Pinceladas pandémicas

Durante la cuarentena no deberíamos estar atentos solamente al Covid-19

 

Solidaridades   

El ejercicio de la solidaridad no es sólo una opción ética, en determinadas circunstancias es también una necesidad social, es decir, una cuestión política que exige la intervención del Estado. En estos días hubo hechos de alto voltaje pedagógico, esos que obligaron al Estado a tomar medidas con quienes priorizaron la solidaridad consigo mismo respecto de la solidaridad social: para elles había sido más importante atender su nostalgia por Pinamar o la impostergable necesidad de navegar en yate por el Paraná que cumplir con la cuarentena.

Pero hay otros actos de autosolidaridad que no son visibles para la mayoría de la población, como el de los grandes grupos económicos que piden al Estado subsidios para atender la emergencia al mismo tiempo que eluden impuestos y desconocen derechos de sus trabajadorxs. No es algo nuevo, ni siquiera inesperado: para algunes la lógica de incrementar ganancias a cualquier precio nunca se detiene, sino todo lo contrario; tampoco es nuevo su instrumento de legitimación, ese ideologizado ataque discursivo contra todo tipo de intervención estatal; ni los consecuentes mecanismos de debilitamiento del Estado que el macrismo aplicó implacablemente, como la reducción del presupuesto y la precarización de las condiciones laborales de los trabajadorxs del Instituto Malbrán, pieza clave en la defensa contra el coronavirus.

Y si estos hechos no son visibles es porque los medios privados de comunicación dominantes no claudican, a su vez, en ocuparse de practicar autosolidaridad; es decir, de publicar y hablar sobre todo aquello que responde a sus intereses, no a los del conjunto social. Voceros del Régimen, como los columnistas de los diarios La Nación e Infobae Morales Solá y Tenembaum, nos ofrecen un ejemplo interesante. Para comprender de qué se trata, vale la pena transcribir pasajes de sus opiniones correspondientes al 22/03/2020.

Lo primero que se observa es la coincidencia de sendos títulos: “Un liderazgo peronista sin Cristina” y “La manera en que crece el liderazgo de Alberto Fernández en medio de una tragedia horrorosa”.

El hombre de La Nación entiende que en el contexto de la pandemia “Nadie habla de Cristina Kirchner. Nadie se ocupa en averiguar qué piensa, en qué coincide ni en qué disiente -con Alberto-. Y continúa, “Cristina hizo un aporte importante a su propio eclipse. Se fue a Cuba cuando ya se había decidido la cuarentena…”. Como si Cristina se hubiese ido a Cuba de vacaciones y como si Cuba y Cristina no tomaran los recaudos pertinentes. Y más adelante redondea: “El contraste entre el Presidente y su vicepresidenta no pudo ser más evidente. Debe reconocerse, al mismo tiempo, que en los últimos tiempos Cristina había aceptado sus discrepancias con el Presidente…”, sin explicar cómo obtuvo esta (des)información.

Por su parte, Tenembaum hace referencia al anuncio de la cuarentena, que hicieron conjuntamente los principales responsables del Gobierno y la oposición. Entonces deduce: “Para entender el significado simbólico de ese momento, basta comparar con lo ocurrido el día de la victoria del Frente de Todos, cuando Cristina Kirchner impidió que subieran al palco los gobernadores de su propia fuerza con quienes mantenía aun enconos. En este caso, en cambio, la amplitud fue máxima.” Luego infiere que “De no ser por el drama que atraviesa el mundo, que la coloca en un lejano segundo plano, la conducta de la vicepresidenta en estos días merecería un debate muy serio sobre sus privilegios, su insensibilidad y sus obsesiones. Fernández, por ahora, gana por contraste con ellos: parece una persona normal, que está preocupada más por el destino de los habitantes de su país que por el suyo propio”.

La notable semejanza de las 2 columnas invita a pensar que responden a una producción coordinada, que muestra algo que todos sabemos: Alberto es muy bueno y Cristina muy mala.

El poder económico-mediático está preocupado, y no se equivoca: sus implacables ataques a Cristina confirman que es la dueña del liderazgo popular; dicho en otros términos, el razonamiento que expresan los citados portavoces es, palabras más, palabras menos: “Sostendremos nuestros intereses si eliminamos o debilitamos fuertemente la conducción de nuestros enemigos políticos, y si -en el peor de los casos- no lo logramos, por lo menos dividamos al Frente de Todos…”

Lo preocupante es que hay un sector numéricamente no desdeñable de la población propenso a aceptar el discurso que vuelcan en sus columnas tan prestigiosos exponentes del periodismo independiente de los intereses nacionales. Son hombres y mujeres que tal vez hayan comprendido qué clase de gobierno fue el de Macri, y no lo volverían a votar; pero siguen sin comprender el drama nacional y se regodean con sentencias tales como “menos mal que el Presidente es Alberto Fernández y no…Cristina”, olvidando que las aptitudes del Presidente y los aciertos del Gobierno -en medio del desastre heredado, agravado por el Covid-19- no hablan sólo de Alberto Fernández y los funcionarios que lo acompañan, sino también y sobre todo de quien tomó la estratégica decisión que allanó el camino a la victoria popular.

Los comportamientos antisociales y otras vicisitudes que día a día exigen acciones estatales cuya necesidad no era evidente hasta que apareció el coronavirus, sugieren que es imprescindible que las tales experiencias tengan su correlato político, que no es otro que el fortalecimiento de la capacidad de regulación del Estado en distintos ámbitos de la sociedad. Cuando digo experiencias y correlato político incluyo una cuestión fundamental: para regular comportamientos sociales no es necesario vulnerar el Estado de Derecho, sino todo lo contrario; como se desprende del accionar del gobernador de Jujuy, violador serial del Estado de Derecho, quien después de pisotear la ley para destruir una organización social como la Túpac Amaru -que podría haber cumplido un rol importante en esta emergencia-, ahora pretende impedir indiscriminadamente y a como dé lugar el regreso de jujeños a su Provincia sin haber intentado medidas para un retorno cuidado, mientras se permite augurar una tragedia en el Gran Buenos Aires.

 

 

Otros peligros

Los conductas sociales peligrosas en las circunstancias generadas por el avance del Covid-19, incluso las que se aprovechan de ellas, no son una exclusividad argentina; tampoco de personas, empresas y corporaciones, y si en otros países hay individuos que practican únicamente la solidaridad con ellos mismos y dueños del capital que no claudican en su voracidad por incrementar ganancias, también hay Estados que no cesan en su voluntad de mantener e incrementar su dominio sobre otros Estados, siempre acompañados por las grandes cadenas (des)informativas que, se sabe, hacen del miedo y el ocultamiento dos armas poderosas al servicio del control social, más en el contexto de incertidumbres propio de la aparición de un virus desconocido con alto potencial de contagio.

En febrero pasado, el secretario de comercio de EE.UU, Wilbur Ross, declaró en una entrevista ampliamente difundida: “Pienso que el coronavirus ayudará al regreso de los empleos de China a los EE.UU. En China hubo, primero SARS, después la peste porcina y ahora coronavirus”. Acto seguido, el New York Times comentó que “lo que China pierde podría ser una ganancia para América” -es decir, EE.UU-. Dicho de otra manera, el coronavirus podría tener un impacto destructor sobre la economía china y, en una reacción en cadena, sobre las economías del resto de Asia, de Europa, de Rusia y de América latina, ya afectadas por la caída de los flujos comerciales y turísticos, en beneficio de EE.UU, que según el funcionario sería económicamente indemne.

La realidad es la mejor referencia, especialmente cuando la perplejidad contribuye a hacer creíbles ficciones de variada especie y procedencia. Rescatemos entonces algunas realidades:

--Global Research, el Centro de Investigación sobre la Globalización, con asiento en Canadá y dirigido por el profesor Michel Chossudovsky, ha publicado una serie de artículos de expertos de distintos países sobre el origen del coronavirus. Esos especialistas estiman que “no se puede excluir la posibilidad de que este virus haya sido creado en un laboratorio”, hipótesis que ha sido descalificada como “conspirativa”. ¿Por qué no puede descartarse? Porque EE.UU, Rusia, China y otras grandes potencias tienen laboratorios donde se realizan estudios sobre virus que, al ser modificados, pueden ser utilizados como agentes de guerra biológica, dirigiéndolos incluso contra ciertos sectores de la población. Estamos hablando de una actividad rodeada del mayor secreto, a menudo camuflada como investigación científica civil. Sin embargo algunos hechos salen a la luz, como la existencia en Wuhan de un biolaboratorio donde científicos chinos realizan, en colaboración con Francia, investigaciones sobre virus letales, entre los que se cuentan algunos enviados por el Laboratorio de Microbiología de Canadá. Por otro lado, en julio de 2015, el instituto gubernamental británico Pirbright patentó en EE.UU un “coronavirus atenuado”; el 18 de octubre de 2019 -dos meses antes del inicio en China- el Johns Hopkins Center for Health Security y la Bill & Melinda Gates Foundation organizaron en Nueva York para el Foro de Davos un simulacro de pandemia por coronavirus utilizando un guión que, de convertirse en realidad, provocaría 65 millones de muertos.

--Después de propagarse en China, el virus se multiplicó en Irán a mediados de febrero. Desde la Antigüedad, China e Irán han estado muy vinculados. Ahora bien, tratándose de afecciones pulmonares, la población iraní es la más vulnerable del mundo: una amplia mayoría de los varones iraníes mayores de 60 años arrastran secuelas de los gases venenosos estadounidenses utilizados por el ejército iraquí contra Irán durante la primera guerra del Golfo, entre 1980 y 1988. Es un fenómeno similar al que se produjo en Alemania y en Francia después de la Primera Guerra Mundial. Quien se interiorice sobre la realidad persa podrá comprobar la gran cantidad de casos graves de enfermedades pulmonares existentes en ese país; a tal extremo que, en Teherán, cuando la contaminación del aire supera lo que la gente puede tolerar, se decreta el cierre de las escuelas, se suspenden servicios públicos y el 50 % de la población se retira al campo priorizando el traslado de los ancianos; episodio que sucede varias veces al año desde hace 35 años, y que los iraníes lo perciben como algo rutinario. El gobierno y el parlamento se componen casi exclusivamente de veteranos de la guerra entre Irak e Irán, vale decir, de personas extremadamente indefensas frente al Covid-19, lo que explica que un importante porcentaje de altos funcionarios se haya visto afectado en poco tiempo.

Por si esto fuera poco, debido a las sanciones que EE.UU. ha impuesto a Irán, ningún banco occidental financia el transporte de medicamentos hacia ese país, por lo que fue prácticamente imposible garantizar tratamiento médico a quienes se vieron afectados por el coronavirus, hasta que Emiratos Árabes Unidos rompió el embargo y envió al país persa 2 aviones cargados con medicinas.

En síntesis, personas que en otros países no sufrirían graves consecuencias, en Irán mueren apenas tienen tos porque no hay suficientes medicamentos y sus pulmones están gravemente debilitados desde hace años.

--Los ministros de defensa de los 27 países de la Unión Europea -22 de los cuales son miembros de la OTAN- se reunieron en Zagreb (Croacia) el 4 y el 5 de marzo de 2020; el tema central de la reunión no fue cómo enfrentar la crisis del coronavirus -para lo cual en los días que siguieron se habría de decidir la restricción de movimientos de las respectivas poblaciones-, sino cómo favorecer la “movilidad militar”: el ejercicio “Defender Europe 20” (Defensor de Europa 2020), está programado para los meses de abril y mayo; el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, que participó en la citada reunión, lo definió como “el mayor despliegue de fuerzas estadounidenses en Europa desde el fin de la Guerra Fría”.

La cuestión encierra algunas curiosidades:

  • Alrededor de 30.000 soldados norteamericanos han desembarcado en estos días en distintos países de la Unión Europea sin observar las medidas sanitarias decretadas por los Estados miembros.
  • El Plan de Acción sobre la Movilidad Militar, presentado en 2018 por la Comisión Europea, prevé modificar “las infraestructuras que no están adaptadas al peso o las dimensiones de los vehículos militares”. Por ejemplo, si un puente no soporta el peso de una columna de tanques habrá que reforzarlo o reconstruirlo, situación que seguramente se presentará con los tanques norteamericanos Abrams de 70 toneladas. Hay que tener en cuenta que desde los años ’90 las infraestructuras europeas se han proyectado únicamente con finalidades civiles, pero en la actualidad la movilidad militar se ha convertido nuevamente en una cuestión clave, para los Estados. En estas condiciones, las modificaciones -que no son necesarias para el uso civil- implican enormes gastos que los países miembros tendrán que asumir… con una “posible contribución financiera de la Unión Europea”. La Comisión Europea ha previsto para tal fin 30.000 millones de euros.

Así las cosas, el Plan de Acción contempla “simplificar las formalidades aduaneras para las operaciones militares y los transportes de mercancías peligrosas de tipo militar”. Habrá libre movilidad militar en todo el territorio que controla la UE, en particular de los soldados norteamericanos que “se esparcirán a través de la región europea” y que estarán exentos de las normas adoptadas en defensa del coronavirus.

Caben entonces algunas preguntas:

--¿Es el alto mando del ejército de EE.UU. una banda de incompetentes que ponen inútilmente en peligro la vida de sus soldados o ya están éstos vacunados contra el coronavirus?

--¿Qué objetivo tiene “el mayor despliegue de fuerzas estadounidenses en Europa desde el fin de la Guerra Fría”?, la respuesta oficial es que será para “proteger Europa de cualquier amenaza”, en clara referencia a la “amenaza rusa”. En tanto, Europa está en crisis debido a la amenaza que implica la pandemia.

--Si tenemos en cuenta que el US Army Europe anuncia que los “movimientos de tropas y de material en Europa durarán hasta julio”, ¿regresarán a Estados Unidos los miles de soldados norteamericanos o se quedarán en Europa con todo el armamento; no será que el defensor se convertirá en el verdadero invasor de Europa? }

--¿Tendrá previsto el Pentágono defender a países de nuestra América de las amenazas rusa y china con ejercicios similares?

Como se ve, durante la cuarentena no deberíamos estar atentos solamente al Covid-19.

 

 

 

 

 

 

 

 

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