Sassy, pese a Menchi y Tony

La música que escuché mientras escribía

Las pinturas y los dibujos de Hermenegildo Sábat sobre intérpretes de jazz son obras perfectas, que pueden verse una y otra vez sin que se rompa el encanto. Una vez le pregunté por qué incluía en esa serie a Billie Holiday y a Ella Fitzgerald, pero no a Sarah Vaughan y su respuesta fue imprecisa. No insistí, porque entendí que  interrogar a un gran artista sobre lo que no hizo era una tontería. Años después, en su invalorable libro Jazz a la carta, también apareció Sarah Vaughan, en este cuadro, que tomé como una más de las varias dedicatorias que recibí de su generosidad. Lo mejor que tiene es que está con Earl Fatha Hines, que además de contratarla como cantante le encomendó que lo supliera al piano.

 

Con Tony Bennett, que en opinión de Frank Sinatra, que comparto, fue el mejor cantante blanco de jazz del siglo XX, me pasó algo similar. Cuando quiso elogiar a Amy Winhouse dijo que su voz la ponía a la altura de Billie Holiday y Ella Fitzgerald. En una entrevista que le hizo la BBC hace un par de décadas le preguntaron por su cantante favorita, respondió que nadie cantó como Ella Fitzgerald y eligió como prueba una de sus versiones de These Foolish Things. 

Claro que Billie Holiday y Ella Fitzgerald son enormes. Pero para mi gusto, la voz de Sassy es única, capaz de pasar de soprano a contralto como si nada. Además estuvo entreverada en los comienzos del bop con Hines, Dizzy Gillespie, Charlie Parker y Miles Davis.

Nada de esto quiere decir que sea la mejor intérprete. Si escuchás este scat que hizo en la televisión neerlandesa te caes de espaldas. Si de Art Tatum se dijo que parecía tener dos cerebros, Sarah Vaughan podría ser definida por sus dos gargantas y sus cuatro pulmones. Pero a veces da la impresión de que no piensa ni siente las palabras que está cantando, cosa que no ocurre con Billie Holiday ni con Tony Bennett.

 

 

Te hice una selección cronológica, desde sus 27 años hasta el final, cada vez con pañuelos más grandes, porque sufría mucho el calor de los escenarios, y vestidos más holgados, por razones evidentes.

 

 

 

 

 

 

 

 

Y aunque no tenga imágenes, para terminar escuchá el album que grabó con Clifford Brown, un año antes de que el impresionante trompetista se estrolara con el auto, a la ridícula edad de 26 años. Allí suenan también la flauta de Herbie Mann, el saxo de Paul Quinichette, el bajo de Joe Benjamin y la batería de Roy Haynes, el único que aún vive y sigue golpeando platillos y tambores a sus 96 años.

Este es uno de los discos que me llevaría a la isla desierta del test. Le pregunté a Guillermo Sabelotodo si había algún álbum de Sassy al piano, pero aún no me contestó.

 

 

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