Perón, periodista

Evita, la Patria y la mística peronista, en un texto del general en el diario Democracia

 

Setenta años atrás, bajo el apelativo Descartes, Juan Domingo Perón tomaba lapicera y papel –pues confeccionaba sus artículos manuscritos– para entregarse a la tarea semanal de escribir una colaboración para el diario Democracia. Su estado de ánimo era con seguridad de abatimiento por la muerte de su esposa, y además se encontraba en una disyuntiva de hierro dado que el objetivo de “construir una mística política” panlatinoamericana para conformar un bloque austral (ABC) llegaba a su fin, puesto que Getulio Vargas no se decidía a firmar el importante acuerdo con Argentina y Chile, situación que determinaría que el ejercicio del “Periodismo de Estadista” ya no tuviera razón de ser.

Es probable que Perón haya apartado apenas hacia un extremo de su escritorio a Democracia, cuyo apelativo popular era “el diario de Evita”. Su mirada, quizá, se haya detenido en los epígrafes: “Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar”, al que hacía muy poco, el 27 de julio de 1952, se le había sumado otro mucho más sentido: “Mil veces lo volvería a hacer por Perón y por mi pueblo”, incorporado desde el fallecimiento de su esposa al lado de un óvalo con su rostro. Acaso también haya recordado cuando en 1948 Evita supo colaborar en el medio con decenas de artículos.

Vale ahora recuperar una columna publicada el 14 de agosto de 1952 que de algún modo unía tres componentes insustituibles para la consecución del gran objetivo cartesiano: el patriotismo, Evita y la configuración de una “mística política” que impulsara a los lectores hacia su conquista. La referencia alude a uno de los últimos artículos publicados bajo la rúbrica de Descartes, el seudónimo del Perón periodista.

 

 

Allí, con su incansable afán pedagógico, el Presidente comunicador daba cuenta de la importancia de poseer elementos de “una mística política” pero también advertía sus dificultades:

“Más de un siglo de desenfreno materialista ha cambiado los coeficientes de valor en la humanidad. Todo parece girar alrededor del poder y la riqueza. Para arrimar a algo positivo fue menester crear un patriotismo abstracto, basado en la tradición, los símbolos y el sentido ideal. Pero estos han ido perdiendo actualidad frente a los avances del internacionalismo”.

Sorprende la vigencia del razonamiento, solo faltó decir “globalización”. Sin embargo, enseguida todo adquiere visos de presente: “Ese patriotismo abstracto, basado más en la fe que en la realidad, no condice con los días realistas de una humanidad azotada por el infortunio”.

El pensamiento partía de explicitar aspectos relacionados con el amor a un país, argumentando que “un patriotismo humanista, además de nacional, crea la verdadera fuerza invencible de las comunidades justas y solidarias. La educación de las masas en las virtudes es así posible y prepara el alma nacional para su defensa”.

Una vez establecida la conformación de “un alma argentina”, la relacionaba con el movimiento peronista: “Cuando los justicialistas establecemos una relación indefectible entre la comunidad y el individuo, queremos significar que hay mutuas e irrenunciables obligaciones entre ellos. Es que el justicialismo, profundamente humanista, va hacia las formas positivas del patriotismo, basadas en la virtud y no en las creaciones ficticias del materialismo”.

El político intelectual, recurriendo a un pensador clásico griego como principio de autoridad, buscaba conmover a los lectores tocando su sentimiento de pertenencia y explicaba que “hace ya miles de años, Licurgo, en Esparta, demostró al mundo que es posible vencer con los valores del espíritu y que, sobre todo, es posible vencer a la propia sordidez del corazón humano para ponerlo al servicio de la Patria, cuando a su vez la Patria se gana el derecho de merecerlo”.

Debe precisarse que este Descartes procuraba asociar a la Patria con Evita y, con tono mayestático, recuperaba el “mejor ejemplo” real del peronismo, con el fin de asociarlo al valor “abstracto” de Patria: “En la Argentina actual ha bastado que una humilde y débil mujer, ennoblecida por los valores de su espíritu extraordinario, sacrificara su vida a la comunidad, para que el pueblo entero descubriera que esos valores espirituales son la única fuente de la vida eterna. Frente a su túmulo, en estos días de pena popular, hombres y mujeres han comprobado que en la hora suprema de la partida no nos acompañan ni riquezas ni poder, sino solo el cariño y el recuerdo del bien que hicimos a los demás y del ejemplo de las virtudes que les legamos. ¡Y muchos argentinos daríamos la vida por ella!” Concluía con la convicción de haber diseñado un discurso que contenía una “mística política contenedora”, expresando en forma taxativa: “Cuando la comunidad, igualmente ennoblecida por las mismas virtudes de la solidaridad, sea acreedora a ese mismo amor, no habrá un solo argentino que no se sienta feliz de dar la vida por la Patria”.

Este suelto constituye el único en que Evita fue recreada por la pluma de Descartes, en la extensa saga de colaboraciones de Perón en el matutino Democracia.

 

 

 

* César “Tato” Díaz es doctor en Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), donde dirige el Centro de Estudios en Historia-Comunicación-Periodismo-Medios (CEHICOPEME). Ciego desde su juventud, está a cargo de la dirección de la Biblioteca de la Cámara de Senadores bonaerense.

 

 

 

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