Sobre la conducta de algunos gorilas

Aunque cueste creerlo, este artículo no habla sobre el 30% de votantes del núcleo duro antiperonista

 

Quiero compartir este experimento [1] que me parece espectacular. Involucra un grupo de gorilas pero tiene múltiples implicancias y similitudes (¿con los humanos, dijo?). Acá voy.

Suponga que uno tiene seis gorilas en una pieza. Del cielo raso, cuelga un “cacho” de bananas. Justo debajo hay una escalera (como la de un pintor o un carpintero). No hace falta que pase mucho tiempo para que uno de los gorilas suba las escaleras hacia las bananas.

Y ahí comienza el experimento: en el mismo momento en que toca la escalera, todos los gorilas son rociados con agua helada. Naturalmente, eso detiene al gorila.

Luego de un rato, o bien el mismo gorila o alguno de los otros hace otro intento con el mismo resultado: todos los gorilas son rociados con el agua helada a poco que uno de ellos toque la escalera. Cuando este proceso se repite un par de veces más, los gorilas ya están advertidos. No bien alguno de ellos quiere intentarlo, los otros tratan de evitarlo, y terminan a los golpes de ser necesario.

Una vez que llegamos a este estadio, retiramos uno de los gorilas de la pieza, y lo sustituimos por uno nuevo (que obviamente no participó del experimento hasta aquí). El nuevo gorila ve las bananas e inmediatamente trata de subir por las escaleras. Para su horror, todos los otros gorilas lo atacan. Y obviamente se lo impiden. Luego de un par de intentos más, el nuevo gorila ya aprendió: si intenta subir por las escaleras, lo van a golpear sin piedad.

Luego se repite el procedimiento: se retira un segundo gorila y se incluye uno nuevo otra vez. El recién llegado va hacia las escaleras y el proceso se repite: no bien la toca (la escalera), es atacado masivamente. No sólo eso: el gorila que había entrado justo antes que él (¡que nunca había experimentado el agua helada!) participaba del episodio de violencia con gran entusiasmo.

Un tercer gorila del grupo original es reemplazado y no bien intenta subir las escaleras, los otros cinco lo golpean, impidiéndoselo. Con todo, dos de los gorilas que lo golpean no tienen ni idea del porqué uno no puede subir las escaleras.

Se reemplaza un cuarto gorila, luego el quinto y por último, el sexto, que a esta altura es el único que quedaba del grupo que estaba involucrado desde el principio. Al sacarlo, ya no queda ninguno que haya experimentado el episodio del agua helada. Sin embargo, una vez que el último lo intenta un par de veces, y es golpeado furiosamente por los otros cinco, ahora queda establecida la regla: no se puede subir por las escaleras. Quien lo hace se expone a una represión brutal. Sólo que ahora ninguno de los seis tiene argumentos para sostener tal barbarie.

Al llegar acá, me gustaría hacer algunas reflexiones (y naturalmente, está invitada/o a extraer sus propias conclusiones). Está claro —creo— que lo que sucede con este experimento se presta para comparar la conducta de los animales con la nuestra. Más aún, yo me preguntaría si siempre somos capaces de explicarnos o de entendernos.

En tanto que humanos, ¿en qué situaciones de la vida cotidiana reaccionamos en forma irreflexiva y justificamos tal reacción diciendo que… así se hizo toda la vida”?

Me permito exhibir un ejemploCuando yo era niño y cursaba el segundo grado de la escuela primaria, mi compañero de banco era zurdo(no sé si ideológicamente también, pero ciertamente escribía con la mano izquierda). La maestra le ataba el brazo izquierdo a la espalda, y así sucedió todo el año. De hecho, si él intentaba tocar la lapicera con su mano izquierda, la maestra lo ‘golpeaba’ en los nudillos con una regla, y esto que estoy escribiendo, no me lo contaron: lo viví yo. Tanto es así, que recuerdo haber pensado constantemente: “¡¡¡Menos mal que yo no soy zurdo!!!!”

¿Se imagina si hoy una maestra o un maestro hiciera lo mismo? Pero naturalmente, esto también invita a pensar que si bien hemos mejorado, estoy seguro que tenemos aún hoy (yo incluido, obviamente) conductas que resultarán inaceptables con el paso del tiempo. Los tratamientos con quimioterapia (porque no tenemos nada mejor, comprendo) me proveen un ejemplo inmediato. En el futuro, en 40 o 50 años (o quizás muchos menos), futuras generaciones mirarán lo que hacemos hoy y van a pensar: “¡¡¡Qué bestias los humanos del siglo XXI!!! ¡Mirá lo que hacían para atacar una persona enferma de cáncer!” 

No sé bien cómo seguir, pero la probabilidad de que nos comportemos como los gorilas en el experimento original es muy muy grande como para ignorarla. ¿Usted qué piensa?

 

 

[1] Esta historia me la contó mi sobrina Lorena, hoy doctora en biología. Ella y su marido Ignacio Demarco, también doctor en biología, me hablaron de este experimento hace más de veinte años. Vale la pena observar la conducta animal para entender un poco más lo que nos sucede a nosotros.

La fuente original es un artículo publicado en holandés: “De banaan wordt bespreekbaar”, de Tom Pauka y Rein Zunderdorp, que fue editado y publicado por Nijgh and van Ditmar en 1988. Justamente la versión holandesa se puede encontrar acá: http://benthuis.myds.me/de-banaan-wordt-bespreekbaar/

Hay una versión inglesa acá: http://daktologistindustries.com/totse_archive/en/technology/science_technology/dumbapes.html

 

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