Sobrevolar un mundo que se derrumba

Las preocupaciones de Sandleris y el mundo real

 

La semana pasada, leyendo una nota del diario de negocios El Cronista que cita “fuentes del BCRA”, nos enteramos de que las autoridades del Banco Central están “monitoreando” los ingresos de capitales extranjeros con el objetivo de impedir que “se formen posiciones grandes en activos en pesos de capitales golondrina” que puedan amenzar la “estabilidad cambiaria”. “Estamos asegurándonos de que no se formen posiciones volátiles que luego puedan irse rápidamente”, prometen las fuentes citadas para tranquilizarnos; pero “no va a haber controles de capitales”, se apresuran a aclarar para que no sean los mercados los que se alarmen.

Son tantas las imprecisiones e incoherencias de las fuentes anónimas resumidas en el párrafo que es mejor desmenuzarlas de a una:

 

La “estabilidad”

Es cierto que el dólar hoy cuesta solo nueve centavos más de lo que costaba hace dos meses y medio, cuando Guido Sandleris reemplazó a Luis Caputo en la presidencia del Banco Central ($38,91 le pedía el Banco Nación a sus clientes aquel 25 de septiembre; $39 les pidió el viernes). Pero recordemos que el antecesor de Sandleris también disfrutó casi dos meses de estabilidad cambiaria, durante los cuales el precio del dólar cayó veinte centavos, antes de que una nueva corrida disparara abruptamente su cotización más de cuarenta por ciento en un par de semanas.

En ambos casos el Banco Central pagó un precio demasiado alto para comprar la ansiada estabilidad. Caputo la sostuvo con ventas de las reservas tan desmesuradas como incoherentes, despilfarrando 14.000 de los primeros 15.000 millones de dólares del préstamo del Fondo Monetario Internacional y violando la principal condición impuesta por el organismo: te presto los dólares para que los tengas, pero ni se te ocurra usarlos. Sumar desobediencia al disparate le costó el cargo. Sandleris lo intenta ofreciéndole a los bancos la tasa de política monetaria más alta del mundo para compensarlos por cajonear pesos a una semana de plazo.

Los ganadores y perdedores del torniquete monetario son fáciles de identificar. Un informe de Morgan Stanley celebra que los ingresos netos de los bancos Galicia, BBVA Francés y Supervielle en el tercer trimestre del año superaron en un 50% las estimaciones previas de los analistas del banco de inversión estadounidense, gracias a las tasas elevadísimas de las letras de liquidez LELIQ y la política del Banco Central que le permite a los bancos cumplir las exigencias de efectivo mínimo invirtiendo en esos títulos. La contrapartida inevitable de las ganancias de los bancos es la dificultad de las empresas para financiarse localmente. La tasa para giros en descubierto por montos superiores a los 10.000.000 de pesos ronda el 65% y las pocas empresas de primera línea que lograron financiar su capital de trabajo mediante la emisión de obligaciones negociables de corto plazo en pesos debieron convalidar tasas de entre 54% y 59%.

Como los protagonistas con nombre y apellido de las películas catástrofe de Hollywood, que esquivan en avioneta los rascacielos que se derrumban a su alrededor mientras la tierra se abre para tragarse a millones de extras anónimos, Macri y su equipo económico flotan sobre la momentánea estabilidad cambiaria mientras los argentinos temblamos sacudidos por los violentos sismos de la crisis. La inflación que no da tregua (3,2% en noviembre y 48,5% en los últimos doce meses, el peor registro anual en un cuarto de siglo), la recesión que se perpetúa (ya van ocho meses consecutivos de caída), la pobreza que se extiende (hay 931.700 chicxs pobres más que hace un año).

 

 

 

El “monitoreo”

No hace falta ser un funcionario jerárquico del Banco Central para “monitorear” que “no se formen posiciones volátiles” y “grandes en activos en pesos de los capitales golondrina” que “luego puedan irse rápidamente”. Está al alcance de cualquier persona con acceso a internet y paciencia para auscultar las hileras de cifras de la planilla Excel del Anexo Estadísitico del Balance Cambiario del Banco Central. Por eso este columnista puede tranquilizar a Sandleris, o por lo menos a sus lectores. Los capitales golondrina extranjeros no sólo no están posicionándose en pesos, sino que los siguen vendiendo de a millones para posicionarse de nuevo en dólares bien lejos de aquí. En lo que va del año los inversores extranjeros ya se llevaron US$ 5.200 millones, consumiendo más de la mitad del stock de inversiones de portafolio de no residentes acumulado el año pasado durante el apogeo de la bicicleta financiera.

La aversión al riesgo argentino no se limita a los instrumentos en pesos que preocupan a Sandleris; también le huye a los bonos en dólares que desvelan a su colega del Ministerio de Hacienda, Nicolás Dujovne. Desde que Sandleris aterrizó en el Banco Central y empezó a implementar la política monetaria que, supuestamente, tanta confianza genera en los centros financieros internacionales, el riesgo país argentino ha seguido empeorando hasta alcanzar el viernes los 762 puntos básicos. Eso significa que el mercado le exigiría al gobierno por lo menos una tasa de interés anual del 11% para prestarle dólares a diez años. También quiere decir que sin los desembolsos trimestrales del FMI, el gobierno no podría refinanciar los vencimientos de la deuda externa ni evitar un default.

 

Los “controles”

El juramento de que “no va a haber controles de capitales” expresa las convicciones ideológicas de los funcionarios oficialistas, acata las instrucciones del FMI y se atiene a las condiciones exigidas por Morgan Stanley Capital International para mantener la calificación de la Argentina como mercado emergente. A propósito, los inversores que se entusiasmaron comprando las acciones de las empresas argentinas después del anuncio del MSCI se deben estar preguntando si no era mejor seguir siendo fronterizos. Desde que nuestra bolsa ascendió a emergente, las acciones que componen su índice Merval perdieron un 26% de su valor medido en dólares.

Antes de abjurar los controles de capitales para siempre, las autoridades del Banco Central tal vez deberían reparar en otro dato fácil de monitorear: en los primeros diez meses del año las compras netas de dólares de los argentinos para atesoramiento suman US$ 26.000 millones y quintuplican las de los especuladores extranjeros que, con razón, tanto les preocupan.

 

 

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