Panic Show

Los casos de Covid-19 en la TV argentina, un modelo de negocios

Este miércoles, la pareja real de los noticieros argentinos estuvo separada. Rodolfo Barili y Cristina Pérez salieron al aire de Telefé desde sus casas, que para decepción de los televidentes fanáticos, no son la misma. Antes de presentar las noticias, se anunció que los conductores esperaban en vivo el veredicto del hisopado al que habían sido sometidos.

La expectativa crecía durante la emisión, y sus seguidores cenaban con el santo en la boca. En pantalla, los conductores parecían extrañamente tranquilos ante la perspectiva de estar infectados por una enfermedad potencialmente mortal.  Cerca de las 22 se revelaron los resultados y el zócalo festejó la buena nueva: “Los hisopados a Rodi y Cris, negativos”.

La calma del dúo previo al anuncio no se debía a su profesionalismo ni a un aplomo sobrenatural: el resultado les fue comunicado minutos antes del comienzo del noticiero, y el crescendo de tensión fue nada más que una guionada puesta en escena de la incertidumbre. La responsabilidad social informativa, bien, gracias.

Somos diferentes

En pos del rating, esta escandalosa banalización de un tema que mantiene en vilo a la sociedad argentina también revela una faceta del comportamiento de las empresas de medios: la eterna deferencia a las caras de la pantalla.

Si bien el caso de “Rodi y Cris” reviste matices espectaculares que lo distinguen, no es único ni se limita a Telefé.  Varias empresas se encargaron de forma autónoma de testear a sus trabajadores que podrían estar en la mira del virus a raíz de sus contactos con otros infectados o su paso por espacios donde se registraron casos. Pero claro: no a todos. Las figuras de cada canal tienen prioridad, a veces, incluso, por sobre los trabajadores técnicos de TV y de prensa que sostienen los contenidos.

Cuando en el medio de la tormenta se halla un personaje famoso, los estrictos protocolos para determinar cuándo un contacto es “estrecho” se flexibilizan. Es así como conocemos sobre los positivos de algunos de los invitados al programa que conduce Lizy Tagliani en el canal de las pelotas. Sin embargo su carácter de –hasta ahora— asintomáticos no les haría elegibles para ser testeados de acuerdo al protocolo si llamasen a su prepaga para contarles la sospecha o si  fuesen atendidos en el sistema público. Al cierre de esta nota, también se conocieron los análisis negativos por Covid-19 de participantes en el ciclo de Verónica Lozano en Telefé, bajo la misma premisa: primero los famosos.

El caso del periodista deportivo Quique Sacco es paradigmático. Ante la noticia de su positivo, conocida tras un raid mediático para promocionar su desembarco en Radio Del Plata, fueron testeadas o aisladas voluntariamente por prevención otras figuras que lo entrevistaron o tuvieron contacto con él. Pero esta priorización del cuidado no se hizo extensiva a los simples trabajadores de prensa que también formaron parte del detrás de escena del tour publicitario. Tal es el caso de un camarógrafo de noticias de ARTEAR (Canal Trece y TN), que tuvo que rogar a su empleador por la autorización de aislarse por 14 días, como establece el protocolo, más allá del resultado del examen. La petición fue denegada. Además de participar en una entrevista al periodista, el trabajador es familiar de un contacto estrecho de Sacco, que afortunadamente testeó negativo después de un par de días.

Ante la posibilidad de hallarse en contacto con casos sospechosos de la enfermedad, no fueron pocos los trabajadores de distintos canales que se vieron obligados a solicitar licencias por vacaciones. Las empresas que los emplean no consideraron que servía a sus intereses otorgarles días para cumplir con el aislamiento a modo de prevención, por no configurar estrictamente “contactos estrechos”. Tomar estas licencias representa un menoscabo económico para los trabajadores que eligen aislarse, y la presión por proveer para sus familias muchas veces desincentiva este tipo de precauciones, con el peligro que puede aparejar la asistencia al lugar de trabajo.

En algunos casos, son los flujos de trabajo habituales en los informativos de televisión los que hacen agua en contexto de pandemia. “Hace 29 años que trabajo en la calle y soy un kamikaze. Cuando cubro una noticia de riesgo, normalmente sé a lo que me expongo. En la represión del Indoamericano paré a cuatro policías que le pegaban a un chico en el piso. Y sabía que me arriesgaba a que me lo hiciesen a mí. Esto es distinto, porque el virus es una amenaza nueva, invisible, y es difícil medir hasta donde te exponés. Mi mujer se levanta a la noche angustiada porque no sabe si mañana voy a volver a casa enfermo”, relata Nacho Marcalain, camarógrafo del Trece y TN.

“Tradicionalmente nos mandan a hacer notas sin detallar demasiado qué vamos a cubrir o en qué condiciones. Pero ahora eso es más peligroso que nunca. Nos piden trabajar de maneras que considero inseguras, como entrevistar a una familia completa que volvía a su casa tras ser internada por Covid-19 sin que les hayan confirmado que ya no contagian más. La empresa deberían cuidarnos y permitirnos decidir cómo cubrimos algo así”, agrega  Marcalain. “Termina dependiendo de nosotros poner ese límite, contra la presión de la empresa”, concluye.

Para saber dónde poner ese límite, la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN) y el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), de actuación en el área del país más afectada por la pandemia, decidieron tomar cartas en el asunto y promover instancias de conversación con la asesoría de la Sociedad Argentina de Infectología, que echan luz sobre las estrategias de prevención.

Esencial

Tomando las funciones de su famosa abuela, Juana Viale conduce las mesazas de Mirtha Legrand en el Trece durante el aislamiento social obligatorio. Los cuestionamientos en redes florecen ante cada emisión del emblemático programa: “¿Por qué Juanita puede comer con cinco personas y la gente común no puede ver a sus amigos o almorzar con sus familias?”, es la queja más escuchada cada domingo.

Pese a que la insistencia en mantener intactos los formatos de siempre es a todas luces un peligro, la esencialidad de la televisión como entretenimiento y vehículo informativo no puede ser puesta en cuestión. Dispersarse y conectar son dos necesidades vitales en un contexto de aislamiento social. Hay más demanda de contenido que nunca, y es responsabilidad de las empresas brindarlo de manera segura para quienes lo generan.

Para Agustín Lecchi, trabajador de la Televisión Pública y dirigente del gremio de prensa, la cuestión informativa es central: “El periodismo tiene la obligación de dar información fidedigna a toda la ciudadanía, y en un momento de emergencia, nuestro rol es esencial. La televisión es una herramienta fundamentales para esto. Hay muchas regiones del país y sectores demográficos donde otros medios no tienen la penetración y el alcance necesario para garantizar el derecho a la información”. Y sostiene: “Frente a los discursos que expresan los intereses de empresarios de medios privados y operadores sectoriales, además, es de vital importancia recalcar la esencialidad de los medios públicos”.

El dueño no quiere

Pese a la extendida queja sobre la falibilidad de los protocolos en televisión, la realidad es que los canales en la actualidad funcionan con escaso personal. Salvo casos groseros, como el de incumplimientos sanitarios en el Canal de la Ciudad, o los viralizados en redes, como la foto del estudio lleno de gente de El precio justo, los controles son rigurosos, fiscalizados con recelo por los departamentos médicos de cada empresa. Además, la plantilla que realiza tareas efectivas en los lugares de trabajo se redujo drásticamente: la caída de la producción de emisiones en vivo y ficciones determinó que la gran mayoría de los trabajadores de televisión en el AMBA sean licenciados.

Los profesionales que sostienen hoy las propuestas de programación se encuentran mayormente afectados al teletrabajo. En Telefé, que paradójicamente es el canal con más casos confirmados a la fecha, más del 60% de sus trabajadores realiza sus tareas desde casa. Ante la imposibilidad de asegurar las condiciones de distanciamiento social aún en su enorme redacción integrada de Constitución, lo mismo se verifica en Canal 13 y TN: el 70% de su personal se encuentra actualmente bajo teletrabajo.

Pero esta modalidad, que se publicita como la panacea a los problemas del trabajo presencial en pandemia, encierra problemáticas secundarias. De acuerdo a una encuesta del SiPreBA, el 47% de los trabajadores de prensa televisada que teletrabajan se ven profundamente afectados por la dedicación simultánea a las tareas de cuidado, y el 83% dice dedicarles más tiempo desde el inicio de la cuarentena.

Además, el trabajo remoto y el aislamiento del trabajador del resto de sus compañeros devienen en serios inconvenientes para la organización sindical colectiva, dándole aire a las peores prácticas patronales. “Hay llamados intimidantes y presiones. Nos castigan por estar en teletrabajo”, declara un trabajador de televisión que se desempeña en esta modalidad y reserva su identidad.

Al igual que en otras industrias, el teletrabajo en televisión ocasiona gastos que debe solventar de manera personal el mismo trabajador, con ingresos que en ocasiones se ven disminuidos, porque la asistencia presencial le adjudica complementos salariales que no percibe si trabaja desde su casa. El 30% de los encuestados por SiPreBA refieren haber hecho erogaciones para teletrabajar, como la compra de sillas ergonómicas para evitar dolencias físicas. A menudo, el cumplimiento de ciertas tareas, como la edición, exige conexiones de internet de mayor capacidad que las hogareñas, que el trabajador debe contratar de forma autónoma. De esto tampoco se hacen cargo las empresas.

En ARTEAR, la comisión gremial interna de prensa solicitó que se tramite la bonificación de los gastos de conectividad de los empleados, aprovechando que los canales bajo su órbita y el mayor proveedor de telecomunicaciones del país comparten grupo económico. La respuesta oficial fue un lacónico: “El dueño no quiere”.

El hambre y las ganas de comer

La industria televisiva emplea a muchos trabajadores fuera de las plantillas fijas de los canales y productoras externas, bajo un abanico de modalidades de contratación más o menos precarias. Es el caso, por ejemplo, de aquellos afectados a las transmisiones de deportes en vivo, que suelen ser contratados por día o partido. “La cuarentena nos mató. No tengo para pagar el alquiler, me manejo pidiendo plata a mis padres y no sé cuánto tiempo más me podrán seguir ayudando. Estoy buscando otro trabajo de cualquier cosa”, dice una joven trabajadora de ESPN, que prefiere guardar el anonimato. Prácticamente ninguna empresa de medios tomó medidas de contención para estos trabajadores. Para los popes de la industria, es un ahorro.

Gustavo Bellingeri, secretario gremial del Sindicato Argentino de Televisión Servicios Audiovisuales Interactivos y de Datos (SATSAID), estima que son unos 300 los trabajadores de televisión que viven esta situación originada en la tendencia empresarial a promover la informalidad en el sector, para ampliar su rentabilidad.

El multiempleo es otro riesgo sanitario: en la ciudad de Buenos Aires, las condiciones de inestabilidad laboral y salarial de los trabajadores de prensa devienen en que muchos deban sostener en simultáneo dos o más trabajos en distintos medios. De verse frente a un caso positivo en un canal de televisión, un diario o una radio, más de uno podría ser vector de la enfermedad en los otros ámbitos por los que circula.

La posibilidad de enfrentarse a dificultades económicas de gravedad en medio de una pandemia es otro factor de peligrosidad. La permeabilidad a la presión empresaria para ir a trabajar más allá de las circunstancias es un problema cierto y no poco frecuente. La minimización de síntomas para no perder días de trabajo presencial pago es otro. Frente a ellos no hay más estrategias que la de la unidad y conciencia gremial, porque de otra forma, no se pueden esperar respuestas positivas de los monstruos de la TV. Una alternativa posible es la elaboración de acuerdos de emergencia, limitados a la duración del ASPO, que contemplen estos matices. Es, de acuerdo a Bellingeri, lo que intenta promover su gremio, aunque no alcanzó para contener suspensiones con disminuciones salariales en varias empresas del sector.

El futuro tiene muchos nombres

Un gurú del management, autor de los libritos de mesa de luz de los gerentes de recursos humanos, escribió alguna vez que “la mejor manera de predecir el futuro es crearlo”.  La realidad es que la “nueva normalidad” se parece mucho al ideal precarizador que las empresas de medios sueñan construir para maximizar ganancias.

El modelo de negocios de la televisión argentina se apoya hace tiempo en formatos de show a bajo costo que permiten mantener los ojos del público y los ingresos por publicidad sin demasiado esfuerzo. Para lidiar con la caída de audiencias y la fuerte rivalidad que representan otras plataformas, la televisión local decidió abstenerse mayormente de buscar estrategias competitivas y abocarse al ajuste y reducción de gastos. Algunos ejemplos que vemos todos son la sobreabundancia del panelismo, los noticieros que ponen al aire contenidos realizados sin sus trabajadores, bajados de internet y comentados durante bloques enteros, o las salidas telefónicas o por videollamada realizadas por “corresponsales” aficionados desde el exterior.  Ahora, todo eso encuentra una justificación sanitaria que las empresas utilizan a su favor.

“¿Cuántas de las nuevas medidas se deben auténticamente a la preocupación sobre la salud de los trabajadores?”, se pregunta Diego Pietrafesa, cronista de Telefé Noticias y delegado del SiPreBA. La gran incógnita para los sindicatos es el escenario post-pandemia: ¿seguirán de pie, esta vez con la intención de reducir costos de producción, algunos dispositivos que en el escenario actual sirven adecuadamente a los fines preventivos? “Hay río revuelto y pescadores pícaros”, apunta Bellingeri, del SATSAID. “Las empresas se babean ante la posibilidad de agrandar los márgenes de rentabilidad al descargarse de los costos de logística e infraestructura”, completa.

Los trabajadores organizados estiman que la vuelta al business as usual, si sucede, será peleada. La única certeza, pandemia o no pandemia, es que producir televisión de calidad es imposible sin trabajadores.

 

 

 

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