Seguir imaginando

Repensar la escuela secundaria

 

El miércoles 3 de diciembre se realizaron las Jornadas Pedagógicas Institucionales en los partidos de General San Martín, Tres de Febrero y Hurlingham. Participamos docentes y directivos de escuelas secundarias de gestión pública y privada para debatir la elaboración del diseño curricular que se implementará en 2027 junto con un ciclo básico de cuatro años, que reemplazará al actual de tres en la provincia de Buenos Aires.

Los docentes fuimos convocados por áreas, para pensar en conjunto los lineamientos propios de cada campo y debatir la planificación de un diseño curricular que adecue la enseñanza y el aprendizaje al actual contexto. El presente nos convoca a repensar estrategias que contribuyan en la construcción de una escuela diferente para lxs adolescentes que ingresaron a la secundaria de la post-pandemia. Este trabajo grupal entre docentes de un mismo Departamento representa una novedad y una propuesta valiosa del gobierno provincial que nos permite ser protagonistas de las pautas que definirán el futuro del nivel secundario. El punto de partida de nuestra mesa fue: “¿Qué implica pensar ‘lo común' en la asignatura Prácticas del Lenguaje y cómo atender, simultáneamente, a la diversidad de prácticas, experiencias e intereses culturales de nuestros y nuestras estudiantes?”. 

Ya la reconocida Silvia Duschatzky ponía en el centro de la reflexión el concepto de lo común en el ámbito escolar: “Una escuela, para mí, es un lugar donde caer, un lugar donde juntarse. Eso abre la posibilidad de que cada vez pueda reinventar sus formas. La escuela es el lugar donde se construye la experiencia de lo común, que no está hecha: lo común se arma. Y se puede armar en torno a la literatura, en torno a un proyecto de investigación, en torno a la matemática. La escuela no es un voucher, no es un lugar de mercado, es un lugar donde se juegan las afectividades y donde se juega la existencia: no puede ser reducida a la economía, a la mera burocratización para regular poblaciones, a ninguna cosa que se olvide de que el mundo son muchas cosas. La escuela cada vez me interesa más como escenario donde se juega y se balbucea en torno de lo común. Y en estos tiempos estoy bastante preocupada por lo que puede venir”. Duschatzky es autora de Pedagogía de la interrupción (Paidós, 2023), libro de lectura obligatoria para quienes estamos comprometidxs con la educación y consideramos una condición necesaria la transformación de la escuela secundaria en tiempos de post-pandemia. "La vida en las escuelas ya no es la misma, verdad de Perogrullo. Ni pibxs, ni madres, ni padres lo son. ¿Y lxs maestrxs? En ocasiones, la percepción porosa y los gestos activos; en otras, gana el cansancio y la inercia. Ciertos ritos se repiten. Y, curiosamente, algunos de ellos, los que reúnen familias, chicxs y maestrxs parecen insistir en ganarle a los efectos disgregantes de la hiperconectividad, así como a la solemnidad escolarizante", afirma. Duschatzky camina el territorio, analiza sus problemáticas y propone otros lenguajes, cuya "cualidad política" radica en "conferir legitimidad a existencias reales como así también crear condiciones para nuevas preguntas y reinvenciones".

 

 

El punto de vista escolar

El primer eje de trabajo de la Diplomatura en Gestión Educativa que coordina Duschatzky en FLACSO lleva el título "¿Qué le pasa al lenguaje escolar?". Para hacer hablar a la escuela es necesario abandonar el lenguaje y el punto de vista escolar y reflexionar sobre las experiencias que transmitimos a diario a las nuevas generaciones. “El lenguaje y el punto de vista escolar fabrican la escuela. Hablar sobre la escuela no es igual que hacer hablar lo que se mueve en esa constelación de fuerzas. En pocas palabras, lo moviente de la escuela es ese punto en el que cae su imagen consolidada”, plantea y profundiza: “Cuando, al decir de Umberto Eco, los nombres ya no nombran la cosa que nombran, estamos en los verdaderos problemas, movidos por la sensación de incomodidad con una lengua que ya no habitamos. Recién en ese instante nos asomamos a un umbral de un pensamiento que sólo vive de (en) la inquietud. Por consiguiente, cuando decimos "lo moviente", no hacemos referencia a desplazamientos físicos, sino a esas pequeñas variaciones en las formas en que los cuerpos (cosas, sujetos) entran en relación. Pensar lo moviente es preguntarse qué pueden las cosas. Y lo que pueden no está activo desde algún interior a develar, sino que requieren de alguna propensión que lo despliegue”.

¿Y qué implica hacer hablar a la escuela? “Experimentar el plano de lo que desconocemos. Lo que conocemos no es sorpresa, sólo brújula de protección, control o inmunización. Lo que ignoramos, en cambio, toma la forma de pregunta”, explica Duschatzky.

Hace unos días, un docente amigo me decía que cuando comenzó a trabajar no imaginó que una de sus tareas sería resolver conflictos y abordar comportamientos que pudieran interrumpir la “hora de clase”. Pensaba que todo se desarrollaría sin problemas y lxs alumnxs escucharían con atención sus explicaciones. Lo que efectivamente sucedió fue muy diferente. Ingresó al aula y encontró adolescentes que pateaban una pelota de trapo de pared a pared. Y mientras tres escuchaban música, otros dos regresaban de la Dirección luego de pelear en la hora anterior de Matemática. Mientras mi amigo me narra su experiencia, recupero imágenes de mis estudiantes: unx que me dice “no quiero leer” y le esconde la cartuchera al compañero; otrx que me dice “no quiero estudiar porque no me gusta la escuela” y sueña con abrir una barbería en su casa; recuerdo a la jovencita que llega con sus brazos marcados por cortes.

Cada día salimos de casa hacia la escuela llenos de interrogantes: ¿Cómo trabajar en este contexto?, ¿qué actividades proponer? ¿Cómo encarar el desafío que presenta la experiencia como profesor de Prácticas del Lenguaje? ¿Entendemos a lxs adolescentes? ¿En qué consiste “la hora de clase”? ¿Sabemos qué buscan y quieren lxs estudiantes? 

 

 

Un relato

Se despierta con el sol del mediodía, que ilumina la habitación. Es la hora de ingresar a la escuela. Está solo en la casa. La mamá, su única compañía, salió a trabajar temprano y regresará tarde. Así que se levanta, se higieniza, agarra una fruta y se sienta en el sillón del comedor. Decide almorzar un pancho más tarde en el recreo. Después de que termina la manzana, busca la mochila y se prepara para salir. Antes, se mira al espejo y sonriente recuerda sus palabras de enojo contra el preceptor. “¡Qué te importa a vos lo que yo siento! Es problema mío si no me gusta la escuela, si no quiero venir y si estoy feliz o triste o si lloro o me río. ¿Por qué no te fijás en vos o en mis compañeros? ¿Qué te pensás, que son todos santitos? 

Esa noche el profesor de Prácticas del Lenguaje de R. cierra el libro de Roberto Arlt. Sale al balcón y piensa en los cien años de El juguete rabioso que se aproximan. Prende un cigarrillo, se acomoda sobre la baranda y piensa que lo que necesita R. es imaginar. Sin embargo, decide no proponer nada cuando regrese a la escuela. “Dejá fluir, que las cosas sucedan”, anota. “Ya cité a los padres, intenté con trabajos de escritura, con actas, con trabajos de reflexión sobre la escuela… ¿Y si lo dejás ser y que sea lo que tenga que ser?”, sigue y apaga el cigarrillo. R. está en Dirección cuando el profesor llega a la escuela. En la clase anterior lo retiraron del aula porque discutió con el compañero con el que se “rateó” y lo mandó al frente con su mamá. “¿Por qué hizo eso? Nos rateamos juntos y me buchonea. La pudrió”.

—Recién llego. Ya me enteré de qué pasó, quedate tranquilo. Contame cómo está tu relación con G. —cambia el tema el profe

—No me da cabida. 

—¿Por qué?

—No le gusta que bardee en la escuela. No me habla, por eso no quiero venir más. Le digo a mi mamá que vengo, pero me quedo por ahí. 

—A la escuela tenés que venir.

—¿Y para qué, si ella no me da bola? 

Termina la jornada y el profe se despide hasta el viernes. Llega a su casa y escribe: “Sigamos imaginando para seguir escribiendo”.

 

 

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