RADIO VENUS NO LLAMA

Mensaje para la Argentina en dos ensayos y un informe sobre aspectos del capitalismo

 

En una vuelta por el mundo, tocando bastantes menos que ochenta circunstancias, se encuentra tela para cortar en materia de igualdad, hoy vapuleada hasta el paroxismo, por dos de las tres fórmulas principales que compiten en las presidenciales de octubre. Hablando de Roma, el elefante se asoma. "El Presidente Trump no solo puso fin al agotamiento del largo siglo XX, sino que sirvió como un recordatorio de que el pesimismo, el miedo y el pánico pueden animar a las personas, las ideas y los eventos con tanta facilidad como el optimismo, la esperanza y la confianza (…) ¿Qué salió mal? Bueno, Hayek y sus seguidores no solo eran genios del lado de Dr. Jekyll, sino también idiotas del lado de Mr. Hyde. Pensaron que el mercado podía hacer todo el trabajo y ordenaron a la humanidad que creyera en 'el mercado da, el mercado quita; bendito sea el nombre del mercado'. Pero la humanidad objetó: el mercado manifiestamente no hizo el trabajo, y el trabajo que hizo la economía de mercado fue rechazado y marcado como 'devolver al remitente'". Así va redondeando sus conclusiones el economista de fervores demócratas J. Bradford DeLong, según las ideas desarrolladas en su ensayo del año pasado Camino a la utopía, una historia económica del siglo XX.

El título original en inglés es Slouching Towards Utopia, que viene a ser algo así como ir caminando a la utopía arrastrando los pies, que expresa adecuadamente la visión del Bradford sobre lo que aconteció entre 1870 y 2010, el siglo XX largo de acuerdo a su periodización. Toma su punto de partida temporal en 1870 porque alrededor de esa fecha se dio la sinergia entre la corporación moderna, el laboratorio de investigación industrial y la globalización plena. El trío actuando en conjunto, siempre de acuerdo a DeLong, impulsó el progreso tecnológico hacia alturas nunca vistas hasta entonces en la historia humana. El descomunal aumento del producto bruto que se logró de la mano de la tecnología en el siglo XX largo sacó de escena al fantasma de Robert J. Malthus, a tal punto que los aumentos de la población contribuyen a incrementar la productividad en vez de estropearla, como solía suceder antes del despegue orquestado por la Santísima Trinidad de Bradford.

En el siglo largo se alcanzó la utopía de la enorme y persistente producción, pero se falló en mejorar la distribución. De ahí que nos venimos arrastrado entre espinas en el afán de alcanzar la utopía distributiva y sufrimos y nos destrozamos. Para entender qué fue lo que nos quedó en el camino que recorrimos arrastrando los pies, por el peso de las contradicciones que no se supieron allanar, DeLong enhebra el relato histórico a partir de las categorías puestas en juego por cuatro pensadores:

  1. Joseph Schumpeter, con relación a la innovación tecnológica;
  2. Friedrich Engels, y su enfoque del modelo marxista de base y superestructura;
  3. Friedrich von Hayek, y su intuición de que no se puede esperar que el mercado surta ninguna forma de justicia social, pero mejor no interferir en su funcionamiento tratando de enmendar la inequidad, porque eso traba e inhibe este impresionante mecanismo generador de riqueza sin par, llevando a la perdida de la libertad de los seres humanos y —entonces— a la declinación económica.
  4. Karl Polanyi, que refuta la concepción de Hayek de una utopía basada en el mercado. Los derechos de propiedad no son los únicos que importan preservar en la vida cuando chocan con la trama social y política, dice Polanyi. Lo fundamenta estableciendo que pueden y deben ser puestos en armonía (disminuyendo su reinado absoluto) sin que se vea afectada la eficiencia de la acumulación. Al contrario, si no se lo hace, el crecimiento declina por los conflictos políticos y sociales que origina, advierte Polanyi.

Al mando de esta más que singular motley crew, Bradford ataca el problema irresuelto de la distribución historiando que, "a lo largo del largo siglo XX, Karl Polanyi, John Maynard Keynes, Benito Mussolini, Vladímir Lenin y muchos otros, trataron de pensar soluciones. Disintieron de 'el mercado da…' de manera constructiva y destructiva, exigiendo que el mercado haga menos, o haga algo diferente, y que otras instituciones hagan más. Quizás lo más cerca que estuvo la humanidad de un algo diferente exitoso fue el matrimonio forzoso de Hayek y Polanyi, bendecido por Keynes, en la forma de una socialdemocracia del Estado desarrollista del norte global posterior a la Segunda Guerra Mundial. Pero la configuración institucional socialdemócrata había fallado en su propia prueba de sostenibilidad. Y aunque el neoliberalismo posterior cumplió muchas de las promesas que le había hecho a la élite del norte global, de ninguna manera fue un progreso hacia una utopía deseable".

Se pregunta entonces Bradford DeLong: "¿Por qué, con poderes tan divinos para dominar la naturaleza y organizarnos, hemos hecho tan poco para construir un mundo verdaderamente humano, para acercarnos a cualquiera de nuestras utopías?". Para encontrar una respuesta en la actualidad, repasa cómo fue cayendo a partir de la crisis de 2008 —y el estancamiento que le siguió— la confianza en el papel hegemónico de los Estados Unidos. En el lapso de marras, en los países desarrollados, la dirigencia se hacía el chancho rengo con la restauración del pleno empleo, y así alimentaba —sin advertirlo— el descontento que capitalizaron los políticos neofascistas y fascistas. Mustio, Bradford decreta que "así terminó la larga historia del siglo XX", y "resultó que, después de 2010, Estados Unidos elegiría a Donald Trump, y Europa occidental no lo haría mucho mejor, poniendo fin a las posibilidades de revivificación (…) Ha comenzado una nueva historia, que necesita una nueva gran narrativa que aún no conocemos".

 

 

Lo viejo y lo nuevo

La hipótesis de Bradford suscita preguntar: ¿Qué consecuencias políticas y económicas para el aquí y ahora de la empantanada, empobrecida e inflacionaria Argentina propina esa nueva historia que no se puede contar porque —de momento— carece de narrativa? Más que nueva historia, lo que la acumulación a escala mundial sugiere estar pariendo es a socialdemócratas culposos como Bradford, que giraron sobre el bienestar de las mayorías con la cretina ilusión de evitar pagar el costo político de poner en caja a la lucha de clases a favor de los desposeídos. El sincretismo teórico sui generis que pergeña es un síntoma inequívoco de ese vicio socialdemócrata. Porque una cosa es no encerrarse en la propia, lo cual es más que bienvenido, y otra muy diferente jugarla de Cardenal Antonio Samoré para seguir con la cantinela de no herir susceptibilidades; en particular: de los que tienen la sartén por el mango y el mango también.

La razón, además de astuta, es de devolver más fuerte la trompada. Lo que es el capitalismo no perdió ni el pelo, ni las mañas de siempre; apenas tuvo una recaída en las veleidades de la globalización. Así lo reconoce la  Organización Mundial de Comercio en el informe sobre comercio mundial presentado el martes. La directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala, escribe en el informe que durante la mayor parte de los últimos 75 años el orden económico internacional se articuló alrededor de la idea de que «el aumento de los vínculos comerciales y económicos fomentaría la paz y la prosperidad compartida (…) Hoy esta visión está amenazada, al igual que el futuro de una economía global abierta y predecible (…) La alternativa a la integración basada en normas es la fragmentación basada en el poder y un mundo de mayor incertidumbre, mayor exclusión socio-económica y mayor deterioro ambiental (…) la 'reglobalización' es una alternativa mucho más atractiva".

Gordon Brown, el laborista ex Primer Ministro británico, estuvo en la presentación del informe de la OMC y alertó que "hay un traspaso de la economía neoliberal a la economía neo-mercantilista. Se alzan cortinas de hierro en tecnología, inversión y en datos. El Consenso de Washington no tiene consenso ni siquiera en Washington, y ahora la suposición equivocada es que las restricciones al comercio van a llevar a mejores niveles de vida".

 

 

 

Resultan paradójicas las observaciones de Okonjo-Iweala y de Brown. En el informe se previene que hablar de 'desglobalización'  al menos resulta prematuro. Es que en el World Trade Report 2023 se contabiliza que el valor del comercio mundial de mercancías aumentó un 12 % a 25,3 billones de dólares en 2022. El valor del comercio mundial de servicios fue de 6,8 billones de dólares en 2022, un 15 % más que el año anterior. En rigor de verdad, en volumen físico, el comercio global trepó 2,7 % en 2022. El 12 % registrado es en valor (precio por cantidad) y se debe al proceso inflacionario mundial. Como la población mundial está creciendo por debajo del 1 % —su ritmo anual más lento desde 1950—, hay más comercio por cabeza. El informe bajó al 1 % la proyección del alza de los flujos comerciales en 2023, desde el 3,4 % que preveía originalmente, debido a las tasas de interés norteamericanas en suba y el enfriamiento de la economía china (los dos territorios de mayor volumen económico mundial) y no a las barreras comerciales.

Y entonces, ¿a qué se deben las aprensiones de Okonjo-Iweala y Brown? Lo del británico esconde una engañifa conceptual a la sombra de la cual se solaza la economista nigeriana. El comercio es sustituto del movimiento de capitales. Los padres del librecambio más allá de sus marcadas diferencias —o sea: David Ricardo, Ely Heckscher, Bertil Ohlin— abogaban para que no haya el más mínimo movimiento de capitales globales (y así no se embrome el cero de saldo que buscaban entre exportaciones e importaciones).

Brown habla de restricciones al comercio cuando en realidad se refiere al freno al movimiento mundial de capitales, lo que debería incentivar el comercio, no trabarlo, de acuerdo a sus ideólogos históricos. El alegato de Okonjo-Iweala —similar al de Brown— da indicios firmes de estar al tanto de que la OMC fue la ambición de las corporaciones multinacionales norteamericanas hecha institución internacional, con la meta de ir a China organizando el mercantilismo de nuestro tiempo para que no genere reveses.

Mientras tanto, el 8 de septiembre en el Congreso norteamericano, el consenso bipartidario llevó a los legisladores a impulsar más límites a los flujos de capital estadounidense hacia China, después de que el Presidente Biden firmara el mes pasado una orden ejecutiva que prohíbe las inversiones en algunos sectores de alta tecnología. Abogan para que la administración Biden revise la inversión pasiva en empresas chinas a través de fondos mutuos e índices, y quieren un mayor escrutinio de las inversiones chinas por parte de empresas de capital privado y de riesgo. Los legisladores entienden que hay que ponerse más firmes en la legislación restrictiva, pues no es realista esperar que las empresas no transiten por las zonas grises de la seguridad nacional y los derechos humanos. Aducen que Wall Street respondería rápidamente a las señales del gobierno.

 

Derecho y economía

La nueva gran narrativa que ignoramos de la nueva historia que reclama Bradford DeLong, en su rasgo de excusa socialdemócrata, es natural que no pueda prescindir de los viejos vicios del sistema. En su edición del jueves 7 de septiembre, el semanario inglés The Economist relata cómo los economistas de la Escuela de Chicago remodelaron la Justicia estadounidense a través de conmemorar que en "este otoño (boreal), hace cincuenta años, Richard Posner, juez federal y académico de Chicago, publicó su Análisis económico del derecho. Ahora, en su novena edición, el libro desató una avalancha de ideas de los economistas de la escuela de Chicago, incluidos Gary Becker, Ronald Coase y Milton Friedman, que se plasmaron en los expedientes de jueces y abogados de Estados Unidos". Las investigaciones académicas que se hicieron sobre las consecuencias de Chicago en el funcionamiento concreto del Poder Judicial norteamericano "han encontrado que aquellos expuestos a sus ideas se oponen más a los reguladores y son menos propensos a hacer cumplir las leyes antimonopolio, y tienden a imponer penas de prisión con mayor frecuencia y por más tiempo".

El deporte de castigar a los pobres se basa en que "las sentencias severas (…) reducen la actividad criminal de la misma manera que los altos precios reducen la demanda". Darle vía libre a las corporaciones hace suyo el criterio del "llamado estándar de bienestar del consumidor. (…). Esto establece que una fusión corporativa es anti-competitiva sólo si aumenta el precio o reduce la calidad de los bienes o servicios", consigna el semanario inglés. Además del ensayo de Posner, el otro brazo de la pinza conservadora lo moldeó, según The Economist, el "programa de dos semanas llamado Instituto Manne de Economía para Jueces Federales, que se desarrolló desde 1976 hasta 1998. Fue financiado por empresas y fundaciones conservadoras, e implicó una estadía con todos los gastos pagos en un hotel junto a la playa en Miami (…) los asistentes apodaron la conferencia 'Pareto en las palmeras'. El plan de estudios era extremadamente exigente y lo impartían economistas como Friedman y Paul Samuelson, ambos premios Nobel (…). A principios de la década de 1990, casi la mitad del Poder Judicial federal había pasado algunas semanas en Miami". Las investigaciones académicas refieren que "los ex alumnos de Manne adoptaron (…) una postura conservadora en casos antimonopolio y otros casos económicos, con un 30 % más de frecuencia en los años posteriores a su asistencia. También impusieron penas de prisión un 5 % más frecuentes y un 25 % más largas".

Todo esto da indicios bastante claros de que la alternativa real que enfrenta el mundo (y la Argentina) es fascismo o democracia, porque alentar el movimiento de capitales para aprovechar los bajos salarios de la periferia, caerle a los pobres con el garrote legal, dar rienda suelta a las corporaciones y jugarle a la tecnología para olvidar y lavar las responsabilidades políticas, o trabajar para que eso no suceda se inscriben dentro de esa contradicción. El gobernador bonaerense Axel Kicillof, siguiendo a Cristina, quiere componer una nueva canción para que los principios sociales prevalezcan en la acumulación realmente existente, que al incentivarse adecuadamente hace prevalecer la democracia. Pero como lo nuevo nace de lo viejo, cabe recordar una canción de los ‘80 en la que la radio de una pick-up en el campo que escuchaba una pareja es interferida por un pedido desesperado de un venusino al que le estaban atacando el planeta. Había quedado solo. Ahora que el sistema democrático está en peligro, bajo asedio, la nueva radio Venus no llama. El grupo pop se llamaba Los Helicópteros. La canción: Aquí radio Venus llamando. Uno de sus integrantes, Uki Goñi, devino en el cronista de la saga de los nazis escapados de la guerra hacia la Argentina. Simples rimas de la historia.

 

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