ORGULLO Y HUMILDAD

Sigamos adelante con humildad pero con firmeza, sin perder la paciencia frente a las provocaciones

 

Un cura salesiano que tuvimos como profesor nos dijo alguna vez: “La humildad consiste en conocerse lo suficiente a uno mismo, como para evitar la soberbia y huir de la falsa modestia. La soberbia ofende porque humilla y la falsa modestia ofende porque miente”.  Esta introducción viene a cuento de los reiterados llamados del Presidente de la Nación, al orgullo colectivo de los argentinos por lo logrado en la lucha contra la pandemia del corona virus. No faltan los que cuestionen esta convocatoria presidencial a la autoestima. Son muchas las bromas que sobre nuestra exagerada autovaloración se cuentan y difunden, especialmente en los países de nuestra América mestiza. Quiénes hemos tenido el honor de servir como representantes argentinos en alguna de estas naciones hermanas las conocemos bien. Muchas veces, debemos reconocer, no faltan las razones que las justifican. Esto no significa que dejemos de enorgullecernos de los logros legítimos acumulados a lo largo de nuestra historia.

Veamos un ejemplo. El hecho indiscutible de que la Guerra del Atlántico Sur haya sido  el producto de una especulación miserable de la tiranía criminal que se derrumbaba no nos impide recordar con sano orgullo, el coraje y patriotismo de quienes dieron su vida defendiendo nuestra soberanía. Todos los años recordamos a nuestros veteranos de guerra, a los muertos en combate y a los que se quitaron la vida a su regreso. Y está muy bien que así lo hagamos.

El Presidente de la Nación ha mencionado en todas sus intervenciones al esfuerzo de nuestro pueblo por respetar las normas de autoprotección y de cuidado por la salud de todos. Estas conductas, al decir del jefe del Estado, deben enorgullecernos justificadamente y ser mantenidas para que esta pandemia no se desborde sin control.

Este orgullo al que se refiere Fernández tiene su justificado fundamento. No sólo ha mostrado la velocidad de reacción de nuestro gobierno y la inteligencia de convocar a los mejores infectólogos y epidiemólogos del país, sino también la capacidad de sumar a esta tarea preventiva a aquellos miembros destacados de la oposición que tienen la responsabilidad de gobernar. A ellos también el reconocimiento por haberse sumado al esfuerzo, permitiéndonos exhibir ante nosotros mismos y el mundo, una unidad en la adversidad que lamentablemente no pueden lograr países muchos más ricos y desarrollados. Las imágenes que presentan al Presidente junto al Jefe de Gobierno de la CABA y al gobernador de la Provincia de Buenos Aires tienen una potencia que nos permite fortalecer la confianza y valorar el esfuerzo que venimos haciendo.

Mientras tanto, los escribas y juglares del odio y el desencuentro ya toman impulso para volver a hacer lo que siempre hicieron: conspirar contra los gobiernos populares y ser voceros de los intereses que han saqueado nuestros recursos e hipotecado nuestra esperanza. Hoy mismo, seguramente los veremos en sus editoriales y columnas de opinión. El orgullo cuando está avalado por hechos y conductas, también sirve para inmunizarnos contra las nuevas embestidas reaccionarias.

Haber convocado en medio del sufrimiento de un pueblo que teme pero no se entrega a golpear cacerolas para denunciar supuestas liberaciones masivas de criminales es un acto deleznable. Nuestra respuesta serena a los intentos de manipulación mediática debe ser el fortalecimiento de  la confianza en quiénes tienen responsabilidades de gobierno, tengan la filiación política que tengan. Los marginales que usan las redes y los medios para sembrar cizaña tendrán el castigo que merecen: su fracaso.

Finalmente y para sumar a las menciones hechas por el Jefe del Estado, nos permitimos señalar que la Argentina tiene en materia de víctimas fatales un índice de 0,062 muertos por millón de habitantes, Estados Unidos tiene 2,28, Reino Unido 4,5, Italia 4,9, España 5,5, Francia 3,9, Holanda 3,0 y Suiza 2,0. ¿Esto significa que hemos terminado con la amenaza de la pandemia? Solo pensarlo sería una estupidez, pero nos permite alentar la convicción de que estamos en la buena senda.

Sigamos adelante con humildad pero con firmeza, sin perder la paciencia frente a las provocaciones de quienes pensaron que nunca más estaríamos de vuelta.

 

 

 

 

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