En el sector nuclear, libertarios y colaboracionistas no dan pie con bola. Mueven fichas, publican resoluciones y decretos, cambian funcionarios, pero no logran ir hacia ningún lado. La semana pasada en “El circo romano del uranio” contamos que se había creado una Secretaría de Asuntos Nucleares en el Ministerio de Economía y que se nombró al magister Ramos Nápoli, sin experiencia en el sector, al frente de esta nueva estructura.
La novedad de esta semana es que Nápoli le pidió la renuncia a Germán Guido Lavalle y el 16 de diciembre, nombró como nuevo presidente de la CNEA al ingeniero Martín Porro, que trabaja en la CNEA desde 1996. En dos años de gobierno, la LLA lleva cuatro presidentes en la empresa Nucleoeléctrica, tres en CNEA y cuatro en Dioxitek, con todo el desquicio de marchas y contramarchas, promesas y despromesas que supone esta calesita vertiginosa.
Y cada paso en falso deja un poco más de degradación de capacidades, de reducción de personal y de algún nuevo amigo del norte que se apropia de algún activo nacional. A medida que se disipan los castillos de humo de Demián Reidel y sus ciudades nucleares en la Patagonia, solo persisten las exigencias de Washington: que la Argentina le entregue el uranio y que compre tecnología nuclear “made in USA”.
La saga del uranio comenzó con anuncios de la dupla Milei-Reidel a fines de 2024. Luego vino la creación de YPF-Nuclear a fines de julio, que debería haberse llamado YPF-Uranio, porque fue creada para reactivar la minería de uranio solo para exportación, especialmente en Chubut. Circuló en los medios la foto de Reidel junto al presidente de YPF, Horacio Marín, y al gobernador Ignacio Torres. Cuatro meses más tarde, Marín explicaba que la creación de YPF-Nuclear se encontraba aún en etapa de evaluación y que existían conversaciones en curso con la CNEA y las provincias de Chubut y Mendoza. En paralelo, el gobernador Torres enfocaba todas sus energías en el “affair del langostino”, un litigio por un convenio pesquero con una empresa norteamericana, que debía afrontar en la Justicia de Estados Unidos. Desde entonces, silencio.
Mientras YPF-Nuclear quedó en el limbo, un nuevo amigo del norte logró entrar por el lado de la empresa pública Dioxitek, cuando Nápoli era su fugaz presidente y Porro su gerente de producción. Veamos.
Más kuka no se consigue
En 1982 se había puesto a funcionar en la CNEA la planta industrial para producir dióxido de uranio (UO2) para el combustible nuclear. En noviembre de 1996 se creó la empresa Dioxitek, con el 99% de su propiedad en manos de la CNEA y el 1% en manos de la provincia de Mendoza, y la planta industrial de la CNEA pasó a la nueva empresa. La idea era privatizarla, pero no prosperó. El macrismo le sacó el 50% de la propiedad a la CNEA y se lo dio a la Secretaría de Energía y ahí quedó. El reclamo de la CNEA al gobierno de Alberto recibió el fatídico “sí, claro” que dejó todo igual.
Si bien en la Argentina hubo minería de uranio desde la segunda presidencia de Perón, en la década de 1990 se clausuró y el uranio se empezó a importar. Desde entonces, la tarea de Dioxitek es gestionar la importación de uranio y producir el dióxido de uranio (UO2). Esta producción es adquirida por la empresa CONUAR —66,7% del grupo Pérez Companc y 33,3% de la CNEA— para fabricar el combustible que, finalmente, compra la empresa Nucleoeléctrica —79% del Ministerio de Economía, 1% de ENARSA, 20% de la CNEA— para las centrales nucleares de Atucha I, Atucha II y Embalse. A partir de 2002, Dioxitek también se embarcó en el diseño, producción y comercialización de Cobalto 60 para uso en medicina nuclear.
A fines de agosto, Dioxitek —conducida por Nápoli— firmó un memorando de entendimiento con la empresa estadounidense NANO Nuclear Energy. ¿Qué firmaron? Evaluar una inversión de la empresa norteamericana para generar capacidades en Dioxitek para convertir el uranio en hexafluoruro de uranio (UF6). No se asuste, lector/a, que no vamos a hablar de química, sino de política y entrega de la soberanía. El UF6 es necesario para enriquecer uranio (al final de la nota, explicamos en un apartado desde cuándo se hace este proceso en la Argentina). Y el uranio enriquecido es para el combustible de las centrales nucleares de Estados Unidos. Todos los caminos llevan a Trump.
En síntesis, la empresa estadounidense NANO Nuclear invertirá en Dioxitek para que el uranio argentino se use para la cadena de valor del combustible nuclear que demanda Estados Unidos. Esta es la razón por la cual, hace unos días, Nápoli ascendió a secretario de Asuntos Nucleares.

En la página de la empresa NANO Nuclear se lee que el memorando firmado con Dioxitek establece un marco para evaluar “el desarrollo de una línea de producción de enriquecimiento [de uranio] en las instalaciones existentes de Dioxitek”. Y se explica que el UF6 es “la principal materia prima para el enriquecimiento de combustible”. Por si no se entendió: “Estados Unidos y Argentina mantienen un Acuerdo 123 de cooperación nuclear pacífica, amparado por la Ley de Energía Atómica estadounidense de 1954”. Se refiere a un acuerdo encuadrado en la Sección 123 de la Atomic Energy Act de Estados Unidos.
Mientras Cristina explicaba hace unos días que “¡por primera vez desde el año 2003 la inversión extranjera es negativa!”, lo que atrae a NANO Nuclear a la Argentina son los avances de la nueva planta de Dioxitek –conocida como proyecto NPU– en Formosa. Esta planta se inició en 2014. El macrismo primero redujo a la mitad su capacidad de producción y luego paralizó el proyecto; Alberto lo retomó y Milei lo volvió a paralizar. Sí, NANO Nuclear viene a la Argentina a manotear el proyecto 100% Cristina y Gildo. Más kuka no se consigue.
Esta saga se completa a fines de noviembre, cuando la empresa IMPSA –que Alberto Fernández estatizó y Milei entregó a la estadounidense ARC Energy– y Dioxitek –conducida por Nápoli y Porro– anunciaron “su alianza estratégica para impulsar la exportación y el transporte seguro de materiales nucleares entre Argentina y Estados Unidos”, según la web de Dioxitek. Para esto, IMPSA se propone fabricar contenedores y bultos certificados con la estampa ASME N —certificación nuclear—, “garantizando los más altos estándares internacionales de calidad y seguridad para el transporte de materiales nucleares producidos y comercializados por Dioxitek en el mercado estadounidense”.
Síntesis: uranio argentino para que Dioxitek y NANO Nuclear produzcan UF6 y que IMPSA –en manos de ARC Energy– lo transporte a Estados Unidos. Pero ojo, que todavía no hay un dólar de inversión.
Reacción en cadena de “sí, bwana”
El primer acto protocolar de la dupla Nápoli-Porro se concentró en pasear por las instalaciones del Centro Atómico Ezeiza de la CNEA al embajador argentino en Estados Unidos, Alejandro Oxendorf, y a un séquito de Cancillería. No podía fallar la foto con el reactor multipropósito RA-10, una joya que debería estar terminada y funcionando, pero que hoy está desfinanciada y avanza a paso de tortuga, o no avanza. Los libertarios aman sacarse fotos con los logros nucleares nacionales mientras los destruyen.
La comunicación oficial de la CNEA es elocuente, habla de “impulsar el desarrollo nuclear argentino”, pero no menciona metas energéticas y tecnológicas nacionales, sino que se enfoca en “una visión de largo plazo que permita integrarlo en las cadenas de valor globales y de alto valor tecnológico”. Lo que llaman “cadenas de valor globales”, que están en plena retracción y fragmentación, en realidad son las cadenas de suministros de minerales críticos de Estados Unidos. Eso explica la presencia del embajador argentino en dicho país, que debe informar a Washington y escuchar sus demandas y responder “sí, bwana”.

¿Por qué los trabajadores de CNEA alertan sobre un horizonte de profundización del desmantelamiento? Primero, Nápoli y Porro vienen de despedir trabajadores en Dioxitek: 58 trabajadores perdieron su empleo entre diciembre de 2023 y junio de 2025. Si bien el siguiente gráfico muestra que los despidos se replican en el resto de las empresas públicas, Dioxitek y Fadea son las más perjudicadas.

Y segundo, si bien la CNEA padeció una reducción real de su presupuesto de un 44% en los dos últimos años (datos grupo EPC), la caída no se detendrá si la oposición no pone un freno: en el proyecto de Ley de Presupuesto 2026 del gobierno, la partida asignada a CNEA representa una caída del 53% respecto de 2023, según datos de CEPA. Nada se modificará con el nuevo presidente de CNEA. Incluso la paralización del prototipo del pequeño reactor modular CAREM –el legado perdurable que deja Guido Lavalle– será indefectiblemente convalidada por Porro. El “sí, bwana” de Milei a Trump, por efecto cascada, se propaga hacia abajo y es la condición innegociable para ser funcionario libertario.
En este escenario deplorable, los genes antidependentistas de la CNEA siguen expresándose. Rodolfo Kempf, investigador de la CNEA, especialista en combustibles nucleares y dirigente del Consejo Directivo Nacional de ATE, nos explica: “En nuestra planta peleamos por tener insumos, y terminamos la producción de la cuarta parte de las pastillas [de uranio y gadolinio, una tierra rara] del combustible que demanda el núcleo del CAREM”. Y agrega: “Esto demuestra que tenemos capacidades y competencias, que con un polvo [de uranio y gadolinio] en malas condiciones logramos hacer un proceso de reducción y tenemos la cuarta parte del núcleo terminada”.
Estados Unidos monologa, China responde
La acelerada destrucción del sector nuclear argentino es producto de una tenaza perfecta sobre los parietales de Milei. Por un lado, el endeudamiento y los condicionamientos del FMI para sostener el equilibrio fiscal y monetario demandan la urgente privatización de activos públicos. Así se justifican los recortes y los avances para la privatización parcial de la empresa Nucleoeléctrica.
Por otro lado, varias notas analizaron en El Cohete a la Luna el documento Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, publicado a fines de noviembre por la Casa Blanca. De este documento se desprende que la política energética de Trump necesita que Milei entregue el uranio argentino, reduzca a cero los riesgos de inversión de empresas norteamericanas en sectores estratégicos e integre el país al rebaño de compradores de tecnología nuclear estadounidense.
El 2 de diciembre, el Departamento de Energía de Estados Unidos anunció “la selección de la Autoridad del Valle de Tennessee (TVA) y Holtec Government Services para apoyar los primeros despliegues de reactores modulares pequeños (SMR) de agua ligera avanzados en Estados Unidos”. Y agregaba: “Los equipos seleccionados recibirán hasta 800 millones de dólares en fondos federales de costos compartidos para impulsar proyectos iniciales en Tennessee y Michigan”. El objetivo es “impulsar un renacimiento nuclear y ampliar la agenda de dominio energético de Estados Unidos”.
La máquina de desindustrialización del RIGI y la paralización del CAREM son la contracara sombría de este anuncio, que se completa con la reciente retirada de Shell del megaproyecto de 30 millones de toneladas al año de gas de Vaca Muerta hasta 2032, y deja a uno de los yacimientos gasíferos más importantes del planeta sin proyección de desarrollo. ¿Y entonces? Entonces, mirar al futuro para la Argentina solo es posible pensando en girar 180 grados.
Una semana después de la aparición del documento de Washington, Beijing publicó su tercer documento sobre su política para América Latina. Los anteriores fueron en 2008 y 2016. El documento de China afirma que los países de América Latina constituyen una fuerza indispensable en el proceso de multipolarización mundial y la globalización económica, y apuesta por un trabajo conjunto de metas compartidas como el combate de la pobreza, la educación, el cambio climático, la energía, la IA y la industria aeroespacial.
Antes del alineamiento dogmático ruinoso con la geopolítica recargada del “patio trasero”, China se proponía invertir en la Argentina en proyectos de infraestructura compatibles con una estrategia nacional de transición energética. La Argentina presenta un perfil territorial y dispone de las capacidades científicas, tecnológicas e industriales necesarias para impulsar un sendero de transición hacia energías limpias que se transforme en vector dinámico de desarrollo social y económico.
En este escenario, Vaca Muerta debería financiar esta reconversión para iniciar un sendero de salida del régimen de extractivismo financierizado que nos deja sin destino. El sector nuclear debe ser una pieza clave de esta reconfiguración y puede hacer un aporte crucial a la integración regional y al grupo BRICS+. Tal vez estemos lejos de estas ambiciones, pero debe ser un componente del horizonte político.
La Argentina y el hexafluoruro de uranio
Cuando la CNEA y la empresa INVAP desarrollaron en secreto, a fines de la década de 1970 y comienzos de la siguiente, la tecnología de enriquecimiento de uranio por difusión gaseosa en las instalaciones de Pilcaniyeu (provincia de Río Negro), también desarrollaron una planta de producción de hexafluoruro de uranio (UF6). Desde entonces, la Argentina integra la pequeña lista de países que producen UF6, como puede verse en el cuadro siguiente. Hoy son nueve países en el mundo los que poseen esa capacidad. En el caso de la hipotética inversión de NANO Nuclear, se trataría de una nueva instalación con tecnología norteamericana que supone la reconversión del proyecto NPU, en Formosa, que el gobierno de Milei había paralizado.

* Nicolás Malinovsky es autor de Crítica de la economía política (2025), doctorando en Economía Política Mundial (UFABC, Brasil), magíster en Gestión de la Energía (UNLa), ingeniero electricista (UNRC), especialista en el sector nuclear, diplomado en Anticipación Estratégica y Gestión de Riesgo (UNDEF), analista de Nodal, docente en UNPAZ. Redes: @nicomalinovsky.
Diego Hurtado es profesor-investigador en la Escuela de Humanidades-LICH (UNSAM-CONICET). Redes: @dhurtado171045.
--------------------------------
Para suscribirte con $ 8.000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 10.000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 15.000/mes al Cohete hace click aquí