Pérdida y recuperación del nombre propio

El camino de Claudia Poblete, apropiada por los asesinos de sus padres

Claudia bebé, con su mamá Gertrudis.

 

Hay una etapa de la vida en que los adultos deciden, es la infancia. Poco a poco, ese poder se diluye, se van adquiriendo responsabilidades a la par que surgen deseos propios y se obra en su favor. De distintas maneras.  Cuando se avanza hacia tamaña independencia y ésta es coartada, hay un problema, grave. Más si tal limitación resulta incorporada como si fuera voluntaria y la eventual decisión propia queda fuera de registro. Entonces se comienza a vivir en una mentira, comandada por una versión ajena. Siniestro portal hacia una realidad paralela, privativa del acceso al mundo real, contradicha por lo que señalan la sensibilidad y los sentidos.

Experiencia —la anterior— habitualmente compartida durante su temprana infancia por los pibes y pibas, hoy adultos, apropiados durante la dictadura, muchas veces por quienes secuestraron, martirizaron y asesinaron a sus madres y padres biológicos. Hasta que la verdad se impone, recobran la identidad, se conectan con la familia original y todo cambia. Cada persona atravesada por ese traumático recorrido lo transita a su manera. Travesía que no cesa de inscribirse, enseña de la condición humana —o inhumana— de sus diversos protagonistas. Tal el circuito consignado por el periodista investigador Federico Bianchini (Buenos Aires, 1982) en Tu nombre no es tu nombre, ciento ochenta páginas donde consigna al detalle el doloroso periplo de Claudia Victoria Poblete Hlaczik, robada a José Poblete y Gertrudis Hlaczik por una horda militar en noviembre de 1978, a los ocho meses. Apropiada por el teniente coronel Ceferino Landa y su esposa Mercedes Moreira, fue arrancada de sus padres –de inmediato asesinados— en el campo de tortura y exterminio Olimpo.

 

Claudia Poblete Hlaczik.

 

Claudia recupera su identidad en febrero de 2000, a los veintiún años. Un universo se derrumba, otro comienza a emerger, ríspido, con tropiezos y vacilaciones, hasta imbuirse en el alivio de la verdad. Paulatina conquista, llega de la mano de la libertad pues, dice ella: “Aunque sea algo básico, quienes fueron criados en una mentira no conocen la libertad”. Y especifica: “Tener ganas de comer un chocolate, agarrar las llaves, bajar en el ascensor, caminar hacia un quiosco y comprarlo. Ir a una plaza un sábado a la tarde y sentarse en el pasto, sola, con un libro en la mano. Andar en bicicleta. Caminar por la calle sin pensar. Quedarse en la parada del colectivo y, cuando llega, dejarlo pasar. Decidir. Decidir sin pedir permiso”. Mientras permanecía en poder de sus apropiadores y creía llamarse Mercedes Beatriz, nada de aquello podía realizar. Era escoltada por el militar a todas partes, sin excepción: el temor “no era a que le pasara algo, sino a que se enterara de la verdad”.

Ni siquiera el día de su cumpleaños era cierto; había nacido tres meses antes, el 25 de marzo de 1978, de una pareja de militantes felices de su advenimiento, cuyos familiares la buscaron durante dos décadas, hasta encontrarla. El autor de la crónica, Federico Bianchini, despliega un relevamiento de profundidad histórica y cuidada prosa, desprovista de psicologismos, golpes bajos y otras vanidades. Establece un desarrollo sin cabos sueltos. Por más que las sucesivas coyunturas tienen aspectos conocidos, la narración ordena hechos y situaciones que en el sentido común del lector pueden emerger en forma fragmentaria. De tal modo aborda las leyes de impunidad, los primeros años de la incipiente democracia, la emergencia del genocidio, los procesos jurídicos. Pues lo ocurrido con Claudia Victoria, la desaparición de Juan (Pepe, para amigos y compañeros) y Gertrudis (Trudy, también) resultó un caso inicial y paradigmático que condenó a los apropiadores, once militares, policías y civiles, represores concentrados en el Olimpo.

 

El autor, Federico Bianchini.

 

Un papel preponderante tanto en la búsqueda de la niña robada como en el accionar de los organismos de Derechos Humanos le cabe a Buscarita Roa (Temuco, Chile, 1937), madre de José, militante activa desde el primer momento en Madres de Plaza de Mayo así como en Abuelas. Al mismo tiempo, testigo de la vida de su hijo y de la pareja; relatora privilegiada, incansable, de la pesquisa, el encuentro y la contención de Claudia. Referencia confiable para el acceso a los testimonios de amigos, parientes, amores y compañeros, permitió reconstruir la vida cotidiana no menos que la militante de la joven familia Poblete Hlaczik y su entorno. Pocas construcciones tan pormenorizadas como las que el autor logra recabar, se suman a los relevados en el archivo biográfico familiar armado por Abuelas de Plaza de Mayo. Fuentes de prensa y documentales aportan acontecimientos y referencias históricas a un panorama integral que no se agota en el caso específico sino que puede extenderse a toda una época.

Criada dentro de la densa endogamia militar, la joven mujer debió luchar en forma tan extensa como dolorosa a fin de escapar a la alienación que la denominaba Mercedes, transitar el revoltijo de afectos y memoria, hasta alcanzar a ser Claudia en forma plena. Resulta entrañable el punto de inflexión del encuentro consigo misma. Fue en 2008, al nacer Guadalupe, su primera hija. Ese día, el primero como madre, se sorprende diciéndole a su marido: “Ni por un segundo te separes de la nena”. Experimenta en su cuerpo “¿cuánto habría sufrido los días siguientes, sin el olor de su madre, sin el calor de la piel?”. Pensó: “¿Qué me hicieron?” (los apropiadores).

 

Abuela Buscarita y nieta Claudia.

 

 

Guadalupe crece vivaz, inteligente, sabe la verdad. A los siete años formula a su madre preguntas que dan en el blanco: “¿Pero cómo era la vida con tu no mamá?”. “¿Por qué decís que te querían, si ellos te mintieron siempre? Eso no es quererte”. Implacable, la lógica de los hijos a menudo ilumina a los padres. A Claudia Victoria Poblete Hlaczik se le fueron acomodando las ideas. Una experiencia infantil de alta perversión nunca se borra del todo. En la mejor de las situaciones, como la presente, desarrolla una dignidad dichosa, solo proveniente del compromiso irrenunciable con la verdad. Federico Bianchini reconstruye este recorrido con rigor y detalle. Hace de Tu nombre no es tu nombre un documento preciso, detallado y conmovedor cuando restan aún 300 niños de ayer, adultos hoy, aguardando la verdad.

 

 

FICHA TÉCNICA

Tu nombre no es tu nombre – crónica de una identidad robada

Federico Bianchini

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Buenos Aires, 2025

182 páginas

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