Pasaron cosas, el libro del Cadete

El pibe K que se ríe de lo que quiere vencer

 

“Como los perros, que cumplen siete años en uno, nosotros vivimos dos décadas en cien días”, conceptualiza este joven-viejo, ducho en estas alteraciones del calendario argentino. Con animus iocandi, expresión que seguramente aprendió en su paso por la Facultad de Derecho, confiesa Pedro Rosemblat acerca de su nuevo libro Pasaron cosas. Con “intención de jugar” significa esta acepción de origen latino. A lo largo de 187 páginas Rosemblat no deja de jugar con ese material que tan bien maneja desde el humor: la realidad. El título alude a una de las más significativas y a la vez desconcertantes frases presidenciales, pronunciada en junio de 2018. Dijo Veníamos bien, pero de golpe pasaron cosas, y no vaciló en acudir inmediatamente al Fondo Monetario. Ahora, con ánimo de bromear, que es lo que lo explica desde hace años, Rosemblat refuta y reformula el dicho: “Frase engañosa y real a la vez. Mentira porque durante su gobierno nunca estuvimos bien. Verdadera, porque pasaron cosas. Pasó de todo”.

 

 

 

El origen del libro es doble. Uno ocurre en una fiesta, en la noche previa a las presidenciales del 2015, cuando un muchacho a quien no veía desde hacía tiempo y que era objeto de su absoluto desinterés lo sobresaltó y desafió con un anticipo temible: “Mañana, María Eugenia (Vidal) le gana a Aníbal (Fernández)”. El otro se verifica cuando, con el agorero pronóstico ya consumado, la familia de Rosemblat se junta en la casa de la abuela, a gozar de las milagrosas milanesas y a mirar por televisión el acto de asunción de Macri. Desde entonces, una y otra vez cruzan por la cabeza de Pedro todas las muchas veces que, en grupo o en soledad, consideró imposible que ese hombre que casi pierde la vida atragantado por un bigote de utilería mientras imitaba a Freddie Mercury se convirtiera en Presidente de la Nación. Hay, también, un tercer dato, inevitable de consignar. En 2017, apenas después de que Cambiemos se impusiera en las legislativas de medio término, una editorial importante le propuso escribir un libro y Rosemblat aceptó, sin pensar en los disloques temporales que lo atribulan: “Tres meses acá pueden equivaler a veinte años en otro país”, enumera en el Epílogo. Y eso lo sorprendió en varias ocasiones, en casi dos años de escritura. Cada vez que cerraba filas sobre cuestiones actuales, a los pocos días llegaba una coyuntura distinta que daba por tierra con buena parte de sus consideraciones.

Volvía a empezar, pero otros vaivenes de la realidad se convertían en excusa válida para alargar y postergar la fecha de entrega convenida. Motivos: cuelgue natural del autor y especialmente por algunas de las muchas cosas que pasaron en estos 44 meses de odisea del espacio macrista. Cuenta esto, que no es una cosita que pasó: entre la firma del contrato y la entrega del borrador el dólar pasó de 17 a 25 pesos. No fue el único sablazo. Ni el último.

 

Quien es este muchacho

Todavía sub 30, criado en una familia progre (madre vestuarista, padre director de teatro) en 2012, cuando ya era peronista y elegidamente kirchnerista, a partir de bromas con dos amigos, idea y despacha desde una cuenta de tuiter una larga serie de afirmaciones jocosas que interpelan y hacen reír a simpatizantes, e incluso a indiferentes de la izquierda.

  • Ante cada solución, un problema. Ante cada problema, una asamblea. Y en cada asamblea, una fractura, estipula una de las veinte verdades. Abogado interruptus, activísimo usuario de las redes sociales, con miles de seguidores, en 2012 publicó su primer libro, Pibe Trosko. Patria o Suerte. Venceremos.
  • El Pibe Trosko no trabaja. Planea la revolución. El que se distrae para trabajar y servir a la burguesía es pibe Trosko solo de nombre.

 

Su primera configuración.

 

Lo que vino después fue una evolución lógica: radio, televisión, el redondeo de otro personaje inefable, El Cadete, que se volvió fundamental en el programa de Roberto Navarro por C5N. Hasta que allí también pasaron cosas y Navarro fue despedido. Aunque ya estaba en otro nivel, Pedro no se alejó de quien había sido su principal anfitrión, que empezó a gestionar medios digitales. Mientras, su actividad y su repercusión crecían sin parar, hasta hoy: programas propios en Futurock y en El Destape Radio; miles de espectadores que en todo el país aplaudieron su espectáculo Proyecto Bisman en dupla con otro talentoso, Martín Rechimuzzi, y además el libro. Y, como si fuera poco, su infatigable labor de cadetería militante apoyando al Frente de Todos, consistente en volanteos en la calle, en los trenes de la línea Sarmiento o el apoyo público a Axel Kiciloff, reversionando con Pesky el tema La bestia pop: “Voy a votar/al buen marxista/nacional/y a sepultar…el sueño liberal/ que incluye ajuste/ con represión”.

En el prólogo de Pasaron cosas, Pedro Saborido pinta de cuerpo entero al flaco y lungo Rosemblat.  “En estos años –explica– sostuvo la psiquis de quienes se sintieron solos, de quienes no podían ser parte de este sentido común”. Y agrega: “Rosemblat se ríe de lo que quiere vencer. Pedro se ríe hoy de lo que quiere derrotar mañana “. Y el otro Pedro, también activista de la risa, lo confirma en una de las líneas finales: “Somos, ni más ni menos, la generación que tiene que ganarle a Macri. El resto es literatura”.

 

 

Hablando de literatura

El libro de Rosemblat contiene diez textos de humor y militancia (y viceversa). Algunos que empiezan y terminan y otros, en un mismo tono de alucinación y delirio, que pueden leerse como serie. Se repite La carta a la tía Silvana escrita por el sobrino que en su primera misiva demuestra absoluta comunión macrista y, de a poco, va mostrando las inocultables picaduras del mosquito de la decepción. Arranca confiado en que se producirá la lluvia de inversiones y concluye: Los pesos no valen nada; mi sueldo vale la mitad que hace seis meses. No quiero ni pensar cuánto va a valer el año que viene. El otro capítulo común viene resuelto en portadillas de fondo gris, reproduce frases reales pronunciadas por funcionarios y que nos vuelven a asombrar.

  • Todo tiene que ser considerado droga, más allá de que sus ingredientes no sean drogas.
  • En la Argentina nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el gobierno.
  • Yo hago contrainteligencia.

Las dijeron Patricia Bullrich, Nicolás Dujovne y Elisa Carrió, pero qué importa, pueden ser intercambiables. En otro capítulo, Rosemblat descubre en Gabriela Michetti una poeta de dudosa filiación: ve en esos matetes verbales (originados en declaraciones textuales en los medios) poemas que nivelan a la vicepresidenta con Pessoa o Alfonsina Storni.

 

 

El túnel

Entonces/lo que estamos viviendo es el momento/más oscuro. / Es como si fuéramos/ en un túnel, digo yo / para graficarlo bien, /en un túnel. /Lo elegimos al túnel/, dijimos/ “este no, /este no / este”. / Nos metimos pensando que realmente/ por este / vamos a llegar al camino / que queremos llegar. / Resulta que vamos/ en el túnel / y negro, negro/ todo oscuro, / te empieza a agarrar/ la claustrofobia, / te empezás a preguntar / “che, iremos bien?, / ¿no iremos bien?”. / Este / es este. / El segundo semestre/ es el momento/ en el cual aparece/ la luz del túnel. / allá lejos. / Pero vos seguís/ en el túnel.

Una destacada deportista de la década del '50, especialista en revoleo de objetos —Nélida Becerra, la tiradora de Alberdi—, reaparece en un caluroso mediodía en que en el Congreso se decidía un toqueteo al haber jubilatorio. Allí, al grito de Viva Perón, carajo, Nélida vuelve a demostrar sus dotes arrojando certeros ladrillazos a los policías represores.

“El temor por el retorno del peronismo es la única estrategia electoral que parece ofrecer Cambiemos”, reflexiona Rosemblat y esa hipótesis sostiene siete capítulos: de Operación Denis (el Comando Santiago Cúneo de Liberación Nacional quiere secuestrar a Christine Lagarde) a La Fuga, un acontecimiento que evoca la famosa y huida que en marzo de 1957 protagonizaron seis altos dirigentes peronistas en el penal de Río Gallegos, entre ellos Héctor Cámpora y John Cooke. En Panelista por accidente Rosemblat se exhibe como un gran observador. En Rambo 14 todo es un delirio y puntuales cuestiones del humor, todo puede ser cierto. En El último arrepentido y en Purgatorio aparecen el juez Bonaparte y el fiscal Estornudo, uno un poseído, el otro un coleccionista de peluches y un tal Marcelo Dalexión que, en la causa del gas licuado de banana, cuando no, intenta extorsionar. En manos de Patricia y 14 adláteres vive la experiencia de su internación en una granja de rehabilitación.

Basta de spoilear. El libro está repleto de semejanzas con la realidad. Y en eso no hay ninguna coincidencia. Un elogio más. A pesar de que el epílogo fue escrito tres meses antes de la salida del libro (Reservoir Books, 2019) es llamativa la cantidad de pronósticos acertados que contiene. El tercero de los diez futuros cercanos dice: “Cristina no se presenta para la presidencia, pero decide apoyar de manera contundente a algún candidato (¿Axel?; ¿Alberto?; ¿Felipe?”).

No tanta risa. Después de todo, no es más que un libro de humor.

 

 

 

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