Sólo quiero escribir un nombre

Nelson Guillermo Periotti no mereció ni persecución ni condena

Nelson Guillermo Periottii.

 

Nelson Guillermo Periotti. Quiero escribir su nombre y asociarlo a la injusticia y la crueldad que lo condena a estar encerrado en una celda de una unidad carcelaria en Ezeiza. Un hombre que no lo merece ni por su edad ni por su conducta, pero sobre todo porque nunca hubo pruebas de que en su gestión haya defraudado al Estado.

Este ingeniero argentino, con pinta de profesor de universidad norteamericana, es de esa especie en extinción de patriotas que vivían pensando en obras con sentido para el crecimiento de la nación. Un hombre venido del sur, que llevó adelante una gestión totalmente disruptiva durante los gobiernos de Néstor y Cristina, como director de Vialidad Nacional. Es increíble que pague con la cárcel quien ayudó a unir el país.

Nelson tuvo a su cargo la vialidad nacional entre 2003 y 2015; su obra es incomparable, pero fue condenado en la “Causa Vialidad”, junto con CFK. Tiene 80 años, se presentó al juzgado correspondiente y fue encarcelado, a pesar del beneficio que le debía otorgar su edad. No tiene probado ningún delito de administración fraudulenta, siempre se ajustó a derecho y no se profugó (costumbre que parece asumirse únicamente entre los que militan en el campo nacional y popular). Una costumbre que ya es de un grado de absoluta valentía, pues sabemos siempre cómo termina para los peronistas.

Conocí a Nelson desde que asumió, fui uno de esos habituales e insistentes visitantes a su despacho siempre de puertas abiertas, para acercarle e invitarlo a seguir un proyecto, el de la recuperación del Transbordador Nicolás Avellaneda.

Lo iba a ver para interesarlo e insistirle en los beneficios que generaría la recuperación de aquella hermosa estructura mecánica que no funcionaba desde hacía 60 años, pese al insistente y eterno reclamo de los vecinos de las riberas, de la desembocadura del Riachuelo.

Un ícono que une La Boca con Avellaneda, con una presencia tan fuerte que es capaz de competir con el mismísimo Obelisco, como referencia para ubicarnos en el mapa. Es parte insustituible de cualquier escudo plebeyo, de pizzerías, de clubes, escuelas, asociaciones, mutuales y de la vasta obra pictórica del Riachuelo. Ese “puente” emerge en las dos orillas del Riachuelo y ha llegado a la piel de sus vecinos, quienes lo lucen entintado en sus tatuajes, sobre diversos motivos o en su cuello como el de Trueno, ese muchacho que devino en la voz de las voces de esos barrios y de miles de pibes.

Por todo ese imaginario colectivo, se trabajó mucho en su valor patrimonial. A mí me tocó desde una fundación, en la que me desempeñaba, ser un insistente abonado a la sala de espera de Nelson Guillermo Periotti. Luego, como funcionario, ocupé el mismo lugar de espera en esas salas federales donde se escuchan todas las tonadas del país y uno se informa de los proyectos que se sueñan a lo largo y ancho de la patria. Largas esperas que supuse más cortas por ejercer un cargo oficial. No fue así; tal vez fueron peores. Este señor atendía a todo el mundo, era lo que se dice un funcionario de puertas abiertas, era de abrir su despacho muy tempranito, pero nunca se sabía cuándo lo cerraba. Eso cuando no estaba de gira por todo el interior, visitando innumerables obras.

 

Nelson Guillermo Periotti, con Máximo Kirchner.

 

Su oficina era un lugar plagado de proyectos en ciernes, en ejecución, en espera. Tenía un aspecto normal y funcional, pensé que, por la magnitud de su gestión, me iba a encontrar con una tremenda morada con olor a cuero nuevo, pero no fue así: el lugar era sobrio, ordenado, con interminables sucesiones de escudos en las paredes, de distintas asociaciones, clubes, gremios, municipios de todo el país. y una variedad de planos, extendidos o enrollados, por todos lados.

Cada vez que me tocó hablar con él, me dedicaba su tiempo, y ejercía un oficio docente de su gestión. Era un funcionario que explicaba con dedicación y sencillez el proceso de cada obra, su utilidad y sus tiempos.

De más está decir que fue quien no sólo recuperó el Transbordador Nicolás Avellaneda, sino también el puente que está a su lado y lleva el mismo nombre, el que se distingue por su color naranja.

Algo absolutamente increíble para los habitantes de La Boca y la famosa Isla Maciel, por cuya recuperación veníamos peticionando.

Recuerdo también que entré a ACUMAR como vicepresidente ejecutivo un viernes del 2012 y al domingo siguiente mi hija me desayunaba con la tapa de Pagina 12 y su titular, “Nieblas del Riachuelo”. En ella una nota de investigación de quien dirige hoy El Cohete a la Luna, denunciaba el manejo y direccionamiento de obras a determinadas empresas por el juez que tenía a cargo la causa del Riachuelo nombrado por la CSJN, Luis Armella. Por esos sinuosos movimientos, se había detenido la obra de la Autopista Presidente Perón, que atravesaba 12 municipios uniéndolos a través del Acceso Oeste y la autopista Buenos Aires-La Plata. La concreción de esa obra era importante para nosotros, porque permitía construir una serie de reservorios, gracias al movimiento de suelos de la misma, que retendrían el agua para evitar las inundaciones en La Matanza y zonas aledañas

Al ver esa tapa, mi hija me preguntó si yo me iba a meter en ese lugar (“quilombo”, refirió en realidad), tan preocupada como lo estaba yo. Esa semana participé por primera vez de un discurso de CFK, en el Salón de las Mujeres Argentinas, aquel en el que avisó que sus funcionarios solo debían tenerle miedo a dios y a ella un poquito también.

Ese discurso, pero específicamente esa frase final, se utilizó desde los medios hegemónicos para demonizar a Cristina, pero no para mostrar la autoridad del Ejecutivo sobre sus funcionarios y una justicia un tanto desviada. Destacó ese ímpetu de Néstor y Cristina de ir siempre al frente, de tener cortos a sus funcionarios, así como también defenderlos. El juez de la causa fue apartado por la CSJN de su cargo en medio de un gran escándalo. A ese juez se le pidió un “jury”, que nunca avanzó y fue salvado por un senador radical, que se apiadó de lo que supuso “persecución kirchnerista” al magistrado. Es decir que lo que ordenó la CSJN a la justicia y al Consejo de la Magistratura, investigar al juez, se fue enredando en las disputas políticas del Senado. Como no sería difícil de imaginar, no pasó nada y el juez fue apartado definitivamente de la causa y volvió a su juzgado. Una página más que demuestra cuán manipulable es la justicia. Es obvio que la celeridad de esa obra, la de la autopista, era una de las que llevaba con buen pulso Periotti, pero los desaguisados burocráticos la demoraron, luego vino el macrismo, que puso en el lugar de Nelson al denunciante Javier Iguacel, como interventor de Vialidad Nacional. Este en su resolución número uno mandó a auditar las obras de vialidad. Pero ojo: no ordenó esa auditoria sobre todas las obras nacionales, sólo sobre las de Santa Cruz. Dicha auditoria fue contundente y no probó irregularidades; sin embargo, como todos sabemos, las maniobras continuaron hasta los resultados que se conocen hoy. En el juicio sobre las obras de vialidad, el ingeniero en petróleo Javier Iguacel se explayó en su denuncia, durante dos audiencias, dejando en claro su visión inquisidora sobre las obras viales de la Provincia de Santa Cruz, exclusivamente. Allí puso el foco, para exhibir supuestas irregularidades y defraudaciones al erario público.

A su turno, Nelson Guillermo Periotti desmontó punto por punto las denuncias del ingeniero. Demostrando que este tenía un desconocimiento total del tema. Tomemos un ejemplo de los tantos que Nelson argumentó a lo largo de cuatro horas. Santa Cruz tiene 2.500 kilómetros de rutas, explicó. Iguacel fue a ese juicio y dijo que la famosa Ruta 40, que bordea la cordillera, tiene 500 kilómetros en dicha provincia. Nelson Periotti fue categórico, y como buen conocedor de su terruño y oficio, retruco que esa ruta en Santa Cruz tiene 1.423 kilómetros. Por ese grosero error, el denunciador infería muchísimas obras realizadas, en un corto trayecto.

La auditoría solicitada dio un resultado inesperado para el denunciante. Buena parte de las obras estaban con un gran grado de avance, más del 90 por ciento. Obras que Iguacel ordenó cancelar, por razones netamente políticas.

Así fue todo de desprolijo, empezando por el peritaje, que es nodal y debería haberse hecho antes del juicio. Como estuvo mal hecho, lo hizo el mismo juzgado a “ojito”. Es decir, lo hizo un cuerpo que no es especialista. Los peritajes utilizan distintas metodologías, no una sola y uniforme.

Se auditaron cinco obras de las 51 de Santa Cruz. El mismo tribunal reconoció el desastre del peritaje, pero ante la presión del macrismo evitó hacer el correcto.

Recordemos también la intervención del panelista Mariano Cúneo Libarona, hoy ministro de Justicia, en el programa Animales Sueltos, cuando advirtió lo de los peritos, además de decir que CFK se encontraba bien defendida y que no era culpable.

Para los que no lo saben, las rutas en el sur son más caras, y eso no significa sobreprecio, como quiso demostrarse sólo con tres obras. Hay condiciones ambientales particulares, inviernos crudos y vientos bravos, que hacen que el tipo de material a utilizar sea distinto y más caro que en el resto del territorio nacional. Ahí se encuentra el eje de la denuncia, entre los sobreprecios, cruzados con el lawfare y la desinformación que sufre el país, emitida siempre desde las usinas comunicacionales hegemónicas del puerto de Buenos Aires.

Leyendo El Cohete de la semana pasada, nos enteramos de que Iguacel, ese hombre con pinta de galán latino de los años '50, es un empresario audaz, con celeridad y habilidad para enriquecerse rápidamente en el desarrollo del negocio petrolero. Y lo que es más asombroso, sin invertir dinero. Es de esa gente que tiene una particular habilidad mágica de ganar sin invertir.

Todo tiene que ver con todo, y todos los caminos conducen a castigar siempre a los mismos. ¿Cómo hacer para creer en la justicia, en la idoneidad y la capacidad de quienes la ejercen? Eso muy pronto nos hará falta, cuando tengamos que reconstruir las ruinas de lo que quedará tras la actual gestión libertaria.

Tuve la suerte junto a Martín Sabbatella, cuando nos tocó volver a ACUMAR después del macrismo, de invitar a Nelson a la inauguración del Transbordador Nicolás Avellaneda. Lo había dejado listo en 2015 pero el gobierno de color amarillo no lo puso en marcha. Por eso lo invitamos para que fuera parte de su lanzamiento; a él primero para que estuviera presente, ya que no se encontraba en la gestión. Recuerdo su cara de felicidad, la de un niño con juguete nuevo, ante ese mecano gigante.

En estos tiempos en los que la obra pública está suspendida, en que se han parado numerosos proyectos que en el tiempo traerán grandes costos de tipo social y económico; de viviendas sin terminar, autopistas paradas y represas inconclusas, una de las quejas públicas recurrentes en los medios es por el desastre en que se está tornando la vialidad nacional argentina, un componente esencial para mover al país, transportarlo y hacer que crezca.

Este gobierno se ha dedicado a cerrar el grifo de la obra pública, un modo de poder tener al déficit fiscal en cero, a costa de un deterioro indetenible de la infraestructura del país y de sus variantes, que son muchísimas.

Las catástrofes ambientales sufridas en Bahía Blanca (en estos días el Ejecutivo vetó su auxilio económico, en un acto que demuestra su humanitarismo), los incendios forestales, las inundaciones en distintos lugares del país también tienen una relación directa con la carencia de obra pública. No se puede seguir actuando reactivamente y negando el cambio climático. Es necesario avanzar sobre un enfoque preventivo de muchos de estos frentes.

Hoy la Argentina carece de un pensamiento estratégico de desarrollo, porque se lo considera “dirigista”, carece de una visión integral que relacione la infraestructura, la obra pública, sus traslados y nuestras riquezas. Todo queda supeditado al mandato que ejerce el RIGI, ese verdadero estatuto del coloniaje al que quedamos sometidos, para seguir deformando nuestro territorio (en el mejor de los casos) antes de partirlo y repartirlo. Una forma de seguir acumulando gente y no poblando un país que cada vez asoma más urbano y vacío.

En ese contexto, el ingeniero Nelson Guillermo Periotti fue detenido y llevado a una unidad penitenciaria de Ezeiza, condenado a un destierro civil, mientras en el país languidecen las obras que hizo; se deterioran y son absolutamente prescindibles, para que cierren los números de la cuenta de almacenero que lleva este gobierno.

Sólo para precisar algunos números del paso de Nelson por Vialidad Nacional, podemos decir que entre 2003 y 2015 hizo 2.027 obras de las cuales 1.501 se finalizaron; 526 en ejecución, 5.165 km de nuevas rutas con pavimento, 93.500 kilómetros de vialidad intervenidos, 49.213 metros en 677 puentes nuevos, 90,05 % de la red vial nacional, pavimentada, 3.211 km de nuevas autovías y autopistas.

Números interplanetarios comparados con la sequía actual y con lo que vino después de su gestión. El denunciador del “Caso Vialidad”, que nos llevó a la tobillera de Cristina y a la celda de Nelson, sin pruebas, hoy cierra negocios petroleros, tras un triste paso por Vialidad Nacional y alguna intendencia en donde no dejó huella.

Parar la obra pública es criminal. Es arriesgarse a sufrir accidentes en rutas en mal estado; es negar la posibilidad de entregar casas dignas que quedaron a medio terminar a gente que vive en ranchitos de chapa; es parar una autopista como la Presidente Perón que no solo traía conectividad, sino que iba a resolver la inundación de importantes zonas como La Matanza.

Pero así estamos, con el dolor a flor de piel, por quienes pusieron tanto para transformar un país y hoy ven que todo está arrojado al abandono. Un país al garete, de supuestos mercados y a la deriva. Mientras, algunos hombres que pusieron tanto tienen que dar con su humanidad en una cárcel, un lugar de tremendo castigo para alguien de 80 años, leal a su condición de funcionario político de Cristina. No lo pudieron quebrar. Nelson les puede enrostrar a estos sicarios judiciales serviles y lacayos del poder, obra hecha, tocable y visible, sumada a su enorme dignidad.

Esperó que al publicarse este articulo Nelson esté en su casa, como Cristina. Ya se caerá está farsa y ambos serán libres. Esa es nuestra tarea política, hoy.

 

 

 

* El día viernes 27, el Tribunal Oral en lo Federal 2, con las firmas de Jorge Gorini y Tomás Cisneros, otorgó finalmente la prisión domiciliaria a Nelson Guillermo Periotti.

 

 

 

 

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