho vulnerado de los isleños a la telecomunicación y a tener un servicio eléctrico que funcione adecuadamente.Ello fue logrado en buena medida porque ya existía una organización previa en el Delta (el CCD) para los reclamos por la electricidad. Y al poco tiempo, el haber logrado solidariamente el mejoramiento eléctrico mediante el CCD alentó a que los vecinos de un arroyo tomaran confianza para plantearse otros objetivos comunes de importancia a nivel local, como es mejorar la transitabilidad al interior de la isla por tierra.

Cabe añadir que los logros alcanzados se fundan en el esfuerzo de mucho tiempo de algunos isleros gestores del CCD, que no sólo tienen que dedicar cotidianamente muchas horas ad-honorem a la atención de los reclamos y las gestiones, sino que han tenido que ser muy claros y firmes en la administración del grupo virtual para evitar que conflictos entre personas y/o entre partidarios políticos –durante años muy convulsionados en la materia– echaran a perder el grupo.

La experiencia social aquí relatada tiene ya una duración de una década y quiero destacar cómo, en el contexto de cuasi-encierro por aislamiento de la vida en islas, gracias al liderazgo natural de algunos individuos –luego reemplazados por otros– ha primado el interés colectivo, lográndose importantes mejoras en la vida cotidiana con el funcionamiento mejorado del servicio eléctrico. Y esto ha dejado una enseñanza que algunos aprovechan más localmente para seguir logrando mayor bienestar en otras facetas importantes de la vida.

Entiendo que hay bastante que aprender acerca de estas iniciativas colectivas de base, iniciadas por un puñado de individuos que encuentran algunos otros que hacen espontáneamente de relevo, intentando generar vidas más satisfactorias para todos y también una sociedad más integrada.

Quizás resulte raro focalizar el relato de experiencias colectivas de construcción social en el contexto político actual, que atenta contra acciones colectivas como las analizadas. Pero coincidiendo con Javier Auyero: “No es un impulso romántico ni populista lo que nos llevó a indagar y escribir sobre estas experiencias. La necesidad de registrarlas se derivó tanto de la desesperación y la angustia que sentimos frente al sufrimiento social como de la esperanza que estas iniciativas iluminan”.

 

 

 

 

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