Pantaleon, Richard y Alondra

Richard Galliano, el acordeonista ítalo-francés al que Piazzolla le cambió la vida.

 

Si te pregunto qué recuerdos tenés de noviembre de 2010 supongo que en los primeros lugares aparecerán los ecos de la muerte de Néstor Kirchner, ocurrida un mes antes. Deben ser muy pocos quienes citen la presentación a tres cuadras de la Casa Rosada del acordeonista ítalo-francés Richard Galliano. No conozco a nadie que haya estado esa noche del 28 de noviembre en La Trastienda y sólo encontré este registro, de un solo que comienza con Bach y termina con Piazzolla, que se cuentan entre mis grandes amores musicales. Escuchalo porque es un fenómeno. Ese acordeón antiguo, suena mejor que el órgano de Albert Schweitzer, que tenía otras virtudes.

 

 

 

 

Siempre me impresionan los mundos paralelos que no se cruzan. Te lo comenté hace menos de un mes, cuando subí la cantata Sólo Dios tendrá mi corazón, que Mario Videla grabó con la Academia Bach de Buenos Aires, mientras se deshacía el gobierno de Alfonsín. Y también hace dos años, al comentar los recitales de Bill Evans en Buenos Aires: el 24 de junio de 1973, es decir 96 horas después del regreso de Perón a la Argentina y del tiroteo en Ezeiza, y en septiembre de 1979. Ese mes los sindicatos del Grupo de los 25 realizaron el primer paro contra la dictadura cívico-militar-eclesiástica y seis dirigentes fueron encarcelados; Videla publicó un decreto declarando muertos a los detenidos desaparecidos, que el cardenal brasileño Paulo Evaristo Arns comparó con la solución final de Hitler, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos realizó su histórica gira por la Argentina, que culminó en febrero de 1980 con la publicación de su informe, que fue el principio del fin de ese gobierno atroz.

Podrás decirme que he vivido equivocado, pero esa es la respuesta fácil. Nadie puede abarcar todo y tenemos una capacidad de concentración limitada. Sólo mucho después, el ánimo reflexivo del historiador puede abarcar esos mundos paralelos que el protagonista no discierne. Esa retrospección me sirve para entender mejor nuestro complejo país y preguntarme por las joyas que nos habremos perdido, entre asambleas y movilizaciones, antes de que empezara la cuarentena.

Aquí tengo que hacer un racconto o un flashback ya que no conozco una palabra nuestra para describir ese salto atrás en la narración cinematográfica. Mi primer contacto con Galliano fue esta versión suya del doble concierto de Piazzolla para bandoneón, guitarra y orquesta de cuerdas, con este verdadero seleccionado de Babel. Empuña la batuta la bellísima y más que expresiva cellista, pianista y directora mexicana Alondra de la Parra; el guitarrista es el virtuoso brasileño Yamandú Costa; los acompaña la Orchestre de Paris y la cámara se detiene a menudo en un violinista de facciones asiáticas. Como verás, aquí Galliano no toca el acordeón sino el bandoneón, que se parecen pero son tan distintos, o más, que un clarinete y un oboe.

Alondra ha dirigido un centenar de grandes orquestas en México, Estados Unidos, Inglaterra, Suiza, Suecia, Brasil, Alemania, Australia, Austria, Luxemburgo. Desde que le cancelaron un concierto porque debió postergarlo debido a un embarazo, tomo distancia de su vida trashumante y ahora acepta menos viajes. Si querés conocerla mejor, esta es su página.

 

 

 

 

El cambio de instrumento de Galliano tiene que ver con la relación que entabló con Piazzolla a fines de los '70, en París. Después de escuchar una orquestación de Galliano sobre un tema suyo, Pantaleón le dijo:

—Usted toca como un argentino.

Pero después se corrigió:

—Como un italiano.

Que es tan parecido, agrego yo. Sobre todo si fue pasado por los sacudones de una megalópolis de las que en Italia no se consiguen, como Nueva York, París o Buenos Aires.

Cuando Jorge Lavelli le pidió la banda sonora para una puesta del Sueño de una noche de verano de Shakespeare, Pantaleón invitó a su nuevo amigo a grabarla juntos.

 

 

 

 

 

A Galliano la relación con Piazzolla le cambió la vida. Dejó la experimentación electrónica y se replegó al acústico, fascinado por la fuerza física y espiritual de Astor. Fue una de las últimas personas que lo vio con vida, aunque en coma, en la ambulancia que lo trasladó desde su lugar de internación al aeropuerto de París, donde se embarcaría a la espera de un milagro que no se produjo, en julio de 1992. Esto refleja la amistad que desarrollaron en esos años y a la que Galliano ha sido fiel en las tres décadas posteriores.

Aquí podés escuchar su Piazzolla for ever.

 

 

 

 

Inconsolable por la pérdida, Galliano ha grabado con Wynton Marsalis y Ron Carter entre otros. Pero, como dice el tango, no habrá ninguno igual, ninguno como Pantaleón.

 

 

 

 

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