Postales de la Bonaerense

La fachada de la “Jefatura” es el rostro de un cuerpo con falla multiorgánica

 

I)

Los policías bonaerenses carecen de memoria institucional. De conocerla, se sorprenderían al advertir cuan similares son a sus predecesores en funciones 40 ó 60 años atrás. El Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires ha vuelto a ser la “Jefatura” (de Policía), como se la designaba hasta 1997. El edificio es una metáfora de la institución: la fachada se mantiene impecable y los laterales y contrafrente son miserables. Si “el rostro es el alma del cuerpo”, como dijo Wittgenstein, la fachada de la “Jefatura” es el rostro de un cuerpo con falla multiorgánica.

Las palomas se posan en los tensores de la antena; son tantas que se colocaron redes en los patios internos para que no aniden en los alféizares de las ventanas. Los comisarios no son palomas-friendly. En las paredes del patio posterior, los helechos crecen a 7 metros de altura gracias a la humedad; las ventanas dispuestas anárquicamente por decenas de parches de albañilería, ofrecen una imagen idéntica al patio de la Unidad Penitenciaria 1 de Olmos. Los empleados de la Dirección Asesoría Letrada de Policía, hartos de la encontrarse con los expedientes mojados, compraron membrana para el techo. La caja chica, bien gracias.

En la gran mayoría de las oficinas, además de la humedad, prevalece el tedio burocrático: televisores encendidos en programas de escándalo, microondas que calientan los almuerzos al compás del sellado de expedientes. En las computadoras, lo que más se escucha es Pibes Chorros, sin advertirse la fina ironía. La “Jefatura” es el sitio más alejado del país de las entraderas, los motochorros y los robos. La enorme mayoría son policías del agrupamiento “administrativo”, cuyas horas extras (Co.Re.S., por compensación por recargo de servicio) se pagan 20 pesos y las del agrupamiento Comando, 40 pesos. Son policías por debajo de la línea de pobreza y sin posibilidad de morder una porción de la recaudación ilegal para zafar. Ignoran que transitan por una reforma policial y que a escasos metros, el Ministro Ritondo libra una brutal guerra contra las mafias. Estos polis “administrativos” comparten el trabajo de los empleados civiles que se rigen por la Ley 10.430, de empleados administrativos de la Provincia de Buenos Aires.

Los vendedores que pululan (muchos son policías retirados) desde siempre ingresan sin problemas a las oficinas donde hay datos sensibles con sus enormes bolsos o changuitos. Ofrecen en cómodas cuotas prendas de vestir, ropa interior femenina, perfumes truchos y bijouterie traídas directamente del barrio de Once. Muchos policías llevan sus niños al trabajo porque el jardín de infantes ofrece ocho (si, ocho) cupos anuales destinados a niños y niñas cuyos padrinos tienen más poder. El resto, cientos, tiene que recurrir a jardines de infantes particulares. Como no pueden, llevan sus hijos e hijas al trabajo. Lo mismo sucede con madres solteras o sin pareja. Así, en las computadoras cuyos servidores tienen los datos sensibles, niños y niñas gastan el “World of Tanks Blitz” o el “FIFA”. Policías y civiles empobrecidos comparten la misma pálida: los bajos salarios de Vidal y el apriete con los horarios y el presentismo. El camino conduce a renunciar ante la imposibilidad de tener dos trabajos. Es un perverso plan de retiro involuntario. El apoyo de UPCN y de ATE para los civiles, bien gracias, como la caja chica.  La pauperización de los polis los lleva a rememorar cada vez con mayor frecuencia el acuartelamiento en Infantería de La Plata los días siguientes a la asunción del Vicegobernador Gabriel Mariotto. En esa ocasión, para no galvanizar el conflicto, ni asuntos internos ni la Justicia avanzaron en sus respectivas investigaciones a pesar de los delitos cometidos por los polis.

La actividad de los jefes policiales es bien diferente según sea de día o de noche. De día hay movimiento, los policías y civiles van y vienen, se quejan porque en el cajero automático no hay plata, putean contra el molinete de acceso y la huella digital. Radio pasillo está en los temas de siempre: un efectivo se jubiló, otro fue trasladado, cómo te fue en el Operativo Sol, etc. De noche, cuando el Ministro y los Subsecretarios se van, comienza otra actividad, la que carece de burocracia, la de los comisarios inspectores, mayores y generales rosqueando, discutiendo la repartija de la recaudación, reprochándose, facturándose y amenazándose, siempre con un beso en la mejilla. De noche, el Ministerio de Seguridad funciona con la precisión de un hormiguero. Los oficiales salen a colectar alimento para llevar al hormiguero o a comprar un destino. La Jefatura de la Bonaerense es el único lugar terrenal donde el destino prefijado es una certeza, porque se compra. Cada dependencia tiene un precio de acuerdo a lo que reditúa. La comisaría que tiene jurisdicción en “La Salada” es la más cara de la provincia, un palo verde.

La noche del viernes 29 de marzo esta actividad comenzaba cuando llegaron las primeras noticias del tiroteo en Avellaneda que culminó con la muerte del Comisario de la Bonaerense, David H. Martin y dos policías de la Federal heridos, uno de gravedad. El Ministro Ritondo estaba retirado espiritualmente.

 

          II)

Desde entonces, el humor de los cuadros de conducción la Policía de la Provincia de Buenos Aires cambia tan rápidamente como el clima. Las circunstancias y la muerte del Comisario David H. Martín provocó un bochorno que se resiste a quedar atrás: Martín estaba con su patota recaudando para el “estado policial”. El hecho sirvió para que Patricia Bullrich se divierta con la Bonaerense como lo hacía con el muñeco tentempié de su infancia. Algunos bonaerenses gruñen diciendo que podrían recitar de memoria una veintena de casos en que policías de la Federal delinquieron. Los agentes con paladar negro de la AFI brindaron a la salud de Pedro el “Lauchón” Viale y rieron como Patán.

Una de las excepciones que confirma la regla es un Comisario Inspector que se ofuscó con Bullrich. “¿ A Mauricio Macri, quién lo secuestró ?”, dice. La respuesta es obvia: una banda de poli-ladri de la Federal. “¿Y ella (por Bullrich) no era montonera, organización que se llevó varios policías?”. Y hace un ademán con el brazo, señalando las placas de los policías caídos en acto de servicio ubicada en el hall central del Ministerio de Seguridad, donde tuvo lugar este breve diálogo. El Comisario Inspector es una excepción entre sus pares: conoce la historia policial y tiene algunos escrúpulos.

En ese contexto, Bullrich creó la Unidad de Garantía de Derechos Humanos en el Ministerio de Seguridad de la Nación y la colocó bajo la órbita de Pablo Noceti, a cargo de la Secretaría de Cooperación con los Poderes Constitucionales. Como se recordará, Noceti fue quien la víspera del operativo de Gendarmería en el Pu Lof de Cushamen en el que desapareció Santiago Maldonado, se reunió con Ministros de Seguridad provinciales y jefes de fuerzas federales y bajó línea respecto a actuar en flagrancia. Con esa excusa, el 1° de agosto de 2017 la Gendarmería ingresó al Pu Lof, reprimió, quemó, golpeó a los mapuche.  Maldonado desapareció en ese brutal operativo. “Para nosotros, la medida de Bullrich es tan ofensiva como para los mapuche y la familia Maldonado”, dice el Comisario Inspector. Las identificaciones tienen recorridos sorprendentes.

Este oficial accedió a hablar con El Cohete a la Luna, breve y reservadamente y “por única vez”. No estaba cómodo. Sin embargo, días después, cuando se enteró que siete de los nueve disparos que mataron a Martin fueron en dirección póstero-anterior, tomó la iniciativa y llamó para decir: “¡ Lo acribillaron. Y si no fuera policía, la presión sería mucho mayor !”

 

Continuará…

 

 

 

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