Envalentonados por el respaldo del gobierno y la embajada de Estados Unidos, el Poder Judicial, el denominado “círculo rojo” y las corporaciones económicas (en el orden que más les guste) han desatado un feroz revanchismo social y político.
Las declaraciones de Cristiano Rattazzi, en las que saluda la llamada reforma laboral porque “va a permitir la rotación permanente de personal”, revela la intención última de quienes ven en esa reforma la posibilidad de sancionar un manual de regresión de derechos de los trabajadores. Para reforzar la idea de transformar las nuevas relaciones laborales en un eslabón más de la cadena que está empujando a la Argentina a un plan de pobreza planificada, la ignorancia y el elitismo de Rattazzi lo llevan a sostener que quienes vienen del Conurbano, en lugar de ser millones de seres humanos que todos los días se levantan a trabajar, a changuear si no tienen trabajo y a estudiar, en realidad deben ser calificados como “narcos, chorros y planeros”.
Estas aberraciones discursivas no están desconectadas de otras aberraciones que no son discursivas sino jurídicas. No es casual que casi toda la superestructura del Poder Judicial, encabezada por el “Trío Galleta”, se haya zambullido en un verdadero chiquero de resoluciones y fallos para agradar por anticipado los reclamos que viene a hacer el nuevo embajador del Imperio, Peter Lamelas. Se han lanzado a poner en marcha una batería de medidas persecutorias e intimidatorias contra el movimiento popular argentino y, a la vez, exculpatorias del macrismo. Ya no les importa nada, ni siquiera la apariencia de juridicidad de sus decisiones. Pasan por encima del principio de inocencia, abren y cierran causas ignorando la cosa juzgada, obtienen pruebas mediante aprietes y falsificaciones, pisan el acelerador cuando se trata de aplicar el derecho al enemigo y el freno cuando se trata de darle impunidad a los amigos.
El hostigamiento y la persecución tienen un blanco principal –la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner– pero no único. En la medida que avance el intento de transformarnos en una factoría que desangra sus recursos naturales y degrada a su pueblo a niveles de miseria, esta persecución se irá extendiendo a todo aquel que defienda la soberanía de la Patria y un ecosistema en el que haya lugar para una justa distribución de la riqueza y un desarrollo de nuestro potencial industrial y tecnológico.
Nuestra historia –cuyo aprendizaje quieren suprimir de la memoria colectiva, porque sin memoria no hay pueblo, sin pueblo no hay Nación y sin Nación no hay Patria– nos enseña que aun en condiciones de extrema crueldad, los que creemos en los valores de soberanía, de solidaridad y de la Democracia hemos sabido organizarnos, no solo para resistir sino también para construir una alternativa que nos vuelva al camino del crecimiento, la auténtica libertad y la justicia social.
* Leopoldo Moreau es diputado de Unión por la Patria.
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