SE DICE DE MI

La DAIA como vanguardia de la guerra judicial y de la persecución al kirchnerismo

 

El miércoles 16, la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) realizó un acto en el hotel Sheraton, para celebrar el 85º aniversario de su fundación. Tanto el presidente Jorge Knoblovits en su discurso como el perfil de los invitados presentes en el ágape refrendaron el rol cambiemita asumido por la entidad desde hace una década, cuando resolvió abandonar los objetivos para los que fue creada, sobre todo la lucha contra el fascismo.

El maestro de ceremonias fue el periodista de La Nación+ Luis Novaresio, y tuvo una participación estelar –publicitada por los organizadores– el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta, quien para dejar en claro el motivo de su visita señaló: “Siempre trabajamos muy bien con la DAIA desde hace muchos años. Un trabajo en equipo. Estamos para apoyar, y por eso me gusta poder estar presente hoy, aquí, en esta conmemoración, una vez más”. Al jefe de Gobierno lo acompañó su responsable de Relaciones Internacionales, Fernando Straface, en un claro mensaje sobre el vínculo diplomático que asume la DAIA como embajada paralela de Israel.

La semana anterior a la realización del acto, sus organizadores presumían de la presencia garantizada –además de Rodríguez Larreta– del ex Presidente Mauricio Macri, acompañado de la jefa de su partido, Patricia Bullrich. Según un integrante del consejo directivo de la entidad, los últimos dos no pudieron hacerse presentes por razones de fuerza mayor, ligadas a las declaraciones sobre superioridades raciales proferidas por el empresario devenido en político.

 

 

Las causas por las que la DAIA se negó a repudiar a Mauricio Macri son bastante obvias y previsibles: forman parte del mismo conglomerado político que cuenta con un blindaje mediático a prueba de repreguntas y, sobre todo, de condenas sociales. Sin embargo, lo más sugestivo fue la justificación elaborada por el propio presidente de la entidad, Knoblovits, en una entrevista brindada a uno de los propagandistas del cambiemismo local, Eduardo Feinmann, concertada para promover el acto del miércoles y, de paso, indultar a Macri: “La DAIA es más importante por lo que hace y no dice, que por lo que dice y no hace”. Con esa frase de pretendida agudeza, el dirigente proveniente del área de deportes del Club Hacoaj pretendió explicar la furtiva iniciativa con la que se garantizaron las disculpas –vía Twitter– del ex Presidente. Lo que sucedió, en realidad, fue que Knoblovits se comunicó con su incondicional socio, el diputado Waldo Wolff, para que tramitara una disculpa de su jefe, evitando de esa manera el repudio de la institución. Lo que se dice un trabajo en equipo. La retractación de Macri no fue tal: dijo que sólo se refería al fútbol.

Esta familiaridad de la DAIA con el entorno de la derecha macrista no es excepcional. Ha sido una constante en los últimos años, sobre todo en la tarea de persecución a Cristina Fernández de Kirchner. Para disimular esas relaciones carnales, el comunicador de la corporación mediática no dudó en tirarle un centro a su entrevistado, con el cual darle naturalidad a la tratativa entre bambalinas. El dirigente de la calle Pasteur, sin embargo, no logró salir airoso. En un alarde de ecuanimidad, se puso en ridículo al afirmar: “Nos da lo mismo de dónde es el referente [que difunde los discursos discriminatorios]”. Para su disgusto, algunos de los comentarios aparecidos en las redes sociales se encargaron de recordarle a Nobo –así lo nominaban en su etapa de estudiante secundario– las innumerables acusaciones promovidas por la DAIA para disciplinar a quienes no se ajustaban a los estándares reivindicados por su conducción.

 

Horacio Rodríguez Larreta y el embajador de Estados Unidos, Marc Stanley, departiendo en el Sheraton.

 

 

Uno de los casos más recordados remite a la denuncia penal realizada contra el diputado Leopoldo Moreau, a quien Waldo Wolff y la DAIA acusaron de antisemitismo por el solo hecho de vincular al primero con las actividades de inteligencia realizadas por el Mosad en la Argentina, consideración absolutamente plausible dada la relación de Wolff con la embajada de Israel y sus organismos de seguridad.

Otro de los casos en que sí fue relevante la proveniencia de declaraciones –supuestamente– discriminatorias es el del diputado Juan Carlos Giordano, a quien se le atribuyó un delito por opinar que Israel y Palestina debían integrarse en un mismo país para conformar un Estado unido laico y democrático, sin racismo de ningún tipo.

En el discurso del presidente de la entidad, el miércoles, se insistió en el compromiso institucional por luchar contra toda forma de discriminación. Sin embargo –recordó un integrante de la asamblea de la AMIA– nunca se condenaron las frases xenófobas de senador cambiemita Luis Juez, quien aspira a convertirse en miembro del Consejo de la Magistratura: “Llegué hace media hora, me pegué una ducha, me puse un saco y una camisa porque no quería estar con la ropa de esta mañana. Van a decir que soy un mugriento y agarré hábitos ecuatorianos”, fue una de ellas, que le valió ser relevado de sus funciones como embajador en Quito. En otra oportunidad, el cordobés que funge de humorista catalogó al club Belgrano de Córdoba como “el mejor equipo de Bolivia” sin que la DAIA –tan sensible a la xenofobia– atinase a hacer circular uno de sus habituales comunicados.

Como contrapartida de las omisiones de repudio garantizadas por el entramado cambiemita, el Llamamiento Argentino Judío consideró que “sería un error considerar [las expresiones de Macri y Juez] como expresiones aisladas. Todas esas manifestaciones, repetidas en boca de importantes dirigentes de Juntos por el Cambio, se suman a los alegatos antivacunas, vociferados por socios políticos de la alianza cambiemita, que multiplicaban los mensajes xenófobos y judeofóbicos, que siempre concluyen en una lógica criminal como la expresada en el intento de asesinato de la actual Vicepresidenta”.

Una de las tareas fundamentales de la DAIA consiste en hacerle creer a la sociedad que los judíos argentinos son un colectivo homogéneo, y que ellos son sus únicos voceros y representantes. Para imponer ese imaginario, cuentan con la colaboración de soportes mediáticos que son funcionales a esos designios que la entidad cumple, con creces, orientados a ejecutar parte del trabajo sucio que requieren para la criminalización política o guerra judicial. Los capítulos más relevantes de esas tareas quedan en evidencia con:

  • La denuncia contra la empresa y los tripulantes de la aeronave EMTRASUR, retenidos durante cuatro meses por acusaciones de terrorismo fabuladas en el séptimo piso de la calle Pasteur, en connivencia con la embajada de Estados Unidos, Comodoro Py y la dirigencia cambiemita.
  • La querella por el supuesto homicidio contra Alberto Nisman, señalando al kirchnerismo como responsable, pese a los peritajes oficiales que exhibieron claras evidencias de un suicidio.
  • La demonización de Héctor Timerman, que le costó la vida, por impedírsele la continuidad de su tratamiento.
  • La persecución contra Cristina Fernández de Kirchner por el Memorándum de Entendimiento con Irán, suscribiendo incluso la imputación de traición a la Patria contra la actual Vicepresidenta.
  • La viabilización del encarcelamiento de Carlos Zannini, Luis D’Elía y Fernando Esteche en el marco de la causa antedicha.

El 3 de noviembre, la DAIA hizo entrega de sus premios anuales. Uno de los agraciados fue el diario Clarín, que fue galardonado por su suplemento de valores religiosos. En el mencionado acto del 16 de noviembre, en el Sheraton, se hizo presente un seleccionado de la derecha local, con el acompañamiento siempre atento de las embajadas de Estados Unidos y de Israel: los diputados Ricardo López Murphy, Mario Negri, Mariana Zuvic, Waldo Wolff, José Luis Espert, Luciano Laspina y el legislador de la ciudad Roberto García Moritán. También participaron el presidente de Independiente, Fabián Doman, y un selecto grupo de responsables de las operaciones más escandalosas de lawfare: la jueza federal de San Isidro, Sandra Arroyo Salgado; el ex ministro de Justicia Ricardo Gil Lavedra; el procurador general de la Suprema Corte de Justicia bonaerense, Julio Conte-Grand; el eterno procurador interino Eduardo Casal y los fiscales federales Carlos Stornelli y Eduardo Taiano. Según un invitado al evento, estaba presente un 60% de los máximos responsables de la persecución al kirchnerismo. Faltaron algunos camaristas y los cuatro supremos, con quienes se habría arañado la asistencia perfecta. En el reportaje concedido a Feinmann, Nobo protestó: “Nos dicen que somos una terminal del PRO, de la embajada de Estados Unidos y la embajada de Israel. Es su latiguillo”.

 

El alegre fiscal Stornelli abrazado por el presidente de la DAIA.

 

 

 

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