SARS-CoV-2 y el disciplinamiento social

Se erosiona el carácter natural del virus y de las finanzas

 

Uno de los fenómenos más notables de la pandemia ha sido su capacidad para iluminar a la actual estructura de poder mundial. El control de las vacunas por un puñado de países y corporaciones y su utilización para maximizar ganancias y dominar geopolíticamente sintetizan de un plumazo la esencia de esta estructura. Esto, sin embargo, no es todo. El galope desbocado del virus contribuye a esfumar el carácter natural de su origen. Este ya no se asimila a una catástrofe que se descolgó súbitamente de un cielo sereno provocando el caos por doquier. Ahora, la existencia del virus empieza a dibujar los trazos de la cara oculta del capitalismo salvaje que domina al mundo: una industria de guerra que maximiza ganancias potenciando el disciplinamiento social a escala mundial.

 

El origen del virus

Desde un inicio, el origen de la pandemia desatada en diciembre del 2019 fue explicado por el gobierno de China como el resultado del “salto natural” de un virus desde un animal salvaje a los seres humanos, ocurrido en un mercado especializado en la venta de este tipo de animales en la ciudad china de Wuhan. Esta teoría, compartida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y por prestigiosos científicos norteamericanos, pronto fue contrarrestada por versiones que remitían el origen del virus a un accidente que habría ocurrido en un laboratorio de investigación biológica de máxima seguridad (nivel 4), ubicado también en Wuhan y donde funciona el Instituto de Virología. En notas y editoriales publicados en prestigiosos órganos de la comunidad científica internacional (The Lancet, 19/02/2020; Nature Medicine, 17/03/2020) un grupo de científicos estadounidenses confirmó la versión oficial del origen del virus y calificó de “conspiraciones” a las teorías contrarias. Esta posición fue inmediatamente asumida por los medios de comunicación y las redes sociales, que se arrogaron el derecho de censurar toda discusión sobre los orígenes del virus que pusiera en cuestión a la explicación oficial del “salto natural” producido en el mercado de animales salvajes de Wuhan.

A pocos meses de iniciada la pandemia, el entonces Presidente Donald Trump, inmerso en la campaña electoral que culminaría en las elecciones de noviembre de 2020, ordenó a los servicios de inteligencia investigar los orígenes del “virus chino”. En un informe preliminar, concluyeron que este virus habría “escapado en estado natural” (destacado mío) de un laboratorio de alta seguridad en Wuhan (thenation.com, 06/03/2020). Esta versión enardeció a la oposición anti-Trump e intensificó la censura de los medios y de las redes sociales a las críticas “conspirativas”, consideradas como nuevas expresiones delirantes de Trump y sus partidarios. Sin embargo, hacia el mes de marzo de ese año el doctor Luc Montagnier, Premio Nobel de Medicina por su descubrimiento del virus del Sida, advertía que el SARS-CoV-2 no podía ser consecuencia de una mutación natural de un virus. En su lugar, habría sido el resultado de una manipulación genética (gain of function) realizada en un laboratorio, del cual habría escapado a causa de un accidente ocurrido en su sistema de seguridad.

En una nota publicada por ese entonces, sostuvimos que la controversia sobre el origen del virus contribuía a naturalizar una práctica frecuente, pero carente de efectivo control internacional: la manipulación genética de organismos letales en laboratorios de alta seguridad (nivel 3 y 4). La legitimidad científica de estas investigaciones podía ser cuestionada por su posible y eventual utilización con fines militares. La escasa transparencia y falta de control centralizado de estas actividades y la rápida multiplicación de estos laboratorios habría facilitado esto último. “Estas circunstancias se asocian a una serie de graves accidentes de seguridad ocurridos en los últimos años en el manejo del material patógeno de estos laboratorios, accidentes que han tenido escasa o nula difusión pública”, señalamos. Las revelaciones ocurridas recientemente parecen confirmar esta interpretación.

Poco tiempo antes de finalizar su mandato, Trump ordenó al Departamento de Estado la realización de una nueva investigación sobre el origen del “virus chino”. La misma fue desactivada por Joe Biden al asumir la presidencia. En este contexto, un exhaustivo análisis publicado por el Bulletin of the Atomic Scientists fortalece la teoría que vincula el origen del virus con un accidente de seguridad en el laboratorio de Wuhan. Más aún, la investigación del Bulletin demuestra que en el Instituto de Virología, que funcionaba en dicho laboratorio, se manipulaba genéticamente a los virus (gain of function) con el objetivo de producir determinadas vacunas. En dichas investigaciones colaboraban desde hacía bastante tiempo científicos norteamericanos financiados por el NIAID (National Institute of Allergy and Infectious Diseases), dependiente del NIH (National Institute of Health), máxima autoridad científica de los Estados Unidos. Esta financiación nunca se interrumpió, a pesar de la existencia de una moratoria oficial que la impedía. Asimismo, la nota publicada en Bulletin reveló que los artículos publicados en The Lancet y en Nature Medicine que desautorizaban como “conspiraciones” a las hipótesis contrarias al “salto natural” del virus no sólo carecían de fundamento científico, sino que fueron producidos por los investigadores norteamericanos que, financiados por el NIAID/NIH, colaboraban con los investigadores del Instituto de Virología en el laboratorio de Wuhan en la manipulación genética allí realizada. Estos científicos habrían tenido así especial interés en oscurecer los orígenes del virus (bulletin.org, 05/05/2021).

Estas revelaciones del Bulletin detonaron un escándalo que está en plena ebullición. El Congreso ha exigido una investigación “hasta sus últimas consecuencias” sobre el origen del virus. El doctor Anthony Fauci, director del NIAID/NIH, y principal asesor científico de todos los Presidentes que se han sucedido desde Ronald Reagan, aceptó por primera vez que el origen del virus podía remitir a un accidente de seguridad en el laboratorio de Wuhan. El Presidente Biden dio marcha atrás y ordenó al Departamento de Estado continuar con la investigación sobre el origen del SARS-CoV-2 y un general, ex secretario de Seguridad Nacional durante el gobierno de Trump, advirtió sobre la posible vinculación de la pandemia con una operación militar de China. La reacción del gobierno chino fue inmediata: acusó a Estados Unidos de “politizar los orígenes de la pandemia” y, a través de la prensa oficial, exigió al gobierno norteamericano “acceso para investigar los laboratorios norteamericanos, incluido el laboratorio en Fort Detrick” aludiendo así a la posible investigación biológica con fines militares que supuestamente tendría lugar en laboratorios norteamericanos (cnn.com, 26/05/2021; zerohedge.com, 26 y 27/05/2021).

Así, las dudas sobre el origen del virus empiezan a revelar un fenómeno que hasta ahora ha permanecido invisible: la militarización de la investigación biológica y los peligros inherentes a una actividad que prolifera al margen de todo control ciudadano poniendo en riesgo a la vida humana en el planeta.

 

 

Finanzas y control social

La pandemia también ha contribuido a erosionar el carácter natural de las finanzas y del endeudamiento ilimitado. Poco a poco, el disciplinamiento social intrínseco a estos fenómenos sale a la intemperie, tanto en el centro como en la periferia de la estructura de poder mundial.

El acceso de Biden al gobierno contribuye a iluminar el trato diferencial del endeudamiento, según quien sea el deudor. Hacia diciembre de 2020, la deuda de las familias ascendía a 14,6 billones (trillions) de dólares. Esto incluye a 10 billones (trillions) de deudas hipotecarias y 1,71 billones (trillions) de dólares de endeudamiento incurrido para cursar estudios. Durante la campaña electoral, los sectores progresistas del Partido Demócrata exigieron a Biden el perdón de las deudas estudiantiles, hasta 50.000 dólares por persona. Biden prometió perdonar hasta un límite de 10.000 dólares por deudor porque sostuvo que no tenía autoridad legal para otorgar un perdón mayor. Este argumento, sin embargo, fue refutado por 17 fiscales generales pertenecientes a distintos Estados. Hoy la promesa de perdonar la deuda estudiantil languidece en el olvido. Este hecho contrasta con la masiva intervención de la Reserva Federal desde marzo de 2020 para salvar a corporaciones endeudadas, comprando incluso los bonos “basura” de empresas consideradas zombies pues no pueden generar ingresos para saldar los intereses de sus deudas. A pesar de esta intervención de la Reserva, las corporaciones continúan endeudándose, y la deuda corporativa hoy equivale al 50% del producto bruto interno (PBI) norteamericano, el nivel más alto en la historia del país. De este total, el 18% corresponde al endeudamiento de empresas zombis que siguen endeudándose sin límite alguno (forbes.com, 10/04/2021).

Gracias a esta intervención de la Reserva Federal, el mercado de acciones norteamericano equivale hoy a 49,1 billones (trillions) de dólares, es decir, al PBI combinado de Estados Unidos, China, Japón y Alemania. Sólo cinco grandes corporaciones tecnológicas (Apple, Microsoft, Amazon, Google/Alphabet y Facebook) representan el 16% del valor total del mercado de acciones, una concentración de poder económico inédita en la historia del país. Esta situación se ha dado conjuntamente con un incremento de la especulación con todo tipo de activos, y en particular con criptomonedas, en la que intervienen activamente bancos y fondos financieros. Esta actividad frenética y el impulso recientemente dado por la Reserva Federal al lanzamiento de un dólar digital muestran dos aspectos de un mismo problema: el creciente disciplinamiento social a través del sistema financiero. Mientras el bitcoin y las criptomonedas pugnan, con éxito desigual, por evadir el control del sistema financiero realizando transacciones en redes descentralizadas y con una tecnología que pretende garantizar total privacidad, el lanzamiento del dólar digital busca articular una transformación radical del sistema financiero. El objetivo perseguido sería la eliminación de la intermediación de los bancos y el aumento del control y seguimiento directo por parte de la Reserva sobre todas las transacciones financieras. De cabo a rabo y en tiempo récord, la Reserva podría llegar a controlar no sólo a las transacciones financieras sino también a todos sus destinatarios. De tener éxito este experimento, la Reserva habría logrado una concentración del control de la economía y una vigilancia y capacidad de disciplinamiento social sin precedentes. Este experimento eliminaría a los bancos de toda intermediación financiera y permitiría la emancipación de los directivos de la Reserva (entre los que se encuentra la cabeza de los megabancos) del control del Congreso y del Tesoro en la creación de dinero/deuda y en la regulación de la economía. De concretarse, esto también podrá tener un enorme impacto a nivel global, y sobre el rol del dólar como moneda internacional de reserva.

 

 

Monopolios y disciplinamiento social

La ola expansiva de la pandemia, con su secuela creciente de muertos e infectados y un sistema hospitalario al borde del colapso, es el escenario en el cual hoy se desarrolla el drama que por décadas ha corroído la estabilidad política de la Argentina. Los sectores más poderosos de la economía disciplinan al conjunto de la sociedad y al gobierno elegido por el voto popular, imponiéndoles su ley: desabastecimiento e inflación para maximizar ganancias. En esta dinámica, los exportadores y los bancos tienen hoy la voz cantante. Entre los primeros, los grandes productores y exportadores de carne han desatado últimamente un conflicto que involucra a toda la cadena de valor de un alimento clave para la población. Salarios e ingresos cada vez más deprimidos, dólares que no alcanzan para enfrentar las exigencias de un endeudamiento externo insostenible, carencia de una estrategia oficial que privilegie dinamizar al mercado externo para salir de la recesión en lugar de priorizar la obtención de divisas para pagar la deuda externa y un mercado chino insaciable, son algunos de los elementos que han permitido a los exportadores de carne no sólo detonar la suba de precios internos, sino también erigirse ahora en los principales interlocutores del gobierno para arreglar un desastre que ellos mismos han contribuido a desatar.

En este proceso, los distintos eslabones de la cadena de valor de la carne empiezan a enfrentarse los unos contra los otros. En esta danza pierden siempre los mas débiles: los consumidores y los pequeños ganaderos, una fuerza muy numerosa, fragmentada y sometida a las bandas mafiosas que permean la comercialización interna de la carne en todo el país y que, operando con total impunidad, acuden a todo tipo de recursos: desde el chantaje al robo abierto de ganado en pie que luego es comercializado sin penalidad alguna en las principales ferias de hacienda a lo largo y lo ancho del país. Privilegiar a los exportadores como interlocutores en este conflicto contribuirá a aumentar la orientación de la economía hacia un extractivismo que anula al mercado interno, agudizando al mismo tiempo conflictos con sectores pequeños y medianos de productores y comerciantes, en los que pesca la oposición macrista, odiadora y empeñada en provocar el caos.

Esta situación coexiste con un ajuste silencioso, que socava las bases de apoyo al gobierno y persiste a pesar de las medidas tomadas recientemente ante la restricción de la circulación. Estas medidas no alcanzan para poner carne ni alimentos suficientes en la mesa de los argentinos. Mientras tanto otros monopolios, los bancos, se quejan por sus negocios alicaídos en relación a años pasados e imponen condiciones para dar crédito a la producción, algo cada vez más escaso. Las últimas medidas del Banco Central de la República Argentina (BCRA), permitiéndoles integrar encajes con Letras del Tesoro en lugar de LELIQs, no responden a la necesidad acuciante de estimular a la economía, sino más bien a la preocupación por reciclar la deuda interna cuyos vencimientos de corto plazo son cada vez más acuciantes. El intendente Rodríguez Larreta tuvo la brillante idea de gravar  los intereses de las LELIQs, algo que no aparece en el horizonte de un ministro de Economía y de un BCRA empeñados en hacer buena letra con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para mostrar “la buena fe” con que el gobierno nacional negocia una deuda ilegítima e imposible de pagar. Pareciera que asistimos al disciplinamiento del país por los poderes que controlan las finanzas locales e internacionales, algo potenciado por la emergencia nacional impuesta por la pandemia y un poder monopólico cada vez más arrogante.

 

 

 

 

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