Sin recuperación posible

Implicancias políticas de las hipótesis sobre la evolución de la economía

 

A mayor desarrollo del gobierno de Javier Milei, más honda es la recesión de la que dan cuenta los indicadores de la política económica y, por ende, más grave es la degradación que atañe a la vida material de la sociedad argentina. Se trata de un desenlace necesario, porque la recesión la provoca el empobrecimiento mismo de la población, cuyo poder de compra cae por los aumentos de precios, que superan a la indexación de sus ingresos, y esto a su vez agrava la pobreza, porque el menor nivel de gasto induce a un menor nivel de producción, y a una mayor desocupación.

En este caso, el concepto de “pobreza” admite una concepción más amplia que la que hace al indicador que se elabora para medir qué fracción de la población nacional no es capaz de acceder con sus ingresos a una canasta determinada de bienes y servicios, el cual se denomina “población bajo la línea de pobreza”. Se trata de una pérdida de riqueza, y por ende de bienestar, de la población en general.

El menor nivel de producción y de actividad económica en la Argentina indica que, objetivamente, no es posible consumir lo mismo que se consumía hace cinco meses atrás, cuando finalizaba el gobierno anterior, cuyo desempeño en el aspecto de lo que se reseña en el presente análisis fue bastante magro. La apreciación no es anecdótica, porque el actual continúa con el mismo patrón, y lo agrava. En vista de la importancia que tiene el problema para el desenvolvimiento de la vida nacional, vale la pena preguntarse si, mientras permanezca en ejercicio este gobierno, es reversible.

 

El golpe sobre los salarios

Detengámonos a analizar las características y los efectos de la política económica que se despliega desde el 10 de diciembre del año anterior. En la segunda semana de gobierno, se elevó el tipo de cambio peso-dólar a 800 pesos, y el impuesto PAIS para las importaciones, equivalente al 7,5% de su valor, se incrementó al 17,5%.

Esto inició un proceso de aceleración de la inflación. En ese mes el Índice de Precios al Consumidor (IPC) tuvo una variación con respecto a noviembre del 25,5%, finalizando el año con un incremento total del 211,4%, cuando en el mes anterior su variación interanual era del 160,9%. El Índice de Precios Internos Mayorista (IPIM), que mide los aumentos de costos, tuvo una variación mensual del 54%, y su variación en el año llegó al 276,4%, anticipando el posterior traslado al IPC.

La desaceleración en los meses siguientes está directamente asociada a la estabilidad del tipo de cambio, que se devalúa mes a mes a una tasa del 2%. Eso evita que escale el costo de los insumos importados, lo que le quita una de las principales presiones al nivel de precios.

El otro factor de desaceleración de los precios es el retraso del salario. En diciembre, la remuneración imponible de los trabajadores estables (RIPTE) tuvo un incremento del 8,3%. El índice de salarios que publica el INDEC mostró un incremento total del 8,9%.

Tomando en cuenta el efecto de los aumentos de precios, esto significa que los salarios sufrieron una caída en su poder de compra del 20,6% en relación a noviembre. Remarquemos que, desde finales de 2017 hasta noviembre de 2023, los salarios estaban acumulando un deterioro con respecto a los precios del 25,5%, que con el golpe de diciembre pasó a ser del 36,7%.

Desde entonces, las diferentes medidas indican que los salarios mantuvieron su retroceso en enero, que empezó a morigerarse en febrero. En marzo, la variación de la RIPTE se mantuvo por encima del IPC (la actualización del Índice de Salarios aún no está disponible). Estos datos impulsaron al Presidente a afirmar con tono caricaturesco que la inflación está bajando, los salarios se recuperan, e ineludiblemente sobreviene una recuperación de la economía.

 

 

La conclusión de Milei es engañosa. Que en el último mes hayan quedado los salarios por encima de los precios no significa que se haya revertido la pérdida anterior, sino que se presentó una fluctuación. Pero la relación entre precios y salarios se mantiene en las mismas condiciones que determinó este gobierno. Para que se alteren, debería permitirse que los salarios se recuperen persistentemente.

La renuencia para aprobar paritarias que excedan ciertos valores y los incrementos dispuestos en las tarifas de transporte, más los demorados en el caso de los servicios de hogar, son una primera indicación de que dicha perspectiva parece poco realista.

Por otra parte, que esto se produzca implicaría, en las condiciones actuales, una reavivación de la inflación, por la incidencia que tienen los salarios en los costos de producción de las empresas. Se los podría controlar, pero es algo que requeriría asumir el objetivo de la recuperación salarial como prioritario y diseñar políticas desde el Estado para garantizar que se la alcance, lo que se encuentra muy lejos de la visión de las cosas de esta administración.

 

Casi como en la pandemia

Tamaño ataque al salario se concatena con la infaltable contracción del Gasto Público, que se puede denominar “motosierra” o “licuadora”, dos términos igualmente frívolos para referirse al descuido de la calidad de vida de la población argentina como si fuese motivo de jactancia. En el primer trimestre de 2024, la variación de los Gastos Corrientes del Sector Público Nacional frente a igual período del año anterior fue del 176,9%, con un nivel de precios que tuvo un alza interanual para marzo del 287,9%.

En esta caída en términos reales incidieron el recorte de las transferencias a las provincias y universidades, y el recorte de los gastos de seguridad social. Las remuneraciones y las transferencias al sector privado (en las que se contabilizan las transferencias de asistencia y asignaciones familiares, y los bonos que complementan el pago de jubilaciones) son las dos partidas con mayor crecimiento, cercano al 200%, debido a que por diferentes razones son menos flexibles a la baja que el resto.

Producto de tamaña presión en contra del poder de compra de la población es que la actividad económica, al tomar el promedio de los dos primeros meses de 2024 y compararlo con los resultados de años anteriores, se encuentra en los niveles más bajos desde 2016, siendo solamente peor el año 2020, cuando tuvo lugar la pandemia del COVID.

Esto se puede corroborar revisando el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), y el Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI). En el caso del segundo indicador, se observa un valor menor. La Utilización de la Capacidad Instalada en la Industria condice con este descenso, si bien los niveles son levemente inferiores en promedio en el año de la pandemia, debido a que en los meses de abril y mayo el grado de utilización fue excepcionalmente bajo.

 

 

Imposibilidad estructural

Por las razones expuestas, nos parece legítimo inferir que, con el gobierno actual, la recuperación de la economía es una imposibilidad estructural. A lo sumo, pueden presentarse episodios de fluctuaciones o de avances esporádicos, producto de la moderación de las políticas económicas resultantes del temor oficial a que la intensidad de su accionar provoque la degradación de su poder político. Pero a la larga, la continuidad en la caída del salario y el gasto público inducen a una contracción de la actividad.

Si se atiende a la insistencia de Milei en la prontitud de una recuperación de la economía argentina, da la impresión de que realmente carece de noción sobre las implicancias que entraña la política económica, o bien la soslaya para pretender sostener la legitimidad política de una fuerza de gobierno que, si se toma conciencia del verdadero estado de cosas, propende a encontrarse con una declinación de su popularidad irrefrenable, porque tanto las inclinaciones de quienes lo integran como sus capacidades los compelen a consolidar la situación económica existente y no a revertirla, que es la necesidad que tiene la sociedad argentina.

Partiendo de esta conclusión, se pueden realizar observaciones sobre dos problemas presentes en la política argentina en este momento.

El primero es la predisposición de una franja de la oposición a acompañar al oficialismo y cederle el apoyo para obrar en detrimento de la población argentina, que se confunde de una manera tan hipócrita como absurda con “aportarle las herramientas para gobernar”. Parece que el rol opositor, consistente en darle herramientas a la población para obligar al gobierno a conducirse de una forma aceptable para el conjunto, queda absolutamente tergiversado, creando un vacío de la representación política que, en este momento, no solamente no es neutral sino que es peligroso.

El segundo consiste en la vacancia de una conducción unificada para orientar las expresiones de rechazo espontáneas en torno a un objetivo común, que permitiría aglutinar una masa lo suficientemente voluminosa como para inhibir las iniciativas más nocivas del gobierno. Con la reciente sanción de la Ley de Bases quedó en evidencia que algunas de estas pueden encontrar plafón para concretarse, aunque en lo sustancial, más que alterar significativamente el desenvolvimiento de las relaciones sociales de producción en la Argentina, se trata de perjuicios que pueden revertirse, que afectarían a la población durante el plazo en el que tengan vigencia, al igual que la recesión.

Por tales razones, se puede decir que la hipótesis de la imposibilidad de que la economía se recupere no se limita solamente al análisis económico. También alcanza a la interpretación del potencial desenlace político de esta experiencia. Al aceptarla, se observa que todos los posicionamientos tendientes a darle margen de maniobra a la consolidación de la política económica no solamente carecen de sentido, sino que son tan perniciosos como lo que se pretenda apoyar. De la misma manera, al estar dadas las condiciones objetivas para la gestación de una oposición persistente, es cuestión de establecer los acuerdos y trazar la hoja de ruta para organizarla lo antes posible.

El descuido de la organización política traslada los límites de la praxis de gobierno a la laxa prudencia en los términos ya mencionados, o bien a un eventual desborde general causado por el malestar acumulado. Comprender el panorama presente permite dimensionar la importancia de las marchas y expresiones de protesta que se gestaron estos meses, pero también es evidente que para que alcancen plena efectividad es necesaria una conducción direccionada y homogénea. Si se mantienen las condiciones actuales, se deja a la sociedad argentina librada a la suerte de los acontecimientos.

 

 

 

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