Otro desafío a la agenda feminista

Los principales bancos públicos avanzan en la implementación de medidas con perspectiva de género

 

El sistema financiero como cúpula de concentración de riqueza y poder conforma un sistema patriarcal [i] en sí mismo. En el marco de la conmemoración de la lucha de las mujeres trabajadoras del pasado mes, consideramos importante incorporar la perspectiva de género a la hora de pensar herramientas financieras y desarrollar cuáles fueron los primeros avances en materia de igualdad llevados a cabo en los principales bancos públicos.

 

¿Por qué es importante pensar los bancos con perspectiva de género?

El sistema financiero en general, y las entidades bancarias en particular, constituyen un centro fundamental de reproducción de las desigualdades que existen en la sociedad y, principalmente, en la esfera de la producción y el trabajo. Desde el contenido que se propone en sus publicidades hasta los productos que ofrece en el mercado, el mundo financiero se encarga de sostener y alimentar determinados estereotipos de género[ii] que tienen un impacto directo y negativo no sólo sobre las mujeres y las disidencias, sino sobre la sociedad en su conjunto.

Un estudio realizado por el CEPA arrojó que, a la hora de comunicar masivamente algún nuevo producto o herramienta financiera, generalmente a las mujeres se las piensa (y muestra) como personajes superficiales dentro de la trama. Consumistas descontroladas y malas administradoras, deben estar siempre acompañadas por algún varón que se preocupe por las finanzas y recursos del núcleo familiar y que las asesore en sus gastos. A esta altura, sabemos bien que dicha idea no tiene nada que ver con la realidad de la mayoría de las mujeres que, por el contrario, se reafirman como grandes administradoras en la vida cotidiana, aun cuando tienen muy pocos recursos.

A su vez, numerosos estudios detallan los obstáculos que tienen las mujeres para acceder a créditos y productos financieros, ya sea por falta de garantías, historial crediticio o ingresos en blanco que le permitan demostrar solvencia.[iii] Por ello, entendemos que es necesario generar herramientas financieras que permitan superar esos impedimentos y “nivelar la cancha”.

Sin embargo, las desigualdades no se reproducen sólo hacia afuera. También hacia el interior de nuestras entidades bancarias existen mecanismos y estructuras que refuerzan las desigualdades de género y acentúan las brechas entre varones, mujeres y disidencias. Si bien en la mayoría de los bancos el personal se divide de manera equilibrada entre varones y mujeres (la participación de las disidencias merece artículo aparte) se observa que, a la hora de ascender en la pirámide jerárquica, las mujeres están muy poco representadas en los cargos gerenciales y puestos de toma de decisión. Por ende, tenemos como resultado un sistema financiero pensado principalmente por y para varones.

 

En busca de un horizonte de igualdad

En línea con la decisión política del gobierno nacional de poner en el centro la agenda de la igualdad, y atendiendo la realidad del sector financiero, a partir de diciembre de 2019 el Banco Central de la República Argentina (BCRA) promovió una serie de  iniciativas, productos y herramientas financieras para reducir las desigualdades de género. Estas acciones resultan de suma relevancia ya que, al ser ejecutadas por el ente regulador del sistema financiero, tracciona al resto de las entidades bancarias a pensar políticas promocionales para aquellos sectores de la sociedad que enfrentan mayores dificultades a la hora de insertarse en el circuito bancario. Todo esto es posible porque existe la voluntad política de trabajar fuertemente en la reducción de las brechas de género y de fomentar igualdad de oportunidades, trato y resultados para todos y todas  hacia el interior y el exterior del sistema financiero.

Como primera medida, el BCRA creó la Gerencia de Promoción de Políticas de Género, Resguardo del Respeto y Convivencia Laboral “con el objetivo de promover, desarrollar e implementar políticas respetuosas de los derechos, géneros, diversidad e igualdad dentro de la organización y del sistema financiero en general”. Desde allí se impulsaron acciones que resultaron clave para abordar la temática en cuestión. Por ejemplo, la aprobación del “Protocolo de intervención ante situaciones de violencia, acoso y/o discriminación”, que puso de manifiesto dos cuestiones centrales: por un lado, el reconocimiento institucional de que los hechos de violencia y, puntualmente, de violencia por cuestiones de género en el ámbito laboral existen y, por otro, la definición de que resulta indispensable contar con procedimientos seguros, rápidos y claramente preestablecidos para brindar asistencia ante tales hechos.

Otra iniciativa fue la redacción de una norma que postula que en los bancos “tanto la publicidad como el trato directo deben evitar prácticas o acciones que reflejen o promuevan visiones estereotipadas y jerarquizantes de los géneros, androcentrismo, lenguaje sexista, violencia mediática y/o simbólica contra mujeres y personas LGBTTIQ+”.

Un anuncio significativo y desafiante fue la validación de la utilización del lenguaje inclusivo en las comunicaciones, expedientes, formularios, documentación y producciones de la institución. En este sentido, el objetivo es migrar paulatinamente de la masculinización del lenguaje a la interpelación de todos los géneros.

Por último, otra acción no menor fue la realización del Primer Encuentro de Directoras de Bancos Públicos, que contribuyó a reforzar la importancia de que haya mujeres en los directorios de los bancos y en los cargos gerenciales. Ocupar esos espacios permite habilitar la posibilidad de pensar y diseñar políticas institucionales desde adentro de las entidades financieras –con miradas de diversidad– con el objetivo de generar ámbitos laborales más igualitarios e inclusivos y de ir corrigiendo las grandes desigualdades que hoy existen.

 

¿Cómo abordan los bancos públicos la agenda de género y diversidad? 

Los principales bancos públicos, Banco Ciudad de Buenos Aires, Banco de la Provincia de Buenos Aires (BAPRO) y Banco de la Nación Argentina (BNA) impulsaron acciones en materia de género, diversidad y derechos humanos que pueden resumirse en dos grandes grupos. Por un lado, aquéllas que buscan reducir las brechas hacia el interior de las instituciones y atender las situaciones de violencia en el ámbito laboral (protocolos contra las diferentes violencias existentes, revisión de licencias para cuidado y crianza, incentivos para que las mujeres ocupen lugares en la estructura jerárquica, entre otras). Por otro lado –en el entendimiento de que no existe un cliente universal o único–, las medidas que promueven la elaboración de herramientas financieras que se adecúen a cada realidad. En este caso, las entidades bancarias se hacen cargo de las brechas de ingresos y los mayores obstáculos que enfrentan las mujeres a la hora de acceder a financiamiento.

En referencia al primer grupo de medidas dirigidas a subsanar las desigualdades hacia el interior de las instituciones, en los tres bancos se creó un espacio dedicado especialmente a elaborar una agenda y realizar un abordaje integral de las problemáticas relacionadas a las desigualdades y violencias por cuestiones de género en el ámbito laboral. En el caso del BNA y BAPRO se crearon Gerencias de Género, Mujeres, Diversidad y Derechos Humanos. El Banco Ciudad, por su parte, cuenta con un Comité de Políticas de Género para llevar a cabo esa tarea. Uno de los principales resultados de estos espacios fue la elaboración de protocolos internos para el abordaje de situaciones de violencia y discriminación en el ámbito laboral. Asimismo, se impulsaron capacitaciones de la Ley Micaela, principalmente para cargos de alto rango en cada una de las estructuras, que en el caso del Banco Ciudad alcanzó a todo el personal de la entidad.

Otra decisión importante fue la adhesión por parte del BAPRO y del BNA a la Iniciativa de Paridad de Género (IPG)[iv] que cuenta con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Foro Económico Mundial (WEF). En este sentido, podemos mencionar la firma de un convenio entre el Banco Ciudad y la Defensoría del Pueblo para la promoción conjunta de la inclusión financiera, las buenas prácticas y las políticas de género y la participación de dicho banco en el programa Ganar-Ganar de la Organización de las Naciones Unidas (ONU),  que evalúa y asesora sobre los problemas de brechas de género existentes hacia el interior de la organización, tanto respecto a las políticas relacionadas con su personal, como con los clientes. En el reciente 8M se lanzó un programa de sponsoreo con la intención de generar herramientas para que las mujeres puedan romper el techo de cristal y acceder a los puestos de dirección. Finalmente, desde el BAPRO se adhirió al uso del lenguaje inclusivo impulsado por el BCRA y el Banco Ciudad realizó una revisión del régimen de licencias orientadas a los cuidados que prioriza un sistema de crianza compartida.

En relación con el segundo grupo de medidas, el Banco Ciudad fue pionero en desarrollar  acciones orientadas a resolver la desigual participación y acceso de mujeres y varones al sistema financiero. Cuenta con líneas de créditos pensadas y dirigidas exclusivamente a mujeres emprendedoras y además de una tasa preferencial, brinda a las usuarias capacitaciones a través del Instituto Pyme (digitalizado a raíz de la pandemia).

Por su parte, tanto el BAPRO como el BNA cuentan con líneas de crédito que proponen un esquema de tasa preferencial para aquellas pymes que estén conducidas o presididas por mujeres y/o cuenten con paridad de género en su directorio. A su vez, el BNA refuerza el beneficio de tasa para aquellas microempresas pertenecientes a mujeres.

En conclusión, si bien los avances registrados son significativos, aún queda mucho por hacer. Para ello resulta imprescindible sostener el compromiso, del sistema financiero en general y de los bancos públicos en particular, de trabajar mancomunadamente en la construcción de un horizonte de igualdad. 

 

 

 

 

[i] La noción de patriarcado se utiliza para definir un sistema universal y transhistórico de estructuras políticas, económicas, ideológicas y psicológicas a través de las cuales los hombres subordinan a las mujeres.

[ii] Los estereotipos de género son ideas o creencias arraigadas en la sociedad relacionadas con cuál es o cuál debería ser el rol de los hombres y las mujeres.

[iii] A raíz de la división sexual de trabajo, entre otros factores, las mujeres se insertan en el mercado laboral formal en menor medida y en peores condiciones que los varones. Esto sucede principalmente por la dificultad para conciliar su vida laboral con la responsabilidad de las tareas domésticas y de cuidado que comúnmente queda en manos de las mujeres. Una de las consecuencias más inmediatas se relaciona con la falta de ingresos demostrables y, por ende, la dificultad de acceder a productos financieros como, por ejemplo, créditos.

[iv] La IPG es una iniciativa público privada. Las organizaciones que adhieren a la misma llevan a cabo procesos de mejora que les permiten posicionarse como líderes en diversidad e inclusión.

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