Ser mujer vale

¿Por qué se resiste Trump a poner a una mujer que fue esclava en el billete de 20 dólares?

 

“Las imágenes del adversario son intolerables cuando son imágenes de culto”. (Serge Gruzinski.)

 

 

Cuando nos encontramos con esta imagen que encabeza esta nota, la mayoría de nosotros creerá que se trata de un billete fruto de un montaje. Sin embargo, este billete de veinte dólares existe desde hace meses y debía comenzar a circular este año. Pero pasaron cosas. Esta es la historia.

A mediados de 2015 el gobierno de Barack Obama comunicó que reemplazaría la efigie de Hamilton que ilustraba el billete diez dólares, por el de una mujer.  Un desafío para un país en el que los billetes ilustran hombres blancos.

Todo había empezado con una campaña ideada por la empresaria Bárbara Ortiz Howard y la periodista Susan Ades Stone a través de una plataforma web llamada Women on 20’s (Mujeres en los de 20) en la que se proponía reemplazar la imagen del Presidente Andrew Jackson, al que consideraban un símbolo de la intolerancia, por la imagen de una mujer que simbolizara la esperanza y la perseverancia. La idea era que el billete de 20 dólares se convirtiera en un elemento de igualdad ya que la idea del número 20 le recordaría a la sociedad el logro del derecho al voto femenino obtenido precisamente en 1920.

A principios de 2015 en dicha plataforma se realizó una votación para decidir quien sería la mujer que debería ilustrar el nuevo billete. El 12 de mayo de ese año fue anunciado que, entre los 600 mil votos, la ganadora había sido Harriet Tubman con 118 mil votos, seguida por Eleanor Roosevelt, defensora de los derechos de las mujeres y esposa del Presidente Franklin Roosevelt, Rosa Parks militante y luchadora de los derechos de las minorías afroamericanas y Wilma Mainkiller, la primera mujer elegida jefa de la nación Cherokee, precisamente unos de los pueblos nativos expulsado de sus tierras por la decisión de Jackson.

 

 

 

Luego de esta elección, Women on 20’s le presentó una petición al Presidente Obama informando los resultados de la misma y un mes después el Secretario del Tesoro Jack Lew anunció que el retrato de una mujer ilustraría un billete. Pero el plan original era reemplazar a Alexander Hamilton en el billete de 10 dólares. Sin embargo la decisión no fue muy bien recibida. La popularidad de Hamilton había aumentado luego del éxito del musical homónimo en Broadway.

Así comenzó una campaña por modificar la decisión. Hasta los editores del Washington Post pedían que se reemplazara a Jackson y no a Hamilton. El 16 de abril de 2016 el gobierno anunció oficialmente que el que sería reemplazado finalmente sería Andrew Jackson por la votada Harriet Tubman.

 

 

 

 

Jackson había sido el presidente de los Estados Unidos entre 1829 y 1837, dueño de cientos de esclavos que trabajaban en su hacienda conocida como Hermitage Plantation, fue quien diseñó y puso en marcha el plan de traslado forzoso de nativos (Indian Removal Act) que reubicó a un número importante de tribus (la más importante era la Cherokee) en lo que se llamó Indian Territory (la actual Oklahoma). El recorrido es conocido como Sendero de las Lágrimas (Trail of Tears) y durante el mismo se calcula que murieron mas de 15.000 nativos.

¿Quién era Harriet Tubman? Había nacido en 1820 Maryland en la esclavitud, bajo el nombre de Araminta Ross. En 1849 escapó de su cautiverio en Filadelfia dejando a su familia en una plantación y pasó a organizar una red de rescate de esclavos. Volvió para liberar a su familia, pero no redujo su acción a ellos. Realizó entre 13 y 19 viajes en los que guió a más de 300 esclavos hacia el norte a través de la ruta del Ferrocarril Subterráneo (Underground Railroad). Durante la Guerra Civil actuó junto al ejército de la Unión como cocinera, enfermera y espía. Tras la guerra se convirtió en una luchadora por los derechos civiles de la población afroamericana y al final de su vida ayudó a organizar movimientos a favor del voto femenino. Murió en 1913 a los 93 años.

Este reconocimiento a Harriet le valió para que una reciente producción cinematográfica en Hollywood cuente su historia y su actriz protagónica fuese nominada al Oscar.

 

 

 

 

El nuevo billete iba a entrar en circulación este año, en el que se cumplían el centenario del voto femenino en los Estados Unidos y de la 19ª enmienda en la que se dispone que no se puede denegar el derecho a voto a causa del sexo y el bicentenario del nacimiento de la propia Harriet.

Pero pasaron cosas. En mayo de 2019 el New York Times publicó la imagen del prototipo del billete diseñado por el Tesoro junto a una nota en la que explicaba que la administración Trump había decidido posponer la impresión de los billetes hasta 2026 (y su circulación hasta 2028) debido a problemas técnicos. La excusa fue tan poco creíble que origino muchas criticas. Los medios reflejaban una obviedad: Harriet no era bienvenida para Trump. Era mujer, era negra. Demasiado para Donald.

 

 

 

 

Durante la campaña electoral Trump había criticado la decisión de Obama al considerar que la misma era “pura corrección política”. Y afirmó que su Presidente favorito era… Andrew Jackson. Apenas asumió el poder, puso su retrato en el Salón Oval de la Casa Blanca. Tubman podría ilustrar el billete de dos dólares, cuya circulación es casi inexistente.

No quedaban dudas que la decisión de posponer la circulación de la imagen de Harriet hasta 1928 no era más que una decisión política.

Legisladores de la bancada demócrata encabezados por Nancy Pelosi, la primera mujer electa (y reelecta) Presidenta de la Cámara de Representantes, consideraron que la decisión de Trump era un insulto a la esperanza millones de norteamericanos que apoyaban la inclusión de Harriet.

Esta decisión exponía con crudeza un racismo y una misoginia que originó críticas desde la izquierda, como la del semanario The New Yorker y hasta de sectores conservadores de derecha.

 

 

 

 

¿Cuál era el miedo que le generaba esta imagen?

La utilización de imágenes para comunicar había sido una herramienta que la Iglesia desarrolló durante hacía siglos y que incluso había originado fuertes debates en su seno. Aquellos que la aceptaban como instrumento de conversión a la fe de los analfabetos apoyaban lo que sostenía el Papa Gregorio Magno: “Se colocan imágenes en las iglesias para que los que no son capaces de leer lo que se pone en los libros lo “lean” contemplando las imágenes”. Enfrente estaban los iconoclastas que creían que las imágenes solo podrían generar idolatría.

Mucho se ha escrito sobre los poderes de las imágenes y sobre el lugar que han ocupado en la construcción de los relatos visuales de los estados que, copiando la estrategia de la Iglesia, difundían un imaginario nacional, sea para consolidar la constitución del Estado nacional o para enfrentar los desafíos de las contiendas armadas.

En manos del Estado las imágenes tienen la misma función comunicativa que había previsto la Iglesia desde la Edad Media: servían de ejemplo por la identificación entre los que las miran. La contemplación conduce a la imitación y luego a la elevación espiritual sostenían los medievalistas. Y acá está el miedo que suelen ver los conservadores ante las imágenes de culto. Un miedo medieval. Así es el miedo de Trump.

Sin embargo, fue en los Estados Unidos donde se desarrolló uno de los primeros discursos visuales estatales inclusivos y democráticos. Fue en los Estados Unidos donde por primera vez se representó a una mujer “no monarca” tanto en billetes como en estampillas. Pese a que años antes en el dorso de un billete se había representado el casamiento de Pocahontas, en 1886 el billete de un dólar de plata (que circulaba junto a los billetes ordinarios) tuvo en su frente la imagen de Martha Washington.

 

 

 

 

Sin embargo, también fue en los Estados Unidos donde por primera vez fueron representadas afroamericanos en billetes pero no precisamente en un sentido inclusivo. Fue durante la guerra civil de secesión desarrollada entre 1861 y 1865. Emitidos por la Confederación de los secesionistas del sur que defendían la esclavitud, muchos de los billetes estaban ilustrados con imágenes de afroamericanos esclavos trabajando.

 

 

 

 

Fue recién en 1940 cuando, durante la Presidencia de Roosevelt, el correo representó al primer afroamericano en sellos postales. En 1978, durante la presidencia de Carter, se pondrá en marcha una serie que aún se emite anualmente en la que realiza un homenaje al legado afroamericano (Black Heritage). Sin poder explayarnos acá, no resulta llamativo descubrir que la mayoría de las emisiones postales en los que se representaron mujeres y hombres afroamericanos o en los que se conmemoraron hechos históricos de la vida de los afroamericanos en los Estados Unidos, hayan sido decididas durante las presidencias demócratas.

 

 

 

 

En síntesis, contextualmente, la decisión de Trump parece no ir de la mano con la tradición norteamericana que incluyó a la mujer en el discurso visual estatal mucho antes que la mayoría de los países del mundo.

Ahora bien, ¿qué significa ilustrar con rostros de mujeres los billetes?

Significa que el discurso visual estatal modifica no solo el canon de héroes institucionalizado sino que modifica lo “homenajeable”. Se amplía el listado de los valores que se convierten en ejemplares. Vamos a explicar esto con un breve ejemplo local.

Hasta la década del '50 en nuestro país los próceres eran todos hombres de Estado y/o militares del siglo XIX: Rivadavia, San Martín, Belgrano, Sarmiento, Mitre, Roca, Urquiza, etc. Es decir que lo que convertía a un héroe en héroe eran su valentía o su sabiduría. Y estos valores solo eran encarnados por hombres. Y así sus rostros ilustrarán manuales, billetes, estampillas, medallas y hasta publicidades. Además, la virilidad se exacerbaba si la representación era ecuestre.

 

 

 

 

Luego del fallecimiento de Eva Perón el gobierno peronista puso en cuestionamiento el canon histórico liberal al proponer romper con el monopolio de la masculinidad y poner en valor nuevas dimensiones de lo “heroico”.

Analizar la idea de convertir a Eva Perón, con un fuerte apoyo estatal, en una heroína no puede reducirse al análisis político de coyuntura. Debemos ver más allá de los que lo reducen al fruto de un aparato propagandístico. Ya contamos en notas anteriores como Mitre y Roca se autohomenajeaban representándose sellos postales, billetes, medallas, nombres de calles y hasta en bienes de consumo masivo mientras desarrollaban su vida política.

El ingreso de Eva al panteón de héroes significó darle status de prócer a una mujer (no es anecdótico que este sustantivo no tenga femenino), convertir a las mismas en sujetos en las que era posible la “encarnación” de los valores considerados masculinos hasta ese momento y ampliar la noción de “heroicidad” con la inclusión de valores como la justicia social, la solidaridad y el compromiso con los necesitados. El peronismo modificó para siempre lo “homenajeable”. Tanto que ni la furiosa iconoclasia antiperonista pudo destruir esa experiencia.

 

 

 

 

La inclusión de Eva Perón también implicó modificar el relato historiográfico clásico que ponía en el bronce a los héroes de la independencia o de la construcción del estado nacional cuyas vidas habían transcurrido en el siglo XIX. Eva Perón sería la primera heroína del siglo XX. La primera prócer cercana, cuyo legado era palpable, visible y concreto.

El gobierno peronista había decidido hacerlo a través de sendos homenajes utilizando su imagen para ilustrar sellos postales y billetes. Solo pudo cumplirse en el primer caso ya que por “motivos técnicos” (que no eran una excusa ya que el proceso de diseño, confección e impresión de billetes era lento) el boceto diseñado por el italiano Garrasi no pasó de eso y terminó escondido por décadas en un cajón para evitar que las hordas de la autodenominada Revolución Libertadora lo destruyeran, como lo habían hecho con el ya famoso retrato de Numa Ayrinhac que ilustra la tapa de La Razón de mi Vida (y el sellos postal de 20 pesos que exhibimos a continuación)

El billete diseñado en 1953 fue encontrado más de 50 años después y se convirtió en la base del que se puso en circulación en 2012 para conmemorar los 60 años de su fallecimiento.

 

 

 

 

Lo importante de esta breve historia es que la experiencia peronista mostró que las mujeres también podían convertirse en próceres, que era necesario valorizar la justicia social y la solidaridad como valores constitutivos de heroicidad y que no podía limitarse a lo masculino valores como la valentía.

Hoy en la mayoría de los regímenes democráticos del mundo los billetes han empezado a darle lugar a las mujeres.

 

 

 

 

Por ello hoy es llamativo que en los Estados Unidos haya sectores conservadores que se nieguen a hacerlo. Trump parece repetir prejuicios y estereotipos de otros tiempos. Y eso muestra que la lucha de las mujeres por la igualdad enfrenta aún muchos desafíos.

Pero su postura no es original. Exhibe el miedo a la imagen que caracterizó a los iconoclastas de todo tipo de regímenes políticos. Esta decisión no es muy distinta a la del gobierno soviético que no permitió la exhibición de la segunda parte de Iván, el Terrible de Eisenstein hasta la muerte de Stalin, ni a la del gobierno de los Estados Unidos de posguerra que no permitió durante años que se vendieran en el país sellos de correo de la Unión Soviética ni siquiera los destinados a coleccionistas, ni a la de los distintos gobiernos franceses que durante años y según las circunstancias políticas, exhibían o escondían en los sótanos del Louvre La libertad guiando al Pueblo, de Delacroix. Tampoco tiene mucho que envidiarle a la iconoclastia de la autodenominada Revolución Libertadora que le temía al poder de la imagen de Eva Perón.

Decisiones de este tipo muestran todavía existen quienes creen que el mundo se divide entre los “cultos” que interpretan imágenes racionalmente y los “bárbaros” que les atribuyen poderes mágicos o irracionales y que son los que justifican el control social sobre la circulación de imágenes.

El historiador de la imágenes David Freedberg nos explica que la creencia de que existen imágenes destinadas a cumplir con funciones políticas racionales para el ciudadano formado estéticamente, y otras cuyas funciones son centralmente demagógicas, destinadas a que el pueblo las convierta en imágenes de culto debido a sus poderes mágicos, no sólo es falsa sino que encubre el elitismo cultural de los que no se aceptan verse llevados por la emoción y cierta “irracionalidad” frente la eficacia, la efectividad y la vitalidad que emanan de las imágenes. No solo le tienen miedo a lo que las imágenes puedan generar en el “pueblo” místico, sino que le tienen miedo a aceptar que las emociones y sensaciones que les generan a ellos mismos no son en nada distintas a las que critican.

Porque, sostiene Freedberg, la imagen vuelve presente al ausente y vivo al difunto, ayuda a la memoria y al reconocimiento, puede inspirar miedo, despierta la piedad y transforma el valor del material no modelado. Es decir, tiene poderes sobrenaturales y divinos. En todos los círculos sociales encontramos esta percepción, no hay diferencia entre la masa y el crítico de arte. Freedberg afirma que la única diferencia es que el aficionado al arte cuenta con términos y convenciones más apropiados para expresar tales ideas y que por eso parecen más racionales.

Pues bien, es precisamente el miedo a los poderes “irracionales” de la imagen el eje del temor que justifica esta decisión. Harriet es mujer. Harriet es una mujer negra. Harriet es una mujer negra que nació esclava y que violó la ley para conseguir que su familia sea libre.

¿Qué poder tendrá la imagen de una esclava en un billete en la que convivirá con los padres fundadores? ¿No promueve la desmitificación del relato visual hegemónico y de ese modo la infalibilidad sagrada de los héroes hombres blancos? ¿Es necesario entregar el último reducto del conservadurismo como lo son los billetes para abrirlo a nuevas dimensiones de lo digno de ser representado en un billete?

Aunque Trump nunca se haya hecho estas preguntas (y menos se haya animado a buscar alguna respuesta), esta tentativa de detener lo que no se podrá detener, genera y seguirá generando distintas tácticas de resistencia. Artistas estadounidenses diseñaron distintos sellos de goma para intervenir los billetes para que la imagen de la esclava Harriet tape el rostro del esclavista Jackson. Y así circulan hoy.

La tradición de intervenir billetes con un sentido políticos tiene muchos antecedentes. Uno de los últimos casos es conmovedor y vale la pena mostrarlo. Desde fines de 2019 las movilizaciones en Chile originaron duras represiones a manos de los Carabineros. Debido a que lo hicieron (y aún lo siguen haciendo) con balas de goma que disparan a los ojos de los manifestantes, grupos de resistencia y movimientos sociales promovieron la intervención de los billetes para mostrar las consecuencias de esta forma de represión estatal y así es posible ver gotas de sangre que emanan de los ojos de los próceres retratados en los billetes. Llora Chile.

 

 

Estas tácticas de resistencia se han ampliado a muchos campos. Como podemos observar, los billetes de Harriet no solo circulan con las intervenciones, sino que ilustran los muros de las ciudades, los cuadernos escolares de los niños y muchos espacios de resistencia. Incluso hoy, por unos 15 dólares, es posible comprar por Internet los sellos de goma y los implementos para poder “construir”, le guste o no al gobierno, nuestro billete de Harriet Tubman.

Las ausencias hablan de las valoraciones y los prejuicios. Si la sociedad decide que ese es su lugar, no habrá gobierno que pueda parar esta decisión.

Porque decidir que, en definitiva, ha llegado el momento de que la mujer valga, no es poco.

Es un paso en el proceso de saldar deuda.

 

 

 

 

  • Politólogo (USAL), Maestrando en Sociología de la Cultura (IDAES/UNSAM).

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