PREFERIRÍA NO HACERLO

Pichetto merecía algo más digno al final de su carrera política que este fantasmagórico pase de bando

 

Hay días en que todos nos levantamos en modo Bartleby, el irritante y famoso escribiente que dejó de escribir, nacido de la ácida imaginación de Herman Melville. Días en los que, frente a las obligaciones, los mandatos e incluso frente a las órdenes de otros, miraríamos impasibles y con tono monocorde diríamos lo que Bartleby repite insistentemente: “Preferiría no hacerlo”. Y no lo haríamos, además.

Me acorde de Bartleby viendo a Miguel Ángel Pichetto contestar el reclamo de los miembros de su ex bloque peronista, que pidieron al senador y hoy candidato a vicepresidente en la fórmula junto a Mauricio Macri que renunciase —como corresponde— a su lugar en el Consejo de la Magistratura. Lugar que ocupa en representación del Bloque peronista del Senado de la Nación, bloque que hasta hace unas horas presidía y que ya no preside y al que no pertenece más, por añadidura.

Además de señalar, en tono inconmovible, que no va a renunciar a dicho lugar en el Consejo, Pichetto agregó que los motivos por los que continuará en dicho lugar son, según su propia evaluación: “El cargo que tengo en el Consejo de la Magistratura lo voy a seguir ocupando, porque tiene que ver con mi perfil de senador, y durante este año voy a seguir siendo representante del Consejo de la Magistratura”. Luego de lo cual agregó, cual compadrito de cuadra: “Si tienen algún problema, pueden recurrir al camino judicial y lo discutiremos ahí: es un camino que a mí me gusta mucho”.

Sin animo de discutir con Pichetto, pero discutiéndolo con toda claridad, voy a recordarle que la ley 24.937, que reglamenta el Consejo de la Magistratura, establece lo siguiente con meridiana claridad en su articulo 2°: “Composición. El Consejo estará integrado por diecinueve (19) miembros, de acuerdo con la siguiente composición… inc. 4) Seis (6) legisladores. A tal efecto, los presidentes de la Cámara de Senadores y de la Cámara de Diputados, a propuesta de los bloques parlamentarios de los partidos políticos, designarán tres (3) legisladores por cada una de ellas, correspondiendo dos (2) a la mayoría y uno (1) a la primera minoría”.

Es por ello que el pedido que hará la mayoría del PJ del Senado, a saber, la primera mayoría, no tendrá mucho que ver con la idoneidad de Pichetto o con su perfil de senador, sino con una cuestión meramente aritmética. Pichetto ocupó esa banca en representación de un bloque especifico, el del PJ. Mayoría a la que Miguel no pertenece más, por propia decisión. Las matemáticas no son particularmente flexibles en cuanto a la sumatoria de voluntades. ¡Qué remedio!

También la cobardía de Pichetto, disfrazada de prepotencia. Aun cuando le diga a la mayoría peronista: "Si quieren venir, vengan, les presentaré batalla (judicial)", sabe perfectamente que no será él quien afrontará las consecuencias judiciales de no renunciar. Será la presidenta de la Cámara, Gabriela Michetti, quien deberá incumplir la ley, cuando reciba la nota suscripta por la mayoría peronista del senado removiendo a Miguel Ángel Pichetto del lugar que a dicha mayoría le corresponde y solicitando que asuma dicha banca el suplente ya designado – que es el senador Mario País— incluso con el voto del mismo Pichetto.

 

 

En algún barrio donde circulé dirían que no hay nada más fácil que aplastar ortigas con miembros viriles ajenos, en clara alusión a que hay decisiones que son fáciles de tomar cuando las consecuencias de esas decisiones no las afrontará quien decide, sino un tercero. En este caso, una tercera: la hoy vicepresidenta de la Nación, nuestra Frida Kahlo autóctona, quien de no hacer lugar a la solicitud que le hará la mayoría peronista quedará incursa en una serie de conductas que por desgracia –sobre todo para ella— son penalmente relevantes.

Porque la decisión de Pichetto de no renunciar podrá ser subsumida en una cuestión si se quiere política, pero no analizable por los tribunales argentinos. Pero la decisión de Michetti, desafortunadamente, sí se tratará del incumplimiento de funciones que la ley le ha impuesto en tanto se desempeña como presidenta de la Cámara de Senadores y que deberá incumplir para no designar a Mario País.

Cosas de las matemáticas y de las leyes. Y no de los caprichos de Pichetto, que seguramente dirá que es víctima de un complot peronista-senegalés para excluirlo de un lugar del cual se excluyó por propia voluntad.

 

 

 

 

 

Mientras Pichetto formalizaba su divorcio con el peronismo, desde Iniciativa Justicia nos presentábamos ante la Comisión Bicameral de Organismos de Inteligencia. Porque resulta que los abogados estamos hartos de no poder ejercer nuestra profesión porque los señores de la AFI nos escuchan cuando hablamos con nuestros defendidos. Y como si no fuera suficiente violación de la ley escuchar las conversaciones entre un abogado y sus defendidos, después tenemos que ver, impotentes, cómo pasan esas escuchas ilegitimas e ilegales por la televisión.

La conducta desarrollada por la Agencia Federal de Inteligencia es vergonzosa. Pero somos conscientes de que la llevan adelante con impunidad porque la Comisión del Congreso que debería controlarla parece estar mas ocupada en ordenar el cajón de medias desparejas o algo así de relevante, en lugar de hacer aquello que debería hacer por obligación legal.

Hubo además otros pedidos, como el que hizo el doctor Alejandro Rúa ante el Relator Especial del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas sobre Independencia de Magistrados y Abogados por el tema de las escuchas; los comunicados emitidos por el Colegio de Abogados de la Capital Federal y las gestiones hechas por el doctor Jorge Rizzo ante la Corte Suprema; el que publicó la Federación Argentina de Colegios de Abogados y hasta el que emitió el Colegio de Montevideo, todos ellos señalando la violación legal que implica la conducta de la AFI respecto a los abogados. Por eso nosotros como Iniciativa Justicia fuimos a decir a los que deberían controlar y no lo hacen que "se ha podido constatar —en numerosos expedientes judiciales de jurisdicción nacional y provincial— que desde el Organismo mencionado fueron ordenadas tareas prohibidas por la ley 25.550 (arts. 4 y 5). Entre ellas pueden citarse: A) Investigaciones y obtención de información de personas vinculadas a la actividad política y gremial, sin autorización judicial. B)  Tráfico de influencias para obtener decisiones de Jueces y Fiscales, contrarias a derecho".

"Es de destacar que más allá de que la presente se realiza en el marco de nuestro compromiso estatutario, las actividades a las que hacemos referencia en el presente, cuenta entre sus víctimas a miembros de nuestra Asociación Civil, como asimismo, a personas que han designado a algunos de sus miembros como abogados defensores en causas penales, lo que afecta gravemente el ejercicio de la abogacía y la protección del secreto de la relación abogado-cliente".

"A la enorme gravedad de los hechos puntualizados debe añadirse que, en numerosas oportunidades, se ha detectado que funcionarios de la AFI actuaron de consuno con periodistas de grandes medios de comunicación. La razón es obvia, pues es sabido que la opinión pública es el espejo en el que se miran la mayoría de las instituciones al momento de tomar decisiones, y no hay razones para suponer que la Justicia penal esté exenta de esa circunstancia".

Por estas razones solicitamos que con carácter de urgente se realice una auditoría (Art. 32 de la ley 25.520) y que se proceda a la destrucción documentada de todas aquellas grabaciones o transcripciones de conversaciones telefónicas, intercambio de mensajes y/o correos electrónicas que posea la AFI de interceptaciones telefónicas o medidas similares, que no revistan interés para el juez que las ordenara, o que hayan dejado de ser de interés.

También que se verifique que no existan interceptaciones telefónicas, de servicios de mensajería, o de correos electrónicos sin orden de autoridad judicial.

Además que se constaten las cadenas de custodia del material antes referido, entregados por la DAJuDeCO. Y que se inicien sumarios administrativos para deslindar responsabilidades. Y que se elaboren de una buena vez protocolos de actuación para el tratamiento de información que afecte la privacidad de las personas, y —entre ellas— la relación abogado-cliente y la relación médico-paciente.

Y si siguen sin hacer nada de eso, señores legisladores —porque por ahí los agobia tener que hacer tanto trabajo—, que evalúen sacarse tanta cuestión de encima y disolver la Agencia Federal de Inteligencia, y hacer la revisión integral del sistema de Inteligencia Nacional. Porque así no está funcionando conforme lo exige la Ley. Y si no pueden garantizar que funcione conforme a la ley, por ahí es mejor que no funcione, ¿no?

Y ojo, no es que no entendamos en Iniciativa Justicia la trascendencia institucional de ordenar el cajón de las medias desparejas. Los legisladores suelen tener muchos pares de medias y estamos al tanto de la tragedia que eso implica para la Nación.

Pero, ¿ saben qué pasa, señores de la Bicameral? Que si te escuchan no hay derecho a defensa. Y sin derecho a defensa no hay Estado de Derecho. Eso es trágico también.

Así que —y de onda, les digo— pónganse a hacer lo que deben hacer. De una buena vez. No pueden contestar como Bartleby que “prefirían no hacerlo”. Porque cumplir la ley no es algo que puedan elegir hacer o no hacer. Es obligatorio.

Adelanto desde ya que les perdonamos y que no nos vamos a burlar desde Iniciativa Justicia. Aunque vayan con medias diferentes a trabajar.

Buena suerte y hasta luego

Escribo esto y pienso que en las oficinas del Senado de la Nación, quienes trabajan con Pichetto estarán en la lenta —y no exenta de nostalgias y de dudas— tarea de embalar papeles y objetos personales que se acumularon durante 16 años en la oficina de la presidencia de bloque del PJ. Pocas veces un brutal desplazamiento político como el que hizo el senador tiene consecuencias tan visibles, hasta en términos físicos, y notorias en el inmediato plazo.

Porque la foto de Pichetto con Macri o con miembros del macrismo no sorprende a nadie, a estas alturas. Pero sin duda provocará desconcierto verlo sentado en otra banca y no en medio de la bancada de senadores peronistas, como lo hemos visto durante los últimos 16 años. La última vez que ese lugar no estuvo ocupado por Pichetto yo tenía 26 años, vivía en Córdoba y probaba suerte con mi primer pareja adulta, cuando ya superé la número tres. Ver a Pichetto en esa banca ha sido algo mucho más estable que mi propia vida personal.

Digo lo anterior  como homenaje o reconocimiento o despedida. A decir verdad, no sabría cómo definirlo. Yo he querido y admirado a Pichetto. Lo he visto hacer política y a veces he tenido el privilegio de acompañarlo. Recuerdo un maravilloso viaje por el valle que hice con él hace años. Y la discusión de algunas leyes. Sus palabras la noche de la 125. Y las jornadas maravillosas de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, con Pichetto cebando el mate mientras escribíamos con Loreti a cinco manos. Pese a su distanciamiento político de los últimos años, aun hoy le agradezco cómo les dio amparo y refugio a muchos compañeros. Porque lo hizo y es justo reconocerlo.

No puedo olvidar tampoco cómo salvó a ultima hora a Bonadío del juicio político. Ni la discusión sobre votar o no a los miembros de la Corte que propuso el macrismo. Terminó votándolos.

Un orador de la política, absolutamente incapaz de conmover a nadie fuera de su banca. Pero en ejercicio de su cargo de senador ha tenido —incluso en estos tiempos de distancia política— algunos discursos memorables.

Cuando me enteré de que iba a ser compañero de formula de Macri yo estaba en Matheu, en la sede el PJ. Sentí algo parecido a la pena. Creo que Pichetto merecía algo más digno al final de su carrera política que este fantasmagórico pase de bando, celebrado por quienes lo han usado como ejemplo de la falta de renovación de la política. Supongo que él lo sabe y supongo también que no le importa. Y supongo que además juega esta última ficha de su carrera, desde un lugar de búsqueda de reconocimiento. Está en su legitimo derecho. Derecho que no tiene de seguir ocupando el lugar del peronismo en el Consejo de la Magistratura.

A Pichetto le encanta la figura de Talleyrand. Se siente identificado con este político francés. El ejemplo del político pragmático. Dado que me gusta la literatura tanto como la política, recordé una bella y terrible referencia que en sus Memorias de Ultratumba hace Chateaubriand sobre Talleyrand y Fouché.

Joseph Fouché, como Talleyrand, fue otro de los hombres importantes de la Revolución Francesa y de la época napoleónica. Así como a Talleyrand se lo considera el fundador de la diplomacia moderna, a Fouché se lo considera el padre del espionaje moderno. Y como contó Chateaubriand, “monsieur de Talleyrand no estimaba a monsieur Fouché; monsieur Fouché detestaba y, lo que es más extraño, despreciaba a monsieur de Talleyrand”.

Talleyrand provenía de buena familia, era cultísimo, sofisticado y elegante. Luego de dejar la Iglesia, donde comenzó su carrera, fue famoso por sus conductas indecorosas y por su talento extraordinario, fuera de cualquier discusión.

Fouché venía de una familia de pescadores y era tan rudimentario como brillante. Napoleón llegó a decir que “era un hombre sin comparación, más malo que Robespierre. Su venalidad no era tan manifiesta como la de Talleyrand. Había sido un terrorista; uno de los jefes de la facción jacobina. Traicionó y sacrificó sin remordimiento a todos sus antiguos camaradas o sus cómplices. La intriga le era tan necesaria como el alimento. Intrigaba en todo tiempo, en todas partes, de todos modos y con todo tipo de personas” [1].

Fouché solía hacer enojar a Napoleón, quien amenazaba con hacerlo fusilar. Amenaza a la que un inmutable Fouché respondía: “No soy de esa opinión, su majestad”. Frase que es prima hermana del “preferiría no hacerlo” de mi querido e irritante Bartleby.

Sin embargo, Fouché y Talleyrand tuvieron una empresa en común. Derrocar a Napoleón. Lo cual provoco la ira del propio Napoleón, quien sometió a juicio a Talleyrand. Juicio del cual Talleyrand saldría victorioso y Napoleón humillado.

Años después cayó Napoleón y asumió el reinado Luis XVIII. Cuenta Chateaubriand: “De repente se abre una puerta: entra silenciosamente el vicio apoyado en el brazo del crimen, monsieur de Talleyrand caminaba sostenido por monsieur Fouché: la visión infernal pasa lentamente por delante, entra en el gabinete del rey y desaparece. Fouché acababa de jurar fidelidad y homenaje a su señor; el fiel regicida, de hinojos, puso las manos que hicieron rodar la cabeza de Luis XVI entre las manos del hermano del rey mártir; el obispo apóstata hizo de garante del juramento”.

Recuerda Chateaubriand que en esos días se decía en Francia respecto al nombramiento de Fouché que “sin Fouché no hay seguridad para el rey, sin Fouché no hay salvación para Francia”.

Que paradoja absurda y triste, admirar tanto a Talleyrand para terminar oficiando de Fouché. Y sabiendo, a ciencia cierta y de modo indubitable, que Mauricio Macri es a Talleyrand lo mismo que las gallinas a la poesía: absolutamente nada.

Con perdón de las gallinas, claro.

De todos modos, Pichetto, como dice Calamaro: “Buena suerte y hasta luego”.

 

 

 

 

 

 

[1] Juicios de Napoleón sobre sus contemporáneos y sobre él mismo.

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