Pensando en mañana

La reconstrucción de nuestra sociedad, sistema de salud y economía requiere políticas keynesianas

 

Desde los tiempos bíblicos, seguramente desde antes, la peste se viene abatiendo periódicamente sobre los humanos, sembrando dolor, muerte y terror.

A comienzos del siglo XX adoptó el nombre de “gripe española” con el que en 1918 asoló Europa matando a 20-40 millones de personas. ¡Tremendo margen de incertidumbre, aún para un continente en guerra! Los muertos por la peste mueren sin ritos fúnebres aunque sean creyentes, sin los homenajes póstumos de amigos y familiares, sin el romanticismo de los caídos en batalla.

En 1871, con el nombre de “fiebre amarilla”, asoló Buenos Aires matando a unos 14.000 porteños y porteñas (en esa época un 8% de la población de la ciudad) y el efecto devastador de la peste se concentró, como siempre, en las capas más empobrecidas de la ciudad.

En nuestro país, en 1956 unos 6.500 chicos de mi generación fueron atacados por la polio con secuelas que vemos hasta hoy en algunos adultos mayores. Al poco tiempo Salk y Sabin derrotaron a la polio desde sus laboratorios y esta dejó de ser uno de los nombres de la peste. Lamentablemente surgieron los antivacunas y confluentemente el gobierno neoliberal que dejó vencer en depósitos fiscales partidas de vacunas debilitando el escudo protector, porque asumen que ellos y su clase son inmunes.

Después del 1976 al 1983 la peste tomó la forma de una “dictadura cívico-militar-eclesiástica” y se nos llevó 30.000 compañeres.

Como siempre ha sucedido, esta vez también la peste terminará yéndose, pero nos costará un gran número de vidas y habrá cambiado, tal vez irreversiblemente, nuestras relaciones sociales, nuestra economía y nuestra política.

Pero la peste tuvo facilitadores: las políticas neoliberales que transformaron la salud en un negocio sin capacidad ni voluntad para enfrentar a la peste; las políticas neoliberales que destruyeron la cohesión social y la reemplazaron por una meritocracia cruel, por un sálvese quien pueda cuando todos los botes salvavidas tenían pasajes preasignados; las políticas que hicieron que tengamos que desarrollar aceleradamente capacidad propia para fabricar los respiradores hoy indispensables y escasos en el mundo, para fabricar kits diagnósticos, para construir hospitales de emergencia y para equiparlos. Son las políticas neoliberales que provocaron que los médiques, enfermeres y técniques de la salud, que se arriesgan diariamente para protegernos, no puedan tener los equipos de protección personal más avanzados en número suficiente.

Los trabajadores de la salud pública, la tan ninguneada, son hoy los héroes en la lucha por preservar nuestras vidas de la peste. Los trabajadores de las fuerzas de seguridad y de la cadena de actividades que asegura la provisión de alimento a la población y los trabajadores que aseguran la higiene de la ciudad están también cumpliendo un rol vital y trabajando con alta exposición al virus.

La peste se abate sobre los países pobres y los países ricos y dentro de cada país sobre los barrios ricos y los barrios miserables… pero en los últimos se ensaña más.

Los que implementaron en nuestro país “la miseria planificada” fueron los facilitadores necesarios para que la peste pueda aumentar su capacidad de daño.

El sistema nacional de ciencia y tecnología, que fuera también ninguneado y debilitado durante el período neoliberal, está hoy movilizado para aportar al combate contra el coronavirus. Esto demuestra que, como siempre dijimos, no hay posibilidad de construir un país sin ciencia y tecnología. En este esfuerzo del sistema nacional de CyT participan más de mil químicos, biólogos, físicos, matemáticos, informáticos, médicos, ingenieros y científicos sociales; también quedó demostrado que toda la ciencia es importante.

Se coordina entre el Ministerio de Salud (MSAL) recuperado y la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS) la planificación y ejecución de la estrategia nacional de diagnóstico. Con ese fin, se convino un grupo permanente de expertos (donde participan varios investigadores de CONICET) para aportar las capacidades del sistema científico y tecnológico.

Se articula, entre laboratorios del sistema científico-tecnológico (Universidades, CONICET, INTA) y empresas de base tecnológica nacionales, el desarrollo de kits de diagnóstico para la detección de SARS-CoV-2, en base a diversas plataformas tecnológicas.

Se conformó un grupo de expertos del sistema científico y tecnológico para asesorar al gobierno nacional en materia de epidemiología y prospectiva. La mayoría son investigadores de CONICET, están trabajando a full en impacto económico, salud, y otras consecuencias.

Se están desarrollando aceleradamente herramientas epidemiológicas, informáticas y estadísticas para monitorear y modelar el desarrollo de la epidemia de Covid-19 a nivel nacional. Se está colaborando con el MSAL y la Jefatura de Gabinete de Ministros en el desarrollo y validación de una aplicación para teléfonos inteligentes.

Se analizan escenarios para caracterizar el impacto social, económico y cultural que tiene la pandemia en nuestro país. La comisión tiene el objetivo de analizar la situación y de formular propuestas para el diseño de políticas públicas.

Se centralizan las propuestas de desarrollo tecnológico de insumos, equipamiento, y respiradores artificiales, entre otros, para evaluar su factibilidad con organismos competentes. Allí participan Institutos del CONICET, INTI, Universidades.

Cuando la pandemia siga creciendo, como indefectiblemente lo hará, los respiradores serán las herramientas imprescindibles y muy escasas para salvar vidas, por eso el gobierno nacional le compró el total de su producción a la pyme TECME que es la única empresa nacional que, con tecnología desarrollada localmente, fabrica respiradores en el país. Por su parte la Universidad Nacional de Rosario está desarrollando también un respirador.

Resulta evidente de los modelos online publicados por Washington Post y de un modelo desarrollado por científicos neuquinos del CONICET, que la única forma de retrasar la difusión de la peste es evitar todo cruce de personas en el que la distancia interpersonal sea menor de un metro y medio. Parar ralentizar la difusión del virus y poder evitar que colapse el sistema de salud, como está sucediendo en Europa, el gobierno nacional ha dispuesto minimizar el cruce de personas mediante un aislamiento social-preventivo-obligatorio.

El tiempo que se gane también permite albergar la esperanza de que la medicina encuentre alguna solución urgente.

Nuestro gobierno, liderado por Alberto Fernández, entre la salud y la economía opta por la salud. Lamentablemente no es así a nivel global: Trump en EE.UU., AMLO en México, Bolsonaro en Brasil, Piñera en Chile optaron por las corporaciones. En UK Boris Johnson, que había optado por las corporaciones, tuvo que retroceder cuando ya el desastre era inmenso.

Sin embargo nuestra sociedad está muy dañada por la prédica neoliberal que empezó en el ’76 y sigue; la meritocracia, la solución individual, la negación de lo colectivo, hace que los que violan la imprescindible cuarentena no sean solamente un delincuente que no vacila en contagiar a cientos de personas en un barco, un surfer que viola a sabiendas la cuarentena por creerse más allá de medidas que abarcan al conjunto, o un cheto que exige su derecho constitucional a pasear en bicicleta; también hay miles de clasemedieros que exigen seguir circulando, si bien no son un porcentaje relevante de la población alcanzan para puentear la cuarentena y restarle efectividad. También están los que habiéndose ido de viaje después de la declaración de la cuarentena exigen ser retornados por el gobierno argentino poniendo en riesgo a todos los residentes y a las tripulaciones de Aerolíneas Argentinas, que fueran también víctima del desprecio neoliberal.

Nuestro gobierno, nutriéndose de lo mejor de la tradición peronista, usa la potencia del estado para implementar medidas urgentes en resguardo de la salud pública: aislamiento social obligatorio para evitar los contagios, auxilio económico para que entre los trabajadores informales, en los sectores de mayor pobreza, aislarse no signifique aumentar el hambre; precios máximos para que el auxilio económico sirva y para que no haya una minoría que a expensas de la mayoría se beneficia con la peste y acelerado equipamiento en lo que hace a hospitales, respiradores, reactivos, etc.

 

 

Enseñanzas que deja la peste

Cuando la peste se retire, el Estado nacional deberá asumir el rol fundamental en la reconstrucción y esta será también la oportunidad para reformar el capitalismo hoy existente.

Las empresas de salud en todo el mundo y en particular en nuestro país no jugaron el rol que debían haber jugado en esta emergencia pero, insaciables, siguen demandando mayores ganancias. Cuando el coronavirus se haya retirado, la salud deberá dejar de ser un negocio extremadamente lucrativo para transformarse en un bien público de alta calidad.

La financiarización de la economía no sirvió ni para crear valor agregado, ni para elevar el nivel de vida de la población, con la obvia excepción de los pequeños sectores que se benefician de ese esquema. Cuando el coronavirus se haya retirado y debamos reconstruir, lo haremos poniendo a la producción por delante, muy por delante, de las finanzas que deberán volver a ser solamente una herramienta para la producción.

Deberemos reconstruir el sistema productivo, que sin duda saldrá muy dañado de la emergencia, como precio imprescindible para salvar la mayor cantidad de vidas posibles. En esa reconstrucción el Estado deberá asumir el rol central del desarrollo tecnológico, la generación de valor agregado y la creación de empleos. El nuevo modelo de país requerirá que el desarrollo científico esté articulado con el desarrollo tecnológico local.

La reconstrucción post coronavirus será el momento de empoderar al Estado para no volver sobre los caminos que potenciaron el desastre.

En la reconstrucción de nuestra sociedad, de nuestro sistema de salud y de nuestra economía, el Presidente Alberto Fernández seguramente recurrirá a políticas keynesianas y más que seguramente a la línea histórica de los Presidentes Perón, Néstor y Cristina.

 

 

 

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