Pecados

El Senado le debe una disculpa a todos los ciudadanos

 

El doctor Abel Albino, director de la Fundación Conín enrolada con el Opus Dei y autor de dichos memorables sobre la homosexualidad y la masturbación, declaró hace pocos días que el preservativo no sirve para detener el Sida porque el virus es capaz de atravesar la porcelana.

Imagino con asombro que el doctor piensa que todos, incluyendo la comunidad científica internacional, formada por millones de científicos que se han pelado las pestañas desde hace al menos 35 años investigando el Sida y recomiendan sexo seguro con preservativo, deberíamos agradecer su descubrimiento que ese virus minúsculo es capaz de atacar cuerpos como el juego de té que uso a diario, la bailarina que danza en la cajita de música de mi tía, las coronas de mis dientes, los aisladores de la central eléctrica de Yaciretá, las vasijas de la dinastía Ming que se exponen en el Museo de Bellas Artes y hasta la misma Pietá de Miguel Ángel que reposa, ignorante de semejante peligro, en el Vaticano.

 

Desnudos Sudamericanos.

 

Yo en cambio creo que el mundo ha gastado mucho dinero y tiempo en prevenir, combatir y morigerar los efectos de una enfermedad que ha devastado a gran parte de una generación y ha hecho cambiar los hábitos de contacto íntimo entre los seres humanos todos, sean gay o heterosexuales. Pertenezco a esa generación que se topó con este problema en medio de su juventud. Y creo que, si aún estoy con vida, es porque siempre tuve el cuidado de vestir con sendos condones de látex los miembros de quienes compartieron conmigo tantas noches.

El pensamiento contradice a la ciencia médica toda, hecho que no parece haber sido advertido por el señor Alejandro Finocchiaro, Ministro de Educación de la Nación, quien firmó en noviembre de 2017 un convenio de colaboración entre su ministerio y la Fundación Conin del doctor Abel Albino para “mejorar las condiciones de ‘educabilidad’ de alumnos de nivel inicial de 3 a 5 años, con el objetivo de garantizar una mejora de su desempeño en sus trayectorias escolares”. (Perfil).

Encuentro inadmisible que el Estado Nacional firme convenios con dinosaurios que contradicen las políticas de salud sexual y reproductiva implementadas con éxito desde hace muchos años en las escuelas, a pesar de las campañas en su contra que han desplegado asociaciones católicas retrógradas, fundaciones que atrasan y hasta una cúpula del clero argentino que se calló en la dictadura y hoy grita ideas prehistóricas, siempre sostenidos con nuestros impuestos. Sería hora de que el Estado se separara definitivamente de la Iglesia en Argentina. Al respecto, me gustaría mencionar al pasar como ejemplo a un tatarabuelo mío, Bernardo Prudencio Berro, que fue Presidente del Uruguay entre 1860 y 1864. Él, que era un católico convencido y practicante, debió mediar en el debate de separar o no la Iglesia del Estado uruguayo que se instaló durante su presidencia. Contradiciendo sus sentimientos más hondos, impulsó con valentía la separación de Iglesia y Estado en el Uruguay, aduciendo que sus convicciones personales no podían contradecir las ideas de las mayorías en su país que lo habían votado.

 

Desnudos Sudamericanos.

 

Este ejemplo debería ser tomado por el Senado de la Nación que, desde mi punto de vista, le debe una disculpa pública a todos los ciudadanos por estos dichos antediluvianos. Las palabras de Albino no hacen más que confundir a los niños y jóvenes que deben enfrentarse desde chicos a un virus real con el cual conviven con salud muchos argentinos gracias al uso de nuevas drogas descubiertas por los médicos que el doctor Albino contradice con ideas medievales y cuyo control ha sido cada vez más efectivo merced al uso sistemático de preservativos.

Si esto no se detiene con ideas que revelen posiciones firmes, ni los niños de piel de porcelana se salvarán.

 

©Marcos Zimmermann

 

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