PRIMAVERA CERO

Los trabajadores trazan la salida de la crisis frente al extravío oficial que pone el carro delante del caballo

 

La impresionante manifestación del 24S, en el marco de la primera de las dos jornadas de huelga general, pone a las claras que los trabajadores son parte clave de la salida de la crisis que contempla los intereses bien entendidos del conjunto de la sociedad argentina. En cambio, la jugada a dos bandas del gatomacrismo, un truco de ilusionista llevado de la mano por el FMI, procura que la crisis que generó, desemboque, tal como buscan doblegarla, en el país para pocos, para casi nadie.

Desde la coyuntura, la muy diferente naturaleza de una y otra resolución de la mala hora conducen a trayectorias estructurales distintas del PIB. En las antípodas una de otra. En el caso del gatomacrismo, se aprecia examinando la base conceptual que tienen sobre la moneda, articuladora de su accionar hacia el no-desarrollo. De allí surge con nitidez una sintomatología de lo que causa la falta de manejo de la vida política del país en forma razonable. En lo que respecta a los trabajadores, para tomar el pulso de la crucial travesía del dicho al hecho, desoyendo los cantos de sirena, es menester bosquejar un relato estilizado en el que afloren los atavismos históricos que hay que superar.

 

Blues de la artillería

En la fase superior del no de Wall Street al endeudamiento externo argentino, el acuerdo con el FMI y las bandas cambiarias como instrumentos para devenir factibles tienen dos condiciones necesarias que cumplir, según aseveran sus propios heraldos: cero para el resultado fiscal y para el crecimiento de la base monetaria. Como creen que tanto aumenta la cantidad de dinero tanto aumenta la inflación, al buscar el crecimiento cero de la cantidad de dinero entonces será cero la inflación. Esto es falso porque la cantidad de dinero se acomoda a los precios y no a la inversa como estima el monetarismo ramplón del gobierno.

Los economistas buscaron entender por qué se usaba moneda, que perturbaba el equilibrio olímpico de sus modelos. Descubrieron, una tras otra, varias propiedades inéditas de la moneda que podían justificar una demanda específica. Las resume la idea de liquidez. A partir de allí postularon que el dinero se demanda por sí mismo, por sus propias cualidades y, en consecuencia, bastaría con actuar sobre el mismo para remediar todos los males. Esa es la cuna de los serios defectos técnicos que puede advertirse en los actuales inútiles y dañosos tejes y manejes monetarios y fiscales, al punto que hacen inalcanzables las dos condiciones necesarias que se autoimpusieron.

Además y primordialmente al percibirse el desbarranco conceptual, se le corre el velo al mito tras el cual se deschava al gobierno como supernumerario en el proceso político. El gobierno cree que puede fijar la cantidad de dinero. El Banco Central, el nuestro o cualquiera, no puede fijar la cantidad de dinero que usa la economía. Y esto porque son los créditos los que crean los depósitos. Los bancos privados comerciales así crean dinero.

En la trama de este conjunto de conceptos ideológicos (falsa conciencia) se enanca la mayor ilusión del gatomacrismo: la de haber encontrado un medio para esquivar los acuerdos políticos. De manejar la lucha de clases sin asumir ningún costo político. Si la cantidad de dinero queda fija y controlada por el gobierno, los actores de la sociedad civil no tienen otra opción que adaptarse a la restricción. Pero como en realidad es la sociedad la que fija la cantidad del dinero que usa y no el gobierno, el gatomacrismo al abrazarse a este estandarte y sostenerlo contra viento y marea, confiesa que no tiene ya más nada constructivo que hacer, si es que alguna vez tuvo algo.

 

Mañana siempre se sabe

Al gatomacrismo la falta de dólares financieros le quemó los papeles de la transición hacia la factoría de bajos salarios. Los trabajadores deben ser parte y respaldar el programa que consiga estructuralmente, mediante la sustitución de importaciones, los dólares comerciales que hagan falta a fin de que no se frene el proceso de crecimiento. Pero en este clima de presión para enfriar el consumo no pueden contentarse apenas con recomponer lo perdido. Los trabajadores deben bregar por aumentar sostenidamente el poder de compra de los salarios. Y la clase política tomar debida nota de ello. Que el derrotero en pos del desarrollo debe necesariamente registrar y receptar favorablemente tal comportamiento de los trabajadores.

Consideremos dos países, donde uno es desarrollado, los Estados Unidos, y el otro subdesarrollado: la Argentina. Imaginemos que una calamidad inmensa cualquiera, por ejemplo, una bomba neutrónica, se detona simultáneamente en los Estados Unidos y en la Argentina, y que esa bomba tiene la singular propiedad de demoler toda la infraestructura técnica y cultural en los dos países y dejar sobreviviendo a una población de simples obreros con nivel de estudios primarios, equipados con una cuantas herramientas manuales rudimentarias, exactamente las mismas en los dos lados, y con un stock de los bienes de subsistencias más comunes, de calidad y cantidad idénticas por cabeza sobreviviente en una y otra parte. Supongamos, también, que ese stock de bienes puede durar dos años por el nivel de vida de los argentinos y únicamente dos meses por el mayor nivel de vida de los norteamericanos. En unas pocas décadas, si todo sigue como antes, la Argentina volverá nuevamente a ser la Argentina de siempre y los Estados Unidos de nuevo los Estados Unidos de antes de la bomba. Es cuestión de que veamos la evolución de tal proceso para persuadirnos de que así sucederá.

 

Born in the USA

Al día siguiente del cataclismo, el trabajo recomenzará en los dos países, empero en ausencia de toda fábrica, de toda máquina y de todo técnico, será un trabajo rural y artesanal de la más baja productividad, la misma en los dos lados. Sin embargo, en cada uno de los dos países se distribuirá el ingreso disponible sobre la base del salario de la víspera y es sobre esa base y sobre la de las tradiciones y los hábitos que toda disminución circunstancial será calculada. Entonces, a pesar de todo, subsistirá la brecha enorme entre las dos tasas de salario. Como la productividad en los Estados Unidos es tan baja como la de la Argentina, los precios de los stocks existentes de bienes de consumo comenzarán a aumentar muy fuerte en los Estados Unidos, mucho menos fuerte o en absoluto en la Argentina. La espiral inflacionista, salarios-precios, se pondrá en marcha en los Estados Unidos. Igual aunque esté reducido, el consumo corriente será muy superior a la producción corriente, tanto más ya que tomará algún tiempo para que la nueva producción esté disponible. Durante ese tiempo, los stocks de bienes de subsistencias supuestos se agotaron rápidamente y los beneficios de los dueños de esos stocks se fueron a las nubes. La actividad económica, más o menos especulativa y ficticia, está funcionando a pleno. Será un seller’s market, con las tensiones y los desequilibrios de la escasez, es decir, el clima ideal para la inversión capitalista.

Entonces, antes que los stocks se agoten completamente, desde barcos hasta aviones cargados con todo tipo de cosas partirán de los cuatro puntos cardinales de la Tierra, singlando a todo vapor hacia este súbito Eldorado, donde todo se vende, donde —suprema bendición— las personas consumen sin producir, en donde la voluntad de compra es superior a la oferta de bienes. Déficit de la balanza comercial. Algunos preguntarán con la mayor preocupación: ¿cómo se pagan esas importaciones? Se las pagan por medio de una importación paralela de capitales. Ya que, en el mismo momento, todos los financistas del mundo centraron su atención sobre ese mercado potencial (sino actual) inmenso, que les cayó del cielo, mercado también constituido por grandes consumidores de automóviles, de electrodomésticos, de televisores como son los norteamericanos.

Su demanda, si no es soluble en el instante actual, es creíble en el porvenir. Si esta credibilidad parece irracional en sí, deviene objetivamente racional de momento que es compartida por gran número de inversores, porque sus propias inversiones resultan suficientes para hacer esta demanda solvente, para dotar a la voluntad de compra de ese poder adquisitivo que momentáneamente faltaba. Así, los pagarés emitidos por los importadores norteamericanos contra sus cargamentos de mercancías tuvieron rápidamente tomadores en las bolsas de Londres, Paris, Milán, Tokio. Los adquieren para comprar con ellos los terrenos industriales en Detroit, Filadelfia, Nueva York y reconstruir los altos hornos, las refinerías, la industria automotriz.

Los más avisados de los empresarios no tardarán mucho tiempo en hacer sus cuentas. A tal nivel de salarios y los precios que en consecuencia son puestos en el mercado, hay una fuerte ganancia mediante la mecanización a ultranza y lo más rápida posible, si es posible más rápida que la de los demás. No será difícil de demostrarlo matemáticamente, para satisfacción de cualquier banquero internacional en la búsqueda de inversiones rentables y sanas. Y los banqueros internacionales financiarán voluntariamente la mecanización masiva de las empresas a medida que unas sigan el ejemplo de otras. Los técnicos y los ingenieros de todo tipo arriban en tropel haciendo de puente mientras las nuevas universidades se instalan y forman los primeros nuevos diplomados. Es así como los Estados Unidos volvieron a ser muy rápido los Estados Unidos.

 

Me verás volver

Durante ese tiempo, la austeridad y seriedad argentina no se discute. Los argentinos administraron sabiamente sus stocks con sus salarios de hambre. Los hacen durar más de lo habitual, probablemente hasta la primera cosecha de los nuevos cultivos que pusieron en marcha a fin de poder exportar un poco de soja para obtener un poco de divisas e importar unos pocos nuevos productos. Ni tensión, ni desequilibrio. Este es el perfecto equilibrio del subdesarrollo. Tan perfecto, que los inversores internacionales no ven ninguna razón para alterarlo. Sobre la base de los salarios y los precios existentes, los financistas internacionales descartan resueltamente los eventuales proyectos de mecanización, si es que se encuentran con algún cuadro empresario lo bastante temerario para ofrecerlos. Estiman que no existe proyecto bancable en este país y se retiran. Por lo tanto los inversores y los financistas internacionales, sin dudas, reharán las plantaciones de soja para la próxima apertura del gran mercado de los Estados Unidos, donde, por suerte, de momento no tuvieron interés en plantar soja. No obstante, para el resto, dejan que la Argentina vuelva a ser la Argentina.

 

Imagínate

Este proceso imaginario del desarrollo para dar cuenta del real tiene varios puntos de contacto con el que el economista greco-francés Arghiri Emmanuel (1911-2001) presentaba en sus clases parisinas. Solía dejar perplejos a buena parte del alumnado. Es de esperar que los argentinos intoxicados durante décadas con el mito de la austeridad, con una alta dosis ahora, sigan oponiendo fuerte resistencia cultural a percibir que en lugar de ser un aumento en la producción el que hace posible el aumento del consumo, es un aumento previo en el consumo el que estimula la producción. He ahí el núcleo del programa de transformación. La crisis aminora el ritmo de salida. Jamás puede desmentir la dirección. En este dime con quién andas y te diré quién eres del proceso político, la fantasía absurda y onerosa del gatomacrismo, en cuanto pone el carro delante del caballo, aguarda ser desecha por la claridad política de la clase trabajadora, eje del movimiento nacional.

 

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