Por los caminos del pueblo

Memoria agradecida de la vida del padre Alberto Carbone

 

Cuando todavía no se habían acallado las voces del pueblo en la Plaza de Mayo en gratitud por la vida y testimonio de la querida Hebe de Bonafini, nos enteramos el mismo jueves 24 por la noche de la partida del padre Alberto Carbone, compañero del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres y uno de los fundadores del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Tenía 98 años y estaba internado a causa de complicaciones de salud y la luz de su vida venía apagándose paulatinamente y en paz.

Alberto nació el 5 de enero de 1924 en Berlín, Alemania. Hijo de padre argentino (santafesino) y madre alemana (de tradición luterana no practicante), en 1926 regresó a la Argentina y aquí se quedó hasta su partida. Su nombre de bautismo fue Albrecht, pero él siempre se sintió Alberto.  “Soy argentino nativo, educado y criado en las calles de Buenos Aires. Yo no tengo nada que ver con Alemania. Ese país no me reconoce en absoluto porque soy hijo de un santafesino, para ellos un extranjero”, decía al hablar de sus orígenes.

Se ordenó cura el 19 de septiembre de 1953. De sus inicios en el ministerio sacerdotal solía remarcar que su educación de clase media acomodada y su paso por el seminario no le habían dado una cabal comprensión de la masa popular y su sentimiento peronista pero “al profundizar en el Evangelio, establecer contactos con el pueblo trabajador y con personas que buscaban la justicia en el país, me fui volcando paulatinamente hacia el pueblo pobre y sencillo –mayoritariamente cristiano– y a su sentir peronista”, recordaba.

Los vientos de cambio del Concilio Vaticano II clausurado en 1965 y el Manifiesto de los 18 obispos del Tercer Mundo “para los pobres de los pueblos y los pueblos pobres” provocaron el surgimiento del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, que Alberto contribuyó a fundar y que se extendió por todo el país. Al MSTM lo describía como nacido “en el seno de una Iglesia perteneciente a un país dominado por una elite, en gran parte dependiente de la cultura moderna europea y reflejada en Estados Unidos. Una élite altamente diferenciada de los amplios sectores populares y su cultura tradicional, que da origen a algo así como dos países culturalmente distintos”.

El testimonio de Alberto como cura que camina desde las luchas y esperanzas del pueblo nos anima fuertemente a quienes seguimos andando el camino, por un lado porque no ha cambiado demasiado la conformación cultural grosso modo –más allá de las diferencias lógicas de los 50 años que nos separan de aquel momento, sigue habiendo “dos Argentinas”– y por otro porque Alberto ubicaba el quehacer pastoral y los objetivos del MSTM apoyados en un serio análisis de la realidad que opera como brújula orientadora de la acción pastoral, sus prioridades y su lenguaje. Saber dónde estamos parados en el país y en el mundo es condición necesaria para vivir el Evangelio desde los pobres, preguntándonos permanentemente con Dom Helder Cámara, obispo de Recife y mentor del manifiesto de los obispos: ¿por qué hay pobres?

Con lucidez, Alberto reflexionaba que en aquellas horas Dios estaba “haciendo un esfuerzo para eliminar todo el armatoste que se acumuló durante siglos en una postura eclesial de poder que nada tiene que ver con el Evangelio”.

Alberto fue detenido dos veces, en 1970 y 1972, durante la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse, por su relación con jóvenes que en el secundario habían pasado por la Juventud de Estudiantes Católicos (JEC, de la cual era asesor diocesano y nacional) y que organizaron el grupo armado denominado Montoneros. En ese contexto se produce el conocido episodio de “la máquina de escribir” que Mario Firmenich le pidió que guardara y que en su detención fue secuestrada por la policía. Alberto fue sometido a juicio y condenado a dos años de prisión en suspenso. Fue liberado y, dos años después, nuevamente detenido, cuando la Marina –no convencida del primer juicio– trató de involucrarlo en un ataque a la Prefectura Naval en Zárate, también vinculado a Montoneros. Después de cuatro meses y medio fue liberado por un juez que demostró la falsedad de la acusación.

En 1985 comenzó a trabajar en el Barrio Rivadavia de Merlo, por entonces en la diócesis de Morón (hoy Merlo-Moreno). Con alegría, Alberto recibió este cambio como una bendición y un encuentro con su vocación más profunda: “De esta manera se cumplió mi aspiración de estar en el corazón del pueblo pobre y trabajador, gracias a la conjunción de mi historia personal y la Divina Providencia. Como se puede ver, Dios no abandona a sus fieles”.

Alberto hizo su Pascua y seguirá caminando entre nosotres para enseñarnos a vivir el mandamiento del amor, el que nos identifica con Jesús de Nazaret, el “mandamiento número 11”.

 

 

 

 

* El autor forma parte del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres.
** Los textuales de Alberto han sido extraídos de Buscando el Reino. La opción por los pobres de los argentinos que siguieron al Concilio Vaticano II, de Marta Diana (Planeta, 2013).

 

 

Entrevista realizada en 2019 por Semanario Actualidad Moreno:

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