Recordar para no repetir

Condenas a la Triple A y bomba al local de La Cámpora en Bahía Blanca

 

El huevo de la serpiente

Como parte de la denominada “conquista del desierto”, el coronel Ramón Estomba creó la Fortaleza Protectora Argentina, hecho que en 1828 dio origen a la ciudad de Bahía Blanca en lo que llamaban la frontera de la gesta civilizatoria, que en realidad fue una violenta ocupación del territorio.

Lo acontecido en 1975 tal vez se pueda entender siguiendo el pensamiento de Sigmund Freud: “Repetir para no recordar”. En ese año, la huella ensangrentada del fortín inicial continuó presente en la pujante ciudad puerto, sede universitaria y comercial. El brutal accionar de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) lanzó vientos siniestros que comenzaron a salpicar de sangre y terror a los bahienses y a su zona de influencia.

 

 

El despliegue de la serpiente

Los años de represión, proscripción y persecución tienen en 1973 un momento de quiebre y de nuevas expectativas en nuestro país, incluyendo a Bahía Blanca y su zona de influencia. Uno de esos lugares que sumó efervescencias y radicalidades fue la Universidad Nacional del Sur (UNS).

El huevo de la serpiente siguió presente durante décadas en la prédica cotidiana, antidemocrática y violenta del diario La Nueva Provincia junto con su radio y canal de televisión. Hoy sabemos que esos editoriales condenando y nominando a personas y grupos eran provistos por los servicios de inteligencia de la Armada con sede en la vecina Base Naval de Puerto Belgrano. Sabemos también por los recientes juicios desarrollados en Bahía Blanca que, con el correr de los meses, a la lucha “antisubversiva” se suman los servicios de información de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (la DIPPBA), de la Policía Federal, del Quinto Cuerpo de Ejército y otros. La llamada “comunidad informativa” le suministraba datos “para alertar y combatir la subversión” no sólo al diario La Nueva Provincia sino a otros grupos políticos, sociales, judiciales, económicos, académicos y religiosos de la región, que se unificaban ante la “amenaza” que percibían de perder sus privilegios y poderes.

La aparición de las AAA como fruto de esos vínculos es la culminación del proceso de relaciones que se dan en las sombras entre “los antisubversivos”. A su vez es el comienzo de lo que será el plan de acción público y sistemático de exterminio de luchadores y luchadoras sociales como métodos de disciplinamiento integral de la población.

Son 24 las personas asesinadas por las noches –con decenas de balazos, colgadas en puentes, arrojadas en rutas y calles– y expuestas al conjunto de la población. Ellos y ellas eran trabajadores, estudiantes, refugiados, empleados, sacerdotes y militantes barriales y culturales comprometidos con su pueblo. Cientxs debieron abandonar familias, casas, colegios, universidades, templos, fábricas y teatros.

En febrero de 1975, a partir de la asunción como rector de la UNS de Remus Tetu, quien simultáneamente continuó siendo rector en la Universidad Nacional del Comahue, autos y camionetas de la UNS “patrullaban” con armas la ciudad. El miedo, el terror, la frustración y la indignación aumentaban cuando –yendo a nuestras clases en la universidad– se acercaba lo que llamábamos “la fiambrera”.

La llamada “patota” eran los ejecutores. Los que abastecían de armas, discursos, apoyos morales, silencios y protecciones legales eran los jefes militares –especialmente los de la Armada–, directivos del diario La Nueva Provincia, el obispo, los dueños de las empresas, el delegado de la CGT, dirigentes sindicales y políticos, jueces y fiscales, eximios profesores y profesoras. No sólo callaban e “ignoraban” esos crímenes de lesa humanidad sino que acompañaban, legitimaban y apoyaban al rector de la UNS, que era un importante responsable político. Directores de departamentos académicos y científicos lo recibían en sus despachos, le enviaban cartas de salutación, lo invitaban a actos y ceremonias. Sin esos apoyos, no hubiera habido 24 personas asesinadas. Sin esos apoyos, no hubieran sido posibles los 30.000 detenidos desaparecidos que continuarán luego del 24 de marzo de 1976. Al mismo tiempo, frente al terror de las AAA, lxs perseguidxs encontraron valientes ayudas individuales y solidarias de parientes y amigos, lo que será un anticipo del camino de Madres y Abuelas bajo la dictadura.

 

 

Memoria, verdad y justicia que se sigue construyendo

El tribunal que los juzgó, luego de un debate oral y público en el único lugar que se consiguió en Bahía Blanca, el aula magna de la UNS (que entre el 25 de mayo de 1973 y la llegada de Tetu se llamó Mártires de Trelew), sentenció que los asesinatos fueron perpetrados por integrantes del grupo paraestatal Triple A y encuadró a esas conductas criminales “como parte de un ataque sistemático y generalizado contra la población que se desarrolló en el marco de una política de terrorismo de Estado”.

El Tribunal consideró los asesinatos de la Triple A también como “crímenes de lesa humanidad” y sugirió otras medidas reparatorias hacia las víctimas universitarias. Recomendó tanto a la UNS como a la sede Bahía Blanca de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) que evalúe la anulación de las cesantías de empleados no docentes, docentes y la expulsión de alumnos, así como otorgar el título Honoris Causa a David “Watu” Cilleruelo, asesinado en 1975 en el interior de UNS.

El dictamen también consideró que “esta organización criminal, conocida como Triple A, llevó a cabo un programa de persecución y eliminación de opositores políticos, bajo la dirección, el suministro de blancos y medios y/o bajo el amparo de la estructura estatal”.

 

 

No olvidar

En la madrugada del 25 de mayo de 2021, una bomba poderosa y de compleja tecnología estalló en el centro de Bahía Blanca, destrozando un local de la agrupación La Cámpora, del Frente de Todos.

 

 

El 28 de julio de 2021, el Consejo Superior de la UNS declaró a “Watu” Cilleruelo como Doctor Honoris Causa Post Mortem de la UNS.

El 1 de agosto de 2021, el Tribunal Oral Criminal Federal de Bahía Blanca dictó sentencia en el Juicio Triple A: condenó a prisión perpetua a Raúl Roberto Aceituno, y a diez años de prisión a Osvaldo Omar Pallero, Héctor Ángel Forcelli y Juan Carlos Curzio.

La decisión de la UNS y el Poder Judicial bahiense expresan que nuevas generaciones están dispuestas a “recordar para no repetir”. Sin duda hay muchas instituciones y personas que falta que se arrepientan, pidan perdón y, si es el caso, compensen sus conductas de aquellos sombríos años.

 

 

 

* Carlos Fidel, nacido en Bahía Blanca, es docente investigador titular consulto de la Universidad Nacional de Quilmes. Silvia Gorenstein, nacida en Algarrobo (Provincia de Buenos Aires) fue profesora titular en la UNS y es Investigadora del CONICET. Fortunato Mallimaci, nacido en Punta Alta, es profesor UBA e investigador CONICET.

 

 

 

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