OTRA VEZ SOPA (MENOS MAL)

Para el desarrollismo, el desarrollo económico determina el desarrollo social

 

Las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) inician la secuencia eleccionaria presidencialista en la cual el país es llamado –otra vez y menos mal que otra vez— a decidir si ahonda la dependencia del subdesarrollo, con todas sus lacras, que augura la poco o nada probable continuidad del oficialismo, o retoma el sendero que lleva a la sociedad integrada y desarrollada.

Desde 1983 no se logra estabilizar una coalición que exprese el interés nacional de integrar la sociedad y desarrollar sus fuerzas productivas. Por los recovecos de las dudas, renuncias, retrocesos y falta de miras históricas de franjas decisivas del movimiento nacional, es que se han colado las fuerzas reaccionarias que una y otra vez llevaron al país a encrucijadas como la de estos días. El proceso político ha abierto otra vez las puertas, pero lo que en oportunidades anteriores y en resumidas cuentas impidió traspasar el umbral fueron las rémoras en la claridad conceptual sobre los medios a través de los cuales el movimiento nacional buscó alcanzar sus objetivos. Esta es una condición necesaria, aunque no suficiente, para arribar a una sociedad regida por una democracia razonable.

Es menester escombrar el terreno de la relación entre el desarrollo económico y el desarrollo social, en el sentido de que más allá de la interacción entre ambos procesos, es el desarrollo económico el que determina en última instancia el desarrollo social.

Esta jerarquización, además de poner de manifiesto lo que parece obvio pero no lo es: que es preferible un producto bruto más alto que uno más bajo, impele a ser cuidadoso cuando se ensaya la explicación de la rémora en el desarrollo de la Argentina por el bloqueo que produce su inserción en las relaciones económicas mundiales. Dinamitar esas relaciones no es un opción para el desarrollo social. El objetivo de cambiar la inserción sobre la base de las reglas de juego del sistema sí. Lo que no implica, ni mucho menos, hacerse amigo del juez.

 

Torrado, sin azúcar

La socióloga Susana Torrado, desde su especialización demográfica, ha hecho indudables y valiosos aportes a la comprensión del proceso político argentino. Generalmente es recordada porque fue la investigadora del Conicet que, a principios de los '90, Domingo Cavallo mandó a lavar los platos, como respuesta al reclamo por la debacle presupuestaria del organismo.

En lo que hace a la ligazón entre desarrollo económico y desarrollo social, el análisis de Torrado sobre la etapa 1945-1983, no ha perdido vigencia puesto que la canción sigue siendo la misma. Esos análisis resumen buena parte de las ideas que hoy andan dando vuelta sobre esta cuestión compartida por una buena cantidad de autores. Torrado, en esos trabajos, no pudo vencer cierta cantidad de prejuicios –si es que se lo propuso— que silentes o ruidosos suelen estar muy presentes en los análisis relacionados y oscurecen más que aclaran sobre la eficacia de los caminos a seguir por los gobiernos nacionales y populares.

Para tipificar la “estructura social de la Argentina” entre 1945 y 1983, Torrado define tres estrategias:

  1. Justicialista (1945-1955);
  2. Desarrollista (1958 -1972);
  3. Aperturista (1976-1983).

Desde el vamos es por lo menos curioso que se le aplique el rasero a la etapa desarrollista y se nivele a Rogelio Frigerio (el abuelo) con, por ejemplo, Adalbert Krieger Vasena o José María Dagnino Pastore, o el breve interregno de Arturo Humberto Illia.

En vez de ver en las administraciones que se sucedieron desde 1962 como relativamente impotentes para frenar el impulso dado por las políticas del frondizismo, porque eran reacciones emanadas del viejo país que se quería cambiar, Torrado mezcla todo e infiere que la “estrategia desarrollista” se sostuvo en una alianza de la burguesía nacional con el ¡capital extranjero! Por caso, las empresas automotrices impulsaban la integración regional, porque les era más barato producir en Brasil y vender en la Argentina, con lo que quedaba el tendal de autopartistas, tal como en 1967 lo denunció Frigerio en una reunión de economistas en la que fue muy maltratado por esa causa. ¿Dónde está la alianza que observa Torrado?

Torrado indica que durante la etapa desarrollista se registró crecimiento al margen del consumo. En otras palabras, en la óptica de Torrado esta etapa se caracterizó por el énfasis en la inversión y el desdén al consumo. Eso es algo que no tiene fundamentos serios o atendibles. En el capitalismo no existe la alternativa de crecer o bien por el lado de la oferta o bien por el lado de la demanda. No se puede por la primera, y únicamente el crecimiento es posible por el incentivo a la segunda. En lo que respecta a las inversiones, las hay que amplían la producción y las que la intensifican. Para decir que la acumulación es materialmente imposible sin aumento de los salarios es menester demostrar que la parte técnicamente necesaria de la primera categoría es tal que el incremento de la producción de los bienes de consumo final, que de allí resulta, supera el aumento natural de la población. Esta prueba jamás ha sido presentada.

Como corolario y en reversa, en cierta etapa el sistema capitalista no puede ni disminuir ni dejar de aumentar los salarios, de lo contrario va derecho a encontrarse cara a cara con la crisis. Librado a su propia suerte, tampoco puede aumentarlos y allí radica su contradicción. Contradicción que resuelve el Estado a través de ponerle plata en el bolsillo a la gente cuando ha desaparecido de esos lugares que solía frecuentar, como está sucediendo durante estos difíciles tiempos.

Entendamos bien el punto. Un aumento de los salarios es un estímulo de la actividad y un acelerador del crecimiento en cualquier momento. En cierto momento tal aumento aparece como una condición necesaria de la existencia misma del sistema. Pero, tal aumento no es una condición de existencia del sistema en cada momento. Durante una parte considerable de la historia argentina en particular, y de la del capitalismo en general, el sistema se desarrolló a través de una serie de contradicciones y crisis, pero se desarrolló sin ningún aumento significativo de los salarios, en la medida que la reproducción ampliada fue motorizada por otros dos elementos: el consumo personal de los empresarios y las exportaciones, o sea, de los otros componentes de la demanda. Lo que sucedió durante la etapa desarrollista fue que los salarios no pararon de subir su poder de compra. Y es esa dinámica la que debe ser puesta en vigencia si el gatomacrismo es derrotado en las urnas.

Por otra parte, los bienes de consumo no son el objeto exclusivo de las ventas que generan beneficios. Los medios de producción pueden serlo también. Lo que es la clave del asunto es que en el sistema capitalista, las ventas de medios de producción no pueden servir de sustitutos a las ventas de bienes de consumo; son una función creciente de estos últimos. Lo paradójico es que Torrado razona sobre el desarrollismo como si fuera la política de una economía planificada. En la dinámica de la economía planificada es el consumo de mañana el que determina la inversión de hoy, mientras que en la de mercado, es el consumo de ayer. La diferencia es que el consumo de mañana uno lo puede proyectar, mientras que el de ayer debe de haber existido. Que se haya crecido como se creció en la etapa desarrollista, prueba que el consumo de ayer existía.

 

 

Estructura social

Respecto de la estructura social, sobre la base de este análisis asentado en falsa escuadra, Torrado concluye que el desarrollismo la estropeó y fungió en esta cuestión de fase inferior del modelo aperturista. Puntualiza Torrado que “[…] a pesar de perdurar la noción ideológica de que en la Argentina del desarrollismo continuó operando un Estado benefactor, en realidad, desde fines de la década del '50 ya se produce un retroceso generalizado de la acción pública en materia de bienestar social [que] si bien […] indujo un elevado crecimiento económico global y una innegable modernización de la estructura social, ambos elementos se lograron al precio de marginar a una parte considerable de la población de los logros del desarrollo […] En otras palabras, muchos de los fenómenos por los que sería posteriormente anatematizado el modelo aperturista, se inician en realidad durante la vigencia del desarrollismo”.

La profusión de cuadros y datos que aporta Torrado para apoyar su observación deja a un lado el PBI per cápita, la mejor medida disponible de bienestar. Durante la estrategia Justicialista (1945-1955), el PBI per cápita creció a razón de 1,29% anual, durante la Desarrollista (1958 -1972) a casi el doble: 2,36% anual y en el lapso Aperturista (1976-1983) declinó a razón de (-1,08) % anual. El Gini en 1961 era de 0,425 y en 1974 de 0,364. En vez de ver que el motor de fondo de la violencia política creciente, que culminó en el golpe genocida de 1976, era para frenar a los sectores populares que avanzaban gracias al modelo desarrollista desplegado entre 1958 y 1962, Torrado se aplica a ponerlo en la picota argumentado en sentido negativo sobre el consumo de bienes durables, el gasto público y el consumo suntuario, como puntales característicos de la demanda en la etapa.

Es este tipo de planteos contradictorios que desorientan para encontrarle una razón de ser al conflicto que se postula entre los modelos de consumo y las Empresas Multinacionales (EMN). En tanto las élites tendieron a imitar el modelo de consumo de los países desarrollados antes e independientemente de la implantación de las EMN, estas últimas no hicieron otra cosa que producir localmente lo que importaban estas minorías. En esta forma, estas producciones tienen exactamente el mismo efecto beneficioso para la economía nacional que aquellos que serían destinados a los sectores pobres de la población. Si el efecto de la política desarrollista hubiera sido el de perturbar el consumo y provocar la desigualdad de ingresos, entonces, el único camino alternativo consistente a transitar era el de pura y simplemente importar los mentados bienes de lujo dado su precio más bajo en el mercado mundial. Eso fue lo que hizo entonces y hace hoy el modelo Aperturista.

Encima, los sectores que necesitan más capital por trabajador, como se dice en jerga: utilizadores de las técnicas más pesadas, son los que se agrupan en lo que se llama consumo masivo tipo alimentos, bebidas y tabaco. Los bienes de lujo, salvo muy raras excepciones, son muy mano de obra intensivos, esto es: usan poco capital por trabajador.

Si a partir de las PASO se consolida la coalición política que impulsa decididamente el desarrollo de las fuerzas productivas teniendo como eje el mercado interno, será un síntoma de que se aprendió la verdadera lección de la historia, se sortearon los malos entendidos y se vencieron los prejuicios. En otras palabras que la estructura social Desarrollista, fase superior de la Justicialista, por fin derrotó a la Aperturista.

 

 

 

 

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