Pullén recargado

El juez jujeño carcelero de Milagro Sala que robó una niña y fue intimado a devolverla con la fuerza pública

 

Pablo Pullén Llermanos es conocido en el mundo porque tomó la persecución de Milagro Sala como una cruzada personal. Pero ni el mundo ni los jujeños le conocen la cara que lo llevó a apropiarse de un niña recién nacida en mayo 2015, devuelta por la coacción del poder judicial, que al mismo tiempo hizo todo para evitar que el caso se conociera.

El perseguidor más malo de Milagro Sala, el que la saca y la pone en prisión, el que ordena traslados a las diez de la noche sólo para enloquecerla de miedo o trasladarla en piyama a los tribunales, está casado con Evangelina Talavera, con quien hasta 2015 tenía sólo dos hijos varones. Para entonces, había tramitado autorización para portar una pistola calibre 40 PLG, antes de otro permiso de una 9mm. Ya era juez residual de la provincia y odiaba que lo llamen sólo por el primer apellido, había comenzado a tramitar ante el registro civil el doble apellido de sus hijos bajo la advocación de que era el linaje de su familia. Como sea, en aquel momento ocurrió algo que permite pensar que Milagro no es una excepción en la historia de un desaforado hombre de 40 años, con pobres calificaciones en la Universidad de Córdoba, que accedió al cargo del juez mientras estaba tirado sin un peso, con las finanzas de un local de artículos varios, gracias al entonces presidente del Superior Tribunal de Justicia, el padre de su amigo Sergio Ricardo González.

En 2015, Pullén debió reemplazar por unos días a la jueza María del Rosario Hinojo, a cargo de uno de los dos juzgados de menores de la capital de la provincia. Hinojo sufrió un grave problema de salud, que la inmovilizó once diez días  en  cama. Aunque las subrogancias establecían otros mecanismos de suplencia, Pullén ocupó el cargo en un juzgado con competencia penal y también tutelar para menores en riesgo.

El juzgado seguía el caso de una bebé en situación de riesgo. La niña era hija de una joven porteña, de ascendencia europea. Se había enamorado de un chico de Jujuy, quedó embarazada, él no quiso hacerse cargo y ella quedó a la deriva, enmarañada en una vida inestable, errante y con la niña. El juzgado ubicó a la niña en un hogar transitorio. Para preservar contacto y vínculo con progenitores o integrantes de lo que se llama familia ampliada, Hinojo hizo contacto con la abuela y una tía. Pero Pullén Llermanos llegó al juzgado y decidió llevársela.

—¡Me la quedo! —dijo ante diversos testigos.

Y en un acta firmada ante todos se autoadjudicó la guarda, es decir casi como una adopción para sí mismo. ¿Vos te das cuenta de lo que eso significa?, pregunta uno de los penalistas más serios de Jujuy. Las fuentes consultadas por este medio, que de ninguna manera están dispuestas a dar sus nombres pero son completamente cercanas al caso, explican, como si hiciera falta, que el trámite debía haber sido distinto. Ante un caso así, el juzgado debe esperar los tiempos de contacto con la familia y sólo cuando considera que los tiempos están vencidos porque nadie reclama a la niña, eleva la causa a un juzgado de Familia para el trámite de adopción. Pullén, juez y parte,  se la llevó a la casa.

La esposa de Pullén lo celebró en diálogo con la esposa de un funcionario de la Justicia, en  un gimnasio:

—¿Sabés lo que me trajo Pablo de regalo?

—¿Qué?

—Una nena, rubia y blanca como nosotros.

Hinojo regresó al juzgado y dispuso la devolución de la niña. Pullén no aceptó.

Boludo, devolvé la nena —le dijo.

—María del Rosario, no te metás. No pienso devolverla.

Para entonces, la abuela  había llegado de Buenos Aires. Y preguntó en el juzgado por el paradero de la nieta. Pullén siguió sin reaccionar. Hinojo buscó una salida en el único ámbito que parecía posible: el Superior Tribunal de Justicia, la comarca del fuero de jueces y juezas dirigido por  Titina Langhe de Falcone, una mujer que también se quedó con otro niño, que inscribió como propio adulterando los papeles del registro civil, pero que en este caso resultaba la última chance. Un funcionario del STJ efectivamente citó a Pullén Llermanos. El juez residual acudió. Incluso allí se opuso a devolverla y abandonó el lugar ofendido.

El episodio terminó  poco después. Hinojo  llamó por teléfono a Pullén:

Hice rodear la manzana con la policía. Tenés dos horas para entregar a la bebé. Si no, te hacemos el allanamiento.

Pullén Llermanos aceptó. Antes de las dos horas, devolvió a la criatura.

"Muchas veces uno se pregunta cómo fue posible que se produjera el plan sistemático de apropiación de niños en dictadura. Creo que esa práctica no se podría haber desarrollado si no hubiera existido una práctica anterior en muchas familias, en todas las clases sociales, de quedarse con niños producto de la compra-venta o de situaciones irregulares al margen de la ley, y negándoles su historia y su verdad", dice Alan Iud, abogado de Abuelas de Plaza de Mayo. "Por el trabajo de Abuelas, hoy podemos saber que la apropiación fue una práctica previa al terrorismo de Estado, concomitante, e incluso con casos que no tuvieron que ver con hijos de desaparecidos. De hecho el Banco de Datos Genéticos lleva alrededor de diez mil personas analizadas, con dudas sobre su identidad. Esa práctica continuó desarrollándose después. Y son casos que reflejan cómo los adultos a veces toman a los niños como objeto. Este caso es especialmente grave porque se desarrolla desde el poder que otorga  la magistratura. Quienes desarrollaron el plan sistemático de apropiación de niños justamente lo hicieron valiéndose de la impunidad que les daba controlar todos los resortes del Estado, por medio de los métodos más criminales. En este caso lo hizo un juez que está ejerciendo la magistratura por las vías institucionales, y evidentemente abusa de su poder en beneficio propio. Me parece interesante remarcar de todos modos que la respuesta institucional fue adecuada, si se consiguió revertir la medida que dispuso en su beneficio. Y como contraparte, aparece la actitud de Pullén como reflejo del poder y la impunidad que debe sentir, demostrativa del hecho de que haya tomado esta medida a la vista de todos, del personal de su juzgado y dejando constancia en las actuaciones judiciales".

Cuando Eli Gomez Alcorta escucha la historia piensa en esa idea de la objetivación y en Milagro  Sala. Eli es una de sus defensoras:

A mí esto no me pasa con nadie, ni siquiera con Claudio Bonadio. Hay algo del goce del tipo, del decidir, del yo resuelvo lo que quiero, que vuelve a ser perverso todo el tiempo. Es, me importa un carajo qué diga la Corte Interamericana, qué diga la Corte Suprema. Me importa un carajo si esta mina se suicida, siempre es: yo resuelvo. Y es: yo resuelvo todo lo que te haga daño. Te voy a trasladar, y te voy a trasladar a las diez de la noche. Te voy interpelar, y te saco de tu casa descalza. Creo que representa una figura de la omnipotencia, incluso muy asociada a la identidad de los represores que no me pasa con otros: es como que se cree el Tigre Acosta caminando por la ESMA- reflexiona.

¿Cuál es el problema de Pullén? ¿Qué explica esta violencia?

 Por cuestiones de competencia, como juez residual,Pablo Pullén Llermanos  lleva las causas previas a 2011. Es sólo uno de los jueces de las causas de Milagro Sala, las menos significativas, causas viejas y hasta con características bizarras. No investiga ni la asociación ilícita, ni los fondos públicos de la organización. Sólo una supuesta tentativa de homicidio el año 2007 que no prescribió sólo porque un detenido casualmente se presentó a confesar un delito. O una batalla campal entre dos organizaciones de julio de 2006, desempolvada justo cuando iba a prescribir. Aún así, se volvió el perseguidor estrella de una dirigente mujer, negra, coya y por lo tanto, a sus ojos, pordiosera. Montado sobre esas causas minusválidas, salió a sobre-representar el pito, es decir su poder.

 

 

De nuevo, cuando la Corte Suprema Federal le ordenó sacar a Milagro de la cárcel, él dijo: Yo no entiendo lo que dice la Corte. Es la persona que le llenó de púas el cerco de El Carmen, el que montó un pelotón de gendarmes y le puso decenas de cámaras de - -seguridad.

¿Por qué? ¿Por qué es tan malo?

Pablo Pullén Llermanos nació en 1978. Usa camisas cerradas y anteojos ante las cámaras de televisión. Tiene un muro Facebook amurallado, sólo con un puñado de fotos públicas. En una tiene un tatuaje en los hombros. En otra, una enorme masa de músculos en las piernas.

- Que haces tarzán de país emergente —le dice uno.

-Si, soy un tarzán, responde jactancioso.

Finalmente tuvo una hija. Que también aparece en las fotos con sus dos hijos y su esposa. Pullén estudió en Córdoba. Entre sus filiaciones, es sobrino de Antonio Llermanos, presidente del Tribunal Oral Criminal que absolvió a Milagro Sala en la causa de las bombachas, hecho por el cual otro de los integrantes del tribunal fue proscrito en la lista de ascensos a la Cámara de Casación. En el fuero doméstico, aparecen dotes de artista: un padre fallecido y su hermano. Los dos, de nombre Roy. Uno conocido como Roy Pullén en la provincia, una suerte de cantante popular en los medios. En alguna ocasión, cuando Pullén hijo trabajaba en casa de gobierno, una de sus compañeras se acercó a contarle que la noche anterior había visto a su padre. "Yo no soy Pullén, yo soy Llermanos" —le dijo.

Su hermano Roy David Pullén Llermanos es cantante de opera, de lo más celebrado en la provincia. Vive en Córdoba, pero viaja mucho a Jujuy y fue festejado en los diarios después del estreno de una obra en el Teatro Colón.

 

Roy Pullén Llermanos, como farón en la Opera Aida en el Teatro Colón.

 

Roy adora a su hermano. Y vive la vida. Canta a viva voz con sus sobrinos, desaforado ante un Nino Bravo, bebe cerveza, se viste con coronas, se pinta los ojos como reina desatada y exhibe su vida con alegría. Publica fotos sin vergüenza. Lo expone todo y, de nuevo, festeja a su hermano, las salidas en televisión, las comparte, les pone me gusta, y en cuanto puede, le hace fotos.

Ora, toman una cerveza.

 


Ora, comparten otra cerveza.

Ora, se divierten. O nadan en una pileta. O, Roy va y se instala en casa de la madre, pone el teléfono a distancia y graba.

Ante ese hermano de melodrama que le sigue todos los pasos, Pullén Llermanos aparece recargado. Hace unos meses, cuando tomaba clases en un posgrado, sus compañeros se murieron de miedo. Era un curso de derecho penal organizado por la universidad de El Salvador. Había entre 40 y 50 personas. Cursaban la materia de Psicología Criminal. El docente Pablo Burgueño introdujo una discusión sobre portación de armas: ¿para qué una persona puede querer un arma, si al salir a la calle sería un peligro para la convivencia social?, dijo alguien. En ese momento, Pullén dijo que no era así. Saltó de la silla. Se abrió el saco, y calzada bajo la axila, mostró su arma. El tipo que tenía al lado saltó a tres metros de distancia.

—Yo ando armado —dijo—. ¡Y no estoy matando a nadie!

Otra vez, aparece el pito de Pullén.

El psicoanálisis no generaliza, analiza caso por caso. Uno a uno, dice Adriana Fischman, psicoanalista. En cualquier escucha psicoanalítica, o en cualquier interpretación de técnicas proyectivas, objetivas, dice, todo lo que sea subrayar rasgos viriles como la potencia contra una mujer, habla de una percepción temerosa de la propia potencia. Cuando los psicoanalistas trabajan con chicos, pero también con adultos, dice, y les hacen dibujar a una persona, esos datos aparecen en dibujos con rasgos muy marcados: en hombros, en un bastón en la mano, en un sombrero varonil. Una secuencia de subrayados que habla de la percepción del sujeto dibujante, que da cuenta de la falta de virilidad o de potencia.

Los dibujos de Pullén no están en un papel, sino en su sobre-representación constante, en las púas, en los gendarmes, y en eso que también le atribuye Milagro.

Milagro inscribió ese tipo de persecución en su condición de mujer en uno de los pocos diálogos que mantuvo con el magistrado. Para entonces, llevaba poco tiempo detenida. Y le hacía preguntas que ya no le hace. ¿Por qué me persigue por mi condición de género?, le dijo. Estaba acompañada de Ariel Ruarte, uno de sus penitentes abogados. Ante la pregunta de Milagro, Pullén respondió lo siguiente:

—Yo tengo pruebas en el expediente de que usted pone en peligro el desarrollo de la causa. Acá hay pruebas —le repitió—, no como en lesa, que metieron en cana a un amigo sin pruebas.

Milagro no dijo nada. Ruarte tomó la palabra.

Yo no puedo dejar pasar por alto lo que dijo, en lesa hay prueba, dígame el nombre de su amigo, y yo le digo la prueba.

—No viene al caso el nombre —dijo Pullén—, era sólo un chofer.

Ruarte entonces le dio el nombre de uno de los condenados en los juicios por crímenes de lesa humanidad. Es Díaz, dijo. Pullén dijo que no, que era otro.

¡Deme el nombre! —insistió Ruarte. Pero el juez los hizo salir.

La escena tiene varios datos importantes. La idea de la enemistad manifiesta. Todos los actores de lesa humanidad, desde la Corte Suprema de Justicia en adelante, saben que en Jujuy no hubiesen avanzado los juicios contra los responsables de los crímenes del exterminio si Milagro Sala y su organización barrial Túpac Amaru no hubiesen salido a la calle. La organización reconfiguró su agenda luego de 2010 para acompañar a los debilitados organismos de derechos humanos, y a fuerza de poner el cuerpo en la calle logró desplazamientos de magistrados, el inicio de los juicios orales y el procesamiento del zar del azúcar, Carlos Pedro  Blaquier. Pero la enemistad es manifiesta también porque hay un amigo del juez supuestamente perjudicado por la acción de Milagro. Pullén Llermanos, residual o no, es un juez de la provincia de Jujuy, su crítica a la legitimidad de causas contra el genocidio, además de todo lo sitúa en las puertas del negacionismo.

Ahora bien, también está la enunciación de Milagro. La persecución por la condición de mujer. La socióloga Silvia Chejter ya inscribió en estas páginas la persecución a Milagro como parte de una violencia que, si bien no es nueva, recién en los últimos años comienza a tener nombre propio dentro de la amplia gama de violencias a las que se somete a las mujeres en todos los ámbitos de la vida social: la violencia política que es ejercida sobre las mujeres, para cercenar su libertad política. Las nuevas formas de violencia ejercidas en la región contra las mujeres políticas. Pero esa es, hasta ahí, la persecución del Estado sobre Milagro Sala. El punto de unión entre Pullén Llermanos y Gerardo Morales. Lo que hay después, ese plus de goce que el Estado puso a su disposición de quien lo necesita para sentirse potente, solo parece tener un tope, un límite, en casos como el de la niña. Cuando el sistema reconoce a algo como propio, y sale a frenarlo.

Con Milagro, todavía no.

 

 

 

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