Piedras en el camino

Del vaciamiento de Vicentin al diálogo de Guzmán con Kristalina Giorgieva

Salvo el banquero Jorge Brito, que transitó discretamente su infección con coronavirus en abril y se recuperó rápido pese a que dentro de poco cumple 68 años, todos los que asistieron a la cumbre del establishment con La Cámpora el lunes 22 de junio en su mansión de San Isidro se hisoparon la semana pasada.

Es una comunión que Alberto Fernández aspira a recrear —aunque ya sin la amenaza del virus— para lo que el gobierno empezó a denominar abiertamente la etapa “de reconstrucción”, como le dicen en Europa. Un plan que choca con la dificultad de conciliar posiciones al interior de toda coalición, con los propios enredos del Presidente y con la arriesgada vocación agitadora de la oposición.

Sin contar, por supuesto, los obstáculos estrictamente económicos de un país en default, con estanflación, que arrastra una deuda impagable con el Fondo Monetario y cuyo PBI per cápita ya había retrocedido antes de la pandemia al nivel de 2006. Un ingreso por habitante que, como calculó hace poco el economista Martín Rapetti, es el mismo de 1974 pero mucho peor distribuido.

Se lo dijo Acevedo el propio Fernández, mientras un inédito despliegue de técnicos procuraba mantener conectados y en foco a los 24 gobernadores al mismo tiempo, con 24 computadoras distintas conectadas vía Webex con cada distrito para el acto oficial por el Día de la Independencia. “Mirá qué bien me llevo con los gobernadores, cómo laburamos en equipo. Así tenemos que hacer cuando haya que arrancar de nuevo”, le pidió. Escuchaban también el magnate aeroportuario Eduardo Eurnekian y el secretario general de la CGT, Héctor Daer.

“Cuando hablás con él no parece el Alberto que tuitea”, comentó al salir el presidente de la Bolsa de Comercio, Adelmo Gabbi, con otro de los popes del G-6. Los empresarios abandonaron Olivos muy satisfechos por varias razones. Primero, porque cuando Gustavo Béliz los convocó anteayer no les dijo que tendrían un rol tan protagónico. Segundo, porque al escenario también había sido convocado el jefe de la Sociedad Rural, Daniel Pelegrina, cuyas bases impulsaron las últimas movilizaciones contra el gobierno y en defensa (sic) de la propiedad privada. Y tercero, por el discurso. No tanto por lo dicho sino por lo callado. Nadie dijo “Vicentin”.

Al final el acto se estiró por lo mismo que empantana las sesiones del Congreso en la era del aislamiento: las comunicaciones. Era especialmente difícil para los técnicos mantener en foco a Alicia Kirchner, decidida a que la cámara tomara el retrato de su hermano Néstor a sus espaldas en el despacho de Río Gallegos. Por esas demoras terminó por suspenderse la reunión a puertas cerradas con el Presidente que esperaban los hombres de negocios al final del acto. Igual se quedaron rosqueando un rato, parados, chocolate caliente en mano y al calorcito del sol.

 

 

 

Plata quemada

La situación de Vicentin sigue empantanada a nivel local pero avanza en Wall Street, donde grandes bancos como el ING y el Rabobank buscan evitar que las familias accionistas de la acopiadora consumen una quiebra fraudulenta que a ellos les birlaría 500 millones de dólares y al Nación otros 300 millones. La presión de esos acreedores extranjeros sobre los tribunales de Manhattan empieza a surtir efecto, porque allá la concursada sí debió presentar sus balances de 2019, algo que el juez de Reconquista Fabián Lorenzini olvidó pedir al momento de abrirle el concurso de acreedores.

De esos balances, presentados esta semana, surgen datos que permiten reconstruir un vaciamiento vertiginoso, casi de película. Según el minucioso análisis que entregó el economista rosarino Sergio Arelovich a la Federación de Trabajadores de la Industria Aceitera, la facturación del holding trepó un 27% entre 2018 y 2019, de 2.807 a 3.570 millones de dólares.

El margen bruto también creció, de 172 a 196 millones de dólares. Y sin embargo, el patrimonio neto de la compañía —sus activos menos sus pasivos— pareció derretirse. Entre el 31 de julio de 2019 (la fecha de los balances que presentaron a la justicia estadounidense) y el 7 de febrero de 2020 (la fecha de corte del inicio del concurso) se desplomó de 615,6 millones a 40,8 millones.

Son números perfectamente compatibles con los que publicó el fiscal federal Gerardo Pollicita en las 79 páginas del dictamen donde pidió la inhibición de bienes de los accionistas de la empresa y de Javier González Fraga y Lucas Llach por haberle prestado esos 300 millones de dólares desde el Banco Nación. “Mientras aumentaba la deuda impaga de Vicentin con el BNA, en las cuentas que la firma tenía en garantía en el propio banco ingresaron U$S 795.651.946 y $ 2.219.740.272, los cuales estaban reservados para asegurar el cobro ante el incumplimiento de las obligaciones por parte de la empresa”, dio por confirmado el fiscal.

“Sin embargo, pese a que el BNA tenía en las cuentas especialmente estipuladas como garantía de los créditos suficiente dinero para cobrarse varias veces los casi U$S 300 millones que Vicentin le debía, los funcionarios del banco permitieron que los empresarios retiraran ese dinero, con lo cual, para el momento en que se quiso cobrar de dichos fondos por disposición de la nueva gestión del Directorio, las cuentas se encontraban prácticamente vacías”, agregó.

 

 

 

¿Dónde está la diferencia?

Es lo que se preguntan los bancos acreedores extranjeros. Y lo que pueden ayudar a desentrañar los balances presentados en Nueva York. El secreto, según Arelovich, está en la triangulación. “La relación de compra-venta es entre una de las sociedades uruguayas y Glencore, con domicilio en Rotterdam. Su contenido proviene de producción de granos y subproductos originados en Argentina. Para obtener financiación previa se crearon fideicomisos que a su vez permitieron construir otro tipo de contratos conocidos como derivados financieros”, explica el economista en su informe a los gremios aceiteros.

Lo que es una lástima es que el fiscal haya reaccionado tan tarde. La jefa de la Inspección general de Personas Jurídicas de Santa Fe, María Victoria Stratta, verificó 10 días atrás que los accionistas de Vicentin ya vaciaron sus patrimonios personales entre noviembre y diciembre.

 

 

 

A confiar

Es el problema de reconstruir un país cuyos dueños tienen la plata afuera, a buen resguardo de sus compatriotas. Para José Ignacio de Mendiguren, que se volvió al campo después de la debatida reunión que compartió la semana pasada con el Presidente y con su antecesor Eduardo Duhalde, la clave está en poner en movimiento esa plata. Y eso, para él, no se logra alimentando la entelequia de la seguridad jurídica sino a caballo de la confianza que inspire el futuro.

“Cuando hay negocio, la gente pone la guita. Con eso acá la plata sale de abajo de las baldosas”, le dijo Mendiguren a Fernández aquel miércoles ante Duhalde. Y le contó dos anécdotas de 2002, el año que ambos evocan permanentemente y que vuelve a hacerse presente por la magnitud de la corona-crisis. Una, que los ahorristas volvieron a depositar dinero a plazo fijo en los bancos en junio de 2002, cuando todavía estaban frescos el corralito y el corralón, porque subieron las tasas. Otra, que cuando repartieron la Cuota Hilton para exportar carne cara a Europa, los frigoríficos contrataron 1.900 operarios en 45 días sin pedir un solo crédito.

“Para el arranque hay que apostar a eso. La confianza solo la pueden generar los que tengan futuro. Y hay jóvenes con futuro de los dos lados: está Larreta, está Sergio, están los pibes de La Cámpora”, dice Mendiguren.

 

 

 

Cabezas

El problema es que, aun cuando se renegocie la deuda con los acreedores privados, todavía falta el Fondo Monetario y sus U$S 44.000 millones. El martes a la noche, también en reserva, Martín Guzmán conversó largo y tendido con Kristalina Georgieva. Pese a lo crítico que fue en el pasado, el ministro forjó una relación muy estrecha con la nueva jefa del Fondo Monetario. Una relación que habrá que ver si consigue mantener cuando empiece a pedirle que pague.

Kristalina lo felicitó por la oferta a los privados, le dijo que la apoyaba y que creía que iba a tener buena recepción. Pero al saludarlo le advirtió: “Tené presente que van a pedir tu cabeza. Va a haber una presión muy fuerte para lograr tu renuncia. También van a pedir mi cabeza. Tendremos que resistir”.

Guzmán, según fuentes oficiales, le transmitió esa conversación al Presidente. Fernández se rió y le mostró sus chats de WhatsApp. “¿Sabés los pedidos que ya tengo para que renuncies? Quedate tranquilo”, le respondió.

 

 

 

 

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