¿Regresa el estado de bienestar?

La Reserva Federal emitió, en un día, dólares equivalentes al PBI de la Argentina

 

En el alocado fragor de información sobre el coronavirus, un noticiero pasó un video de un médico de guardia de un hospital de España donde se ve al profesional notablemente ofuscado y diciendo ante la cámara que el único remedio contra el coronavirus es una pastilla de solidaridad, y que si eso no alcanza, un supositorio de solidaridad. Lo que pretende decir es algo muy sencillo: si cada uno de nosotros simplemente hace lo que corresponde no habría pandemia, así de simple.

En nuestro país fuimos testigos de algunas actitudes patéticas: un empresario de Entre Ríos que baja de un avión proveniente de una zona de riesgo y se va a una fiesta de casamiento con 400 personas invitadas, o un súper macho que muele a golpes a un vigilador que le pide que respete la cuarentena, hay muchos ejemplos más, tanto es así que más de 300 casos tuvieron que terminar con consigna policial en la puerta de su hogar para que cumplan la cuarentena. También están los bribones de siempre, que quieren hacer negocio con la necesidad ajena y los que corren al supermercado a comprarse hasta lo que no necesitan, sin pensar que quien viene atrás puede necesitar esos productos y que su codicia se lo impide. Un buen ejemplo fue lo que ocurrió en la Ciudad de Buenos Aires donde se agotó el papel higiénico (!) ¿Qué pensarán hacer con él?

Ni hablar del desprecio de la inefable Laura Alonso, que en un tweett publicó “Qué suerte que el capitán Beto y su liga de justicieros nos salvarán de las pandemias y de las deudas! Al infinito y más allá!”. Lo que denota el mensaje es un desprecio por  el resto de los miles de trabajadores de todo tipo que están poniendo todo para que el resto de los que vivimos en la Argentina podamos sobreponernos a la pesadilla que vive el mundo. En el fondo de cada una de estas expresiones y actitudes, lo que trasunta es un desprecio por el otro, por el prójimo, por el próximo, y eso es la antítesis de la solidaridad.

Claro que por suerte hay millones de ejemplos anónimos que llenan el corazón por la entrega, por el esfuerzo, por el amor que ponen en cada acción. Desde los incansables trabajadores de la salud, hasta los que diariamente recogen la basura, ambos poniendo el cuerpo  a riesgo de ser ellos mismos contagiados para que todos podamos sobrellevar el encierro lo mejor posible. También vimos que al menos mientras dure la pandemia todas las fuerzas políticas comprometieron su esfuerzo para ayudar y fundamentalmente acompañar incondicionalmente las medidas que tome el gobierno. Eso es solidaridad. Como dice  Jorge Luis Borges en Los justos: “Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo…”

 

 

 

La reivindicación del Estado

Pero una de las cosas más notables que ocurrieron en los últimos días fue la reivindicación del Estado, incluso por aquellos que hasta no hace mucho tiempo renegaban del él. Hasta los neoliberales recalcitrantes solicitaban que el estado aporte soluciones. Cuando se habla de “soluciones” lo que se quiere decir es “políticas activas” y de ellas el gobierno de Alberto Fernández no ha escatimado, más allá de que alguno, quizás, piense que alguna medida esta de más o que falta alguna otra. La imagen del presidente acompañado por el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires brindando información y apoyo, el desfile de sus ministros por los medios de comunicación informando medidas de toda naturaleza, vinculadas a cuestiones sanitarias como la forma de cuidarse del contagio o qué hacer ante la presencia de síntomas, sino también cómo cubrir las necesidades básicas de aquellos que, por el freno de la actividad económica, se quedan sin sustento económico, dando cuenta de una fuerte inversión pública para que cuando termine este flagelo se pueda comenzar rápidamente la reactivación.

Quizás lo más importante que nos dejará como aprendizaje la pandemia es que todas las estupideces que por años escuchamos de boca de los neoliberales de toda laya sobre el ajuste fiscal, la meritocracia, los emprendedores, etc., se han caído a pedazos. Hasta el FMI le pide a los estados que incrementen el gasto público. La Reserva Federal de Estados Unidos de Norteamérica emitió, en un día,  dólares equivalentes al PBI de la Argentina. La Francia de Macron - que hace muy poco tiempo hacía gala de la búsqueda del equilibrio fiscal -, tiró el discurso por la ventana y habló de emitir euros como nunca lo había hecho, incluso reivindicó al Estado y aunque parezca insólito se volvió a hablar de “estado de bienestar”. Es importante que el mundo comience a repensar la economía e inste a abandonar la dictadura financiera reemplazándola por un mundo con estados fuertes, solidarios, que distribuyan adecuadamente la riqueza, que entiendan que la economía es una ciencia social destinada a mejorar la vida de las personas del común y no para la acumulación frenética de dinero en pocas manos que esquilman a los más débiles. Pero también sería necesario que se hiciera una autocrítica de porqué se abandonó el estado de bienestar.

 

 

 

Idólatras en retirada

En nuestro país, pasó algo similar, de golpe los condenadores de los planes sociales desaparecieron de las pantallas de televisión como por arte de magia. Los que no hace mucho tiempo idolatraban al neoliberalismo ahora sin ruborizarse ponderan las medidas de contención dictadas por el gobierno. Claro que es bueno que hoy piensen distinto y valoren las políticas sociales, pero también sería bueno y necesario que reflexionen respecto de cual sería la situación social actual, donde se pretende que la gente se quede en sus casas,  si no hubiéramos tenido los 12 años de kirchnerismo con:

  1. Plan de inclusión jubilatoria que incorporó a 3,5 millones de personas al sistema previsional. En diciembre de 2004 la Argentina contaba con 1.654.749 jubilados, mientras que en diciembre de 2015 se registraban 4.986.497 jubilados, 1.615.530 pensionados, alcanzando con el resto de los regímenes nacionales 8.476.326 beneficios previsionales.
  2. La Asignación Universal por Hijo, que dio cobertura a 4 millones de niños y niñas
  3. El millón de pensiones por discapacidad
  4. Los 500 mil planes sociales

¿De qué viviría esa gente si no tuvieran ese sustento, al obligarlos a quedarse resguardados en sus casas? No habría policía ni ejercito que pudiera contenerlos, el desastre humanitario sería inimaginable.

Resulta oportuno reflexionar también qué hubiera pasado si esta crisis se hubiera producido durante el gobierno anterior,  con la administración de la salud degradada a secretaría, con una gobernadora de Buenos Aires que se enorgullecía de no abrir más hospitales (aunque estén casi terminados), con un PAMI casi sin servicios, con un beneficio previsional mínimo que no cubría las necesidades mas básicas, con empresas de servicios que no solo aumentaban desmesuradamente las tarifas sino que cortaban los servicios públicos ante cualquier atraso, con los precios de los medicamentos sin control alguno. Mirar las medidas y actitudes del presidente Bolsonaro en el país hermano de Brasil nos puede dar una idea de lo que hubiera pasado.

Pero el destino quiso que esta pandemia ocurriera cuando el gobierno de Alberto Fernández no había cumplido ni noventa días gestión, y en esos pocos días ya la salud era nuevamente Ministerio y a cargo de un experimentado ministro como Gines González García, quien rápidamente le puso freno al incremento desmesurado del precio de los medicamentos, implementó el plan Remediar y con la urgencia del caso puso en marcha un plan de contingencia. Me interesa destacar es que toda la batería de medidas de contención social pivoteó en las políticas sociales: se duplicó la AUH, se otorgó un nuevo bono de $3.000 para aquellos que cobran un solo haber mínimo y planes sociales, se extendió la tarjeta alimentaria, se implemento el otorgamiento de medicamentos gratuitos para jubilados y pensionados.

 

 

 

Hacia un estado de justicia

Las crisis ponen de manifiesto la importancia del rol del Estado, ya que siempre se recurre al él para equilibrar la situación y se le exigen acciones concretas que ayuden a superar los efectos nocivos de las mismas. Y ahí se toma conciencia de dotar de potencia al Estado y no caer en la tentación de propender al estado bobo que pretende el neoliberalismo, sino  desarrollar el estado proactivo que impulsa el desarrollo, interviene equilibrando asimetrías, promueve la equidad, genera desarrollo científico, todo ello en búsqueda del bienestar general. A ese estado, hasta la caída del muro de Berlín, le llamábamos estado de bienestar, concepto que ha ido evolucionando desde ese momento hasta ahora y que, según la politóloga y filosofa española Adela Cortina, debe recrearse en un estado de justicia donde es deber intransferible del estado el asegurar universalmente los mínimos de justicia, no intentar arrebatar a los ciudadanos su opción por la solidaridad y satisfacer los derechos básicos.

Ese estado activo se manifiesta , por ejemplo, en la repatriación que heroicamente está llevando adelante nuestra línea aérea de bandera. Recordemos que Aerolíneas Argentinas fue privatizada, luego reestatizada por el kirchnerismo, siempre vilipendiada por los mercenarios del neoliberalismo e intentada quebrar por el macrismo. Sin embargo, se repuso y hoy nos enorgullece su accionar en la búsqueda de argentinos varados en el mundo. Son lecciones que tenemos que aprender y aprehender, para nosotros y para nuestros descendientes.

No hay sociedad sin solidaridad, puede ser que un espejismo nos haga creer que alguien puede salvarse solo, pero no es así, en ese camino solo sobreviven unos pocos. Los pueblos que se desarrollaron armónicamente son aquellos que fueron implacables con el egoísmo, los que no pretenden ser un imperio a costa de los vecinos, sino aquellos que solo aspiran a potenciar las capacidades de su pueblo y ser felices.

Echemos una mirada de lo que pasa en aquellos países hermanos donde la meritocracia, la desigualdad y el egoísmo son gobierno, veamos la crisis en que se encuentran hace meses los hermanos chilenos, miremos la locura en que esta inmersa Colombia y por supuesto, el particular presidente brasileño, de manera de sacar en limpio una experiencia de aprendizaje: el neoliberalismo mata. Mata por insolidario, por falta de empatía y por egoísmo.

Esta crisis puede ser una enorme oportunidad para los que habitamos el suelo argentino ya que tenemos un gobierno que se puso al frente de la crisis, no quiere decir que sea infalible porque la realidad cambia de un momento a otro, pero hay algo que sabemos: contamos con un gobierno presente y atento a las necesidades, que las personas sienten cercano y empático. Algunos compatriotas debemos cumplir la consigna de resguardarnos del contacto social para cuidarnos y no agravar la situación. Y muchos otros argentinos le deben poner el pecho a enfermedad para que nosotros podamos cuidarnos. Tenemos que entender que a la Argentina no le sobra nadie, todos somos importantes. En definitiva, ser solidarios es hacer lo que corresponde en beneficio de todos, lo que obviamente nos incluye.

Finalmente, los argentinos tenemos la obligación de construir una cultura de la solidaridad social que destierre el egoísmo de los sectores poderosos que, en el marco de la crisis, no están dispuestos a aportar, sino todo lo contrario, a especular con el precio del alcohol en gel o los barbijos, a los ruralistas que por el 3% de retenciones no dudaron en hacer un paro en medio de la pandemia, a los jueces que se resisten a perder sus privilegios, a los grupos financieros que intentan llevarse hasta el pan de un niño en un comedor escolar, a los que se creen superiores porque tienen dinero. Tenemos que educar en valores, el valor de la solidaridad, y así construir una sociedad inclusiva, equitativa, justa y solidaria. Ese es el desafío.

 

 

 

 

 

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