Qué hacer

Impera un cambio de rumbo y de lógica política-económica

 

El país está pasando por momentos de fuertes turbulencias en los “mercados”. Lo que ocurre es que se firmó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que dejó todo preparado para que esta situación sobrevenga. Ese acuerdo devino de un camino mal elegido para resolver la “dinamita” que dejó Rejuntados por el Cambio cuando la ciudadanía lo expulsó del gobierno. El endeudamiento que financió la fuga de capitales exterminó el acceso del país al mercado financiero voluntario internacional, a la vez que lo dejó con una deuda insostenible con el FMI, que le prestó a la Argentina a sabiendas de que el país no podría afrontarla. Cabe recordar que las decisiones últimas del organismo financiero multilateral están en el Tesoro norteamericano, tanto por el poder de veto que tiene por los votos institucionales que detenta, como por el papel que ha adquirido el dólar como moneda global.

 

Deberíamos distinguir tres tipos de moneda:

  1. las que son emitidas por economías periféricas, que no poseen poder cancelatorio en los intercambios mundiales;

 

  1. las que sí tienen ese poder cancelatorio, pero cuya relación de valor siempre refiere a sus cotizaciones con el dólar;

 

  1. la moneda global, que es la del Imperio. Este es el que tiene la posibilidad de emitir y regular las tasas de interés internacionales, debido al desarrollo de su economía, pero también, y cada vez más, a su lógica y poder de militarización de las relaciones globales entre países.

 

En un escenario global de guerra, y de restablecimiento de bloques que amenazan la lógica hegemónica de los Estados Unidos, esta superpotencia ha reorganizado su política exterior y se muestra muy intervencionista en América Latina. El FMI ha hecho su trabajo. La Argentina ha retrocedido muchísimo desde el momento en que Cristina Fernández terminó su segundo mandato. El desendeudamiento con el FMI mostró cómo era posible recuperar los grados de libertad de la política económica, y como la independencia económica estaba fuertemente articulada con la soberanía política. El regreso del organismo fue consumado por la política de sus lacayos, que gobernaron encabezados por Mauricio Macri. No fue otro el objetivo del modelo de IT (metas de inflación), aplicado en esos tiempos por el Banco Central, basado en la apertura del mercado de capitales y el supuesto abordaje contra la inflación mediante la suba de las tasas de interés. Así se cristalizó el inicio de la bola de nieve LEBACS-LELICS, que hoy constituye un enorme problema de deuda cuasi-fiscal y que reduce la masa de crédito disponible para destinos productivos, mientras los bancos extranjeros y locales hacen un gran negocio, sin riesgo y de alta rentabilidad. El capital especulativo se rentabilizó y voló afuera y el FMI acudió cuando el incendio ya había devorado la solvencia externa de una economía desendeudada y con posibilidades abiertas de resolver sus problemas estructurales y de seguir desarticulando su dependencia.

Fue un grave error del gobierno de Alberto Fernández, y de la mayoría de la fuerza legislativa del Frente de Todos, avenirse a una refinanciación de la deuda con ese organismo, que sólo condujo a una creciente endeblez externa del país. Hoy cuesta aceptar que se haya argumentado que era un acuerdo sin ajuste, o que el FMI había cambiado, esgrimiéndose como prueba elementos de la personalidad, creencias religiosas y origen sociopolítico de su nueva directora gerenta Kristalina Georgieva. Estamos así por el gobierno de las derechas, pero también por haber permitido ese acuerdo con el FMI y su co-gobierno ejercido desde las auditorías trimestrales que le fueron admitidas.

 

 

 

Políticos del orden decadente

La decadencia y desvalorización de la política como herramienta de cambio se pudo ver en la lamentable reunión empresarial realizada la semana pasada en el Hotel Llao Llao de Bariloche. Los empresarios escucharon una competencia discursiva de los políticos opositores, que en una especie de desfile de modelos ante una mesa examinadora presentaron propuestas de gobierno cuyo eje en común es la disposición para llevar a cabo reformas que destruyan derechos sociales y otras que debilitan el Estado-nación. Se vuelve a escuchar la propuesta de dolarización. Todos los antecedentes de donde fue aplicada muestran resultados calamitosos y la pérdida de soberanía para hacer política. Pero, además, el constitucionalista Eduardo Barcesat afirma que la implementación de la renuncia a la soberanía monetaria, que lleva de suyo la adopción del dólar como moneda, requiere que dos tercios de ambas cámaras del Congreso nacional se pronuncien afirmativamente para declarar la necesidad y urgencia de una reforma constitucional, ya que el artículo 75 de la Constitución, en sus incisos 6° y 11°, prevén la conformación de un banco federal con la facultad de emitir y sellar moneda, fijar su valor y el de las extranjeras. El pirómano de la ultraderecha se paseó por el Foro exhibiendo esa intención, apelando a un curso de acción violatorio de la ley nacional.

 

 

 

Desfile opositor ante los grandes empresarios.

 

 

 

Patricia Bullrich, adicta al transfuguismo político, propuso un drástico recorte del gasto público. No obstante, afirmó que no era ajuste porque eso implicaría “desajustar al sector privado”. La disminución del gasto fiscal abrupto implicaría una caída de la demanda agregada y un derrumbe del PBI y el empleo.

Asombra la escasez de recursos de los políticos liberales neo para defender sus ideas. Poco sofisticados, apelan a las más afines al capital para seducir a los empresarios que adhieren al neoliberalismo, porque quieren seguir dolarizando excedentes y sacarlos del país, aspirando a desarticular el tejido social y la alternativa política de transformación que representa el kirchnerismo. Los que se postulan como ala moderada de las derechas se presentaron como promotores de la reducción del costo laboral y la flexibilización del mercado de trabajo, llamada edulcoradamente “reforma laboral”. Horacio Rodríguez Larreta dijo que quiere achicar el Estado y desregular la economía, mientras que Gerardo Morales, el carcelero de Milagro Sala, se auto-valoró como quien gobierna su provincia sin derramar una sola gota de sangre, para luego hacer un listado de incentivos al sector privado de la economía.

Paralelamente, el FMI aprieta a un país que no tiene un nivel de reservas adecuado para atender el funcionamiento de su economía, producto de la falta de conciencia gubernamental respecto a que la Argentina está endeudada con un organismo multilateral que busca la profundización de su dependencia y que la obliga a devaluar su moneda permanentemente para provocar que la inflación lleve adelante una ajuste regresivo de ingresos. Y ahora, en un momento delicadísimo, producto de la sequía, persigue que se disponga una maxi-devaluación que lleve a una recesión. Eso podría permitirle al país ahorrar algunas divisas, a cambio de las penurias populares. Mientras tanto, funcionarios de alto nivel del Departamento de Estado estadounidense hacen regulares visitas para alinear la política internacional argentina con el Imperio y presionar por el abandono de la cooperación de nuestro país con la ascendente China. Serían las condiciones para dar algún préstamo contingente de emergencia, que el FMI aprovechará para requerir más ajuste y mayor injerencia en la política económica local.

 

 

 

Es la economía política

Dice textualmente el economista Jorge Marchini (asesor de la CEEN - Central de Entidades Empresarias Nacionales), respecto a la situación que se está atravesando en la coyuntura:

 

  • La corrida no tiene justificación objetiva. Es paralela a la presión de una fuerte devaluación “de shock” inmediato ante un gobierno que no atina sino a “tranquilizar al mercado” con mayores concesiones, mayor devaluación, más tasas, más ajustes, etc.

 

  • Se está jugando directamente con una desarticulación de precios, de actividad económica, de corrida financiera y deterioro social abrupto.

 

  • Las respuestas no pueden ser más de lo mismo cuando se juega con la sociedad.

 

  • En lo inmediato, la tranquilidad no vendrá con mayores concesiones, sino con medidas, firmes y consistentes.

 

  • Tal como ha ocurrido reiteradamente en la historia, el programa del FMI es causante de desestabilización inflacionaria y de desarticulación económica y social (exigencias de devaluación, presupuesto público, prioridad financiera).

 

  • Si el motivo inmediato que se esgrime es la falta de reservas del Banco Central, debe declararse la emergencia cambiaria y priorizar su uso en forma transparente –lo cual hoy no sucede– para necesidades prioritarias de la sociedad y el sostenimiento de la producción y el trabajo.

 

  • La especulación resulta evidente. No se liquidan divisas de exportación, pese a la enorme concesión del “dólar agro”. El mismo gobierno refirió que esperaba ingresos pendientes de grandes exportadores que están incumpliendo la normativa de obligación de ingreso exportaciones por 5.000 millones de dólares y que “esperaba sumar entre 9.000 y 10.000 en los próximos cinco meses”. La sequía no puede ser excusa. Se trata de operaciones realizadas pendientes de liquidación.

 

  • Debe haber transparencia y estricto control de importaciones (maniobras de sobre-facturación). La emergencia supone que no se pueden habilitar importaciones con “jueces” sesgados.

 

  • Hay que aplicar la Ley Penal Cambiaria en forma ejemplificadora.

 

  • En paralelo, ante tanto desquicio, se debe declarar la “emergencia alimentaria”.

 

 

El economista Sergio Marchini.

 

 

Estas reflexiones de Marchini, que incluyen medidas inmediatas y mediatas, conducen a pensar en que es imperioso un cambio de rumbo y lógica política-económica con la que se maneja el gobierno. La dinámica de la inflación y de la presión cambiaria tienen objetivos políticos desestabilizadores. No se las puede analizar con los manuales de la economía, como si esta se tratara de una praxeología. Así lo pretenden los pregoneros del mainstream neoclásico y otros ortodoxos y heterodoxos que presumen un comportamiento empresarial homogéneo, típico de un modelizado homo economicus, sin apelar a la ubicación en tiempo y espacio, en una historia y particularidad nacional específica, que intervienen en la definición de las conductas empresariales.

Los grandes empresarios argentinos quieren destruir el kirchnerismo porque adhieren a un movimiento reaccionario que restaure las condiciones de funcionamiento del transformismo argentino. El FMI también quiere destruir “el populismo argentino”: es la misión que le encargan sus mandamases del Tesoro, el Departamento de Estado y el Comando Sur estadounidenses. Lo hacen en un momento de tensión máxima, que también da cuenta de la pérdida en el grado de hegemonía única que tenía Estados Unidos. Este el centro de gravedad en el cual se debe poner foco y no en la teoría cuantitativa del dinero o en la restricción externa estructural argentina, ambas opuestas entre sí, pero que no explican la complejidad y dinámicas de la economía política actual.

Resulta interesante citar a Enzo Traverso, que dice en Revolución. Una historia intelectual: “En Occidente, el final de la bohemia urbana y la aparición de la universidad masiva, combinados con un largo período de vida pacífica y democrática, han favorecido la retirada hacia los campus de la mayoría de los intelectuales: estos tienen rara vez un papel público y tienden a producir obras esotéricas, habitualmente consumidas dentro de su propio espacio social. Esta retirada del pensamiento crítico en el mundo académico coincidió con la reificación de la esfera pública, una conjunción fatal que modificó de manera significativa el estatus de los intelectuales”. El intento de convertir a la economía en un dispositivo de conocimiento “objetivo” y “desinteresado” coincide con el cercenamiento de la política en su nominación y refleja en el presente argentino un inequívoco pertenecer a la reflexión del autor citado. Los papers de economistas que leen otros economistas, la polémica que no puede trascender los lenguajes y los recortes temáticos de su espacio social reflejan los problemas que afectan a los ortodoxos y buena parte de los heterodoxos. El desafío es reponer a la economía crítica en la palestra, porque lo que se debate es del terreno de la economía política, sin escisiones entre ambos términos. Por lo tanto, es el terreno en el que ella puede pensar y proponer las rupturas necesarias. Los papers de la economía académica poco se dedican a debatir sobre derechos de propiedad, articulación de la dinámica económica con la lucha entre bloques sociales. Su devenir transcurre por otros carriles, diferentes a los problemas que hoy aquejan al país.

 Hay espacio para un tercerismo en la política internacional. Ese espacio debe ser ampliado y la Argentina tiene historia en el movimiento nacional y popular para construir alternativas de política independiente en esos escenarios. Sería grave asumir un posibilismo que conduzca a repetir una experiencia que fue criticada, un ejemplo no elegible, como la opción tomada por Syriza hace ya más de un quinquenio en Grecia, cuando eligió un realismo por el que una fuerza potente y respaldada no dio las peleas necesarias para no ser sometida por el implacable poder económico externo. Los resultados fueron pésimos para ese país, su pueblo, su juventud, su economía. El final: los conservadores volvieron al poder. Syriza ya no es lo que era. Su líder Tsipras, tampoco. En cambio, Lula da Silva ha emprendido un enérgico discurso contra el FMI. Ha planteado: “No se puede estar asfixiando a los países como está haciendo ahora a la Argentina el FMI”. Brasil se encamina hacia la neutralidad en la política internacional. Habrá que confluir en una actitud conjunta. A pesar del Fondo, animándose a no hacerle coro a los Estados Unidos. Es hora de unidad latinoamericana, no de panamericanismo.

 

 

 

 

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